Runstorming Runstorming

Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

[relato] Un final feliz, según Sarah

[Presentado a concurso en el Certamen de Relato Breve Imprimátur, ver enlace aquí]

Dirigían su mirada hacia dos poblados árboles, donde salían y llegaban cientos de pájaros que dibujaban un túnel invisible. Eran las siete y media de un día de decrecientes horas, otoñal de aspecto y de viento molesto. Tanto Sarah como KeyZee elevaban sus octogenarias barbillas a la brisa que provenía de las Rocosas. Entre la licorería y la nave tras la gasolinera se podía ver el cruce de Michigan Ave con dos diagonales. Las dos apretaron sus manos entrelazadas esperando el momento de terminar con todo. La luz caía cerrando un arco asfixiante de tonos naranjas y rojos.

Por Michigan vieron la sombra de un hombre de figura encorvada que se acercaba a casi inexistente borde de la acera, apisonado una y mil veces por las gigantescas ruedas de los camiones de ganado. Sarah sostuvo desde la invasión de los grandes trailers que nada sería igual sin aquel convoy lento que venía por la gran línea de tren del oeste. Aquella sombra, desde la elevación que ocupaba la terraza de la cafetería donde montaban guardia las dos viejas pioneras, miró un par de veces por cumplir con un repaso mecánico, ajeno a normas de circulación o a la percepción de peligro con el tráfico rodado. Así lo sentenció KeyZee, que en realidad se llamaba Katherina Zenobia, K.Z., que conocía la mística de aquel cruce porque llevaba sentada en una silla de ruedas desde hacía treinta años, siempre por allí, bien en la cafetería, bien donde le llevase el par de manos firmes de Sarah. Ambas juzgaban el tiempo como relojeras con poderes omnímodos. Ambas hacían que la sombra cruzase Michigan hacia el concesionario de Harry y sus Buicks, o que aquel hombre atrapado en el tiempo retrocediese con una cara entre la sorpresa y la desesperación, buscando con la mirada una explicación a la metáfora de no poder terminar de cruzar la calle.

Desde la colina donde la cafetería ocupaba unos metros de cemento, con una fachada hacia Redemption Road y la entrada y dos ventanales cubiertos de cortinas de cuadros de vichy camino de George Washington Ave, las dos guardianas de las manecillas del tiempo perfeccionaban el cómo manipular unas parabólicas piruetas aéreas de una bandada de vencejos. Soplaba y soplaba aquel viento de las Rocosas y mecía las copas de los dos árboles. Sarah abrió los dedos que aprisionaban la mano de Keyzee. Habían pasado juntas las eternas tardes de la degeneración neuronal de la impedida. Tenían hablado todo, habían charlado sobre la crisis del petróleo y sobre Camp David, sobre la rotación sin sentido de los propietarios de las casas ajardinadas de Michigan con LaFayette, primero aquel padre judío, después la madre del sedán color café, la familia negra de corolas blancas y lazos azules en días de misa, Jerry y los mellizos, aquel pelirrojo tan diferente de su hermano, otra familia negra, seis meses de vacío humano, todo mientras la brisa movía sus flequillos, cada vez más blancos.

Sarah sintió con felicidad como ya no había contacto con la mano nervuda y débil de Keyzee, arrugada, sin fuerza. Tres décadas habían acomodado las terminaciones nerviosas de ambas manos, por las yemas se transmitían calma, inquietud, pena, habían construído la química táctil más perfecta y sutil. A través de las micras de su dermis habían viajado todas las emociones de unas octogenarias. Una bastante más octogenaria que otra, pensó siempre Sarah. La brisa se detuvo unos segundos y llenó de transparencia la tarde. Normalmente se levantaba un ligerísimo polvo que arremolinaba la suciedad de la calle contra un esquinazo, a escasos diez yardas de su puesto de vigilancia senil, en el preciso momento que la imperceptible inclinación de Michigan se acentúa, convirtiéndose en una cuesta evidente, por la que la silla de ruedas de Keyzee circulaba hacia los bajos de un embalado camión de transporte, ajeno a todo.

3 comentarios

  1. Dice ser icosasblog

    Con permiso: no soy quién deba criticar este relato. Me ha gustado, me gusta y cuando mañana lo relea, creo que me gustará.

    ¿Releerlo? No estoy loco ni persigo el amor de spanjaaaaaard. No. Simplemente que este texto, al igual que muchos de mis conocidos escritores anónimos, es denso, lleno de adjetivaciones y matices. Ojo, no critico pero tampoco alabo esto. Dudo si son fuegos de artificio que adornan una buena cena o juegos florales que le contentan a ella tras un mal polvo. Espero explicarme.

    No es un relato para leer en mi situación actual. Necesito más horas de sueño y un café más resistente al frío para masticar las anteriores letras.

    Suerte en el concurso 🙂

    06 abril 2012 | 09:49

  2. spanjaard

    Me has matado, compadre. Mejor abrígate, cafelito, y dos torrijazas y luego miras con otra perspectiva el texto o, directamente, pasas a otra cosa.

    06 abril 2012 | 10:13

  3. Dice ser boton

    Muy buen relato. leido y releido, bien de situacion, ambientacion, personajes interactuando………. en fin , todo correcto.

    06 abril 2012 | 12:26

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