Las empresas de estética, compañías que nos recuerdan cada día en vallas, prensa y televisión que aún estamos a tiempo de ser guapos, sanos y esbeltos si nos ponemos en sus manos, rizan el rizo.
He visto en la televisión un anunció en el que una niña empieza a decir que se sentía fatal porque no tenía pecho y que le daba vergüenza salir por la calle, porque nadie la miraba.
Pero que nada más cumplir los 18, le han salvado la vida -no lo dice así , pero casi-, porque la metieron en el quirófano, le pusieron una tetas estupendas y ya se atreve a salir por ahí, porque todo el mundo la mira: los hombres con ganas y las mujeres con envidia -esto tampoco lo dice, pero viéndole la cara seguro que lo está pensando-.
Vamos, que la niña está encantada con el trabajito que le han hecho; y sus padres, más, porque ya se encarga ella, en el spot, de meter por ahí lo comprensivos que son porque la han entendido y la han acompañado en todo el proceso, que también han pagado, claro. Pero eso es pecata minuta, están muy felices.
¡Lo que hay que ver! Con anuncios como estos y unos padres «tan comprensivos», ¿cómo no va querer que les regales unas tetas nuevas si aprueban el bachiller?