Hare Krsna, krsna hare

Anoche pude hollar de nuevo la Casa de Campo, esa Casa de Campo marginada por siempre jamás de los recorridos del Maraton de Madrid, ese fabuloso lugar donde convivimos putas, corredores, bikers, andinos echando partidos de fútbol y ferias de lo más pintoresco (ahora andan con el Homeland Security o algo así, que es como dotar a tu casa de sustitutivos electrónicos del fusil de caza, al fin y al cabo lo que todo americano medio desea ver exportado al mundo). La Casa de Campo de Madrid era zona de calambres en aquellos antiguos kilómetros 27 al 32, que luego fueron recortados y aligerados y que ahora, gracias a un circuito de rallyes que están construyendo desde la Alcaldía. Y también es espacio de encuentro de dementes virtuales, aficionados de ese equipo de baloncesto que es el Club Estudiantes, y a quien ayer fuimos a ver sestear un rato más en esa Copa FIBA horrenda pero que sirve para comernos un bocata jamón york reseco y queso en el fondo de la Demencia con insignes y noveles.

Nos fuimos de regreso a la línea 10 de Metro con un 70-60 que, bueno, dejará contentos a los gestores de la entidad, al patrocinador principal, cuyo vicepresidente me fue presentado en un gesto de empresa y a los partidarios de la concordia, el resultadismo y las pipas. «Con qué poca cosa nos conformamos«, se comentaba una fila por debajo. Si, la Demencia, con el tiempo, ha pasado de arrancar los asientos del Palacio a asumir como mal menor no descender a Liga LEB.

Epílogo.

A la que volvía a casa pensaba yo en qué entorno sería el ideal para enseñar a los críos que hay un huevo de alternativas a estar tirado en el sofá. Basket, las carreras de papi, salir al monte, el botellón…. Y aún no he dado con una respuesta. Ayuda.

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