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Ecos de Bahía en el ‘fringe’ de las Vistillas

Era una de esas noches perfectas de primavera que de vez en cuando regala Madrid; cielo azul marino, una luna casi llena y la temperatura ideal. En la Cuesta de los Ciegos, bajando de las Vistillas a la calle Segovia, se había concentrado una multitud. El feo culo de la Almudena rebotaba ecos, no de pachanga o zarzuela, sino de Bahía.

Una batucada estaba atrayendo a la gente como el mítico flautista de Hamelín. Dos decenas de percusionistas trenzaban ritmos en complicadas variaciones armónicas. La vibración de sus tambores despertaba ecos africanos tamizados por Brasil. Y rebotados en los arcos del Viaducto.

Era un curioso ‘Bloco Afro’ el que tocaba. No eran brasileños, pero tocaban con seriedad y energía sus surdos, repiques y caixas, intercalando con esmero ritmos dentro de ritmos dentro de ritmos. ¿Qué importaba que su técnica se viera superada por su entusiasmo? Era entusiasmo, y ritmo, lo que pedían los miles de personas que ocupaban el anfiteatro natural. En la parte de arriba, el escenario oficial del ayuntamiento estaba mudo. La fiesta estaba en la calle, sin participación oficial alguna.

A su alrededor la gente bailaba, animada y guiada por un par de aparentes brasileiros que les hacían el homenaje de sentirse como en casa. No eran las Didá, Ilê Aiyê u Olodum. Pero en la peligrosa noche de Madrid ofrecían un respiro.

Había miles. Jóvenes a muy jóvenes, con abundancia de ropa veraniega recién salida del armario y de ombligos, con rastas y más de un piercing y alguna botella camuflada dentro de una bolsa de plástico, a la americana. De cuando en cuando llegaban aromas de hachís. De vez en cuando se disparaba un flash, o se elevaba un móvil sobre las cabezas de la multitud.

Un refugio frente a la fiesta oficial, frente a la clásica pachanga de Mecano y pasodobles y la anual resurrección de la zarzuela y el chotis. Era una fiesta espontánea, vital, extraoficial, divertida y sincera. Era un San Isidro ‘fringe‘ en la Cuesta de Los Ciegos.

Madrid vive. Los ecos de los tambores bahianos resonaron contra el culo de la Almudena. El promontorio de las Vistillas se hermanó por un rato con Pelourinho. Ojalá cunda.