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Cuento (canalla) de Navidad

Para la familia Castillo Casanueva la Navidad se ha convertido en una mala pasada, en un pozo negro y profundo, en una sombra alargada y macilenta que aplasta sus entrañas año tras año desde aquél día; también en un permanente y cruel recordatorio de añorados tiempos pasados cuando su mundo todavía no había saltado por los aires. Ahora la Navidad es una zancadilla tras otra, un maldito cuento canalla sin hueco para el final feliz desde que en enero de 2009 un puñal invisible pero infinito atravesó sus corazones, sus ojos desamparados empezaron a quedarse secos y la sangre dejó de navegar por sus cuerpos con la fluidez que lo hacía antes de que Marta, 17 años, abandonara en contra de su voluntad el mundo de los vivos sin encontrar aún acomodo y descanso –casi 13 años han pasado ya y sigue sin saberse donde está su cuerpo– en el de los muertos. Ea, mi niña, ea musitan desde entonces doña Eva y don Antonio, sus padres, aunque probablemente nunca hayan leído el monumental Mortal y rosa de Francisco Umbral. Ea, mi niña, ea, porque no saben dónde llevarle flores, dónde hablar con ella, dónde llorarla sin desmayo, dónde derramar sus lágrimas de sangre triturados por un dolor que como aquél rayo no cesa jamás. Ea, mi niña, ea.

Trece años sin vivir en sí ni él ni los suyos han llevado a don Antonio del Castillo a visitar en la cárcel a Miguel Carcaño, el asesino de Marta, a darle hasta la mano, sí, a rozar esa piel, ese brazo ejecutor que le arrancó la vida a su hija; a pedirle por favor, a suplicarle por lo que más quiera que le diga dónde está su niña, Ea, mi niña, ea, que la echan mucho de menos. No es el primer acercamiento de la familia con el asesino. Ya en 2011 doña Eva Casanueva, la madre, le escribió una carta con la que arrancaba una retahíla de súplicas que no ha parado desde entonces para que pusiera coto a tanta crueldad y le dijera dónde estaba Marta: “Para llevarle flores el día de su cumpleaños y poder conversar con mi niña”. Ea, mi niña, ea.

Ahora, incluso, después de siete versiones distintas sobre el paradero de la joven, la familia de Marta está dispuesta a ponerle un piso al asesino de su pequeña. Un piso para cuando salga de la cárcel, se habla de 2030, y pueda empezar una nueva vida. Hablo en serio. Y no un piso cualquiera sino el mismísimo lugar del crimen, la casa de la calle León XIII de Sevilla donde Carcaño –era la vivienda familiar del asesino que ahora está dispuesto a comprar el padre de Marta para ofrecérsela– acabó con la vida de la joven, según propia confesión, machacándole la cabeza con un cenicero. “Mi propuesta es la siguiente: –le escribió el pasado mes de julio don Antonio a Carcaño, aunque se ha sabido de la existencia de la carta recientemente– estoy dispuesto a darte el piso para que tengas una casa donde vivir cuando salgas de la cárcel; la única condición para que yo te regale el piso es que le digas a la Policía Nacional (…) el lugar exacto donde está el cuerpo de mi hija Marta. Necesitamos recuperarla y enterrarla”. Ea, mi niña, ea.

Una cierta dosis de perplejidad se apodera de mí cuando me pongo a leer la carta, cuando pienso en el apretón de manos en prisión, cuando, llevados por un dolor que no imagino, me doy cuenta de a lo que unos padres desesperados están dispuestos con tal de saber el paradero de su niña asesinada. Ea, mi niña, ea.  Perplejidad que aumenta cuando me doy cuenta de que vivo en un país tan guay y moderno en el que a lo mejor es posible, con abogados y notarios, llegar a un acuerdo civilizado con un maldito asesino condenado y encarcelado para que tenga a bien señalar el paradero de la víctima de su crimen a cambio de un pisito. Ignoro, todo hay que decirlo, si algo así se puede hacer, si alguien –la Justicia, claro– lo puede frenar, si no hay límites para que un canalla pueda comercializar y sacar réditos de tamaña fechoría.

Estoy con doña Eva y don Antonio. Y los trato de usted porque se han ganado mi respeto y mi dolorosa admiración. Estoy con ellos. Entiendo la pesadilla de la que no pueden despertar. Estoy con su espantosa desesperación, con su prisión permanente no revisable. Y no hay un ápice de crítica por mi parte en sus deseos de encontrar a su niña, Ea, mi niña, ea, aunque para ello tengan que hacer de tripas corazón y vender su alma al diablo o, mejor dicho, a un simple asesino que, día tras día desde aquél 24 de enero de 2009, continúa rematando sin piedad a Marta del Castillo.  

Imagen de archivo de una manifestación para exigir la repetición del juicio por el caso Marta del Castillo donde acudieron los padres de la joven, Antonio del Castillo y Eva Casanueva, y el abuelo, José Antonio Casanueva. (Eduardo Briones/EP)

Cayetana

Si algo le faltaba al PP era Cayetana. Si algo le faltaba al pulso que mantienen Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso era la irrupción de Cayetana Álvarez de Toledo tomando partido, como era previsible, por la presidenta madrileña. Más leña a un partido que parece amenazar ruina y que demuestra que los conservadores han entrado a saco en un proceso de autoflagelación cuyo desenlace final no parece emitir buenas vibraciones. El reciente libro de la otrora portavoz parlamentaria popular –Políticamente indeseable. Ediciones B– y una notable, pero demasiado autocomplaciente, entrevista de la ínclita con Rafa Latorre en EL MUNDO han añadido más incertidumbre, si cabe, a un partido que hasta hace apenas cuatro días creía que la vida, electoralmente hablando, podía ser maravillosa.

Cayetana es, sin lugar a dudas, uno de los personajes más inteligentes, brillantes, sólidos y preparados que tienen los populares en la Carrera de San Jerónimo y en el propio partido. No tengo ninguna duda. Tampoco la tengo de su falta de empatía, de sus ramalazos de mala hostia con sus subordinados, de su soberbia, prepotencia y clasismo ilustrado; de sobrevolar sobre sus súbditos, de levitar incluso, de mirar por encima del hombro; de creerse infinitamente más lista, brillante y guay que todos aquellos que la rodean, lo cual, seamos justos, es bastante cierto. Y todo esto último se ajusta tanto para su actividad política actual como se ajustaba antaño para su actividad periodística, y sé de lo que hablo. El resultado final, sin embargo, sigue siendo muy favorable para esta mujer que, aun sin coincidir ni con sus planteamientos ni con su forma de presentarlos, tiene un peso intelectual y político muy superior a la inmensa mayoría de sus todavía compañeros de escaño, que nunca de pensamiento. Una mujer que jamás ha engañado a nadie, con un credo perfectamente claro y diáfano y en cuyo ideario nunca ha dejado hueco alguno para la componenda, el equívoco o la duda.

Su verbo es poderoso; la defensa de sus ideas, por muy equivocadas o sectarias que nos puedan parecer, siempre poseen la rotundidad y explosividad que requiere el momento. Demuestra entereza y contundencia incluso cuando yerra o pierde los papeles. En cualquier caso, demasiada cabeza, demasiada portavoz, demasiada diputada incluso, para un líder débil y flojeras que creía erróneamente que iba a poder someterla y que cometió dos errores de bulto, de principiante que se cree más brillante de lo que realmente es: el primero, nombrarla portavoz parlamentaria sabiendo el perfil que gastaba y con todo lo que suponía tamaño cargo; el segundo, echarla después cuando comprobó que estaba muy lejos de su alcance.

No corren buenos tiempos para las diputadas y diputados con personalidad, con ideas propias, con principios y hasta con dignidad. No, lo que prima ahora, especialmente en los grandes partidos, son los inquilinos dóciles y obedientes que siempre dicen ‘sí’ al presidente de su comunidad de vecinos. Para Cayetana, que aprovecha Políticamente indeseable para devolver todas las bofetadas recibidas y alguna más, siempre ha sido y será complicado aceptar un papel secundario cuando se está convencida de poseer una inteligencia superior a la mayoría de sus correligionarios, jefes incluidos.

Recuerda en el libro que la primera vez que le dijo “no” a Pablo Casado fue porque “siempre había trabajado para gente más inteligente y valiente que yo”. Y que luego aceptó la oferta sin saber muy bien por qué, aunque deja entrever que no había cambiado de opinión acerca de la inteligencia y valentía del presidente de su partido, un “bienqueda” incapaz de tomar decisiones, según deja de manifiesto en el libro. Lo que también deja claro ahora es que “mi concepto de libertad no es compatible con su autoridad”.

De Teodoro García Egea destaca, además de su “mando testosterónico” y de que es el ejemplo palpable de que “el Profident y el puñal son compatibles”, que es de ese tipo de políticos que está “dispuesto a aplastar cualquier signo de inteligencia, sensibilidad y criterio”, al que no se le recuerda ni una sola idea valiosa “pero que acaba imponiéndose por la pura fuerza de su ambición. Ansían el poder. Buscan el poder. Y a menudo acaban ejerciendo el poder. De una manera despótica. Teocrática. Teodocrática”.

Para Cayetana, las formas de hacer política del secretario general de los populares “son las pelotas y el peloteo” y tacha a los diputados populares del Congreso “como una claque servil y sectaria”, como “una pandilla”, como un grupo de “representantes de la soberanía popular reducidos a palmeros” que compiten “para ver quién aplaude más y mejor al mando”, aunque se olvida en este punto de cuando la aplaudían a ella, de cuando formaba parte de ese “mando”. Conociendo el alto concepto que tiene de sí misma lo lógico es que piense que ella, por supuesto, era merecedora de todo aplauso y halago.

Cayetana es demasiado para el Partido Popular. Realmente sería demasiado para cualquier formación política porque no es una persona ni que se ponga de rodillas, como recalca en el libro, ni que acepte sugerencias o consejos ni que tenga la humildad necesaria para aceptar formar parte de un equipo que no esté a su altura, sabiendo de antemano que siempre resulta imposible estar a su altura.

 

De animales y de animales

Fue Leonardo Da Vinci quien dejó escrito que ojalá llegue un día en el que acabemos viendo el asesinato de animales como ahora vemos el asesinato de hombres. El texto de la futura Ley de protección animal, conocido esta pasada semana, no alcanza los deseos del gran genio del Renacimiento pero sí supone un gran avance “para garantizar la protección de los animales en general, y particularmente de los que viven en el entorno humano, en tanto que seres dotados de sensibilidad cuyos derechos deben protegerse”, según podemos leer en la introducción del anteproyecto.

Pese a las críticas que ya han empezado a sobrevolar esta ley impulsada por el Ministerio de Derechos Sociales, que próximamente empezará su tramitación en las Cortes y que aspira a entrar en vigor a comienzos de 2023, el departamento que dirige Ione Belarra ha puesto en marcha una normativa necesaria no sólo para intentar acabar con el maltrato animal en todos sus aspectos sino fundamentalmente para mentalizar y educar a las nuevas generaciones en el respeto a la vida y en garantizar la dignidad y el bienestar animal.

Con esta ley –a la que será necesario eliminar algunas boberías extremadamente ridículas, que sin embargo no afectan a la valía global del texto– no se trata tanto de controlar a los animales de nuestro entorno como de regular el comportamiento humano hacía ellos como seres vivos dentro de nuestro hábitat de convivencia.

“Nuestra relación con los animales es un espejo que nos muestra en qué nos hemos convertido con el paso de los tiempos. En el espejo no solo aparecen los horrores cometidos por nuestra especie al explotar a otros seres sensibles, sino el rostro macilento de una humanidad que está perdiendo su alma”. Así arranca Manifiesto animalista, de Corine Pelluchon, un libro que nos muestra el debate que deben acometer las sociedades llamemos avanzadas y que nos anima a no permanecer impávidos ante el sufrimiento de los animales.  Un texto que señala que la violencia contra ellos es un ataque directo a nuestra humanidad y que entre líneas pretende inculcar que luchar contra este maltrato es rebelarse contra una sociedad basada en la explotación.

Aunque es cierto que cada día se hace más evidente en nuestro país la creciente sensibilización con todas las cuestiones relacionadas con el maltrato animal, no lo es menos que las salvajadas siguen estando ahí: desde la violencia directa contra todo tipo de animales a la utilización perversa de estos, por ejemplo, en los procesos de divorcio. Y solo hay que seguir a los medios de comunicación, algunas sentencias judiciales o atender las denuncias que a través de las redes sociales hacen un buen número de organizaciones y hasta los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado para saber de lo que el hombre sigue siendo capaz y lo mucho que todavía queda por hacer. Hablamos de animales y de animales.

De animales como aquél jabalí que allá por 2017 se hizo tristemente famoso gracias a un vídeo de YouTube en el que se le veía deambulando tranquilamente por el Parque Nacional de los Picos de Europa; y de animales como ese grupo de senderistas que para divertirse no se le ocurrió nada mejor que despeñarle por un barranco de la Ruta de Cares del citado parque y arrebatarle la vida.

De animales como Katalina, que quizá ladraba demasiado para el gusto de sus dueños; y de animales como Eva y Carmelo, los que teóricamente debían velar por ella, y a la que una noche de sábado de noviembre también de 2017, cansados ya de tanto ruido, parece ser, la tiraron por la ventana del 118 de la calle Camino Real de Lugo rompiéndole las patas traseras.

De animales como esos galgos que durante las épocas de caza hacen su trabajo con devoción para gozo y disfrute de sus amos; y de animales como los dueños de éstos que cuando se acaban los disparos los abandonan a su suerte y a su muerte y si no sobreviven qué se le va a hacer y si lo hacen, muy bien y hasta la próxima temporada.

De animales como esos perros, gatos, burros, caballos… que son torturados hasta la saciedad todos los días del calendario aquí y allá; y de animales como esos desalmados que, día sí día también, en cualquier esquina, torturan con saña a perros, gatos, burros, caballos… Hablamos de animales y de animales.

“Quien desprecia la vida hasta el punto de maltratar o abandonar a un animal, habitualmente también despliega su instinto agresivo contra una mujer, los hijos, ancianos, vecinos u otros ciudadanos a los que considera inferiores”, escribió en un auto la juez Pilar de Lara cuando impuso a los citados Eva y Carmelo, por primera vez en nuestro país, una orden de alejamiento de 150 metros para que no volvieran acercarse a Katalina en su puta vida.

La magistrada fue más allá y en su auto, que debería ser de lectura obligada en las escuelas españolas, añade que “anualmente miles de animales son maltratados y abandonados, en ocasiones sometidos a actos de extraordinaria crueldad, mutilaciones, sacrificios innecesarios, inanición o condiciones higiénicas deleznables o simplemente son exterminados, torturados, extenuados o desechados por inservibles”.

En su escrito, la juez De Lara no dudó en ir al fondo de la cuestión: “Sorprende que a estas alturas no se hayan fomentado políticas dirigidas a hacer efectivo el derecho al bienestar de los animales con la concienciación escolar ya desde la infancia para lograr reconocer que son seres capaces de sentir placer, miedo, dolor, ansiedad o estrés”. Cuatro años ha tardado el Gobierno de la nación en dar respuesta a esta y otras muchas peticiones equivalentes en las que se reclamaba una ley integral y una mayor implicación de las autoridades en la lucha contra el maltrato animal y la defensa de su dignidad.

“La ocasión se presenta con un cúmulo de dificultades y debemos elevarnos a la altura de la ocasión […]. Conciudadanos, no podemos escapar de la historia […]. La línea a seguir es clara, pacífica, generosa, justa”, dijo Abraham Lincoln en su mensaje anual al Congreso el 1 de diciembre de 1862. Hablaba sobre la esclavitud.

Una voluntaria de la protectora madrileña ACUNR tranquiliza a un grupo de galgos recién llegados a la protectora. (Eduardo Cuasimodo/20minutos)

 

 

 

 

 

El PP, Casado, Ayuso y MAR

El vértigo se ha apoderado de Pablo Casado. El rictus que se le ha quedado a cuenta del deseo del Isabel Díaz Ayuso de ser ya presidenta del PP madrileño sumado a un ligero, pero perceptible, cambio de rumbo en algunas encuestas independientes ha hecho trastabillar al líder popular. Lo que hasta el momento parecía ser un camino despejado hacia la Moncloa se ha convertido en un empedrado cuyo grado final de dificultad aún está por verse. Y si bien el optimismo con el que su equipo había rodeado al presidente era a todas luces tan presunto como desproporcionado, la inquietud reciente por el deseo de la lideresa madrileña de pretender hacerse con lo que cree que le corresponde es tan tangible como real y ha llenado de más dudas e incertidumbre si cabe a quien creía que llegar a ser presidente del Gobierno de España era tan sólo cuestión de tiempo.

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, clausurando el XXV Congreso Extraordinario de la European Seniors’ Union, este viernes. (EFE/ Rodrigo Jiménez)

No es nueva la tensión entre Casado y Ayuso. Muy atrás queda ya la fecha en la que el presidente popular eligió a dedo a una semidesconocida para encabezar la lista del partido a la Comunidad de Madrid y que desembocaría, para sorpresa de todos, especialmente de Génova, con Díaz Ayuso en la Puerta del Sol. Los primeros abrazos se acabaron cuando la recién llegada fichó a Miguel Ángel Rodríguez –MAR para amigos y enemigos– como su jefe de Gabinete. Y a partir de entonces, se acabaron las buenas relaciones

La planta noble de Génova no soporta a MAR y MAR, dicho sea de paso, desprecia a los actuales gestores populares.  Éstos creen que es el gurú de la estrategia de enfrentamiento de Ayuso con Sánchez que tan buenos réditos le ha dado a la presidenta y que ha dejado en evidencia en no pocas ocasiones al líder popular; le acusan de estar detrás del anuncio de su patrocinada de optar ya a la presidencia del PP de Madrid sin esperar al año que viene como quería la dirección del partido, de provocar un problema que no debería haber existido y de haber dinamitado con ello la buena marcha de los populares. Y esto nos lleva, para concluir, al miedo final que subyace detrás de las bambalinas, que no es otro que el hipotético interés que la presidenta de la Comunidad de Madrid pudiera tener en disputarle el liderazgo nacional a su presidente.

Está claro que la mano de MAR está detrás de la mejor Isabel Díaz Ayuso, electoralmente hablando. El éxito del pasado 4 de mayo fue el resultado de la notable transformación de una presidenta que pasó de iniciar su mandato de forma errática, por decirlo educadamente, a convertirse en la verdadera y única oposición al presidente del Gobierno durante muchos meses.

Si España le debe una a Ayuso es evidente que ésta le debe más de dos al hombre que acompañó a José María Aznar en su viaje a la Moncloa.  Ella ha crecido de su mano y por eso siempre ha declinado cualquier sugerencia de Teodoro García Egea para que se desprenda de su profesor Higgins particular.

Es evidente que la estrategia de Ayuso de enfrentarse directamente a Pedro Sánchez resultó un éxito incontestable en todos los aspectos. Y también que está en su derecho de intentar ser la ‘jefa’ del PP de Madrid como lo son de sus territorios todos los presidentes autonómicos del partido. Pero nadie pone en duda tampoco que pretender adelantar estos comicios de andar por casa es una pequeña provocación para llenar de inquietud a los inquilinos de la planta noble de Génova y para que se hiciera visible, como así ha sido, una cierta debilidad en el equipo del presidente y en el propio Casado. Quién sabe si no han sido estos los verdaderos motivos del sorprendente y extemporáneo anuncio; quién sabe si con esta pequeña maldad de MAR sólo se ha pretendido agitar el avispero y alumbrar determinadas debilidades a las puertas del conclave presidencialista de Valencia. También es cierto que si la dirección nacional no hubiera entrado al trapo del globo sonda lanzado por Ayuso, con una negativa demasiado rápida y acalorada que sonaba a pánico e incitaba a la pelea, nada de todo esto habría sucedido y Casado se habría ahorrado el sofoco.

Lo cierto es que los recientes datos del barómetro político de DYM para 20minutos dejan al descubierto esta debilidad de los populares y de su líder. Por una parte, el PSOE ha recortado su distancia con el PP hasta casi un empate técnico; desde julio, los socialistas han subido dos puntos, los mismos que prácticamente han retrocedido los populares. Y por otro lado, el sondeo de DYM también nos dice que Pablo Casado es el segundo líder peor valorado, sólo por delante de Santiago Abascal, y que la fortaleza de su liderazgo en el PP apenas supera a la de Inés Arrimadas en Ciudadanos.

Después de las dos derrotas de abril y noviembre de 2019 a Pablo Casado le queda una sola bala para finales de 2023 y Ayuso, de entrada, no se la va a intentar quitar de las manos. Además, todas las encuestas salvo la del CIS le da por ahora mayoría al PP sumando con VOX. Ella ha dicho públicamente que su camino no pasa por la Moncloa ni por disputarle el liderazgo a Casado, pero no hay que descartar que un futuro tsunami político en Génova 13 la llevara a replantearse sus prioridades que hasta la fecha empiezan y acaban, dice, en la Comunidad de Madrid. Si esto sucediera, si cayera en la tentación de querer volar más alto, haría bien en recordar la actual inquilina de la Puerta del Sol el ‘papelón’ que hizo Esperanza Aguirre en el congreso popular de Valencia de 2008, cuando se dio cuenta, demasiado tarde, de que Madrid no es España y de que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, que dice el rico refranero español.

Isabel Díaz Ayuso el pasado viernes en la inauguración del Paseo de la Fuente del Cura, en Miraflores de la Sierra. (Rafael Bastante/Europa Press)

Un país de odiadores

Vuelvo a leer Emociones corrosivas, de Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencia en la Facultad de Psicología de la autónoma de Barcelona. Y vuelvo a subrayar esta frase: “Desgraciadamente el odio, la peor y más peligrosa de todas las emociones corrosivas, es casi siempre un camino sin retorno, un billete sólo de ida, pues dejar de odiar es siempre difícil, muy difícil”.

(GTRES)

Y vuelvo a pensar lo mismo que la primera vez que lo leí a finales de 2017: que desgraciadamente somos, o lo parecemos, un país de odiadores potenciales que posiblemente no tenga solución; que sin saber muy bien por qué hemos instalado un odio excesivo en nuestra vida cotidiana, que siempre vamos con la faca en la mano y el ‘no’ en la boca. Un país en el que resulta demasiado fácil demonizar al otro, tachar de detestable a quien no va por nuestro camino, a quien no piensa como nosotros, a quien es diferente, especialmente al diferente. Ventilamos con ira nuestra rabia y sacamos a relucir lo peor de nosotros mismos que siempre resulta infinitamente peor de lo que creemos. Vivimos lastrados por ese gen canalla y barriobajero que lo pudre todo y que a lo peor nos acompaña como un maleficio desde que nacemos, por ese odio de amplio espectro que nos viene persiguiendo a lo largo de toda nuestra historia como tribu.

Todos deberíamos estar obligados a luchar contra los eventuales gérmenes del odio colectivo, dejó dicho Václav Havel antes de irse. Pero vivimos tiempos en los que un sector muy importante de nuestra clase política no parece muy dispuesta a aplicarse el cuento y apuesta justo por lo contrario, por el enfrentamiento, por la agitación permanente del avispero, por soliviantar desde el otro lado del ring. Son ellos los que con sus palabras y acciones instigan con demasiada frecuencia al odio y a la muerte civil de los odiados, a la aniquilación del adversario en base a ese odio ancestral. Y todo en busca de unos réditos mezquinos que finalmente nos acaban conduciendo a ese camino sin retorno del que habla Morgado.

Pero nosotros tampoco somos inocentes porque mirar para otro lado no es suficiente. Banalizamos las consecuencias de nuestra estupidez y lanzamos en demasiadas ocasiones esa primera piedra sin caer en la cuenta de que una vez inoculado el veneno resulta prácticamente imposible frenar su expansión.

Vuelvo también a don Antonio Machado quien nos dejó escrito en sus Proverbios y Cantares –pido disculpas por tanta cita pero en determinadas cuestiones es mejor leer a los que realmente tienen algo inteligente que decir– que somos un país que “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. Pues bien, necesitamos urgentemente dar con esas cabezas que piensan, aunque sean en la desigual proporción de uno a nueve, porque a las que embisten, a las que sólo viajan con el billete de ida, a las que se aferran al odio como estandarte, ya las vamos teniendo identificadas.

Pedro Sánchez o lo importante es que el gato cace ratones

Sigue habiendo incrédulos que olvidan el respeto, si no miedo, que debería merecer aquél que vuelve de entre los muertos. Porque esto es precisamente lo que hizo Pedro Sánchez el 21 de mayo de 2017 tras haber sido ‘asesinado’ por los suyos unos meses antes, exactamente el 1 de octubre de 2016, en el Orient Express de Ferraz: resucitar no a los tres días sino a los 251 y volver de la nada para quedarse con todo. Y por esto quizá no debería sorprendernos –aunque sorprendentes han sido por su magnitud los sucesos del sábado– que Julio César se haya acabado convirtiendo en Bruto.

Felipe González ya lo dijo hace muchos años: “Blanco o negro, lo importante es que el gato cace ratones”. Y esta sentencia, que no otras, sí que se le quedó grabada al actual inquilino de La Moncloa. Lo de este fin de semana ha servido para demostrar que cuando el objetivo es sobrevivir, el felino no hace distinciones ni tiene escrúpulos para acabar incluso con aquellos que le han ayudado a llegar donde está pero que se han convertido –cree él– en un estorbo para continuar reinando en la gatera.

El listado de interpretaciones de tamaña cacería es variado y posiblemente acertado en casi todas sus derivadas y en algunas más que todavía desconocemos y que verán la luz en las próximas semanas. Lo primero de todo es que Sánchez ha puesto en marcha ‘su’ campaña electoral –municipal, autonómica y generales– de 2023 para intentar recuperar todo el terreno perdido que es mucho y difícil de recuperar; lo segundo, que ha soltado lastre político en el Ejecutivo para quedarse él como único y abrumador referente; lo tercero, que ha escenificado la victoria de Calviño y especialmente del dinero de Europa; lo cuarto, que el líder socialista quiere que se hable mucho menos de Cataluña y si es posible nada de los indultos o de la mesa de diálogo; lo quinto, que ahora pretende darle voz al resto de España, inexistente y ninguneada hasta el momento; lo sexto, que ha exterminado a todos que le han causado problemas, ya sea con Marruecos, con Venezuela,  con Plus Ultra, con un sector importante del voto femenino, con el partido, con un cada vez más amplio porcentaje de la sociedad española o propiciando el mayor desastre electoral del PSOE en la Comunidad de Madrid que se recuerda; y lo séptimo, que fulmina a algunos de los invisibles y vagos del Gobierno, aquellos que ni estaban ni se les esperaba.

En resumen, una vicepresidenta, seis ministros y el omnipresente Iván Redondo, que en realidad era el jefe de todos los anteriores, a la calle. Para cerrar el círculo de la autocrítica sólo le ha faltado al presidente dimitir, convocar elecciones y recordar aquella frase que Susana Díaz le decía repetidamente: “Pedro, el problema eres tú”. Pero el espectáculo no ha llegado tan lejos.

Dentro de esta “revolución”, como la califican destacados socialistas, hay algunos aspectos que denotan que Sánchez ni deja nada al azar ni practica la compasión. Estas mismas fuentes señalan que bajo el punto de vista del líder socialista, “Podemos está controlado y amortizado” y es por ello que no ha querido entrar en guerra con Pablo Iglesias, sí, con Pablo Iglesias, interlocutor siempre, rehén de las cuotas que mantienen a duras penas el equilibrio de la coalición y con el que pactó que serían ellos los que designarían a ‘sus’ ministras/os. Al presidente le ha dado igual que la imagen que quede tras la hecatombe sea que los morados lo han hecho extraordinariamente bien y los socialistas pésimamente. A cambio, ya ha empezado a correr la especie de que ahora “lo viejuno” son los ministros de UP y que tarde o temprano los morados tendrán que llevar a cabo “un rediseño de su parte del Gobierno”.

Lo de Iván Redondo, es otra historia. Al final, el otrora Jefe de Gabinete de Presidencia se ha tenido que tirar por el barranco como ya había adelantado semanas atrás. Algunos medios afines señalan que quería ser ministro pero se ha tenido que conformar con acercarse al precipicio y cumplir la palabra dada. El fiasco electoral de Madrid, y haber expuesto al mismísimo Sánchez al ninguneo por parte de Isabel Díaz Ayuso, y las tormentosas relaciones del gurú con Ferraz, que acabaron repercutiendo en la relación del secretario general con su partido, son las principales, pero no únicas, razones que han provocado el desprendimiento del hombre que ayudó al presidente en su camino al palacio de La Moncloa pero que ahora se había convertido en una rémora para que éste pueda seguir viviendo en él.

Por mucho que se suba al Mystere siempre que puede, la forma de actuar de Pedro Sánchez sigue estando mucho más cerca de su viejo Peugeot 407, el coche que utilizó en su camino de la resurrección y entre cuyos viejos y gastados asientos se forjó una parte fundamental de su actual personalidad, basada en la supervivencia a toda costa y en que el fin siempre justifica los medios. Aquél viejo cacharro matriculado en 2005, y que según las críticas automovilistas de la época era duro y rocoso pero fácil de conducir, consumía poco y tenía mucha autonomía, se adaptaba al llano y a la montaña y aunque no era muy cómodo sí que era seguro, se llevó y se sigue llevando por delante a todos los que se cruzan en el camino de sus intereses personales. Sánchez continúa viajando en él con el hambre del superviviente, el odio del traicionado, la escasez de principios y la gloria del conquistador; con la confianza de creer que es casi imposible que vuelvan a matar a quien ya ha sido asesinado.

Pedro Sánchez este lunes en el Palacio de La Moncloa. (EFE/Javier Lizón)

Sinvergonzonería

Si yo fuera Toni Cantó me sentiría ofendido, y mucho, si me hubieran ofrecido la dirección de este invento de reciente creación y nombre sospechoso que responde al nombre de Oficina del Español. Un cargo que suena un poco a coña porque estamos hablando de la Comunidad de Madrid donde el español sólo es perseguido y maltratado por parte de aquellos que lo hablan del revés y lo escriben con los pies. Un chiringuito de catálogo que nos recuerda –a él parece que se le ha olvidado– al Cantó reivindicativo que tanto los criticaba en su etapa en el Congreso y en las cortes valencianas.

Sabíamos que esto iba a suceder, pero ignorábamos cual iba a ser la excusa para que el beneficiario acabara cobrando del erario. Al final, la excusa ha resultado ridícula. Un invento casposo fabricado, a la vista está, para uso y disfrute del ex dirigente de Ciudadanos y con el que se le quiere recompensar –75.084 euros anuales tiene la cosa– por los servicios prestados a la causa. En el argumentario difundido por la Puerta del Sol se puede leer, textualmente, que con esta incorporación “se pretende convertir a Madrid en la capital europea del español”. Tal cual.

(EUROPA PRESS)

Otro caso parecido es el de Susana Díaz. La ex lideresa socialista ha esperado a ver la magnitud del puesto que le ofrecían para dejar vía libre total y sin escándalos a Juan Espadas, que la derrotó ampliamente en las primarias del pasado 13 de junio. Todo parece indicar que la doblemente perdedora Díaz acabará en ese cementerio de elefantes bien pagado que es el Senado. Intermediarios del presidente Sánchez le llegaron a ofrecer, afirman fuentes cercanas al cambalache, un lugar destacado en la Cámara Alta y hasta algún ministerio de poca monta en una futura remodelación siempre y cuando no planteara la batalla que finalmente libró y acabó perdiendo con el alcalde de Sevilla.

Ahora, tras la humillante derrota, sí parece ser que quiere seguir cobrando de los Presupuestos Generales del Estado y se tendrá que conformar –90.000 euros de media ganan los senadores, que no es mal conformar– con ser una más de la bancada socialista, a la que presumiblemente accederá arrebatándole el sillón a un compañero de partido. Destacados dirigentes socialistas creen que, por dignidad, debería retirarse de la política en activo tras ser derrotada nuevamente por Pedro Sánchez, pero no parece que esté por la labor. Tal cual, también.

(EFE)

No deja de ser un poco sinvergonzonería la impunidad con la que los grandes partidos, y los pequeños también, colocan a sus cabos sueltos, siempre que sea con dinero público. Generosidad sin coste alguno para el que tiene a bien ser generoso y magnánimo. Quizá sea por aquello que dijo la vicepresidenta Carmen Calvo de que este dinero, el público, no es de nadie.

Por desgracia, colocar a los políticos en horas bajas para apartarlos del camino, tapar sus bocazas o pagarles los servicios prestados se ha convertido en una práctica habitual. Asistimos a este chanchullo nada sorprendidos, porque conocemos el percal, pero sí un tanto estupefactos por la desfachatez con la que nuestros representantes públicos llevan a cabo este tipo de compadreo con cargo a ese dinero que aparentemente no tiene dueño pero que sin embargo siempre acaban dilapidando ellos.

Y después de Cospedal, el diluvio

La alargada sombra de la corrupción sigue persiguiendo al Partido Popular. Y nada parece indicar que tal persecución concluya sin que la Justicia intente alcanzar la meta que muchos adivinan al final del camino. Todos los grandes partidos políticos han tenido un ‘señor X’ en algún momento de su historia y el PP no iba a ser menos. La imputación de María Dolores de Cospedal –ex secretaria general de los populares, ex ministra de Defensa y ex presidenta de Castilla La Mancha– por la llamada ‘operación Kitchen’, eleva un escalón más las responsabilidades de la cúpula conservadora en la trama corrupta que durante años ha sobrevolado Génova 13.  Hay muchos que piensan que tras la caída de Cospedal ya sólo queda el diluvio.

Y el diluvio no lo va a detener Pablo Casado esquivando realidades, ocultando vergüenzas y echando a la plebe encima de los periodistas que se limitan a preguntar; ni tampoco acusando al Gobierno central –que bastante tiene con lo suyo– de su propia porqueriza; ni mintiéndose con que todo esto es para tapar el tema de los indultos y la unidad de España, porque mucho antes del referéndum ilegal del 1-O de 2017 al PP ya le llegaba el agua al cuello por culpa de la corrupción. Si nada tiene que temer el actual líder conservador, lo mejor es que dé la cara antes de que se la partan por dejación de funciones. Anclarse en que todo esto forma parte del pasado puede volverse contra él porque la ahora imputada, no hay que olvidarlo, le apoyó sin fisuras para alcanzar la presidencia del partido.

Un partido que sigue temblando cada vez que Luis Bárcenas –condenado el pasado mes de octubre a 29 años y un mes de prisión por blanqueo, falsedad documental y delito fiscal– abre y cierra su caja de Pandora. Su salida por la puerta de atrás de la formación conservadora en 2013, obligado por la entonces secretaria general del partido, marca un antes y un después en la historia más oscura de los populares.

Cospedal quiso acabar con el tesorero desde el mismo día que llegó a la planta noble de Génova en junio de 2008. No se fiaba de él, le parecía muy turbio en lo económico –y algo de razón debía tener porque se le han encontrado hasta el momento 69 millones de euros en paraísos fiscales de Suiza, Estados Unidos y Canadá– y misógino, machista y despótico en el trato personal. Y no paró hasta que, después de un sinfín de enfrentamientos y ante la pasividad del siempre pasivo Mariano Rajoy, llegó el famoso despido ‘en simulación y en diferido’ del antiguo jefe de finanzas y guardián de todos los secretos del Partido Popular. Nadie sospechó entonces que tal desencuentro iba a poner patas arriba a la formación conservadora, sin disimular y en directo. Pero eso fue exactamente lo que pasó cuando el despedido decidió filtrar a la prensa los famosos ‘papeles’ que llevan su nombre.

Papeles que no solo destaparon la existencia de la ‘caja b’ de la formación, los sobresueldos, los buenos habanos y las bolsas repletas de billetes con donaciones opacas –procedentes todas ellas de un buen número de empresarios que pasaban por Génova a la caza de contratos y favores– con las que el PP se dopó en numerosos procesos electorales, sino que dejaron también al descubierto la cadena de responsabilidades de todo esto dentro de la dirección del partido. Desde entonces, averiguar todo lo que sabía Bárcenas sobre cada uno de ellos se convirtió en prioritario y necesario para la cúpula del PP.

Y fruto de esta necesidad nació la ‘Kitchen’: la operación parapolicial financiada con fondos reservados para espiar a Luis Bárcenas, que investiga el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón.  Según el sumario, dicho espionaje fue organizado por el entonces jefe de la Policía Nacional, el ya imputado Eugenio Pino, que utilizó a hombres de su confianza para llevarlo a cabo. Pretendían hacerse con todo el material altamente sensible en posesión del ex tesorero que pudiera poner en peligro a los máximos dirigentes del partido presidido por Mariano Rajoy, que por aquel entonces también era jefe del Gobierno de España.

En esta película de espías no falta de nada: ni el entonces ministro del Interior Jorge Fernández Díaz –ya imputado–; ni su segundo, el también investigado Francisco Martínez; ni tan siquiera el comisario jubilado José Manuel Villarejo, nexo de unión entre los policías que llevaban a cabo el ‘trabajo’ y María Dolores de Cospedal, la entonces ‘numero 2’ del PP. También hay que meter en el guión a Ignacio López del Hierro, marido de la ex secretaria general y amigo del policía; al chófer del ex tesorero que acabó engañando a su jefe a cambio de dinero; a un falso cura que asaltó el domicilio de Bárcenas y quiso ‘secuestrar’ a su familia, sin olvidarnos de un sinfín de encuentros clandestinos –algunos de ellos en la planta más noble de la sede popular, sin pasar por recepción– del ex comisario que todo lo grababa con la ex secretaria general que de todo hablaba.

El cerco sobre la ‘era Rajoy’ se estrecha. La presunta participación de su ministro de Interior y de la secretaria general de su partido en el espionaje a Luis Bárcenas, para tratar de poner a salvo lo mucho y comprometido que almacenaba el hombre que manejaba los dineros del Partido Popular, deja al que fuera presidente en La Moncloa y también en Génova 13 en una posición comprometida, y sin flotador, ante el diluvio que viene.

María Dolores de Cospedal el 19 de julio de 2018, un día antes de despedirse de la secretaría general del PP. (GTRES)

El barranco de Aaron Sorkin

Estamos condenados al indulto sin juicio previo. De nada parece servir la Ley con mayúscula, el Tribunal Supremo y la Fiscalía General del Estado; de nada tampoco la dignidad y el sentido común; de nada que el autoindulto sea, además de ilegal, una farsa y un insulto colectivo; de nada resaltar que no se puede indultar porque sí a un familiar, a un amigo o al principal dirigente del partido que te mantiene como presidente del Gobierno. Que no puede el gobernante perdonarse a sí mismo y que no se puede perdonar, además, a quien no quiere ser perdonado ni tampoco a quién no cree que haya cometido ninguna ilegalidad y por lo tanto está predispuesto para volver a intentarlo a la mínima oportunidad; que no se puede llamar a la justicia venganza y que hacer que se cumplan las penas por el delito cometido nunca puede ser considerado revancha. La siempre inquietante razón de Estado lo es mucho más cuando se transmuta en razón de Gobierno.

También se ha dicho que el indulto político de los independentistas que quisieron poner patas abajo el orden constitucional servirá para cerrar heridas, volver a la senda del diálogo, de la cordura y de la esperanza; que hay que ser generosos, olvidarnos del pasado y saber perdonar por un futuro de concordia entre todos; que ya llevan tres años y medio  encarcelados y que mantener en prisión a los condenados aumentaría aún más el enfrentamiento y la distancia que separa a muchos catalanes de España. O como dijo este lunes Sánchez, “será una decisión que nos permita transitar de un mal pasado a un futuro mejor”. Ojalá sea así aunque el panorama que se vislumbra o adivina no invite al optimismo general.

(Alberto Ortega/Europa Press)

Ante este argumentario de Moncloa no son pocos, juristas especialmente pero no solo, los que están convencidos de que cualquier perdón confirmará su victoria, dará alas a los independentistas y revitalizará el movimiento. Es más: la gracia demostrará que para algunos saltarse la ley puede tener ventajas y que Cataluña no es una comunidad autónoma como las demás y que por lo tanto debe ser tratada de forma diferente. Y esto lo piensa no sólo la derecha cavernosa que se citó y volverá a citarse en Colón y que para nada representa a otros muchos ciudadanos contrarios a los indultos, sino destacados dirigentes socialistas: los viejos de toda la vida y algunos barones actuales lo han dicho abiertamente, mientras que algunos de la nueva ola callan para que Moncloa o Ferraz, que ya es lo mismo, no se los lleve por delante.

Estamos ante el presidente más liante de nuestra democracia reciente. El hombre que cambia de opinión con una solvencia sorprendente y siempre, a la vista está, pensando más en sus intereses personales que en el tan manido bien común. El hombre que un mes antes de las últimas elecciones generales, siendo presidente del Gobierno en funciones, dijo a los ciudadanos que tenían que ir a votar que estaba a favor del cumplimiento íntegro de las penas y que ahora afirma, cuando no hay elecciones hasta dentro de por lo menos dos años y medio, que la venganza y la revancha no son “valores constitucionales”.

Hay quien trata de poner en valor la “valiente” decisión del presidente y destacar el “coraje” que supone llevar a cabo un indulto con el inmenso gasto que le va a suponer, electoralmente hablando. Pero eso es hacer trampas y no conocer el cortoplacismo en el que tan bien se desenvuelve el líder socialista: Sánchez nunca ha sido un hombre de tiro largo sino más bien todo lo contrario. Su ‘gurú’ de bolsillo suele decir que hay que gobernar semana a semana y bajo esta premisa quedan muchísimas hasta finales de 2023 cuando los ciudadanos tengan que volver a votar. Y para entonces es casi seguro que más de un conejo habrá salido de su siempre prodigiosa chistera.

Creo que los indultos no están para hacer política –ha escrito Elisa de la Nuez, abogada del Estado y secretaria general de la Fundación Hay Derecho– y es fácil que cuando así sea el Tribunal llamado a revisarlos pueda detectar un fuerte componente de arbitrariedad (o si se prefiere de oportunismo político o partidista) y que además le resulte difícil encuadrarlo en los conceptos jurídicos indeterminados de equidad, justicia o utilidad social que emplea la Ley. En suma, desde el punto de vista del Estado de Derecho, el menoscabo que se produce inevitablemente con un indulto de estas características no se ve compensado con ningún beneficio para los intereses generales, aunque tengan interés para un partido o partidos determinados”.

Salvando todas las distancias es como si se indulta, sin todas las garantías que prevé la ley, a un pirómano, a un cleptómano o a un maltratador. Es seguro que tras salir de prisión el pirómano vuelva a las cerillas, el cleptómano a meterse en el bolsillo lo que no es suyo y el maltratador a las hostias. ¿Se acuerdan de la fábula de la rana y escorpión? Pues el independentista no podrá evitar –así lo ha dicho y es de admirar su sinceridad y valentía al reconocerlo– volver a intentarlo, no podrá dejar de ser quien es ni actuar en contra de su naturaleza. Se nos viene encima el ‘procés 2.0’ y sólo nos queda esperar que no se nos lleve barranco abajo.

Por ese barranco por el que se tiraría sin dudarlo Iván Redondo si su jefe se lo pidiera. Por ese barranco de decorado televisivo que el hombre que todo lo sabe ha plagiado del mismísimo Aaron Sorkin para locura de sus incondicionales, periodísticos especialmente. Creíamos que con Iglesias se habían acabado la mitomanía de las series en la política española, pero no hemos tenido tanta suerte; el gran asesor ha copiado al creador de El Ala Oeste de la Casa Blanca para sumar otra genialidad a su ya lustroso catálogo. En el capítulo 3 de la sexta temporada de la citada serie, Leo Mc Garry, jefe de gabinete del presidente Bartlet, le pregunta a este si recuerda lo qué le dijo cuando le ofreció el puesto. “Necesito que te tires por un barranco”, le contestó entonces el primer mandatario norteamericano. Y por ese barranco de cartón piedra ideado por Aaron Sorkin pero trasladado a la imaginaria ala oeste de Moncloa siguen Redondo y su jefe en caída libre, sin freno alguno pero con la inestimable ayuda del Boletín Oficial del Estado, la razón de Gobierno que todo lo puede.

Luna, Juan, Paco, Gabriel y todos los demás

Marruecos tiene la enorme habilidad de sacarnos de nuestras casillas, de ponernos al borde del sempiterno abismo, de ser la mano que nos mece a su antojo y en su beneficio. Y por mucho que nuestra ministra de Defensa crea que con España no se juega, lo cierto es que nuestro vecino del sur lo hace habitualmente y además siempre gana. Así de sencillo. Y no voy a entrar en quién tiene la razón de su parte, ni en si el Gobierno de Madrid ha estado o no acertado, si nuestra diplomacia ha fracasado o no, o si la oposición ha actuado con lealtad o no. Es secundario. La historia con nuestro presunto aliado siempre se repite, con pequeños matices, al margen de quien viva en Moncloa y siempre con el mismo resultado: ellos ganan y nosotros perdemos y da igual que sea por dar atención sanitaria al líder del Polisario, por nuestra posición respecto al Sáhara, porque le hacemos chistes a su rey o porque simplemente estamos ahí, al norte y nos hemos convertido en la meta soñada, en la entrada al paraíso de Messi y Cristiano con el que encender la imaginación de una ciudadanía sin apenas esperanza. Rabat hace demasiado tiempo que nos colocó esta soga en el cuello y en su mano está tirar de ella a su antojo.

Antes eran peces y ahora son seres humanos, antes no podíamos pescar y ahora saben positivamente que los vamos a rescatar –nuestra catadura moral nos impediría hacer lo contrario– antes de que se los trague el mar. Aparentemente ellos parecen jugar con ventaja porque no tienen nada que perder y nosotros, demostrado ha quedado, no queremos ganar cuando el perímetro que está en juego es el de la dignidad humana.

Pero tengo que decir que derrotas como esta me enorgullecen. Nuestros vecinos utilizan a sus conciudadanos como carne de cañón. Sus fuerzas de seguridad les abren las puertas del infierno para que se despeñen o les indican el camino del espigón sin importarles el agujero negro que les espera después. La otra cara de la moneda nos muestra como nuestros voluntarios, militares, policías, legionarios y guardias civiles están ahí para rescatarles de las entrañas del averno o de las frías aguas del Mediterráneo. Y como no tienen comportamientos éticos que salvaguardar, ellos siempre se van a salir con la suya frente a quienes creen, creemos, en el valor supremo de la vida.

(REDUAN / EFE)

No todo debería valer en el rifirrafe diplomático. Resulta obsceno que haya sido el ministro de Derechos Humanos marroquí el que se ha encargado de decir que su país simplemente se ha defendido de lo que ellos entienden como ataques españoles. Y qué mejor forma de hacerlo que utilizando a mujeres, hombres, niñas y niños como arma arrojadiza, como fuerza de choque, como marionetas de un régimen corrupto para el que todo está permitido, incluso bombardear con seres humanos.

Frente a tanta barbarie nosotros nos hemos encomendado a Luna, Juan, Paco, Gabriel y todos los demás. Ellos han sido los buenos de esta mala historia. Mujeres y hombres de Cruz Roja y otras organizaciones humanitarias, de la Policía, de la Guardia Civil, del Ejército y de la Legión que no han dudado en dejarse la piel por aquellos que salvo la sangre que recorre sus venas nada tienen excepto la capacidad de soñar.


(Guardia Civil)

El abrazo de Luna, voluntaria de Cruz Roja, a un muchacho tembloroso que se deshacía entre lágrimas, tras ser rescatado de las aguas, nos emocionó hasta tal extremo que preferimos borrar de nuestra memoria algunos comentarios vejatorios y repugnantes que hemos leído y que nos viene a confirmar algo tan sencillo como que realmente existe una gran diferencia entre los buenos y los malos.  De los muy buenos son también Juan y Paco: el buzo de la guardia civil salvó de ahogarse a un bebé y la imagen de ambos ya ha dado la vuelta al mundo, mientras que el legionario tuvo que multiplicarse para coger a otros recién nacidos que algunas madres les lanzaban a él y a sus compañeros ante el temor de que se cayeran al mar. Otro muy bueno es Gabriel, legionario también, que tuvo que cargar sobre sus espaldas a un pequeño y luego a otro que se habían quedado atrapados y atemorizados en lo alto de la valla fronteriza.

Pero Luna, Juan, Paco y Gabriel no están solos porque detrás de ellos están todos los demás, muchos y muy buenos, imprescindibles siempre, héroes anónimos y silenciosos, orgullosos de lo que son y de lo que hacen. Y que seguirán estando ahí cuando, más pronto que tarde, Marruecos nos vuelva a lanzar seres humanos de punta.

(ATLAS)