Runstorming Runstorming

Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

El kilómetro Spanjaard

El otro día leía orgulloso un relato de alguien que escribió en su mítica participación en el maratón de Valencia de 2002 y de cómo me habia dedicado un km allá por la Malvarrosa. Contado así, estilo telediario sin corbata (esto fue en un primer momento, luego le aplicaron Grecian 2000 a Lorenzo Milá, azules grisados y corbata), suena a jerigonza de foros y amistad de emails. Pero, bien contado, quizá sea ése el secreto causante de que me guste tanto la jodía escapada express a darnos un remojo, escondernos en la Huerta a comer un arroz a banda, y fulminar un sábado con 400km más en el cuentakilómetros.

Uno perdió amigos en tiempos pasados. Dicho mejor, los amigos se me iban con facilidad. No todos, afortunadamente, como el Tinín que cayó fulminado en un parque, aquel Valentín que hacía la EGB conmigo y me llamaba maestro cuando nos cruzábamos por el barrio y se le veía que lloraba por dentro. Más cuando me veía venir de correr. La facilidad que cuento es la de ir acomodándome a nuevas ciudades, países, circunstancias y, por unas u otras, la gente (aquella mi gente) se ha desentendido de uno. Luego han llegado las horas de la Red, donde las amistades son más flexibles. Total, que lo que la gente llama amigos con mayúsculas, de esos debo tener … ¿cuatro?. Esto es duro de asimilar porque mucha gente me oye decirlo mientras cenamos, mientras me leen, mientras charlamos al trote, y pensarán que este Luis es un imbécil, ahora resulta que no me considera un amigo de relación visceral, de tuétanos, a saber qué amigos conserva este. Todo puede ser.

Cuando pongo juntas algunas de esas palabras que salen acariciando la boca y se dejan caer por las manos, entre los dedos, como el aceite, o la miel que dejas caer -observando su vértigo- sobre el cafe, me viene a lo más posterior de mi cerebro un aire marino, una acidez parecida a los aterrizajes en Amsterdam en Mayo, cuando el calor empieza a extender por el aire los olores a canal, a vlaamse mayonaise y a óxido. Esa brisa templada es el aviso silencioso de la playa de Valencia. No es que me venga visceralmente, es un toque de atención que se me queda colgado de las aletas de la nariz. Y es cuando amenazo en casa a los mios: ¿nos vamos a Valencia a la playa mañana?

Ya digo que no es visceralidad. Esta, la aporta un desaprensivo a quien guardo en mi lista de amigos de los de suquet y lomo embuchado de Muñana. Este es así; el día que lo fabricaron no pidieron permiso a nadie y ahora nos toca a todos nosotros sentarnos a leer y aprender de él. Visceralidad es que un día escribiera esto:

Miro mi chuleta. «21-23 spanjaard.» Y decido dejarme de dolorcitos y empezar a homenajear a los amigos. Y recuerdo que Luis me dijo que al llegar a mi playa de la Malvarrosa disfrutase un poco. Y pienso en que va a ser padre.
Y en el día en que un esponjito salga «contra dirección» en una carrera para recibirle cuando vaya tocado, y me voy sintiendo mucho mejor. Os lo juro. En ese momento el dolor pasa a un segundo plano. No es que deje de dolerme, no es verdad, no deja, pero la sensación de estar dedicándole a Luis, a Tere y su nano ese Km. es más intensa que el dolor que sentía.
Y empiezo a ver claro que voy a tener que llegar. Seguro. Porque, ¿como sino le cuento luego a Luis que le dediqué un Km. de una carrera que luego abandoné?, y ¿ como le cuenta él eso dentro de unos años al crío?. Pobre crío, él que culpa tiene de que a mí me duela un pie, si ni siquiera ha nacido aun. Pues eso, habrá que acabar.

Lo malo es que no acertó, y mira que él es de acertar, con lo del crío. A las dos semanas nos decían que serían dos. Eso sí; sé que ha saldado su deuda con el otro gemelo. De sobra. Esa visceralidad es la que hace que uno se emocione escribiendo para el balcón de la blogosfera. O para uno mismo, que al fin y al cabo es un personaje de dentro para fuera y que se encarga de lanzar cosas a ese aire del Cabañal.

7 comentarios

  1. Dice ser Cientounero

    Una definición de amigo es la de aquel que cuando lo ves de nuevo, después de varios meses no tienes que contarle nada porque el ya sabe nada verte como piensas, como le respondes y de que vas. Con un amigo se puede estar varias horas andando, trotando, corriendo sin decir una sola palabra sin que sea nada incomodo.

    26 febrero 2008 | 18:44

  2. spanjaard

    Cierto, 101ero.

    26 febrero 2008 | 19:47

  3. Dice ser wild runner

    Yo creo que tener 4 amigos de verdad es tener mucho. Yo conozco a mucha gente, también de distintas ciudades, países, momentos de mi no muy larga vida … pero amigos de verdad recuerdo muy pocos.

    La Malvarrosa … allí comencé mis «andanzas» correriles. Hace años que no voy por allí y tengo muchas ganas de una paella valenciana (nada de gambas ni marisco ni guisantes) en condiciones.

    PD: No comentas nada del «acontecimiento del siglo XXI»??? XDDDD

    26 febrero 2008 | 23:58

  4. spanjaard

    ¿Del imparable ascenso de Rajoy hacia la presidencia y el no menos imparable descenso de la purria hacia el lodo, la idiocia y la falta total de interés por las cosas? No, estoy de subidón.

    27 febrero 2008 | 08:06

  5. Dice ser gebrelayos

    ¿Cuatro Luis?. Afortunado eres…

    Reflexión dolorosamente cierta y hermosa anécdota muy bien contada, como siempre.

    Un abrazo. 😉

    27 febrero 2008 | 10:30

  6. Dice ser Juanma

    Algo de eso debe ser cuando nos juntamos ‘el grumo’ (esto es interno), uno currando en Alemania, otro perdido por Barna, otro en China, otro en USA(bueno, ahora ya no)… 3 segundos dura la sensación «reencuentro», luego todo sigue como si fuera otro sábado más tomando birras.

    27 febrero 2008 | 15:15

  7. Dice ser magopepo

    Hola Luís, muy buenas. No había leido esto hasta hoy, llevo una semanita un poco liadilla entre despacho y viajes. Sí, fue ciertamente bonito dedicarle aquel kilómetro a tu nano. Cuando te pegue por escaparte por aquí avisa con tiempo.

    Ilusionados saludos

    29 febrero 2008 | 20:20

Los comentarios están cerrados.