Y después de Cospedal, el diluvio

La alargada sombra de la corrupción sigue persiguiendo al Partido Popular. Y nada parece indicar que tal persecución concluya sin que la Justicia intente alcanzar la meta que muchos adivinan al final del camino. Todos los grandes partidos políticos han tenido un ‘señor X’ en algún momento de su historia y el PP no iba a ser menos. La imputación de María Dolores de Cospedal –ex secretaria general de los populares, ex ministra de Defensa y ex presidenta de Castilla La Mancha– por la llamada ‘operación Kitchen’, eleva un escalón más las responsabilidades de la cúpula conservadora en la trama corrupta que durante años ha sobrevolado Génova 13.  Hay muchos que piensan que tras la caída de Cospedal ya sólo queda el diluvio.

Y el diluvio no lo va a detener Pablo Casado esquivando realidades, ocultando vergüenzas y echando a la plebe encima de los periodistas que se limitan a preguntar; ni tampoco acusando al Gobierno central –que bastante tiene con lo suyo– de su propia porqueriza; ni mintiéndose con que todo esto es para tapar el tema de los indultos y la unidad de España, porque mucho antes del referéndum ilegal del 1-O de 2017 al PP ya le llegaba el agua al cuello por culpa de la corrupción. Si nada tiene que temer el actual líder conservador, lo mejor es que dé la cara antes de que se la partan por dejación de funciones. Anclarse en que todo esto forma parte del pasado puede volverse contra él porque la ahora imputada, no hay que olvidarlo, le apoyó sin fisuras para alcanzar la presidencia del partido.

Un partido que sigue temblando cada vez que Luis Bárcenas –condenado el pasado mes de octubre a 29 años y un mes de prisión por blanqueo, falsedad documental y delito fiscal– abre y cierra su caja de Pandora. Su salida por la puerta de atrás de la formación conservadora en 2013, obligado por la entonces secretaria general del partido, marca un antes y un después en la historia más oscura de los populares.

Cospedal quiso acabar con el tesorero desde el mismo día que llegó a la planta noble de Génova en junio de 2008. No se fiaba de él, le parecía muy turbio en lo económico –y algo de razón debía tener porque se le han encontrado hasta el momento 69 millones de euros en paraísos fiscales de Suiza, Estados Unidos y Canadá– y misógino, machista y despótico en el trato personal. Y no paró hasta que, después de un sinfín de enfrentamientos y ante la pasividad del siempre pasivo Mariano Rajoy, llegó el famoso despido ‘en simulación y en diferido’ del antiguo jefe de finanzas y guardián de todos los secretos del Partido Popular. Nadie sospechó entonces que tal desencuentro iba a poner patas arriba a la formación conservadora, sin disimular y en directo. Pero eso fue exactamente lo que pasó cuando el despedido decidió filtrar a la prensa los famosos ‘papeles’ que llevan su nombre.

Papeles que no solo destaparon la existencia de la ‘caja b’ de la formación, los sobresueldos, los buenos habanos y las bolsas repletas de billetes con donaciones opacas –procedentes todas ellas de un buen número de empresarios que pasaban por Génova a la caza de contratos y favores– con las que el PP se dopó en numerosos procesos electorales, sino que dejaron también al descubierto la cadena de responsabilidades de todo esto dentro de la dirección del partido. Desde entonces, averiguar todo lo que sabía Bárcenas sobre cada uno de ellos se convirtió en prioritario y necesario para la cúpula del PP.

Y fruto de esta necesidad nació la ‘Kitchen’: la operación parapolicial financiada con fondos reservados para espiar a Luis Bárcenas, que investiga el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón.  Según el sumario, dicho espionaje fue organizado por el entonces jefe de la Policía Nacional, el ya imputado Eugenio Pino, que utilizó a hombres de su confianza para llevarlo a cabo. Pretendían hacerse con todo el material altamente sensible en posesión del ex tesorero que pudiera poner en peligro a los máximos dirigentes del partido presidido por Mariano Rajoy, que por aquel entonces también era jefe del Gobierno de España.

En esta película de espías no falta de nada: ni el entonces ministro del Interior Jorge Fernández Díaz –ya imputado–; ni su segundo, el también investigado Francisco Martínez; ni tan siquiera el comisario jubilado José Manuel Villarejo, nexo de unión entre los policías que llevaban a cabo el ‘trabajo’ y María Dolores de Cospedal, la entonces ‘numero 2’ del PP. También hay que meter en el guión a Ignacio López del Hierro, marido de la ex secretaria general y amigo del policía; al chófer del ex tesorero que acabó engañando a su jefe a cambio de dinero; a un falso cura que asaltó el domicilio de Bárcenas y quiso ‘secuestrar’ a su familia, sin olvidarnos de un sinfín de encuentros clandestinos –algunos de ellos en la planta más noble de la sede popular, sin pasar por recepción– del ex comisario que todo lo grababa con la ex secretaria general que de todo hablaba.

El cerco sobre la ‘era Rajoy’ se estrecha. La presunta participación de su ministro de Interior y de la secretaria general de su partido en el espionaje a Luis Bárcenas, para tratar de poner a salvo lo mucho y comprometido que almacenaba el hombre que manejaba los dineros del Partido Popular, deja al que fuera presidente en La Moncloa y también en Génova 13 en una posición comprometida, y sin flotador, ante el diluvio que viene.

María Dolores de Cospedal el 19 de julio de 2018, un día antes de despedirse de la secretaría general del PP. (GTRES)

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