Archivo de abril, 2021

Dos periodistas muertos en acto de servicio

La palabra periodista sigue estando excesivamente manoseada, de manera especial por aquellos que, creyendo que lo son, distan mucho incluso de parecerlo. Son los que han conseguido que la credibilidad de lo que hacemos haya caído en picado y que ser periodista provoque más sospechas que garantías. Ya no somos de fiar. Últimamente hay mucho impostor que ennegrece esta forma de vida, antaño luminosa, y que ensucia, por extensión, trayectorias rotundas y sobresalientes, ejemplarizantes y enriquecedoras, discretas y siempre humildes. Trayectorias que engrandecen esta religión, esta forma de transitar por el mundo que tiene al ser humano, a los seres humanos, como eje de su existencia, como fin único de su trabajo y de su vida.

Trayectorias como las de David Beriain (navarro de 44 años) y Roberto Fraile (vizcaíno de 47), asesinados en Burkina Faso mientras realizaban un documental sobre la caza furtiva. Dos periodistas de los que ya no crecen en los árboles. Y no porque lo dijeran ellos –su modestia se lo hubiera impedido– o lo pusiera en documento alguno sino porque lo llevaban escrito en su mirada y lo dejaron grabado en su trabajo.

He conocido a algunos como ellos –Fernando Múgica, Julio Fuentes, Miguel Gil…–, hombres de bien, enfermos de justicia, para los que ir, ver y contar, algo tan sencillo y a la vez tan difícil, era la esencia misma de su deambular por este tinglado. Hombres librepensantes y honestos que quisieron ser esclavos de una forma de cabalgar por el mundo en la que ellos nunca fueran lo importante, en claro contraste con la mediocridad, el ‘ombliguismo’, la bazofia y la pornográfica exhibición que vemos ahora a diario.

Les gustaba volar y cualquier nido se les quedaba pequeño. Les faltaba el aire en una redacción y los llamados medios tradicionales preferían tenerlos, todo hay que decirlo, como colaboradores ocasionales. Se jugaban la vida sin querer pero sin poder evitarlo aunque jamás hicieran ostentación de ello. Su alargada sombra creó escuela y marcó el camino de otros locos sin remedio, aunque los nuevos derroteros de lo nuestro no transitaban, no transitan, por esos vericuetos. Son inmensamente grandes pero siempre aspiraron a la invisibilidad.

A Beriain y Fraile no los conocí personalmente, pero sí su trabajo, y resulta más que suficiente para saber que pertenecían a ese grupo reducido y envidiable de periodistas, ellos sí, que huían de cualquier protagonismo y a los que debemos agradecerles que pusieran sus manos sobre lo que tanto amamos, engrandecieran este trabajo e hicieran justicia a través de las historias que nos han dejado.

En una entrevista en Nuestro Tiempo, la revista de la Universidad de Navarra, Berian dejó claro en 2017 hacia dónde podía ir lo nuestro y que este quehacer corría serio peligro de quedarse sin alma: “Los griegos buscaban la sabiduría, y de ahí pasamos a la Ilustración en busca del conocimiento. Ahora estamos en la sociedad de la información, que ni supone conocimiento ni supone sabiduría. Y dentro de poco estaremos en otra sociedad que ni siguiera supondrá la información, será la sociedad de los datos”.

Beriain, que en 2012 puso en marcha la productora ‘93 Metros’, siempre pensó que el ser humano era lo único que podía salvar esta profesión y que la realidad era mucho más grande que todo aquello que uno pudiera creer o pensar… “Y que si las historias son grandes, tú tienes que honrar esa grandeza con medios, con pasión… con lo que sea; con lo que tengas. Todo nuestro trabajo sólo sigue un principio, y es que nuestra mediocridad no se interponga en la grandeza de la historia; que sepamos hacerle justicia”.

Y Fraile y Beriain, que nunca fueron mediocres, supieron hacerle justicia a la historia en Latinoamérica, en el Sudeste Asiático, en Irak, Afganistán, Libia, Siria… allá donde hubiera algo importante que contar y que captar; allá donde hubiera una voz que tuviera algo que decir y mereciera ser escuchada o una mirada perdida que debiera ser recuperada y recordada. El nombre de ‘93 Metros’ es un homenaje de David a su abuela Juanita, y también una declaración de intenciones: “Noventa y tres metros es la distancia que hay entre la que era la puerta de su casa y el banco de la iglesia donde ella rezaba. No salía de ahí nunca. Jamás. Por eso nos llamamos así, porque no nos olvidamos nunca de que a veces la historia más grande está en el lugar más pequeño… No hay historias pequeñas, hay ojos pequeños”.

En aquella entrevista, Beriain, que al igual que Fraile siempre fue por ahí con los ojos muy abiertos, dijo delante de Rosaura, su mujer, algo que seguro ella recordará todos los días de su existencia: “He tenido mucha suerte en la vida. Mis padres, mi familia y mi mujer me han querido de la manera más hermosa que se puede querer a alguien: libre. Aunque eso suponga en su caso que un día pueda haber una llamada que les diga ‘no va a volver’. Es un acto de generosidad del que yo no sé si sería capaz”.

Roberto y David, siempre libres, siempre generosos. Dos periodistas muertos en acto de servicio.

(EFE)

Mentiras

Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente. Así define la RAE ‘mentira’. Y la explicación nos dibuja con odiosa pulcritud esa sensación de estar permanentemente manipulados que desde hace 13 meses cohabita entre nosotros. Y lo hace con más intensidad si cabe que antes de que el cielo se desplomara sobre nuestras cabezas y con la desfachatez de aquello que parece haber llegado para quedarse. En estos tiempos de plaga y muerte, de haber visto cosas que muchos no creeríais, las palabras deberían ser más sagradas si cabe y no un cambalache impúdico con el que se manosea al ciudadano. Lo único verdadero que nos rodea desde hace demasiado tiempo, y a lo que nos estamos acostumbrando un tanto obscenamente, es ese vía crucis de caídos que cada 24 horas debería sacudir nuestras conciencias apelmazadas. Pero tanto muerto empieza ya a dejarnos fríos.

La pandemia y el miedo nos están mostrando la cara más oscura de un sector importante de nuestra clase política. Y si a esto sumamos la llamada de las urnas, la cochiquera se desborda. Han hecho de la necesidad virtud y convertido la mentira en su arma de destrucción masiva. Mienten porque pueden y porque nadie les pide cuentas. “Los líderes autoritarios –escribe Ivan Krastev en ¿Ya es mañana?– prosperan con la crisis y tienen habilidad para aprovechar políticamente el miedo, pero es importante señalar que las crisis de las que más disfrutan son las que ellos mismos fabrican o aquellas que al menos pueden gestionar”. A los dos lados vemos ejemplos de esto y de aquellos que juegan escandalosamente con esa máxima de que una mentira repetida mil veces puede convertirse en verdad.

Vivimos peligrosamente rodeados de engaños, de medias verdades y de ese tercer grupo, más peligroso que los dos anteriores, formado por un sinfín de falsedades soterradas bajo palabras rumbosas y algunas verdades que nos siembran de dudas y aspiran a convertir las patrañas en algo cierto. Y mayoritariamente lo consiguen. Son las mentiras de las verdades, las más eficaces, las que, gracias a su disfraz y a nuestras tragaderas, mejor se adaptan a ese adormecimiento cómodo que parece haberse apoderado de nosotros.

Porque lo más sorprendente de todo este escenario es nuestra capacidad de sumisión. Sabemos que unos y otros nos engañan, que juegan con nosotros, que nos envuelven con papel de celofán y nos adornan con un lazo. Lo sabemos y seguimos. Antes, las mentiras y la ignorancia podían sobrevivir casi eternamente. Ahora no, ahora la luz puede abrirse paso en cuestión de días, semanas o meses sin que nadie se dé por aludido: ni el embustero o la embustera para rectificar, ni sus víctimas para obrar en consecuencia. Nos mienten pero el tiovivo sigue girando con nosotros de caballitos. Eso sí, galopamos pensando que los otros siempre mienten más que los unos. Con esta plaga no sólo se han disparado los datos del paro o las colas del hambre, la deuda o el déficit público, también nuestra necesidad urgente de volver a saber, pensar y sentir con dignidad.

(GTRES)

El ‘risómetro’ de Tezanos

Es un hecho contrastado que a José Félix Tezanos le gusta a rabiar que se hable de José Félix Tezanos. Que él es uno de sus grandes temas de conversación. Provocador inteligente y exquisito, fino manipulador, pillo ilustrado, político avezado y fiel seguidor de Pedro Sánchez como antes lo fue de Alfonso Guerra, nunca ha aspirado a dotar de esa neutralidad que se le supone al Centro de Investigaciones Sociológicas que dirige. Cierto es que el CIS jamás ha sido neutral con gobierno alguno, pero también lo es que ahora ni tan siquiera intenta parecerlo. Los perros ladran pero la caravana continúa, piensa el sociólogo.

En el perfil del presidente que hay en la web del CIS se puede leer todo su amplio y brillante historial, porque amplio y brillante es –su labor académica, editorial, periodística; sus libros, las monografías en las que ha escrito y las que ha dirigido, los seminarios en los que ha participado…–, todo excepto que Tezanos ha sido secretario del Área de Estudios y Programas de la Ejecutiva Federal del PSOE, puesto que tuvo que abandonar a la fuerza –él creía que eran compatibles éticamente ambos cargos– cuando accedió a su actual desempeño, la ilusión de toda su vida según aquellos que mejor le conocen.

Elías Canetti escribió que «no hay nada más divertido que dar miedo». Pues en eso anda Tezanos con su último sondeo de Madrid. En reírse de todos, dar miedo a la derecha –a la que ve «dura, extrema, trasnochada y contaminada de tardofranquismo»– y dar ánimos, movilizar y rearmar a la izquierda. Pero para contextualizar su último y controvertido estudio baste recordar que la desviación hacia la izquierda y sobredimensionar su voto forma parte de la trayectoria del sociólogo al frente del CIS. Está en sus genes. Lo ha hecho continuamente desde que llegó al cargo, equivocándose en las 17 elecciones celebradas desde su desembarco en junio de 2018, como recordaba Kiko Llaneras en El País. Por ejemplo, en las de la comunidad madrileña de 2019, donde la suma de PSOE, Más Madrid y Podemos se quedó en el 47,6% de los votos, aunque el CIS le había dado un 52% en su sondeo preelectoral.

No es la primera vez que Tezanos le da al risómetro desde que la vida se nos volvió del revés. Hay que recordar que hace un año el CIS preguntó sobre si debería haber censura previa en las informaciones relacionadas con el virus o si sería conveniente que sólo se publicasen aquellas que tuvieran el visto bueno ‘oficial’.  La avalancha de críticas recibidas por parte de la derecha, pero no sólo de la derecha, le llevo a echar mano de ‘Doña Urraca’, personaje de la revista Pulgarcito entre 1948 y 1960, y del sanchizidio.

Sostenía Tezanos, en sendos artículos publicados en la revista Sistema, que la derecha española era como la citada señora: “Carroñera, hipercrítica, desagradable y nada dispuesta a tener un comportamiento humano y social positivo”. Y que el urraquismo era la viva imagen del “antisanchismo visceral” promovido por “personas que permanecen encadenadas a sentimientos de odio y negatividad, con una mala leche sistemática”. Además, defendía a ultranza a Sánchez y calificaba de “sanchizidas” a aquellos que “no dudan en descalificar, denigrar, calumniar y linchar con desmesura y sin detenerse a considerar cuestiones éticas y de veracidad” al presidente del Gobierno.

Al final parece que Tezanos tenía razón y sí parece ser éticamente compatible la presidencia del CIS con la Secretaria del Área de Estudios y Programas de la Ejecutiva Federal del PSOE.

El presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas, José Félix Tezanos, en una imagen de archivo. (EFE/Kiko Huesca)