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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

La cinta plástica

Esta misma mañana me asaltaba una duda: ¿Cuántas vueltas daría al mundo la cantidad de cinta plástica que conocemos? La Guardia Civil localiza un escondrijo, acordonado con ribetes blanquiverdes y cintajo al canto; ya sabes, torturarik ez. Nos plantamos en medio de un cruce delicado en nuestra carrera por el monte, franjirroja colgada discretamente de una rama. Polígono industrial o avenida entre bloques de PAU inerme domingo por la mañana, el grupo de mediomaratonianos correctamente canalizado por otro espagueti blanco y azul (si la cinta pertenece a la policía local) o predominantemente rojo con la chispa de la vida. Callejón cerrado mientras los CSI de la costa valenciana meten mano a las muestras de sangre de la asesinada por el novio bakalaero, sutura entre esquinazos y coches mal aparcados. Siempre la cinta.

Al menos la de lomo es mordible y deglutible. Recuerdo los años de cross bajo el reinado de la ilusión infantil, cuando los amiguetes del CAP Alcobendas prístino corríamos en localizaciones asociadas a la mítica del campo a través: Cantimpalos, Venta de Baños, la Casa de Campo. El ejercicio más socorrido era maltratar el encintado una vez que las carreras habían finalizado y sortear, así, las voces de recuento y recogida a los autocares de nuestros mayores. La cinta plástica era un resistente enemigo, noble, estiraba sin emitir un solo quejido hasta un límite siempre superado. Si la dejabas comprimir sus centímetros, se convertía en un churro blanco que ardía al tacto. Si clavabas una rama o metías un diente por medio, su fragilidad provocaba un ¡chas! que satisfacía (nos conformábamos con tan poco en aquellos juegos… me pregunto si los niños que acuden a los crosses van ahora con su PSP o siguen haciendo guerras de piñas entre montones de derrubio y retamares).

Los personajes a uno y otro lado de la barrera plástica son siempre cambiantes. El escenario es asímismo cambiante. Lo único que permanece inmutable es la división, larga, interminable. El concepto de la separación que tan necesario es para esta especie insegura y caníbal.

3 comentarios

  1. Dice ser Sylvie

    No sé las vueltas que daría…pero tengo claro que en muchos sitios está de sobra…Si al menos la reciclaran!!

    Si dieran con ella mil vueltas al mundo, sería de la única manera que me pediría ser cinta plástica en mi próxima vida…

    besitos.

    09 enero 2008 | 11:08

  2. Dice ser Cientounero

    Genial. La primera vez que leo una oda a la cinta de plástico. Y transmites esa inocencia que teniamos al ¡¡zas!! clavar un palo por la cinta.

    ¿Guerra de piñas? no, no, ahora son carreras entre 4 nintendo DS del mario kart.

    09 enero 2008 | 12:29

  3. Dice ser Mondo Gitane

    Al hombre anuncio alopécico le envolvía yo en una cinta desas… con sus calcetinicos nike y tó

    10 enero 2008 | 10:30

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