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Lleva 21 años escayolado por una extraña adicción al yeso

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Kevin, un joven estadounidense de 27 años, tiene un curioso hobby: utilizar yeso compulsivamente en cualquier parte de su cuerpo aunque no tenga ninguna lesión o rotura. En las últimas dos décadas, ‘Mr. Escayola‘ ha gastado alrededor de 50.000 dólares (40.000 euros) en dar rienda suelta a su insólita obsesión. Al muñeco de Michelin le ha salido un duro competidor.

En un capítulo del programa Mi extraña adicción, Kevin explicó que utilizar los ‘yesos’ le genera un subidón de adrenalina y una satisfacción total. «Es una sensación única que no puedo experimentar de otra manera. Mi sangre comienza a bombear y me pongo nervioso«, comentó. Como el hormigueo en el estómago de un novio primerizo.

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Tiene 20 años y es adicta a beber gasolina

Ya sabéis que tengo una red de corresponsales becarios estratégicamente ubicados por todo el mundo. Cada semana mis chivatos de Argentina, Suecia, Croacia, México y España (dentro de la que encontramos Pamplona, Madrid, Barcelona…) me cuentan historias que luego leéis aquí o en las comunidades becarias de Twitter y Facebook. Pues bien, el mayor corresponsal, el becario del becario, si es que existe esa figura, es mi padre.

Desde que tiene Internet y lee el blog… (bueno, él ve las fotos, pero como mi madre le suele contar de lo que va cada post seguramente sonreirá mientras lee esto y dirá: «Mira, el niño está escribiendo de ti») desde que sabe que soy el becario, digo, tiene un imán para lo friki. Lo absorbe todo. Es así como logró hacer que el tema de hoy, que en principio iba a tener como protagonista a un portero profesional encerrado en un cuerpo de mujer (chivatazo del periodista y dibujante @juancmarti) dejara paso a la corrosiva historia de Shannon, natural de Welland (Ontario, Canadá), una chica de 20 años adicta a la gasolina.

Hoy os vuelvo a hablar de un programa que ya ha aparecido alguna vez por aquí: My strange addiction, que suele contar historias de gente con vicios raros. Quizás alguno recuerde la recopilación que hice el pasado mes de septiembre o el último post de este tipo, que publiqué en febrero, donde hablábamos de la chica de 18 años adicta a comer plástico. Pues bien, todo eso son chorradas cuando nos encontramos con el vicio de Shannon, una muchacha de 20 años que al parecer no supo entender eso de «empezar el día con energía» y en lugar de un desayuno copioso se mete para el cuerpo un chupito de gasolina.

Evidentemente no está todo el día enganchada a la botella, porque es caro y ella, aunque no lo parezca, sabe que no es saludable. Le basta con doce vasitos de gasolina al día (que se traduce en 19 litros al año, justo el tiempo que lleva enganchada). ¿Y qué se siente al beber gasolina? Una sensación muy agradable, como suponéis: primero un hormigueo… y luego quema como si tuvieras un demonio celebrando las fallas en tu garganta. ¿Cómo no engancharse a una cosa así?

En el programa ya salió una vez una mujer adicta a oler la gasolina, que la usaba como quien coge el Vicks VapoRub durante un resfriado, pero el caso de Shannon es especial. Verla caminar por su casa con el bidón en la mano da casi repelús, sobre todo cuando cuenta cosas como: «Aunque me hace daño, me hace sentir bien».

Al parecer su madre no se lo creía al principio. Entendedla, si a muchas madres les cuesta creer que sus hijos fuman, imaginad cómo será que beban gasolina. Por ello, seguramente hay dos escenas para el recuerdo: la primera, la vez que le dijeran a la pobre madre que su hija bebía gasolina; la segunda, cuando la madre le dijo «échame el aliento» y flipó. Supongo que el pelo se le pondría rubio y arrancaría la moto que tuviera aparcada en el garaje de un soplido.

Ni que decir tiene que esto es peligrosísimo. Supongo que no pasa por vuestra cabeza, pero NO LO HAGÁIS EN CASA. Y el consejo no os lo doy solo porque lo ponga el progama al principio de su emisión, sino porque beber gasolina puede provocar quemaduras, vómitos, diarreas y un montón de enfermedades además de la muerte, según fuentes sanitarias recogidas en la prensa británica. Es lo que tienen las sustancias tóxicas, claro.

PD: Cuando vaya a la gasolinera digo yo que pedirá la gasolina más barata. Y el gasolinero le preguntará eso de… «¿para tomar aquí o para llevar?»

PD2: Dicen que en China hay un señor que lleva 42 años dándole a la gasolina. ¿Dará positivo en un control? ¿Tendrán que hacer anuncios de «si bebes (gasolina) no conduzcas»?

Adictos a comer cristales, jabones, sofás…

BecConsejo: «Controla tus vicios»

Fumar es un hábito perjudicial, también lo es beber alcohol si no se hace con extrema moderación. Igualmente es peligroso engancharse a las máquinas tragaperras, al bingo, o a las drogas. Pero poco se ha escrito de los riesgos que conlleva comer sofás, pastillas de jabón, papel higiénico… ¿dónde queda toda esa gente? Pues, de momento, han encontrado un hueco en el programa My strange addiction y, secundariamente, en el blog del becario. Ahora, juntos, recopilamos los diez casos más llamativos que han pasado por ese programa de extrañas adicciones.

10. Chuparse el pulgar

No es dañina, pero es una adicción. Chuparse el pulgar es algo que se ve feo socialmente cuando una persona (personita) tiene cinco años. ¿Qué pasa entonces si vemos chuparse el dedo gordo compulsivamente a una joven de 24 años? Pues eso le sucede a Rhonda, quien no conseguía quitarse el vicio de chupar el pulgar de su mano mientras sostenía un trocito de manta que tenía cuando era niña. Chupaba su dedo desde que tenía 12 años (según cuenta ella), cuando sus padres se divorciaron. En el programa advirtieron de los riesgos que implica chuparse el dedo, teniendo en cuenta la cantidad de bacterias que hay en la mano. Finalmente, después de mucho esfuerzo, parece que ha dejado de hacerlo.

9. Hablar con la almohada

 

Algunos se toman muy en serio lo de consultar las decisiones con la almohada: Tamara es una de esas personas. A los cuatro años empezó a llevar una almohada con ella, como Linus, el niño de Snoopy, lleva una manta. Lo lógico es que con el tiempo abandonara es hábito, pero no ha ocurrido así y ahora ella no puede vivir sin la «comodidad» que le da llevar la almohada a todas partes con quien habla, desayuna y hace lo que se tercie. De las 168 horas que tiene la semana, ella pasa 125 con su inseparable acompañante.

8. Arrancarse el pelo

Haley se arranca el pelo de forma compulsiva, algo que se conoce como tricotilomanía y que, por lo visto, es una adicción relativamente habitual (solamente en Estados Unidos siete millones de personas sufren este trastorno). Además, la joven Haley se come los folículos de su pelo, algo menos frecuente, y suele pasar unas dos o tres horas diarias en el baño dedicada a este quehacer.

7. Muñecos

El problema de April Brucker no es dañino para la salud, pero representa un obstáculo a la hora de establecer vínculos afectivos con la gente. Allá donde va, un muñeco ventrílocuo la acompaña. Esta mujer que cuenta con la fuerza de José Luis Moreno y Mari Carmen juntos, trabaja ahora de ventrílocua (como no puede ser de otra manera). Su pasión la lleva a límites insospechados: va a todos lados con los títeres poniendo vocecillas y dejó a su prometido cuando éste le dijo que o se quedaba con él o con los siete muñecos.

6. Comer cristal

John naranja escribe fino, John rockabilly come cristal. Estas cosas yo las había oído en el circo, pero jamás pensé que alguien como John, un tipo que va a la moda, fuera capaz de comerse 100 vasos y 250 bombillas en los últimos cuatro años. Su prometida está preocupada por el extraño y arriesgado hábito de Johnny, pero a él, por el momento, le pierden los cristales.

5. Su disfraz

Lauren es una hermosa joven que, al parecer, habría preferido ser un animal. Así se explicaría su obsesión por llevar orejas de animal, garras de animal, cola de animal… por ir, en resumen, disfrazada de zorro a todas partes. Coincidiréis conmigo que, al margen de lo que la gente se pueda reír o no de ti, en invierno puede tener su encanto ir así de abrigada, pero en verano a ver quién es el valiente que le pide que se quite el disfraz para darle un abrazo.

4. Dormir con el secador

Es de las manías más raras y a la vez de las más peligrosas que hay en este Top 10. Lori Broady, que ya debe tener 32 años, dice que tiene que dormir con el secador encendido todas las noches. El instrumento en cuestión tiene que estar sobre su cama, aunque en la misma duerma su hija. La mujer se ha quemado varias veces, pero dice que el riesgo es «insignificante en comparación con la tranquilidad» que le da dormir con él. No hace falta ser muy avispado par averiguar que liga poco.

3. Comer sofás

Adele pasó por las páginas del blog hace unos meses, en abril. Por si no la recordáis, os refresco la memoria y os cuento que nuestra joven protagonista tiene 30 años, cinco hijos y se come los cojines del sofá de manera demasiado habitual. En los últimos años se ha comido ocho sofás y cinco sillas, si bien lo malo no es que destroce su mobiliario, sino que esta extraña costumbre está destrozando su sistema digestivo.

2. Comer jabón

Seguramente también os suena la historia de Tempesst Henderson, esa adolescente de 19 años que devoraba de forma compulsiva pastillas de jabón y detergente. A ritmo de cinco pastillas por semana, Tempestt se dedica a lamer las burbujas de jabón en la ducha y asegura que se siente más limpia. Los médicos, sin embargo, no comparten su teoría e intentan convencerla de su enfermedad. Todo vino de un desengaño amoroso, cuando su novio la abandonó para irse a la universidad.

1. Comer papel higiénico

Reservamos el primer puesto a Kesha, porque ella fue quien abrió la veda, ella fue nuestra primera protagonista. En enero, esta mujer que entonces tenía 34 años, confesaba que era adicta a comer papel higiénico. Lleva rollos en el coche para ir picoteando y en su armario es un producto que nunca falta, como el agua. Allá donde va, papel que lleva: cuando se acuesta, cuando se va al cine a ver una película, cuando queda con alguien… es obvio que muy sano no es.

PD: ¿Tenéis algún vicio confesable? El mío es (o al menos era) el chocolate con leche.

Kesha es adicta a comer papel higiénico

BecConsejo: «Controla tus rarezas»

«Mi nombre es Kesha, tengo 34 años y me encanta comer papel higiénico». Así empieza la intervención de una muchacha que participa en el programa estadounidense Mi extraña adicción. No puedo evitar preguntarme… ¿a cuánto estarías dispuesto para conseguir un minuto de fama? Kesha es capaz de comer papel higiénico sin parar en la tele, pero no es la única.

Será que el resfriado me tiene traspuesto, no digo que no, pero ir a la tele a decir que te encanta comer papel higiénico… pues no lo veo, la verdad. No sé en qué puede ayudarte, salvo que te den un buen dinero que te permita comprarte rollos y rollos de la mejor calidad (¿cuáles serán? ¿Triple capa y extra suave?).

Acostumbramos a decir «mira qué raro es aquel, mira qué cosas más raras hacen» cuando alguien no se comporta como nosotros lo hacemos o, en su defecto, cuando no actúa como creemos que es lógico actuar. Ahora bien, decidme… ¿qué pensaríais si veis a alguien conduciendo junto a vosotros comiendo papel higiénico? Supongo que tendríais que buscar otra palabra, porque lo de «raro», sin duda, se iba a quedar corto.

No obstante, tenemos más gente con particularidades. Supongo que a Kesha no le es fácil encontrar pareja, pero puede consolarse con que no es la que más difícil lo tiene. Sin ir más lejos, April Brucker rompió con su prometido cuando éste le dio un ultimátum: «Yo, o tus siete muñecos». Ella, como habréis intuido, eligió los muñecos.

Dicho así queda un poco críptico, así que intentaré ser algo más gráfico. ¿Os imagináis cómo sería salir con el señor Garrison, de South Park? Si no le recordáis, os cuento que es un hombre que mantenía conversaciones con el «señor sombrero», un títere que llevaba en la mano. Pues bien, más o menos parecido debe de ser estar con April.

Aunque ahora tiene trabajo (de ventrílocua), no ha tenido nunca un empleo estable, porque allá donde va tiene que ir con alguno de sus muñecos. A un bar, a dar un paseo, al baño… siempre acompañada de uno de sus macarios y poniendo voces. Entiendo que su prometido vería que, en ciertos momentos, poner vocecillas era algo incómodo y que tres, máxime cuando uno de los tres es de cartón piedra, son multitud.

Por si acaso aún tenéis dudas y no sabéis con quien quedaros, os voy a presentar a una tercera candidata. Su nombre es Lori Broady, tiene 31 años, y no come cosas raras ni se lleva muñecos a la calle. Parece la candidata ideal, ¿verdad? Bueno, no habrá problemas siempre y cuando tengáis un sueño más o menos profundo y no tengáis miedo a nada.

Lori tiene la peculiar manía de dormir con el secador en la cama. «¡No es para tanto!» gritaréis. Bueno, no lo sería de no ser porque duerme con el secador ENCENDIDO en la cama. El ruido ya es de por sí molesto, pero además hay un peligro tonto, de ésos que igual no te das cuenta… ¡¡que te puedes quemar!!

Ella se ha quemado alguna vez, pero le da igual. Está convencida de que el riesgo es «insignificante en comparación con la tranquilidad que me da». Como habréis averiguado, tiene serios problemas para cenar y desayunar con la misma persona.

En fin, que me quedo con Kesha. Invitarla a un restaurante a cenar te sale barato, porque en vez de aperitivos puede comer servilletas (de papel, eso sí) y si compras el papel higiénico al por mayor seguro que te sale más barato.

PD: A partir de ahora, cuidaré muy mucho mis palabras antes de decirle a alguien «raro».