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Razones para visitar un país maravilloso llamado Irán

Hace unos días estábamos en el Mar Muerto, y hoy, nos desplazamos un poco más a Oriente para llegar a Irán, un lugar increíble que muchos de nuestros amigos de minube.com han tenido la oportunidad de descubrir, y del que nos suelen contar qué hacer o qué visitar en nuestra comunidad. Te dejo de nuevo con mi compañero Juan Carlos, que siempre me dice que quiere hablar de este país:

Sí, lo reconozco. Irán lo tengo grabado en mi espíritu viajero como mi primera estación. Empecé a viajar tarde, ya sabes: pereza, falta de dinero, con lo bien que se está en mi pueblo, … pero un día me propusieron conocer mundo y claro, para ponérmelo fácil, el primer destino fue Irán. Por entonces, 2006, había guerra entre Israel y Líbano, y parecía no ser el mejor momento. Pero en realidad, siempre es un momento idóneo para visitarlo.

Hay muchas razones para ver Irán: es un país con una Historia antiquísima, con una civilización como la persa que llegó a dominar buena parte del mundo: está Persépolis, la ciudad arrasada por Alejandro Magno en su viaje de conquista camino de India; Isfahan, con sus mezquitas preciosas y una plaza llena de ruido y personas divirtiéndose en torno a los cafés; Kashan, con sus casas de mercaderes restauradas; Yazd, y sus pueblos de arcilla, su mezquita azul y su caravansar restaurado en medio del desierto Zenoidin; o Mashad, la ciudad santa en la que la sola experiencia de colarte en su santuario de madrugada es algo que nunca olvidas.

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Caravasar Zein-o-dinMinube.com

Pero lo mejor de todo es su gente. Sí, su pueblo. Cierto que hay un gobierno autoritario, pero generalizar esta forma de vida a la totalidad de su población no es justo. Me encontré con muchas personas con ganas de ayudar, que incluso, sin saber el mismo idioma, con sólo decir la palabra «chai» te llevaban a la tetería que estabas buscando pero a la que nunca hubieras llegado sin su ayuda. O los chicos jóvenes con ganas de aprender algo de inglés y que te invitan a cenar a sus casas con tal de intercambiar un poco de ambas culturas. O los taxistas septuagenarios con coches de la misma edad, que te llevan por carreteras perdidas a pueblos con miles de años de historia, como Abyaneh.

Es otro de esos viajes de los que habrá que hacer decenas de post, pero hoy por destacar algo, me quedo con Persépolis. Para llegar allí fui con un taxista desde Shiraz. No hace falta decir que Irán está más que preparado para un viaje con mochila. Pues desde Shiraz hasta Yazd tienes la oportunidad de llegar a los restos de la capital del Imperio Persa, iniciada por Dario I. Hay que pasear a través de lo que fue el Palacio de las 100 columnas, entretenerse en disfrutar de los relieves de la Apadana, llegar hasta las tumbas superiores para tener una vista de todos los restos de la ciudad, o deambular por los palacios de Jerjes I o Artajerjes II, rompiendo el protocolo con desfiles por su pasarela si nadie mira; o hacerte las típicas fotos al lado de toros inmensos.

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PersépolisMinube.com. Foto de Laura.

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PersépolisMinube.com

Justo a las afueras de Persépolis puedes visitar también las tres tumbas de Naqs-I Rustam, escavadas en la montaña, y que si bien no puedes entrar en ellas resulta entretenido pasear alrededor, y perderse durante un rato de todo rastro humano. Y ya de camino a Yazd, pasar por Pasargada, tan magnífico como Persépolis, pero que conserva la tumba de Ciro el Grande y resto interesantes de sus palacios.

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PersépolisMinube.com

Visitar Persépolis implica romper con las enseñanzas que nos hablaban de los grandes imperios occidentales, porque mucho antes, en Irán, un gran pueblo ya nos estaba dando lecciones de arquitectura y cultura. Pero de eso podremos hablar en otros posts, cuando visitemos Isfahan, Teherán o Shiraz. Lo que es seguro es que al menos una vez tienes que visitar Irán. Yo ya estoy deseando volver.

 

No es el destino: es la experiencia

Cuando uno se pasa media vida en colas de aeropuerto, haciendo y deshaciendo maletas, sellando pasaportes y pasando tediosos controles de seguridad, hay un par de preguntas que suelen ser bastante clásicas: «¿cuál es tú destino favorito? ¿A cuál no volverías?

Hace tiempo, siempre respondía con la máxima concreción posible. Buscaba en mi retina viajera aquellos lugares que más me habían marcado (para bien o para mal) y trataba de establecer un ranking, aunque fuera de cara a la galería, que me permitiera salir victorioso de tan habitual cuestionario.

Sin embargo, hace poco me di cuenta de que no era la respuesta que quería dar. Me di cuenta de que cuando uno viaja constantemente, lo que más le motiva es lo vivido en cada uno de los destinos. De nada sirve aterrizar en auténticos paraísos si lo único que se hace allí es acudir a una reunión. Nunca tendrás un buen recuerdo de un destino donde tuviste algún tipo de problema o imprevisto grave.

No es el destino: es la experiencia. Lo vivido. Lo emocional. Lo que te ha marcado. Para bien o para mal. No hay lugares idílicos (aunque los haya) sino que hay momentos irrepetibles. Inolvidables. Una vez más, para bien o para mal.

Hace unas semanas estuve en Sao Paulo. Era un viaje de negocios. Pero volver a Brasil para mí fue muy especial. Porque en Brasil viví la que, seguramente, ha sido la experiencia viajera que más ha marcado mi vida. Y era estar allí y acordarme de aquel momento. Tres años y medio antes, mientras me encontraba dando la vuelta al mundo, y sin quererlo, sin imaginarlo, sin prepararlo, me ví visitando la Favela de A Rosinha en Río de Janeiro. Sí, la misma que ahora es portada de los diarios porque está siendo desmantelada. La misma que ha aparecido tantas veces en los medios por haber sido el escenario de algún trágico encuentro entre policía y narcotraficantes.

Aquel día en el que pasé una tarde en la favela marcó mi vida. Un encuentro inesperado con un guía que consiguió «venderme la moto», una decisión espontánea, un «por qué no» y un momento mágico. Entré a la hora de comer, comí (mejor que en ningún otro lugar en Río) y salí de madrugada después de pasar unas horas que jamás olvidaré.

Recuerdo como si fuera ayer cuando escribí aquel post (seguramente, el más exitoso del blog que escribí durante aquel viaje) y cómo la gente me llamaba, cuanto menos, loco. Recuerdo como si fuera ayer cómo yo no paraba de hablar de la experiencia que había vivida. Y ahora me doy cuenta de que, sin haberlo pensado, seguramente aquella experiencia ha convertido a Río de Janeiro en uno de los lugares que más me ha impactado y ha quitado de la hipotética lista negra una favela como el lugar al que nunca volvería.

La sensación que me deja esta reflexión es clara: hay que buscar experiencias allá donde vayas. Cualquier destino en el mundo se puede disfrutar si encuentras algo que te marque. Incluso aquellos sitios que en una primera visita no te han aportado.