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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

1983, un mundo a punto de reventar

Robert de Castella, el bioquímico de grandes cuádriceps, puso en su sitio a Salazar en Rotterdam corriendo en 2h08 tras dejar a un tremendo Rodolfo Gómez en un inusualmente soleado y rápido dia de Abril, tirando como un poseido por el Maasboulevard. Aquel bicho de 1.80 y más de 70kg, de infrecuente planta y ancho porte, se metería después su gran banquete en Helsinki. Eran los campeonatos del mundo de atletismo en 1983. Por delante, un grupo con hasta 20 unidades, entre las que estaban Juan Carlos Traspaderne, el ‘traspa’, y una pléyade de maratonianos que terminarían apiñados en una de las mejores demostraciones maratonianas en campeonatos oficiales IAAF.

En minuto y medio se apilarían en la línea de meta leyendas como Hugh Jones, De Castella, Gerard Nijboer (un holandés de cuando se andaba por Europa ya en 2h09), Waldermar Cierpinski, aquel patilloso con entradas interminables, Gianni Poli, el italiano que se asomaba por Nueva York, Benji Durden y Ron Tabb, dos estadounidenses a la sombra del chico de José Salazar, cubano emigrado en los años de Batista, y, ¿los africanos?.

La IAAF, precisamente tras las posibilidades comerciales vistas en los mundiales de Helsinki y lo que estaría por venir en los JJOO de Los Angeles, tomó un giro hacia el profesionalismo que les haría centrarse en sacar pasta del asunto de las 8 calles. Esto frenaría la integración de las naciones emergentes pero, por otro lado, animaría definitivamente a los fondistas africanos a tomar parte en el gran circo. Si hasta los 70 las figuras cuasi románticas de Henry Rono, Mamo Wolde, Gammoudi, encarnaban la mezcla entre la liberación africana y la lucha por salir del hambre y las guerras, algo estaba por cambiar.

En 1983 aún reinaba Seko en Fukuoka, que ganaría en Boston varias veces y en su feudo japonés era casi imbatible gracias a las perrerías a las que le sometían el gran Nakamura (casi un dios para los fondistas japoneses de los 80). En los USA Salazar y Beardsley se las tenían tiesas en la distancia reina. Steve Jones abandonaba la pista para reinar en maratón… Pero ya asomaban por el ránking mundial de 42km.195m. Juma Ikangaa (TAN) ya era segundo en Fukuoka, Ahmed Saleh y Djalma Robleh encabezaban la delegación de Djibouti, Mekonnen (ETH) y Zinque (RSA) eran más que proyectos y en 1986 ya corrían muchos en ese grupo selecto de 2h08. Una legión de maratonianos surgiría para enterrar en lo más hondo a los blancos y asiáticos. Los nacidos en el final del colonialismo, los hijos de la liberación, de la Commomwealth, pequeños avanzados en un mundo que apuntaba alto. Padres y abuelos de Tergat, Gebreselassie, Kiplagat, Lorupe, Chepkemei, Lalai… y sepultureros de cuanto corredores blancos se atrevieran a sentir la sangre en la boca, el corazón a punto de escupirse en un cambio de ritmo.

2 comentarios

  1. Dice ser Anonymous

    ¡ Gran cartel !Mientras los citados pulverizaban marcas, Grant Hard y Bob Mould destrozaban trastes

    07 febrero 2007 | 14:14

  2. Dice ser Spanjaard

    Y Llongeras destrozaba pelos. Jajajajajaja.

    07 febrero 2007 | 15:02

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