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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

El síndrome del corredor recurrente

Ayer trotábamos Fernando, un tal Julio (de Fenosa) al que apenas conocía y yo mismo por un lluvioso norte de Madrid. Tardamos nada y menos en ponernos al día de nuestros respectivos domingos, dado que era primer día laborable tras el fin de semana y el reposo de ayer Lunes. Él tenía aventurillas para contar de la Media de Fuencarral, con Agustín el de la abstinencia sexual, Antonio el del Boyal y alguno más de por medio. Yo tenía la paliza serrana por la nieve.

Era algo menos espectacular que las batidas imaginarias que dan los cazadores por sus monterías, con carácter retroactivo también, pero sin exagerar kilómetros o kilos de dolores. A pesar de ello, se asemejaban en la urgencia de tener alguien a quien contárselo. Como si no tuviéramos con la retahila de comentarios dejados en foros, emails e intercambios de fotos y opiniones, eramos dos criaturas a las que se ha expulsado de las conversaciones de sobremesa (inciso: anoche, Penca en salsa de tomate y moscatel de Ricardo Benito). Dos chiquillos ya baqueteados que tienen poco más de un tema del que conversar: su personal hazaña, la irresistible ascensión a las cumbres del grupito de corredores, la leve tontería que tienen estos palizones no aptos para profanos o sedentarios.

El corredor vuelve al grupo. En él se le recibe con los brazos abiertos pero también se le evalúa a ver si ha hecho los deberes. Como se escribía recientemente en un artículo sobre la dependencia del corredor,

«Externamente, quizás sea uno de los aspectos de los
que más proyección tenga con respecto al grupo de entrenamientos. No asistir un día a estos entrenos implica el desconocimiento y pérdida de la disciplina impuesta en el grupo y hasta la penalización en el rol de la persona dentro de él. Estar irritable puede deberse a la rabia de no poder participar del grupo; es estar ‘momentáneamente fuera’.»

El cumplimiento de esos deberes será tanto más aplaudido y aprobado cuando mayor sea la burrada que se cuente. En un foro (elatleta.com) están concursando con orgullo y pasión sobre la mayor burrada hecha corriendo. Sintomático. En 8 días, 143 respuestas y más de 4100 lecturas.

4 comentarios

  1. Dice ser Lynnsinhill

    Yo de burradas escalando tengo pocas, a no ser que se cuenten como tales los despistes en la seguridad.Saludos,

    21 febrero 2007 | 20:42

  2. Dice ser Carlos

    Jajaja…El domingo estuve en el Zoo, y al leer tu entrada automáticamente se me ha venido a la mente una asociación de ideas: un grupo de corredores cualesquiera y la imagen del grupo de papiones, ambos jerarquizados y finamente estructurados, pero vivos, en el que constantemente hay ajustes en busca de una mejor posición.Nosotros también somos primates, animales de grupo, y como tales, constantemente buscamos nuestra posición en él. Esas «burradas» no son sino demostraciones de fuerza a fin de subir posiciones en la escala social, en este caso, la de nuestro grupo de corredores.Un saludo.

    22 febrero 2007 | 08:41

  3. Dice ser Spanjaard

    Interesante, Carlos. Sabes que tienes hueco en IRRECUPERABLES para desarrollarlo…. 😉

    22 febrero 2007 | 11:21

  4. Dice ser Carlos

    Mucha exigencia es esa Luis para un pobre aprendiz de blogero, pero de escribir algún día algo medianamente digno, cuenta con ello. Aquí vuelvo a las asociaciones de ideas y me veo reflejado en esos corredores de más de dos horas en media a los que te refieres en la entrada posterior a esta. ¿Igual es vergüenza exponer nuestras limitaciones y sólo nos atrevemos a hacerlo cuando al menos entramos dentro de lo que entendemos por «normal», ya hablemos de lo atlético, de lo literario o del tamaño de nuestro pene…?En cualquier caso muchas gracias por el ofrecimiento.

    23 febrero 2007 | 09:23

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