Alcides Ravel, un agricultor uruguayo, compró su Ford F-350 en 1969, cuando tenía 35 años. Tras casi medio siglo de duro servicio, el anciano de 83 años finalmente puso a su fiel vehículo a descansar por los siglos de los siglos. O-O
En vez de llevarlo a un desguace o abandonarlo en un granero, pensó que era más digno enterrarlo con todos los honores, casi como a un héroe de guerra. Así que preparó durante dos días un agujero de más de dos metros de profundidad y, con ayuda de un tractor, sepultó a su ‘fiel compañero de fatigas mecánico’. Lee el resto de la entrada »
Un fan incondicional de Star Wars, que murió recientemente de cáncer, tuvo el funeral que siempre deseó, tras ver la primera película de esta famosa saga cinematográfica: una guardia de soldados imperiales condujo la procesión de su entierro por las calles de su localidad natal. Sólo faltaron los acordes de The Imperial March, de John Williams, para poner el remate perfecto a la escena.
Gordon Deacon, de 58 años, vivía en la ciudad de Llanedeyrn, en el Reino Unido y falleció tras luchar veinte meses contra un cáncer de páncreas y de hígado. El hombre estaba enganchado a todo lo que tuviera que ver con La guerra de las galaxias, por esta razón cuatro de sus mejores amigos se disfrazaron de tropa imperial para cumplir su última voluntad.
¿No os ocurre con frecuencia que un susto suele ser el preámbulo de una alegría? Por ejemplo, te llevas un disgusto enorme cuando ella te dice «ojo, que tengo una falta», pero la alegría es infinita cuando unos días después te aclara que todo ha sido «una falsa alarma». Pues ese efecto susto-alegría inmensa lo acaba de vivir una familia del sur de Filipinas, cuando una niña de tres años que había sido dada por muerta, ‘resucitó’ dentro del propio ataúd durante la ceremonia de su entierro. ¡Bien por la criatura!
La historia tiene tintes dramáticos. La pequeña padeció durante unos días una fiebre altísima y un día perdió el conocimiento. Sus padres la llevaron de inmediato al hospital, donde los médicos que intentaban reanimarla decidieron certificar su fallecimiento una vez que no eran capaces de encontrarle el pulso. Este terrible error médico sumió en la más absoluta de las tristezas a la familia de la pequeña, a la que iban a enterrar un par de días después.
Sin embargo, lo que era una tragedia sin paliativos dio un giro de 180 grados para convertirse en una historia con final feliz. Para darle el último adiós a la niña, un familiar decidió levantar la tapa del féretro y observó que la niña se movía. Su primera reacción fue la de llevarse un susto de aúpa. Pero segundos después reaccionó y alertó al resto de asistentes al funeral. Al parecer, justo en ese momento la pequeña estaba despertando del coma en el que había entrado cuando los doctores decidieron darla por muerta (?).
La alegría desproporcionada, gigantesca, inmensa, inconmensurable, inabarcable, infinita… que se llevó la familia compensa de largo la tremenda desolación de la durísima experiencia vivida, pero no tanto como para pensar que al médico que firmó el acta de defunción (¿se dice así?) no se le vaya a caer el pelo, puesto que el caso ya está en manos de la justicia filipina.