Elecciones generales, 20 de noviembre de 2011

Archivo de noviembre, 2011

Confrontación decisiva PSOE-PP (II)

La evolución del PP muestra desde 1989 una trayectoria ascendente bastante más regular que la del PSOE, mucho más oscilante, con ascensos y descensos bruscos muy pronunciados a veces.

El PSOE de una elección a otra puede perder un millón y medio de votos, el 16% (Gen2000) y en la siguiente (Gen2004) recuperarse al alza, recobrando más de tres millones de votos, un 40% más de votantes.

Estos bruscos movimientos han estado muy vinculados con la participación: su pérdida de votos en 2000 tuvo mucho que ver con el descenso de 1 millón 800 mil votantes en dichas elecciones mientras que su importante ascenso en 2004 hay que correlacionarlo con el aumento de la participación que arrastró 2 millones 800 mil votantes más a las urnas.

Un descenso brusco ahora en 2011 no rompería por consiguiente con esa lógica que ya se dio en 2000 a favor del PP. Por su parte ésta candidatura alcanzó su techo, 10 millones 300 mil votos, en 2000, un proceso electoral con muy baja participación (68,7%), el índice más bajo del último periodo, gracias a la cual obtuvo mayoría absoluta, 183 escaños con el 44,5% de los votos.

Hay que señalar que sólo en 3 elecciones se ha alcanzado la mayoría absoluta, el PSOE en dos ocasiones (1982 y 1986) y la ya mencionada del PP.

Aparte de la excepcional marea de votos que fluyó hacia el PSOE en 1982, la segunda mayoría absoluta socialista con 184 escaños la obtuvo también con el 44% del voto. Por lo tanto este porcentaje de voto parece ser el valor de referencia del que disponemos hasta la fecha para considerar a partir de que umbral de voto una candidatura puede lograr dicha mayoría.

Sin embargo en las elecciones precedentes el PSOE alcanzó un 43,9 % del voto y sólo logró 169 escaños, 7 menos que la mayoría absoluta.

Por lo tanto no sólo tal porcentaje de voto es necesario sino que el porcentaje de voto de la principal candidatura oponente baje notablemente. En definitiva, si el PP aspira a la mayoría absoluta necesita que el PSOE se debilite a si mismo (abstención) o debe “robarle” muchos de los votos de 2008, esencialmente en Cataluña y Andalucía (dos zonas que sumaron 1 millón 800 mil votos de ventaja del PSOE sobre el PP en las Generales 2008).

Confrontación decisiva PSOE-PP

Las condiciones en las se produce esta confrontación electoral no se han convocado muchas elecciones en España, ya que la gravedad y la amplitud de esta crisis, que afecta al sistema económico mundial, no tiene precedentes.

Esta crisis ya ha hecho caer varios líderes y varios gobiernos en Europa y ahora parece que llega el turno de España. Al menos es lo que parece desprenderse de la generalidad de las encuestas. La duda reside menos en la posibilidad clara de que se repita la alternancia que se produjo en 1996 y que alzó al poder al PP, sino en la intensidad de un posible cambio. Y también si se produce dicho cambio cuales serían los factores que más lo explicarían: la abstención de parte del electorado del PSOE, los desplazamientos de votantes desde la orilla electoral izquierda a la orilla derecha, algo que durante muchos años apenas se ha producido en España, o ambas cosas a la vez.

La historia electoral de nuestro país desde 1989, año de la “refundación” de AP, que tomó el nombre de PP, ha sido una historia cada vez más dominada por la bipolaridad entre un PSOE hegemónico desde 1982 y un PP que inició un lento ascenso, favorecido por la desaparición del CDS, y que empezó a competir seriamente con la candidatura socialista en las Generales de 1993.

El PP logró en 1996 una primera victoria, con muy poca ventaja sobre el PSOE, pero luego la consolidó, obteniendo mayoría absoluta en 2000, en buena medida favorecido por el gran flujo abstencionista en las filas del electorado socialista.

Llegadas las elecciones de 2004 el PP no mantuvo sus posiciones, su voto regresó al nivel precedente mientras se producía una fuerte movilización de votantes socialistas que se mantuvo en 2008.

El trazado de la curva de evolución del PP muestra de todas formas una trayectoria ascendente bastante más regular que la del PSOE, mucho más oscilante, con ascensos y descensos bruscos y muy pronunciados a veces.

Un descenso brusco ahora en 2011 no rompería con esa lógica que ya se dio en 2000 a favor del PP.

¿Una nueva oportunidad para IU/IC?

Izquierda Unida ha sido la tercera candidatura más votada a escala estatal desde las Generales de 1989. Esta coalición encabezada por el PCE y que se presentó con tal denominación a partir de las Generales de 1986, llegó a superar los dos millones y medio de votos en las elecciones de 1996, cuando el PSOE perdió las elecciones frente al PP.

La trayectoria del voto PCE en una primera época, IU en una segunda, muestra una línea de evolución que traza prácticamente como muestra el cuadro la gráfica invertida de la evolución del PSOE.

Esto significa que han existido a lo largo del tiempo trasvases de voto entre PSOE-IU e IU-PSOE. En los momentos de fuerte desgaste del PSOE, IU se ha visto favorecida por el desplazamiento de votantes descontentos con la política socialista, y en los momentos en los que el PSOE ha sido el referente del voto de izquierdas o progresista, como fue en 1982 o en 2004, ha ocurrido lo contrario.

En la etapa más reciente, IU ha venido sufriendo una pérdida progresiva de votos desde su momento más álgido de 1996, experimentando una fuerte crisis electoral en las precedentes generales de 2008 que le llevó a la mínima expresión en el número de escaños de su historia (1 IU en Madrid y 1 IC en Barcelona).

Si nos referimos a los escaños, esta candidatura ha ofrecido a lo largo de su trayectoria unas oscilaciones enormes, acercándose en algunas elecciones de los 20 escaños o incluso superándolos (en 5 de las 10 Generales celebradas así fue) y descendiendo a menos de la mitad en el resto.

Por lo tanto, no es la ley electoral solamente la causante de que IU en determinadas elecciones obtenga pocos escaños, ya que con la vigente ley esta candidatura obtuvo 23 en 1979 y 21 en 1996. Todo depende del porcentaje de votos y en ese sentido IU o bien ha obtenido porcentajes cercanos al 10%, logrando entre 17 y 23 escaños, o bien ha caído a niveles situados alrededor del 4% o 5%, en cuyo caso sus escaños han oscilado entre los 2 y los 8.

En estas próximas elecciones, si consideramos que una parte, que está por ver, del electorado PSOE podría refluir hacia IU, esta candidatura lograría salir de su actual marginalidad parlamentaria si su porcentaje de voto superase el 5%.

El voto nacionalista

Es sabido que el voto nacionalista/regionalista es una fuerza electoral que tiene cierta relevancia en la España periférica, aunque en algunas zonas más que en otras.

En la España interior también tiene o ha tenido alguna presencia en ciertas circunscripciones, como CHA o el PAR en las de Aragón, como la UPL en León o en La Rioja el Partido Riojano, pero aquí su incidencia es mucho menor y sobre todo en escaños.

Su peso e incidencia en los últimos procesos celebrados se puede observar en la tabla incluida, en donde figuran las candidaturas que han conseguido algún escaño en alguna de las tres elecciones anteriores. Se puede ver que no es un voto estable como algunos a veces comentan, ni mucho menos.

En su conjunto, en 2000 y 2004 absorbió cerca del 11% de los votos y 33 escaños, es decir el 9,4% de los escaños. Sin embargo, en 2008 este tipo de voto
sufrió un notable descenso
, retrocediendo hasta el 7,7% de los votos. La pérdida de escaños fue aún más notable, ya que pasó de los 33 escaños hasta los
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, una pérdida de casi el 30% de su presencia parlamentaria.

Como vemos, esa caída fue en gran parte motivada por la crisis de las formaciones nacionalistas catalanas, de CIU pero sobre todo de ERC, que registró la pérdida de más de lamitad de sus votos y escaños conseguidos en 2004. Ahora bien, también es posible constatar que prácticamente, exceptuando Nafarroa-Bai o el BNG, todas las candidaturas de esta tendencia sufrieron una sangría de votos en las anteriores generales.

En total, retrocedieron casi 800.000 votos, perdiendo en conjunto más de la cuarta parte de los votos.

En definitiva, el voto nacionalista experimentó en las generales de 2008 una de sus peores crisis electorales en Cataluña, pero también en el País Vasco, en
Canarias, en Andalucía o en Aragón.

En estas elecciones del 20-N 2011 es una incógnita prever el comportamiento que tendrán estas candidaturas y, sin duda, la mayor es el nivel que alcanzará Amaiur, la candidatura radical vasca después del anuncio de la banda terrorista ETA.

El voto de las minorías: la incógnita UPyD

En las anteriores elecciones generales, de 2008, se presentó una candidatura nueva: la de UPyD, que estuvo presente en todas las circunscripciones aunque con desigual fortuna. Propulsada por Rosa Díez, antigua dirigente del PSOE, buscaba un espacio entre los dos grandes partidos, PSOE y PP, y consiguió al final un único escaño para su líder. Su discurso sigue incidiendo en contra del bipartidismo y en la necesidad de la reforma de la actual ley electoral, de la cual esta candidatura se considera una de las principales víctimas.

Rosa Diez aparece en las encuestas como uno de los líderes políticos de ámbito nacional más valorado. No es la primera vez que en las Generales se presenta una formación al servicio de una personalidad influyente en la opinión pública, recordemos la candidatura de Ruiz-Mateos, que obtuvo 219.883 votos (1,07%) en las Generales de 1989, más que HB o que el Partido Andalucista, o  la de GIL, 72.162 votos en las del 2000.

Estas candidaturas despertaron la atención en su momento, pero su vida política electoral fue breve.

Con la de UPyD, tan estrechamente vinculada a la persona de Rosa Díez, podría pasar lo mismo ya que la imagen, la valoración de un líder o el apoyo mediático que reciba, aunque importante, no se traduce automáticamente en votos. Por otra parte hay que franquear un umbral mínimo, no solo el 3% que marca la ley electoral para poder optar al reparto de escaños, sino bastantes más para ser considerada una opción relevante y útil electoralmente. Y aquí aparece la incógnita del futuro de UPyD ya que su reciente y escaso pasado plantea fuertes interrogantes.

Si nos atenemos a sus resultados en las anteriores Generales, UPyD sumó 306.078 votos en toda España, el 1,19% de los votos válidos, un porcentaje irrelevante. Se objetará que obtuvo el mismo porcentaje a nivel estatal que el PNV, o más alto que ERC, BNG o CC. Pero con una diferencia fundamental, y es que esas formaciones nacionalistas, allí en donde se presentaron (País Vasco, Galicia, Cataluña o Canarias), es decir, en su ámbito electoral específico, obtuvieron porcentajes importantes. Por ejemplo, si CC a escala estatal sacó el 0,68% de los votos, en Canarias su voto alcanzó el 17,5%, (29,2% en Tenerife, con lo cual en esa circunscripción le sobraban votos para conseguir 2 escaños). Lo mismo puede decirse de las otras formaciones nacionalistas, que tienen un peso importante en ciertas circunscripciones.

En cambio, UPyD fue una candidatura marginal en todas las circunscripciones, en las de diez CCAA no alcanzó ni siquiera el 1% de los votos, en otras seis superó por poco el 1%. En otras palabras, en todas las circunscripciones de España, menos en una, UPyD quedó excluida al no superar el mínimo legal del 3 %. La única en la que el voto UPyD tuvo importancia fue Madrid, en donde superó los 100.000 votos, el 3,7%, lo que le supuso obtener el único escaño que consiguió. Madrid aportó en 2008 el 43,2% de los votos de UPyD, lo cual convierte a esta candidatura en una fuerza regional madrileña, siendo un voto marginal en el resto de España.

Con estos antecedentes, a pesar de los resultados en las municipales de los que no se puede extrapolar para las Generales, los resultados de Madrid en estas elecciones determinarán casi exclusivamente el futuro de esta candidatura minoritaria.

Los llamados a decidir el domingo 20-N

En las elecciones, se suele poner más el acento sobre los protagonistas de lo que la ley llama el sufragio pasivo, es decir, los candidatos a recibir los votos, que sobre los que ejercen el sufragio activo: dicho de otro modo, los que dan sus votos, los electores.

Trataremos aquí de dar una breve pincelada sobre las características de la población que decidirá en breve quién va a gobernar los próximos cuatro años.

 En estas elecciones gozan del derecho político de elegir democráticamente a sus representantes 35.776.615 ciudadanos españoles, unos 700.000 más que en 2008.

De ellos, 1.479.314 residen fuera de España, un 4%. Este último colectivo no suele influir apenas en los resultados, y recordaremos que en las Generales anteriores su participación se limitó a un tercio, al 32%.

El censo de los que residen en España, repartidos entre 52 circunscripciones, ha crecido desde 2008 en 429.000 electores, que es el saldo ligeramente positivo entre los nuevos electores que llegan, los jóvenes que desde las anteriores Generales han alcanzado la edad de votar, 1.519.397, y los electores que han desaparecido, en su mayoría por fallecimiento y algunos pocos por emigración.

Dado el problema tan grave del paro juvenil en nuestro país, será importante conocer en primer lugar el comportamiento de estos jóvenes de cara a la participación/abstención, teniendo en cuenta que en estas elecciones 1 punto de participación absorbe 357.766 votos, lo que quiere decir que el segmento de los más jóvenes, los nuevos electores, podría mover arriba o abajo la participación o la abstención hasta 5 puntos, lo que puede tener importantes consecuencias sobre todo de cara al PSOE, que es la candidatura más sensible a los flujos más o menos participativos.

En cuanto al conjunto de electores jóvenes, no sólo los que ahora llegan a la edad del voto, sino de todos los que tendrán el 20-N entre 18 y 29 años, este colectivo alcanza la cifra de 5.384.352 electores, el 15,7 % del censo electoral.

Si nos situamos en el extremo opuesto, el colectivo de electores más mayores, los que superan los 65 años, éstos llegan casi a los 8 millones, el 23,3 % del total.

Para acabar nos referiremos al dato de sexo, señalando el peso electoral importante de las mujeres, que arrojan una cifra de 1 millón superior a la de electores hombres.


 

 

¿Dónde se deciden estas elecciones?

Dadas las grandes diferencias en escaños existentes territorialmente, la formación que gane estas elecciones tendrá obligatoriamente que dominar determinadas Comunidades Autónomas y determinadas circunscripciones que concentran una parte importante de los escaños del Congreso.

Recordemos que entre Andalucía (60 escaños) y Cataluña (57 escaños) concentran exactamente un tercio de los 350 escaños a elegir. Madrid en solitario, con 36 escaños, decide el 10%. En estas tres zonas, cruciales, en las pasadas elecciones de 2008 el PSOE consiguió 76 de sus 169 escaños, el 45%, mientras que el PP se hizo con 51, el 33% de 154 que obtuvo. En otras palabras, el PSOE superó en un 50 % los escaños del PP (11 más en Andalucía y 17 más en Cataluña), mientras que en Madrid el PP superó en 3 escaños al PSOE, que no compensaron la ventaja socialista en las zonas andaluzas y catalanas, sobre todo en las ciudades medias.

Las zonas de hegemonía popular con peso en escaños son la Comunidad Valenciana (que elige 33 escaños), Castilla y León (32 escaños) y Castilla-La Mancha (20 escaños). Entre las tres suman 85 escaños, la cuarta parte del Congreso, 49 de los cuales fueron al PP y 36 al PSOE (13 de ventaja para el PP). Territorialmente en 2008 hubo empate en escaños PSOE-PP en bastantes Comunidades que eligen pocos escaños y en donde es factible que este empate se repita dado su tamaño reducido o su número par: Rioja (4 escaños), Baleares (8 escaños), Extremadura (3+2 y 3+2 en ambas provincias, Cáceres y Badajoz), Asturias (8 escaños).

En Galicia, que elige 23 diputados, hubo casi empate, 11 PP y 10 PSOE, aunque aquí entra en competición también el BNG, que obtuvo 2.

En el País Vasco, con 18 escaños a elegir en 2008, el PSOE dominó ampliamente, llevándose la mitad de ellos (9), el PP 3 y el PNV 6. Esta zona es ahora una zona de fuerte voto socialista aunque se mantiene la incógnita de la fuerza del voto nacionalista radical.

En definitiva, el PSOE en 2008 consiguió 169 escaños en el conjunto del Estado, 15 más que el PP, Y entre las dos fuerzas, 323, el 92,3 % de los escaños del Congreso, una concentración mayor que en 2004 (312 entre PSOE y PP). Los nacionalistas, con solo 24 escaños, retrocedieron de su nivel de 33 escaños obtenidos en las dos elecciones anteriores.

Como se ha podido observar con los datos expuestos, el PP, para obtener una victoria decisiva sobre el PSOE, necesita imperativamente reforzar sus resultados en escaños en Andalucía, Cataluña y también el País Vasco, espacios difíciles para ese partido. Solamente en Andalucía parece más factible, a tenor de la progresión experimentada en las Elecciones Generales de 2000.

La distribución desigual de los escaños

Es importante insistir sobre el hecho de que las elecciones se ganan o se pierden en escaños y que los votos obtenidos no siempre son el factor más determinante, ya que como ha sucedido algunas veces (aunque no en las Generales) se puede ser la candidatura más votada y no ser la candidatura ganadora por no ser la que logre más escaños. Ello es posible debido a que normalmente la elección está fraccionada territorialmente por circunscripciones de tamaño desigual y porque también en todo sistema electoral existen fórmulas que traducen los votos en escaños de forma más o menos acorde (aunque no siempre) con el principio de proporcionalidad, es decir acordando cuotas de representación parlamentaria más o menos ajustadas a los porcentajes de votos obtenidos en las urnas.

En España el número de escaños o de puestos de diputado que están en juego en las elecciones Generales, 350, no ha cambiado desde las primeras elecciones democráticas celebradas en 1977. Ese número de representantes a elegir correspondía en la época, hace 34 años, a 1 diputado cada 100.000 habitantes. Hoy, evidentemente, este número ha quedado desfasado y debería alcanzar el tope de 400 diputados que permite la Constitución, lo que redundaría en una mayor proporcionalidad y pluralidad parlamentaria que la actual, estando nuestro Congreso de los Diputados ocupado hoy en más del 90% por representantes de solo dos partidos.

Como se ha dicho, los escaños se distribuyen por circunscripciones, es decir, por distritos electorales que coinciden con cada provincia además de Ceuta y Melilla. En total 52, con un número de diputados a elegir que varía de 1 a 36 (este caso, Madrid en estas elecciones). Aunque en casi todo el mundo el número de diputados a elegir está en función de la población, en España se da una cierta distorsión, ya que la distribución de una parte importante de los que se eligen se hace por criterios territoriales: se adjudican de oficio 2 escaños a cada provincia por el hecho de serla (102 diputados del total de los 350 del Congreso se reparten territorialmente) y los 248 restantes se distribuyen según la población de cada circunscripción provincial. Esto tiene como efecto la fuerte penalización de las circunscripciones más pobladas en detrimento de las menos pobladas.

Un ejemplo claro es si comparamos electoralmente Madrid (1 provincia) con Castilla-León (9 provincias): en 2008 Madrid obtuvo en el reparto 1 diputado por cada 173.762 residentes mientras que en Castilla-León tenían 1 diputado por cada 79.013 habitantes. Dicho de otro modo: los castellano-leoneses elegían el doble de representantes “per capita” que los madrileños. Y si hablamos de votos, los 18 diputados del PP elegidos en las circunscripciones de Castilla-León costaron de media 46.457 votos, mientras que los 18 también del PP conseguidos en Madrid necesitaron de media 96.538 votos. A IU su escaño obtenido en Madrid le costó 164.595 votos. En definitiva, el sistema electoral no corrige las desigualdades territoriales, las amplifica.

Los condicionantes de nuestro sistema electoral

El 20-N 2011 se seguirá eligiendo el Congreso de los Diputados con el mismo sistema que rige desde la transición, dentro del cual la función de la circunscripción (52 en total) es fundamental. En realidad las Elecciones Generales son la suma de 52 elecciones.

El Decreto del 23/3/1977 aprobado entonces por Suárez como una norma provisional para las primeras Elecciones Generales, del 15 de junio de ese año, introdujo las reglas básicas que la vigente Ley Electoral (LOREG) consagró en 1985, gobernando el PSOE, y que han regido incambiadas (salvo alguna modificación que no afecta al sistema) en las 10 Elecciones Generales celebradas hasta la fecha.

Por otro lado el sistema electoral español, al estar como en pocos otros países muy constitucionalizado (Artículo 68 para la elección del Congreso y 69 para el Senado), hace muy difícil introducir grandes cambios, aunque sí hace posible algunos: elegir 400 diputados en vez de los 350 actuales, lo que favorecería una mayor proporcionalidad.

En todo caso, el mayor escollo es la inscripción en la Constitución de la provincia como circunscripción electoral para la elección del Congreso y Senado.

La gran desigualdad entre las provincias genera grandes desigualdades electorales en cuanto al peso y al valor del voto.

Pero el problema mayor que impone la circunscripción provincial es el que la gran mayoría de los territorios en donde se opera la traducción de los votos en escaños no tenga un tamaño suficiente en escaños para que la pregonada proporcionalidad del sistema electoral obre realmente, acentuando la bipolaridad ya que en la práctica solo las dos candidaturas más votadas acaparan los pocos escaños que se reparten en la mayoría de las circunscripciones (el 52% tienen entre 1 y 5), demasiado pequeñas para garantizar a opciones minoritarias la posibilidad mínima real de acceder a la representación, a la hora de aplicar la formula de reparto de la Ley d’Hondt.

Piénsese además que en una circunscripción de 3 escaños la primera candidatura con un solo voto más que la segunda obtendría 2 escaños y la otra 1, es decir con un voto más el doble de escaños en esa provincia.

Por otro lado nuestra fórmula electoral no es la más proporcional, ya que la Ley d’Hondt favorece y otorga globalmente una prima a la primera y segunda candidatura.

Por ejemplo en las pasadas elecciones de 2008, el PSOE obtuvo el 43,9 % de los votos y 169 escaños, es decir el 48,3 % del total (4,4 puntos de prima), y el PP, la segunda más votada, con 39,9 % de los votos 154 escaños, 44 % del total (4 puntos de prima). Entre ambas concentraron el 92,3 % de los 350 escaños totales sumando el 83,8 % de los votos. Mientras en 2008, IU con 3,8 % de los votos solo consiguió 2 escaños (0,57 % del total). Los nacionalistas por el contrario se ven favorecidos al tener muy concentrado sus votos en ciertas provincias. Por ejemplo CIU con el 3 % de votos, menos que IU, consiguió 10 escaños (2,9 % del Congreso).

En 2011 se producirán seguramente similares distorsiones y se volverán a oír las mismas quejas y exigencias sobre la necesidad de reformar el sistema electoral, reforma a la cual son poco proclives los dos principales partidos, primeros favorecidos por el hecho.

Elecciones de continuidad y elecciones de cambio

Calificar previamente unas elecciones como de continuidad o como de cambio es siempre muy arriesgado a pesar de todas las presunciones y a pesar de lo que pueda desprenderse de las encuestas preelectorales.

Es cierto de que hay situaciones como la crisis actual que incitan o urgen objetivamente cambios en la gobernabilidad, cambios que en democracia solo pueden venir a través de las urnas, pero no es menos cierto que la democracia es por esencia pluralista y que el electorado esta compuesto por diferentes corrientes, unas favorables a introducir cambios más o menos radicales y otras contrarias a cambiar y dispuestas a votar por la continuidad aún con algunos ajustes. Y otras finalmente cuya actitud es escéptica y poco tendente a pronunciarse en un sentido u otro, o lo que es lo mismo distantes a la política o indignados con ella y poco proclives a votar.

La relación entre estos tres vértices es en definitiva lo que cuenta y no tanto lo que el elector opina frente a un entrevistador sino lo que elector hace de verdad el día de las elecciones. La participación real y el sentido real de esa participación es fundamental y en ese sentido recordaremos que en los sondeos la intención de ir a votar está siempre hinchada y por lo tanto está normalmente abultada un de las corrientes (sea la favorable al cambio sea la defensora de la continuidad) y por ende infravalorada la abstención real que nunca es políticamente neutra (en el caso de descontentos).

Las elecciones que generan habitualmente una alta participación reflejan a su vez el deseo de los ciudadanos de intervenir en política, son momentos de pugna que hacen que la urna se considere un instrumento útil para ciertas franjas de ciudadanos que se reservan su voto para situaciones de presión electoral.

En España las elecciones de presión de cambio, 5 de la 10 Generales celebradas, han registrado niveles de participación superiores al 75 por ciento de promedio estatal alcanzando un máximo del 80 por ciento (Generales de 1982 en donde el PSOE consiguió un triunfo arrollador).

Las primeras elecciones democráticas de 1977 alcanzaron el 77,8 %, las elecciones de 1996 donde ganó por primera vez el PP llegaron al 77,4 %, las elecciones de 2004 que ganó el PSOE de Zapatero registraron el 75,7 %.

Estos datos muestran a su vez que aún en circunstancias excepcionales, como fueron las Generales de 1982 después del golpe del 23-F, 1 de cada 5 ciudadanos nunca vota y es ajeno a todo reclamo político, y en circunstancias de elecciones de continuidad, con una participación más baja (entre el 68 % y el 74 %) votan menos de 3 de cada 4 electores.

Por otra parte las elecciones de cambio no son en absoluto sinónimo de mayoría absoluta.

Conviene también señalar que en nuestro país las mayorías absolutas que han salido de las urnas han sido muy raras: tan solo en 1982 la logró el PSOE (202 escaños) y en las elecciones de continuidad del 2000 la obtuvo el PP (183 escaños) debido a la enorme abstención del electorado PSOE.

¿No se estará anunciando por ello con demasiada ligereza que el PP obtendría el 20-N la mayoría absoluta?