Tecnología post-11S: ferretería pesada

Tras los ataques terroristas de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington se produjo una reacción intensa, sobre todo en los campos militar y de seguridad interna, que se reflejó en el campo tecnológico. Toda una serie de sistemas y aparatos han sido desarrollados desde entonces, mientras que otros programas han sido abandonados o cancelados al reorientar el poderoso ejército estadounidense sus prioridades e iniciar la maquinaria de seguridad nacional un masivo programa de protección interna. Cinco años más tarde puede empezar a hacerse un balance.

En el ámbito militar los atentados del 11S proporcionaron un fuerte impulso a las tesis de reestructuración de los sistemas estadounidenses de combate sostenidas ya desde antes por Donald Rumsfeld, secretario de Defensa. El programa Future Combat Systems (FCS), diseñado para crear unas fuerzas de combate más rápidas, ligeras y flexibles fue impulsado, y algunos programas de adquisición de armamento diseñados para combatir la guerra fría fueron cancelados (el cañón autopropulsado Crusader, el helicóptero Comanche) como demostración de que la cosa iba en serio.

Pero los viejos programas se resisten a morir: el Pentágono y la industria armamentística han luchado con verdadera fiereza por conservar algunos, ya que miles de carreras profesionales e incontables cantidades de dinero están invertidas en su desarrollo. Así han continuado proyectos megamillonarios como el supercaza F22 Raptor o el destructor DD(X) (ahora DDG 1000), a menudo justificando su elevadísimo precio con absurdas pretensiones sobre su presunta utilidad en la Guerra contra el Terrorismo. La misma justificación antiterrorista se ha empleado para programas dudosos como SSGN ‘Tactical Trident’, la reconversión de submarinos de misiles balísticos clase ‘Ohio’ para el lanzamiento de misiles de crucero y el desembarco clandestino de hasta 66 SEALs (comandos de la marina). Los recortes que se han producido en el número previsto de unidades en éstos y otros programas (como el Joint Strike Fighter) tienen más que ver con la escalada de costes que con las dudas sobre su utilidad futura.

Al mismo tiempo la marina de los EEUU está creando nuevas clases de buques de combate, diseñados para ser más útiles a la hora de combatir terroristas. Los nuevos Littoral Combat Ship (LCS) están pensados para operar en aguas costeras y tener un precio reducido aumentando su número disponible; además han de ser rápidos y versátiles, con sistemas de armas modulares ajustables a la misión. Dos diseños de casco compiten por obtener el contrato, uno de ellos un futurista trimarán. Los comandos SEAL, por su parte, prueban el nuevo Stiletto, un barco diseñado específicamente para infiltración y apoyo de asalto, con baja visibilidad radar y gran velocidad (hasta 60 nudos).

Otro gran programa que estaba casi moribundo antes de los ataques terroristas era el sistema de defensa antimisiles conocido como ‘Star Wars’, que fue inmediatamente relanzado y dotado con grandes cantidades de dinero. Cinco años después apenas hay una decena de interceptores de muy baja fiabilidad (han fallado la mayoría de las pruebas), y el radar especial (repleto de defectos y vulnerable) aún no está en su posición.

Mientras tanto, las fuerzas combatientes en Irak y Afganistán recibían un acelerado curso en guerra de guerrillas moderna. Como consecuencia, se vieron obligadas a desarrollar con rapidez toda una amplia serie de nuevas tecnologías de interés táctico, que cubriremos en la segunda entrega de esta serie.

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