La propaganda política siempre ha tenido en el cine una enorme herramienta de difusión. Aunque tuvo su cenit con los autoritarismos del siglo XX, su origen es tan antiguo como el mismo comienzo del cine.
En los últimos años del siglo XIX, llegó la guerra entre Estados Unidos y España por los últimos restos del gran Imperio Hispano. El conflicto fue una escusa perfecta para el uso del nuevo arte con fines propagandísticos, así se crearon unos documentales que recreaban acciones y batallas que trataban de pasar por verdaderos.
En 1898 se fundó La Vitagraph, una de las primeras empresas de la recién creada industria cinematográfica. Sus fundadores, los ingleses James Stuart Blackton y Albert E. Smith, aprovecharon el comienzo de las hostilidades entre yanquis y españoles para rodar, ese mismo día (había que aprovechar la ola antiespañola promovida por los principales periódicos de prensa amarilla) la película Tearing Down the Spanish Flag (Blackton y Smith, 1898), rodada en su ático neoyorquino donde se muestra como se arriaba la bandera española y se izaba después la de barras y estrellas. Apenas 38 segundos de película de propaganda política que significaron el nacimiento de un nuevo género, el cine bélico.
Tearing Down the Spanish Flag (Blackton y Smith, 1898)
Dejando a un lado el izado de bandera de Blackton y Smith, la primera gran obra propagandística fue Battle of Santiago Bay rodado por Edward H. Amet. Basado en la batalla naval en la Bahía de Santiago (3 de julio de 1898), donde la escuadra del malogrado almirante Cervera cayó estrepitosamente ante los modernos barcos norteamericanos. Se rodó en Chicago, donde el director construyó un pequeño estanque de 5×7 metros, un fondo apropiado y una serie de maquetas de barcos que simulaban el enfrentamiento naval. Un ventilador para las olas y un cigarrillo para el humo completaban la escena.
Todo hace indicar que el autor se inspiró en una película rodada un año antes por Georges Méliès, donde el francés recreaba la guerra greco-turca, pero esto no evitó que tuviera un éxito rotundo, pues todo el mundo creyó que Amet, ingeniero de profesión, había logrado filmar el enfrentamiento, no recrearlo. Cuando se le preguntó que cómo había podido salvar la falta de luz, ya que el enfrentamiento había sido de noche, indicó que había usado una película suprasensible que era capaz de captar la luz lunar.
Las alegaciones de Amet convencieron a todo el mundo y tal fue el éxito que incluso el propio Gobierno Español terminó comprando la cinta para incorporarla a sus archivos.
(Imágenes: Lakecountyhistory/Wikipedia)