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Asalta una tienda y le pillan porque deja un reguero de ganchitos

ladroncheetosSi no tienes un don innato para el delito, lo mejor que puedes hacer es no SOBREpasar los límites de la Ley. Esa lección la acaba de aprender, de forma traumática, Austin Lee Westfall Presler, un joven estadounidense que dejó claro que en él no habita el espíritu de Arsenio Lupin.

El muchacho asaltó de madrugada un supermercado de Carolina del Sur para obtener un jugoso botín de -enumero- unas cervezas, tabaco, un par de bocadillos, latas de bebida energética y el producto que le delató, varias bolsas de Cheetos. El valor total de lo sustraído fue de unos 130 euros. Eso sí, los destrozos ocasionados en el local para saciar su voracidad ascienden a unos 2.200 euros, según el gerente de la tienda, Howard Buckholz. SOBREcogido me hallo.

Si resulta ridícula la cuantía del robo, más aún lo es la manera en que lo ‘cazaron’. En su desesperada huída, Presler rompió varias bolsas de Cheetos y, al estilo de Hansel y Gretel pero de forma involuntaria, dejó un reguero de ganchitos desde el lugar del crimen hasta la casa de un amigo en la que estaba alojado esos días.

Imagino el SOBREsalto de su colega cuando la Policía llamó a la puerta a las tres de la mañana. La conversación entre los agentes del orden y el sujeto debió ser algo parecido a:
Buenas noches, nos han llamado de un supermercado para denunciar el robo de unas cervezas y unos aperitivos, ¿tiene usted algo que ver?
Buenas noches, agente. No sé nada, espere, que pregunto a mi amigo Austin, a ver si él vio algo…
Y así, hasta que Austin se derrumbase y confesara su fechoría y preguntara cómo demonios le habían pillado, si había perpetrado el crimen perfecto. «Una bolsa de Cheetos, amigo«, le diría el policía con voz de Constantino Romero.

El muchacho dejó claro que no es un ladrón de guante blanco. Y menos mal que le delataron unos Cheetos, que si llegan a ser Risketos seguro que le pillan con las manos y la boca teñidas de naranja. Moraleja: no robéis, que os van a pillar. Y, SOBRE todo, tened cuidado con los Cheetos, que los carga el diablo.

 

Cómo perder 1.800 euros en menos de medio minuto

Buenos días [buenos días, buenos días, buenos días…]. Vaya, parece que hay eco. Veo mucho puente por ahí, ¿eh? Bueno, esto más que un puente parece Nueva York, porque eso de que el martes y el jueves sea fiesta hace que toda esta semana sea un jolgorio continuado para muchos entre los que, como sospecháis, no está un servidor. Aquí me tenéis, un casi viernes más, listo para rellenar cinco minutos de vuestras vidas con algo insulso que no hará mejores nuestras vidas. Solo aspiro a que os entretengáis un rato.

Y empezamos hablando de dinero. Imaginad que os proponen un juego. Tenéis 1.800 euros y solo medio minuto para gastarlo todo. ¿Qué hacéis? Suponiendo que estéis en el lugar adecuado (y si no pedís consejo a El Dioni) podéis equipar vuestro comedor con algún cacharro electrónico. Con 1.800 euros también podéis decirle al del bar: «Voy a comer de menú todo este año, cóbratelo ya» o, si queréis perderlo en vez de gastarlo, podéis gritar eso de «todo al rojo» y rezar por que salga negro.

Pero por si necesitáis más ideas vamos a consultar el caso práctico de Kurtis Hough, quien consiguió la proeza que da origen a este post. Kurtis es un fotógrafo que fue a grabar las olas que había provocado una tormenta en Oregon (EE UU) y dejó su cámara de 2.400 dólares (unos 1.800 euros) grabando el mar.

Allí estaba la cámara, a unos metros del agua, grabando las idas y venidas de las olas cuando el agua se puso revoltosa y…

Efectivamente, si habéis visto el vídeo (si no os lo cuento yo), la marea se lleva la cámara y deja al pobre fotógrafo con un palmo de narices. Kurtis explicaba al Huffington Post los hechos y recordaba que «estaba al lado de la cámara» pero no reaccionó lo suficientemente rápido cuando subió la marea.

Cogió la cámara, que estaba llena de arena, agua y sal, y comprobó que no se encendía, si bien la tarjeta de memoria no había resultado dañada, lo que le permitió subir el vídeo a Internet y compartirlo con más de un millón de personas.

Además, ha tenido suerte, porque unos buenos samaritanos le regalaron una cámara de repuesto que, aunque seguro que no valdrá el dineral perdido, probablemente le hace el apaño.

PD: Por eso yo no valgo como rico. Me pasaría la vida acojonado temeroso por si se me rompe lo que tengo.