Sería un bonito título de algo. De un libro, de una situación periodística en la que los adormilados seres de una sociedad primitiva sonríen atontados, narcotizados por hechos puntuales o por la dormidera o por un partido de fútbol o por digerir a escupitajos un mal desayuno, como el colgado que apoyaba su hombro esta mañana en la esquina de la clínica dental. Momentum tenso, acerado, previo a la revuelta del viernes en que anunciaban que no habría comida para todos. Pero no. Ni revuelta ni hostias.
Tampoco es el título del post nada benévolo con reflexión propia alguna. Ni estar a punto de ser un día más viejo y una categoría más dentro del abanico de etiquetas sociales, ni de haber dejado que mi sesera produjese algo digno de ser escrito y haber mandado al purgatorio este blog durante tres o cuatro días. Que no. Ni el verso de Lord Byron en que dice «Bat Passion most dissembles, yet betrays / Even by its darkness ; as the blackest sky / Foretells the heaviest tempest, it displays / Its workings through the vainly guarded eye».
Es más bien que esta mañana Madrid tenía, por así decirlo, una pinta gris amenazante pero callada. Era como sugerirnos a todos los que surgíamos de las covachas para materializar ese ritual diario de peinarnos y arreglarnos para la guillotina, que algo gordo se estaba revolviendo bien en las entrañas de la ciudad, en las entrañas de sus dirigentes, o en las cacerolas del menú de jueves de cada uno de nosotros. Una intuición y poco más, es de suponer.
Qué se yo.
Más bien creo que es un deseo amigo Luis. Pero, como siempre, saldrá el sol y los tontos seguiremos adorando la bombilla porque los parasoles de los ricos no nos dejan nada del astro rey para nosostros. Y pensamos que una bombilla de 100 w puede sustituir a la luz solar.
13 mayo 2010 | 20:15
Pareces un tango. ¿no te estaras haciendo porteño con los años?
Lastima, bandoneón,
mi corazon
tu ronca maldición maleva…
Tu lágrima de ron
me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.
Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que hay en mi?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya se que te hago daño
llorando mi sermón de vino!
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en el licor que aturde,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.
Un poco de recuerdo y sinsabor
13 mayo 2010 | 22:25