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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

10 años, 3 lugares (II)

De Baiona se escribía que era una bahía ‘extensa y semicircular, delimitada por fertilísimos campos que en suave pendiente se extienden al pie de fragosas y altas cordilleras pobladas hasta sus cimas por casas de labradores y fincas de recreo’. Añadamos que se come de puta madre. Pero bien. Baiona tiene un tono sintético, claro y directo: aquí mandamos unos y, los demás, a verlas venir o a encajarse como visitantes ocasionales llenos de babas y con la boca abierta. Baiona, la del mejor Parador del país, resume todo eso en otro de esos lugares.

Pazo de Mendoza, Baiona.

Queda en la mitad de Elduayen, el paseo marítimo más afamado de Galicia y de los reales clubs náuticos y de los percherones con jersey color (puto) azul marino. Ese palacio está trastocado en dos mitades que parece que las han segado a guadaña, y que se mantienen juntas porque Alá es poderoso y porque deben pagar algo más que a otros camareros veinteañeros. Esto permite que uno se aloje informalmente pero en un entorno tremendo, inmejorable si se cae una ventana al puerto, mientras que del lado derecho de la estrechuja recepción queda el restaurante donde los más visibles de la ciudad se sientan a tomarla.

baiona

Y es ahí donde Pedro Villamarin nos brindó un menú de degustación solemne, no estrellado pero ya con maneras exquisitas. Le entramos con un estupendo rosado berciano, un Tres Obispos, para que se me olvidara tanto puñetero ribeiro y tantos vinos blancos de los dos primeros días. Aún así el buen vino estuvo brincando en mi garganchón más de 12 horas, de hecho me lo llevé a trotar por la playa adelante bajo la lluvia, para tomar todo el arenal de la playa Ladeira, que muere en un rincón imposible con pinos, monte, barcas en bajamar y mil dones más con que el cenozoico ha dado a las rías. Coño, debería mercarme una foto de esa playa. Tiempo al tiempo.

Enfrente está una de esas bestialidades de la ciencia geográficas que es llamar al Monte Boi ‘península’. Desde que uno tiene contacto con la Geografía ha visto ups & downs pero una península no es eso. Una península es un cacho cuadrado más o menos con sus montes y poblacos y cuarenta millones de gañanes. Lo del monte donde queda ensillado el Parador de los Gondomar es un pastel de nata. Con pinos hincados en su centro. En vez de hojaldre vienen a colocarle unas murallas de granito y unos espacios insultantes donde, por 150 pavos, uno puede merodear y dormir.

Por lo tanto, apunten y disparen al segundo sitio, venusianos del dorsal y el chip. Entre A Ramallosa y un puente románico que hace temblar los catálogos del arte y el amurallado de Baiona, está esa bahía semicircular y tranquila a la que muchos marineros han ido a buscar cobijo y, algún que otro corredor, a respirar llovizna, rape, viejas teñidas y bastardos con polos marineros.

Va foto.

ramallosa

 

4 comentarios

  1. Dice ser Celemin

    Pero a que carllo te fuiste a Galicia. A comer y dormir o a correr.

    ¡Como sois los runesman!

    08 octubre 2009 | 14:58

  2. spanjaard

    Celemin, había que bajar lo comido y bebido. Y te digo que fue mucho. Mucho.

    08 octubre 2009 | 15:08

  3. Dice ser michelpolnareff

    Hola,

    Me alegra tenerte cerca de nosotros. Una pena no haber podido coincidir contigo por estas rutas de las Rias Bajas.

    Te esperamos para la Vig-Bay (Vigo-Bayona), una media maratón que mata a todo los novatos, pues en la Ramallosa (como es medio de un golfo) parece que la meta esta a tiro de piedra, pero queda lo más duro, las rectas de Sabaris y su traicionero viento.

    Saludos

    08 octubre 2009 | 23:19

  4. spanjaard

    Michel, ha sido un viaje de placer impresionante. Me acordé de la Vig-Bay cuando por allí andaba, pero me pilláis a 500km. Un año de estos…

    09 octubre 2009 | 07:31

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