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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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“Apología del gordo”: Carta-respuesta a Juan Manuel de Prada

Buda feliz

Los motivos de este escrito se remontan a hace dos semanas cuando se publicó un artículo firmado por Juan Manuel de Prada en el suplemento dominical XLSemanal titulado, tal cual, “Apología del gordo” que se puede leer íntegro en este enlace.

En él, el autor hace una pueril defensa de su ponderal circunstancia, la gordura, atribuyendo a esta característica una serie de elevados valores morales y de carácter en virtud de, según parece, una relación causa y efecto entre el ser “gordo” y poseer una juiciosa ética. Hecho que por lo que se lee le hace levitar dos palmos por encima de los demás.

Los demás, los que no pertenecen a su casta, la de los “gordos”, somos, según de Prada, una especie de masa aborregada por las modas que, o bien somos víctimas propiciatorias de la liposucción, o bien solo sabemos circunscribir nuestra existencia a través de las periódicas vistas a “esos manicomios con olor a sobaquina llamados gimnasios”. No contento con esa clasificación, absurda dicotomía de la naturaleza humana en virtud de su peso en la que al parecer no hay sitio para los grises, aventura de forma gratuita y bastante mezquina que quienes al gimnasio acuden regularmente con el fin de rebajar unos centímetros de su perímetro abdominal, además, “le ponen los cuernos a su mujer con una monitora machuna e inflada de anabolizantes”… y remata la jugada con una frase lapidaria, su conclusión pues, a resultas de esta (su) realidad, no puede ser otra:

Ser gordo, en fin, se ha convertido en un acto de distinción y aristocracia

Así, Juan Manuel, haciéndote pasar por un moderno intelectual, guía espiritual del populacho inconsciente (no sé dónde acabaríamos sin tus escritos) terminas, quieras o no, por poner en alza las trasnochadas y decimonónicas teorías del positivismo criminológico, aquellas de Cesare Lombroso y Raffaele Garofalo, quienes de alguna forma hacían descansar en la fisionomía del sujeto, si acaso no una causa directa de su inclinación al delito, desde luego sí un libro abierto sobre el que leer su carácter o, por ceñirme a tu bodrio satinado, el valor de su moralidad y humor.

… es una evidencia que todos los mandamases de la Unión Europea, esos tiranos disfrazados de eficientes burócratas, son flacos como anchoas; y también que los escritores más revirados y consumidos por los celos se preocupan mucho de mantener la línea. A los gordos, en cambio, nos asiste la virtud de la apacibilidad; y tenemos un aplomo, una forma de llenar el traje y de repantigarnos en el sofá que transmite confianza, empaque, sosiego y majestuosidad.

Como se puede contrastar, mejoras conforme sumas líneas a tu apología. Solo te faltaba haber mencionado que Hitler era delgado, al igual que Himmler… y qué decir de Goebbels, escurridizos flacuchos de carácter tiránico, avinagrado e incluso sádico como bien todos conocemos. Más aún, por si acaso tu absurda teoría falla (los gordos son gente simpática de generosa inteligencia, y los delgados ásperos y de escasos valores morales) aportas tus retorcidas explicaciones ante las posibles excepciones insistiendo una vez más… ¿en la auto complacencia?:

No negaré que haya gordos histéricos y culebrillas, acomplejados y cagapoquitos; pero estos gordos indignos no son sino flacos que viven prisioneros dentro del cuerpo del gordo, flacos disfrazados de gordo a los que conviene encerrar de inmediato en un manicomio con olor a sobaquina, para que se froten la cebolleta con una monitora machuna e inflada de anabolizantes, mientras recuperan su verdadero ser.

De_PradaDicho de otra forma, para ti los gordos chungos en realidad no son otra cosa que flacos cautivos en un cuerpo que no les pertenece… De otro modo no se podría explicar el carácter de determinadas personas que teniendo sobrepeso se comporten de forma mezquina. Déjame decirte pues tocayo, en confianza, que si solo por tu argumentario hubiérase de juzgarte, en mi opinión tú mismo… sí, tú, eres la viva representación de la radiografía de un silbido. Para que me entiendas: por cómo te expresas y solo por ello, aparentas ser un flacucho que te cagas. Siguiéndote la corriente y en el ejemplo que te negaste mencionar, tu caso sería similar al de Göring. Supongo que a estas alturas ya te estarás dando cuenta de la absurdez de tu escrito.

No obstante lo dicho, quiero que sepas que he tratado de comprenderte, algo que en cualquier caso no llegaría a justificarte. Leía el otro día a Luis Jiménez un buen compañero en esto de la divulgación dietética alimentaria, que es preciso coincidir en que sobre las personas aquejadas de obesidad planea un estigma demoledor. Sobre los “gordos” (como tú dices) se hace descansar una torcida imagen, verdaderamente negativa en su resultado, fruto de los prejuicios que la población general les traslada: las personas “gordas” pasan por ser torpes, estúpidas, zafias, cortas de miras y de luces, toscas, necias, vagas, adocenadas… sea como fuere, dignas al parecer solo de mofa y desprecio. Y yo estoy al cien por cien de acuerdo con ese colega: ésa es la injusta imagen que tienen asociada algunas personas cuando, además, se les hace culpables solo a ellos de su crasa circunstancia. Me consta que tú también te has dado cuenta de este ilógico ultraje tal y como has puesto de manifiesto en otro artículo y, de rebote, ahora vas y pagas el agravio con la misma moneda, con la misma injusticia. Pero en tu caso esta forma de actuar es doblemente perversa ya que dándote cuenta de la insustancial ofensa, dando por cierta tu elevada posición y empleando una plataforma pública de amplia difusión y prestigio, aprovechas estas circunstancias para pagar ojo por ojo, diente por diente. El resultado, por tanto, es paradójico. Vomitas críticas sobre aquellos que no son como tú aduciendo una elevada benevolencia fruto de tu genuina condición ponderal y, al mismo tiempo, utilizas los mismos procesos (i)lógicos que el objeto criticado utiliza habitualmente contra las personas en tu condición. Y todo ello como te decía sin dar la posibilidad a los matices de grises. O se es un gordo afable, bonachón, inteligente, aristocrático como tú… o se es una especie de forzudo narcisista, un Hommo croassanis de moral distraída con menos luces que una vespa.

A mí Juan Manuel, qué quieres que te diga, tu escrito, además de no ser el primero en esta línea auto justificativa y autocomplaciente fruto de tu cosecha, me da la sensación que responde a un profundo complejo. Pero no seré yo quien asegure tal diagnóstico, a fin de cuentas, solo soy un ciudadano que no tiene más idea de psicología que aquella que pertenece a la culturilla popular media.

Creo, ya termino, que tus escritos (los del dominical) tratan de ser complejos y, no pudiendo alcanzar la coherencia, se quedan en confusos. En este caso, añado porque me toca… lo profesional, peligrosamente confuso. Digo así porque que a día de hoy haya una persona ilustrada y premiada como tú lo eres haciendo una defensa moral del sobrepeso y la obesidad me parece una grave imprudencia habida cuenta de los muy contrastados riesgos que sobre la salud tienen asociadas tales circunstancias. Déjame decirte que además, en este caso sí que hay verdaderas evidencias de lo que te cuento. Me refiero a esas otras evidencias distintas de las que tú esgrimes de forma torticera en tu artículo.

Por ejemplo, tal y como menciona la propia Organización Mundial de la Salud al hablar de los importantes riesgos sobre la salud de la obesidad, destacan:

  • las enfermedades cardiovasculares (principalmente cardiopatía y accidente cerebrovascular), que en 2012 fueron la causa principal de defunción;
  • la diabetes; y
  • los trastornos del aparato locomotor (en especial la osteoartritis, una enfermedad degenerativa de las articulaciones muy discapacitante)

Como es fácil de comprobar, no se trata de un mensaje aislado. En Estados Unidos, el reconocido Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades menciona reconoce que la obesidad supone un incremento del riesgo para sufrir determinadas situaciones patológicas, entre ellas (aunque hay más): enfermedad coronaria del corazón, derrame cerebral e hipertensión arterial, diabetes tipo 2, cánceres, tales como endometrio, de mama y cáncer de colon, colesterol total alto o niveles altos de triglicéridos, enfermedades del hígado y la vesícula biliar, apnea del sueño y problemas respiratorios, la degeneración del cartílago y el hueso subyacente dentro de una articulación (artrosis), complicaciones de salud reproductiva, como la infertilidad y problemas de salud mental.

En nuestro continente el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC) advierte de las consecuencias de la obesidad en similares términos.

Para terminar, es preciso recordar que según una muy reciente publicación en The Lancet en el que se aborda de forma extensiva el problema de obesidad en el mundo con una meticulosidad encomiable, se vuelve a poner de relieve el efecto tanto del exceso de peso como del perímetro de la cintura a la hora de convertirse en riesgos para la salud… con todo el impacto que esto puede tener en la calidad de vida las personas, la salud pública y no nos olvidemos sobre la economía.

Por todo lo dicho, me parece muy peligrosa, desacertada e inconveniente tu apología de la obesidad, Juan Manuel, máxime cuando además se basa en argumentos falaces y contrarios a la verdadera evidencia.

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Posdata: Juan Manuel, sería ridículo pretender competir contigo en tu terreno, el de las palabras, la expresión escrita y demás, pero como última sugerencia te invito a que cuando quieras decir obeso, digas eso, obeso… y no gordo. No solo porque el DRAE le reconoce una acepción, aunque anticuada, claramente negativa, sino porque su uso popular sigue teniendo un clara inclinación peyorativa tal y como se recoge en este recomendable post de un buen compañero Julio Basulto.

Imagen:  Lavoview vía freedigitalphotos.net y De Prada vía Wikimedia Commons