Verjaardag, morgen is het

Tja, morgen komt er in.

Por fin dejo de tener 40. Jesús qué edad más psicótica. Qué cifras y qué presión autoimpuesta y qué manera de liarse uno (una, no, si bien no me habría importado haber sido mujer para comprobar si es realidad todo lo que cuentan de cómo se devanan las membranas nuestras colegas de especie).

A partir de mañana esto ya es otra cosa. Dice un amigo que cuando uno cumple los cuarenta se deja automáticamente de preocupar por aparentar madurez y se puede volver a la infancia desmedida. Supongo que se refiere a poder ir vestido con una camisa de cuadros que no combina con los pantalones color verde manzana y, bajo el argumento de posicionarse uno en una tarea ingente en el taller o el cuarto trastero, pasar por delante de la mujer de uno con despreocupada actitud preadolescente. Tendremos que preguntar a las chicas lectoras de este blog.

Y es que ha sido un año de refilón. No, no he querido escribir reflexión. Refilón, de paso tangencial sobre una lista enorme de cosas. Hemos toreado la crisis y la subida de la báscula, muy de puntillas por la pérdida de pelo y he mandado a paseo un segmento irreductible de mi fondo de armario. Mientras recuerdo que springfield me ofrece hasta pasado mañana un 25% de descuento para renovarme, que me lo recordó mi santa anteayer, uiterste limiet, los 40 han sido el momento sorpresa en el que publiqué mi primer libro de ficción. Ayer una lectora, ah vosotras, siempre vosotras, me felicitaba por el escenario angustioso de Hocus Locus. ¡Quién me lo iba a decir al contorno de los 39!

Con estos cuarenta, que no joden pero atormentan, mis chicos han superado el metro cuarenta y van embalados a por el cuarenta de talla de pie. Esta numerología sería suficiente para joderos otros diez minutos más de vuestro tiempo libre pero démosla por evitable.

Lo dicho. Mañana, 41. ¿Qué rima con cuarenta y uno?

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