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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Más sobre la Ley Sinde

No me resisto a pensar en profundidad sobre el debate de las descargas y los derechos de autor. Según veo, algunos defensores de la creación cultural tienen un serio problema de pajas en ojos y vigas.

Yo creo que hay que tener un pelo más de visión. No estamos debatiendo sobre bienes de primera necesidad (en el blog de Manolo Saco se debatía hoy sobre si te roban las manzanas de un árbol). De todos modos un agricultor puede usar como gancho comercial regalar sus manzanas o dejar que pasen a robárselas con la idea de luego vender compota a buen beneficio.

Ahora que he caído de casualidad en el gremio de los autores, me posiciono por la libre circulación de las creaciones. Intuyo que si algún día he de vender algo, será mejor si he hecho circular gratis unas cuantas veces una copia de ello. ¿Por qué no? ¿Voy a tener que pedir en 2034 réditos de propiedad intelectual mientras cuadro mis cuentas para la jubilación? ¡Qué coño!, ni en 2034. Lo menos en 2054.

Uno. En esencia, un artista compone o crea una maravilla (epistemología Michelangelo). Una. No la hace cada cosecha (epistemología manzana) ni ficha a las 7.45 cada mañana para atornillarla (epistemología roscachapa). Entonces, sabedor de ello, debería ser consciente de la peculiaridad de su producción. Como aquí estamos entre conocedores de los costes de producción y de los medios de la misma, pues me ahorro explicar más detalles.

Dos. Un artista crea un objeto para la expresión de sí mismo, como objeto, de su autor, como ideología, y para el disfrute del público. De lo contrario, sacaría más disfrute y expresión propia si se hiciera una paja para sí mismo. Ergo, debe entender y asumir que llegados a un punto, la explotación económica de su creación está cada vez más alejada cuanto más trasciende a la sociedad (a esto se le considera ‘tener éxito’).

Tres. La sociedad en la que crea se nutre de cada vez más medios. En 1340 un monje copiaba a mano un códice y, a lo sumo, encontraba quien le imprimiese 35 copias dos siglos después. Pero la sociedad apenas le facilitaba la tinta, papel y -eso sí- tiempo, tiempo a patadas, entre rezo y rezo o entre azadón y azadón. Un escritor de 1863 ya contaría con que la sociedad le permitiría publicar, o estrenar su obra frente a varios miles de vieneses o parisinos. La perspectiva de llegar a las masas empezó a poner nerviosos a algunos artistas. Ojo, a muchos, no. Modigliani regalaba cuadros por comida y no exigía una barra de pan a su mecenas cada semana. Van Gogh hacía lo mismo con su casera. Beethoven regala Für Elise a Theresa Malfatti a cambio de amor, pero no le exige después un canon. El problema viene después de la revolución jacobina (hurgad sobre Le Chapelier en la red), en el que los autores defienden el rendimiento de su pensamiento contra el rendimiento de la obra para el editor.

Tres y medio. Reciprocidad. Cuando un autor del siglo XXI se embarca en hacer arte, esculpido, pintado, musicado o escrito, ha de reconocer que, de la propia sociedad tecnológica, él mismo ha bebido a botijos: ha consultado archivos y bibliografías a patadas, fotocopiado apuntes en Bellas Artes, visto La Naranja Mecánica en un vhs de su colega Miguel, se ha cargado no menos de 4 pletinas de casette a base de darle al play y al rec. Y el sentido ‘output’ de su producción artística seguirá parecidos caminos. Es más, de pretender aportar algo a la sociedad (algo más que sablearla) debería ser contribuir a que todo siga avanzando. Su éxito será más útil a la sociedad cuanto mayor sea su trascendencia. Ha de saber que su trascendencia será mayor cuanto más aparezca en medios de masa.

Lo que más le joderá es, posiblemente, que llega un momento que su éxito se le aleja tanto que ya no puede ir a controlar al bar por sí mismo si están siendo servidas más copas por su «En su fiesta me colé». Cae en un error al dejar que una entidad de gestión le lleve las cuentas y le haga la policía política. Y seguirá rabiando en cuanto tengan controlado el comportamiento irredento de los internautas españoles y de sus cuñaos (quién no ha recibido un cd tostado de un cuñao). Más cuando sepan que la virtualidad de una Red lleva a que en Samoa o en Perú los servidores sí que pueden alojar sus contenidos.

Lo dicho. Un Sindiós.

7 comentarios

  1. Dice ser Bandoneon

    Yo soy de los tontos que creen que los consumidores de bienes culturales tenemos que ser mecenas de los creadores que disfrutamos. Pienso que los creadores pueden regalar todo lo que quieran pero que nosotros los consumidores tenemos que ser concientes y consecuentes con el hecho de que quien esta detras de eso que disfrutamos tambien paga alquiler, luz, agua, cafe y que contribuir a su sustento es una forma de garantizar que el proceso creativo no se va a cortar. La vocación del creador es una condicion que no está reñida con valorar económicamente su obra. Quiza suene a tonteria pero prefiero pagar por bienes culturales que en definitiva son suntuarios. Pagar es una forma de intercambiar mi trabajo por el trabajo del creador y de esa manera me puedo parar en cierta igualdad de condiciones frente a quien tiene una habilidad o talento que no poseo. La cultura del gratis total no democratiza la sociedad cultural sino que la pervierte y la degrada. Pagar obliga a elegir y elegir implica asumir resposabilidades y descartar. El gratis total no fomenta el consumo de cultura sino solo la acumulacion de mp3s y ebooks en discos duros que un dia desaparecen sin pensa ni gloria. O quiza es que estoy viejo.

    28 enero 2011 | 08:25

  2. spanjaard

    No estoy en el gremio pero el resto de los trabajadores aspiramos a un sueldo digno por nuestra actividad. Quizá los autores deberían optar a un sueldo más digno que unas ventas a comisión. Siempre he aborrecido las ventajas por bonuses y complementos de los comerciales de mis empresas y, más, sus quejas cuando las perdían.
    Contrato fijo, producción continuada, sueldo suficiente.
    O eso o seguirá abriéndose la brecha entre trabajadores y ‘creadores’. A eso me refiero. Que o son o no son.

    28 enero 2011 | 08:31

  3. Dice ser celeming

    Evidentemente un «autor» no es un trabajador al uso. Y curiosamente, por ejemplo, Alejando Sanz, estaba más a favor antes que ahora de las descargas digitales. Será porque ahora vende un millo de discos (un millón de euros) y antes no.

    A lo que voy. Sólo ciertos autores pueden vivir de la literatura, la música o el cine. Y eso es gracias o debido a las editoriales, discográficas y cinematógrafas que se quedan con la mayor parte del pastel

    Lo que tu dices, Luis, tiene mucho sentido. A Nacho Villaloga nadie le habría ofrecido una película si no hubiera regalado antes un corto que sus fans hicieron llegar a Hooliwod y nominarlo a los Oscars. Ningún escritor será conocido si no le sale de los a las editoriales, a no ser que haga circular gratis sus obras por la red. Porque en la TV no venden operaciones triunfo de escritores.

    Salud,

    28 enero 2011 | 11:55

  4. Dice ser celeming

    Hoolywood

    28 enero 2011 | 11:56

  5. Dice ser Atalanta

    Compro discos, libros y voy al cine, conciertos o teatro. Y pirateo pero con algo de criterio. Como Andrés, ya soyviejo y no le encuentro sentido acumular discos sin tiempo material para escucharlos. Le tengo demasiado respeto a la música y no puedo entender la concepción de hilo musical que se le da en nuestros días. Cuando compro discos suelo hacerlo por lo que yo considero un precio justo (series medias, verdaderas joyas rondando los cinco euros) o actuando de mecenas -como bien dice Andrés-, como el último disco que compré de Lapido.
    La razón que últimamente más escucho a favor de la Ley Sinde es evitar que toda la cultura sea uniformada por lo que marquen los grandes operadores o compañías que en un f uturo decidirán a qué se tiene o no acceso. Es un planteamiento erróneo. Sellos independientes, francotiradores van a existir siempre y hoy más que nunca. Por otro lado cada vez es más fácil y barato grabar un disco. Siempre habrá alguien con algo que contar que le interese a otro. ¿Medio de vida? Puede que no lo pueda ser para tantos pero no me parece algo tan importante. Me hacen gracia esos planteamientos catastrofistas alegando que la cultura va a morir. Por otra parte , hoy se venden más entradas para conciertos que nunca.

    28 enero 2011 | 12:28

  6. Dice ser Juanma

    La polémica no viene dada sobre si todo debe ser gratis o no. No, ése no es el problema.

    El problema viene dado por la industria que se enroca en sistemas totalmente obsoletos, donde el mismo CD en España puede costar 2 o 3 veces más que en Francia o Alemania (si además sumamos la diferencia de salarios la distancia es todavía mayor). Una industria que en lugar de adaptarse a los nuevos tiempos, intenta aferrarse con leyes absurdas a su ‘sistema’, que además resulta totalmente inútil. Es imposible poner puertas al campo.

    Álex de la Iglesia cambió de opinión porque los internautas le explicaron de qué va esto de internet. Le enseñaron modelos como en USA donde por 10$ al mes puedes ver todas las películas que quieras legalmente (netflix). Vio que los internautas tampoco están por el todo gratis y que no importa pagar por un servicio barato y eficiente (al fin y al cabo ya se gastan esas perras en cosas como megaupload,rapidshare… o en conexiones más rápidas). Lo entendió y entendió también que la ley Sinde es absurda.

    Ya en día desaparecieron o modificaron modelos como los de la producción literaria únicamente en monasterios, las imprentas se convirtieron en digitales, los vendedores de hielo se tuvieron que reconvertir (…), etc…

    Las cosas cambian, los modelos de negocio también. El que más tarde en verlo, peor para él, por mucho que se intenten blindar con puertas de papel.

    29 enero 2011 | 09:29

  7. Dice ser Bandoneon

    Juanma, si el debate no es sobre si todo debe ser gratis entonces tampoco es sobre si los productos culturales son caros o baratos. Voy mas alla: el debate no es acerca de como debe llegar el creador a los consumidores de bienes culturales sino de cual es la relacion que deben tener los consumidores de bienes culturales con el creador (de cultura)
    Los creadores pueden hacer lo que les salga de los huevos con su obra. Kafka mando a quemar sus libros y Gregorio Samsa bien, gracias. La pregunta es si los consumidores vamos a exigir un gratis total o si vamos a elegir ser minimamente complices o socios o participes de la creacion cultural intercambiando nuestros bienes por la obra artistica que vamos a disfrutar. Yo no se como se debe sustentar la creacion pero desaparecidos los grandes mecenas renacentistas y desaparecido el mercado de cultura post Warhol lo unico que va quedando es apelar a la responsabilidad del amante de la musica o del jazz o de la fotografía para sostener eso que desea disfrutar. No apelo a la moral: robar no es malo en si mismo. En todo caso es muchisimo peor condenar, por ahorrarnos unos pocos y roñosos eruros, a la extinción a tantos talentos que hartos de no ganar mas que satisfacciones morales se van a guardar sus obras para compartirlas solo con sus intimos.

    29 enero 2011 | 16:11

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