Esa madre iba esta mañana preguntándole la lección a su infantita, o más bien a su infante hija de límpido uniforme de colegio de religiosas segregacionistas. Bolso en mano, mano en la otra mano de la hija blanquiazulada, cuaderno de anillas en la mano primera y un ojo en la lectura de los esquemas a preguntar, otro ojo en los coches que bajan por la ancha calle, otro ojo en…
La presión al niño y a la niña son cada día más grandes. No es raro oir eso de ‘hay que ver lo espabilados y lo que saben ahora nuestros críos’. Eso, no como antaño. Antes, es que estábamos a brevas, dábamos sin sentido patadas a las latas y atábamos cuerdas a una caja de fruta para engancharla a la trasera de nuestras bicicletas y hacer el cafre. O jugábamos a churro. Nada, no sabíamos ni menearnos entre ratón y pantallas de explorer, ni sabíamos qué era un i-pod y poco a poco nos pegábamos con las primeras generaciones del Oil Panic de Super Mario de Nintendo.
Cualquier tiempo pasado, en cambio, nos hacía niños a nuestro tiempo. Tiempo que tuvimos, después, a espuertas, para estudiar mal y con prisas, opositar, ir a la mili u objetar, engrosar las filas del paro, crecer viajando y follar donde nos dejaran. Todo parecía ir ya entonces deprisa. Imaginaos ahora si fuerais chavales de 8 años. Imaginaos ahora que sois padres de chavales de 8 años. Es una guerra de tiempos, mentes y planteamientos.
pd. Mi amigo Bernardini, médico y flaco corredor de montaña y carretera, me cuenta que ya tiene un indio de 5 meses. Enhorabuena y a aplicarse el cuento.
¿follar donde nos dejaran?…yo ya era un buen mozo cuando «me dejaron» 😉
11 octubre 2006 | 20:56