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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

¿Dónde quedaron las placitas con sus abuelitos?

La muerte casi cerebral de las calles y plazas de las ciudades occidentales tiene dos grandes responsables.

Uno, el de la absoluta toma del automóvil por parte de los póngidos sedentarios. El otro, que a sus padres los han enclaustrado en unos bonitos recogederos: los hogares de jubilado o ‘centros de día’. Esto que podría parecer baladí, arrastra a millares de seres humanos a (1) desaparecer de las plazas y calles, (2) un sedentarismo innecesario y que pretenden compensar con ‘talleres y actividades motoras específicas’, estúpido invento, (3) desviar recursos a la creación de empleo sin duda necesario para la sociedad como bedeles, técnicos en tercera edad, terapeutas para la asunción de la muerte, (4) asunción de que un mayor es un retal, un sujeto pasivo que más vale que se apunte al clientelismo porque su colega de dominó lo hace, y lo más grave (5) permite que subsistan las rondallas.

Las calles y parques y plazas de las ciudades modernas, precisamente en las áreas donde se presume de ‘vida en la calle’, se han visto vaciadas de abuelas compradoras en guerrilla y de abueletes bloqueando las aceras, como siempre han hecho. Ni viejos al sol. Ni a la sombra en verano. Apenas los nuevos despojos del centro urbano pasean marginados sin un pueblo en Hegovia donde ir (el coche hasta Colombia o Senegal es caro). Cuatro hippies y siete matrimonios a los que la guerra de rentas hipotecarias les ha retenido en el barrio de sus padres. No hay más compañía para ellos porque el 16.7% de la población (INE, 2006) tiene como destino ‘el hogar’. Las ciudades se cuartean como lagunas saladas.

Este rodillo de gasto de época de vacas gordas ha generado, además, una élite de trabajadores de la función pública que acompañan un rato a los abuelos hacia un tánatos dulce, con menús a 4.40€ y baile, que se note que España tiene arte, mientras el resto de su jornada está dedicada a tomar carrerilla física y psicológica y apuntarse a hobbies como viajes a Tanzania, scubadiving y spinning, la tríada Altaïr, que los mantendrá ocupados como singles toda su vida y aportarán 0 hijos a las calles de las que posteriormente huirán porque no son ‘trendy’ como el Triball madrileño o el Soho. Donde bulle la vida. Ya. Claro.

Si no teníamos poco con esto, la creencia en los paraísos templados y bajo techo ha generado una versión digna de Fritz Lang: la construcción de cómodas facilidades para que los abuelos sesteen como reptiles en los centros comerciales como ‘generadores de la vida urbana’ y soplapolleces similares que tenemos que oír de lo técnicos urbanistas, arquitectos y algún que otro sociólogo posmoderno. Y es que es leer a Manuel Castells y la gente empieza a desbarrar. En estos spa calentorros y con soniquete de fondo, aire congestionado y un eterno aroma a las palomitas de Bel-Ros, se generan escenas patéticas de hileras con abuelos sentados de a cuatro en bancos de polietileno blanco, musitando y dando cabezadas, al calor de la calefacción en invierno.

Afortunadamente los gerentes de los centros comerciales y sus equipos de seguridad montados en patines eléctricos no permiten las rondallas de abuelos en sus pasillos.

Tendré razón o no.
Pero luego no me digan que sus suegros van a ir de visita a Medina de Rioseco que tiene una plaza preciosa con lugareños.

5 comentarios

  1. Dice ser Anónimo

    ¡Hostias Luisico!. Se que todos tenemos una vida difícil, pero hay cosas que tendríamos que meditar antes de decirlas. Igual no lo he leído lo suficientemente despacio, pero cambiar plazas vivas por Centros de Día, me parece cruel e innecesario. Si tu tuvieras un vegetal en casa ¿lo regarías un poco al menos o lo sacarías a la plaza del pueblo donde se le meen los perros que pasan o lo azote el viento?. Pues yo tengo un vegetal en casa y el Centro de Día es mejor sitio para que malviva, pues ni siquiera es vida, que sacarlo a la plaza del pueblo para que ésta tenga vida. Y los funcionarios, fisioterapeutas, conductores, enfermeros, que los cuidan, no sólo me dejan que yo siga viviendo, si no que le dan algo de vida a mi «vegetal». Otra cosa. La memoria musical es lo último que pierden ciertos enfermos, por ejemplo los de Alzheimer. Mi madre revive cuando escucha el puto acordeón y el puto piano que le ponen en el puto centro. Así que también agradezco esa cultura de pandereta y de españa es diferente de los centros de la tercera edad. Qué le den por culo a la plaza del pueblo si está vacía y gracias al estado por proporcionarme Centros de Día. Sin acritud. Un besico

    13 enero 2012 | 00:58

  2. spanjaard

    Igual es que lo leemos todo de manera literal y para más inri extrapolamos, Paco. Un enfermo es un enfermo y necesita el cuidado máximo, chófer, enfermera, fisio, podólogo. Es dependencia absoluta. Un abuelo perfectamente válido no es un cliente de votos ni debería ser arrojado a un bedel. Obviamente hablo de los mayores no dependientes. La guerrilla que va a diario a comprar a su Dia y su charcutería con su puta mierda de pensión, y que, a cambio, le dona gentilmente el voto a los partidos de occidente.

    13 enero 2012 | 08:40

  3. spanjaard

    Y las putas rondallas.

    13 enero 2012 | 08:41

  4. Dice ser Bandoneon

    Le Déjeuner sur l’Herbe. Si te parás frente a ese cuadro de Manet vas a ver a un grupo de señores y señoras de entre ¿30 y 40? años tomando la merienda y jugando al aire libre. Juegan a lo que jugaban los señores y señoras de esa edad en esa época. Y jugaban al aire libre, que es lo que más me interesa destacar. Hasta no hace tanto se jugaba al aire libre. Los niños sus juegos en las calles y plazas, los no tan niños jugaban al picnic al futbol en los parques ya un poco mas lejos de la calle pero aun en las plazas y los viejos jugaban al dominó y a las bochas (petanca). Ahora ni hay espacios ni hay nadie que los ocupe. Los viejos de las plazas estaban ahí porque ese era el espacio natural en el que se cruzaban todas las generaciones en algún momento del día. Los niños ahora van a la Escuela de Futbol, y festejan los cumpleaños en la hamburgueseria (y yo vi festejar un cumple en Isla Azul Shopping Center, Madrid, Spain), los adultos no correteamos mujeres semidesnudas en los bosques sino que simplemente correteamos de aca hasta alla por donde esta marcado con tiras de plástico con el dorsal siempre a la vista o nos juntamos en cervecerias o centros comerciales. ¿que les queda a los mayores? ¿Ir a plazas vacias? Que deprimente.

    13 enero 2012 | 09:50

  5. Dice ser Retarded

    Don Luis, siento llevarle la contraria esta vez, pero la explicación del desalojo de las plazas esá más bien en la invención de la telebasura. Hasta la fecha en que Vd recuerda a los viejos dando de comer a las palomas, la programación vespertina era básicamente infantil, que si dibujos japoneses, que si Espinete… pero eche ahora un vistazo, y ponga el canal que ponga se encontrará azafatas ceñidas en escueto vestuario o presentadoras con gran escote, cosas que entiendo que interesen mucho más a los ancianos que la vida de las palomas. Y si piensa que habrán de ser las ancianas las que acudan al parque, es posible que en su condición masculina no se haya fijado en lo que se dice en esos programas (con tanto escote, imposible), pero básicamente que si la reina de corazones o que si andreita se come el pollo, es el alimento moral de las ancianas. Escuche Vd cuando unos y otras se reúnen, como los primeros dicen que tal presentadora es una fresca, que lo enseña todo y las segundas cómo corroboran que la que se lió con no-se-quién efectivamente es una fresca. Las pobres palomas de los parques, ahora solas y sin visitas, sólo pueden defecar sobre los automóviles y quizá con suerte, lograr dañar la pintura. Más apabullante es que las palomas (AKA ratas con alas) hayan desplazado a los gorriones autóctonos. Y es que en algún momento los columbófilos dejaron de subir a las azoteas para ver el escote de alguna fresca y ahora los buchones campan por sus respetos, rompiendo tejados y manchando los parques. Total, que como todo en la vida, la cosa sólo puede ir a peor. Vaya Vd. cogiendo sitio en el asilo, no vaya alguien a ponerse delante y no dejarle ler la tele.

    13 enero 2012 | 17:55

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