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Preventorios: «De lo que más me acuerdo es de la sed, solo nos daban dos vasos de agua al día»

Por Paloma.

No me lo puedo creer, el otro día hablábamos mi hermana y yo del «veraneo» que pasamos allí. Tengo 57 años, si mal no recuerdo estuvimos en el año 65.

Las niñas estábamos identificadas por los colores de las diademas que llevábamos, que correspondían con los nombres de las habitaciones en que estábamos, rosa, amarilla, roja, azul, verde, naranja…

De lo que más me acuerdo es de la sed. Efectivamente, solo dos vasos de agua al día. Una fila de niñas y nos daban un vaso con agua que iban llenando de una tinaja de barro. Había días que me inventaba que me dolía la garganta, para que me dieran otro poco de agua para tragar la pastilla.

En las comidas tomábamos leche, leche, leche, caliente y horrible, algunas veces sabía a quemada, creo que es desde entonces que no puedo tomar leche sola y menos si no está helada.

Para desayunar, después del Cara al Sol, papilla….. ¡puaaaaaaaaaaaaajjjj!.

Bueno lo del Cara al Sol, no era tan raro, en el colegio también lo hacíamos.

Eso sí, todo el empeño es que engordásemos, no entiendo muy bien por qué, pero era todo un orgullo, decir que habías ganado peso, cuando te lo decían después de las revisiones médicas.

Cuando nos tocaba ducha, efectivamente una vez a la semana, era con agua fría, y las «señoritas» nos lavaban con estropajo de esparto.

Los padres podían venir a vernos solo un domingo de los tres meses que pasamos allí. Siempre se les recibía en la parte de delante, y se les enseñaba la Habitación Rosa que era la mejor.

Por supuesto, todas las cartas que enviábamos o recibíamos pasaban primero por la Censura.

Había una pequeña tienda, en la que vendías algunas chuches o tebeos o cosas por el estilo. Supongo que luego se lo cobrarían a los padres, porque no creo que nos dejaran tener dinero.

A mí, sinceramente, nunca me han castigado físicamente. Insultarme o ridiculizarme, sí, por supuesto.

Había una niña portuguesa, con las que las monitoras se metían y se reían de ella todo el rato, porque no entendía bien el español.

Lo que sí es verdad, es que me castigaban a escribir chiquicientas veces, la frase con «No volveré ha hacer…» pero, claro, no dejaba de ser una cría, y descubrí que en las habitaciones había un arcón con castigos hechos por otras niñas, y los cogía.

Nunca olvidaré a la Señorita Engracia, pero no con cariño precisamente, lo siento.

Creo que sería capaz de escribir montones de páginas. Parece mentira como se me ha quedado grabada la famosa experiencia.

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