Un país de odiadores

Vuelvo a leer Emociones corrosivas, de Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencia en la Facultad de Psicología de la autónoma de Barcelona. Y vuelvo a subrayar esta frase: “Desgraciadamente el odio, la peor y más peligrosa de todas las emociones corrosivas, es casi siempre un camino sin retorno, un billete sólo de ida, pues dejar de odiar es siempre difícil, muy difícil”.

(GTRES)

Y vuelvo a pensar lo mismo que la primera vez que lo leí a finales de 2017: que desgraciadamente somos, o lo parecemos, un país de odiadores potenciales que posiblemente no tenga solución; que sin saber muy bien por qué hemos instalado un odio excesivo en nuestra vida cotidiana, que siempre vamos con la faca en la mano y el ‘no’ en la boca. Un país en el que resulta demasiado fácil demonizar al otro, tachar de detestable a quien no va por nuestro camino, a quien no piensa como nosotros, a quien es diferente, especialmente al diferente. Ventilamos con ira nuestra rabia y sacamos a relucir lo peor de nosotros mismos que siempre resulta infinitamente peor de lo que creemos. Vivimos lastrados por ese gen canalla y barriobajero que lo pudre todo y que a lo peor nos acompaña como un maleficio desde que nacemos, por ese odio de amplio espectro que nos viene persiguiendo a lo largo de toda nuestra historia como tribu.

Todos deberíamos estar obligados a luchar contra los eventuales gérmenes del odio colectivo, dejó dicho Václav Havel antes de irse. Pero vivimos tiempos en los que un sector muy importante de nuestra clase política no parece muy dispuesta a aplicarse el cuento y apuesta justo por lo contrario, por el enfrentamiento, por la agitación permanente del avispero, por soliviantar desde el otro lado del ring. Son ellos los que con sus palabras y acciones instigan con demasiada frecuencia al odio y a la muerte civil de los odiados, a la aniquilación del adversario en base a ese odio ancestral. Y todo en busca de unos réditos mezquinos que finalmente nos acaban conduciendo a ese camino sin retorno del que habla Morgado.

Pero nosotros tampoco somos inocentes porque mirar para otro lado no es suficiente. Banalizamos las consecuencias de nuestra estupidez y lanzamos en demasiadas ocasiones esa primera piedra sin caer en la cuenta de que una vez inoculado el veneno resulta prácticamente imposible frenar su expansión.

Vuelvo también a don Antonio Machado quien nos dejó escrito en sus Proverbios y Cantares –pido disculpas por tanta cita pero en determinadas cuestiones es mejor leer a los que realmente tienen algo inteligente que decir– que somos un país que “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. Pues bien, necesitamos urgentemente dar con esas cabezas que piensan, aunque sean en la desigual proporción de uno a nueve, porque a las que embisten, a las que sólo viajan con el billete de ida, a las que se aferran al odio como estandarte, ya las vamos teniendo identificadas.

4 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Fuego Amigo

    Odio a los que odias a los que odian

    18 septiembre 2021 | 9:05 am

  2. Dice ser Ricardo Minó

    Yo soy bastante más práctico, el tiempo que pudiera emplear en odiar, lo empleo en otras cosas. Se emplea mucho tiempo y esfuerzo en algo que, en el fondo, no es «productivo» o genera «bienestar», al menos para mi.

    18 septiembre 2021 | 9:32 am

  3. Dice ser El Verdugo de las tonterías y de las duquesas

    No el odio, la envidia. Los españoles son un pueblo de envidiosos. Siempre solo miran en el jardín del otro y si es más verde le tiene envidia. Lo noto hasta en la calle. La gente te pone la mirada encima cuando percibe que eres de otra nacionalidad y tiene una mirada de envidia sobre todo si te viste bien y tienes buen porte. El español medio (hombre o mujer que sea) tiende a ser burro, no caballo. Esto no lo digo yo, sino el mismísimo Cervantes. Quién es Sancho Panza? Y porque va a lomo de un burro? Por ser el mismo tal cual.

    18 septiembre 2021 | 9:45 am

  4. España siempre ha sido un país de envidiosos, lo del odio es una soberana mentira.

    18 septiembre 2021 | 11:22 am

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