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Preventorios: «Su padre le regaló un abanico la última vez que lo vió antes de morir, las monjas se lo quitaron»

Por Manuela López.

Los documentos habrán desaparecido, pero todos lo sufrimientos que allí pasaron esos niños y niñas se queda en su memoria. Y en la mía hija de una huérfana que con su hermano fueron a un preventorio en Dos Hermanas, Sevilla, y allí separados en diferentes edificios pasaron su penurias, penurias que desde que eramos pequeños mi madre siempre nos contaba a mí y a mis hermanos.  Fue en los años 50.

Entraron con cuatro años cuando su madre murió y salieron con nueve cuando murió su padre de tuberculosis, pero los años que pasaron allí nunca mi madre los olvidará. Contaba cosas como que las rapaban nada mas entrar, les echaban Orión para los parásitos o si se portaban mal las metían en la carbonera como castigo.

Se quedaron las monjas que las cuidaban con pequeños regalos que les hacía su padre. Nunca se le olvidará a mi madre el día que su padre fue a verla, pero desde lejos para no contagiarla, y le regaló una bolsita y un abanico de hueso y nada mas irse su padre, la última vez que lo vio, le quitaron el regalo y no se lo dieron más.

Si por la noche se portaban mal las niñas, a la niña que le tocaba cuidar la castigaban duramente, también decía mi madre que la mejor comida se la comían las monjas.  Y así todo. Cuando murió su padre los echaron del preventorio a ella y a su hermano y se los entregaban a su familia, que gracias a dios la tenían, y con la que mi madre pasó a tener mejor vida. Me cuenta mi madre que tras esos años salieron un pleno mes de enero con la misma ropa que entraron unos cuantos años atrás. En fin cosas duras porque eran pequeños y recibían poco cariño o mas bien ninguno, pero sí castigos e injusticias.

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