Viajero, periodista y emprendedor adquirido. Apasionado de Internet y volcado en el viaje más intenso que jamás había pensado: minube.com

Archivo de diciembre, 2011

La mirada del viajero fotógrafo

Cuando uno tiene la suerte de recorrer el mundo rodeado de fotógrafos (profesionales o amateurs) y además siempre ha tenido cierta curiosidad artística, es quizá normal que, con el tiempo, la forma en la que va mirando todo aquello con lo que se topa durante sus andanzas vaya cambiando drásticamente. Y, afortunadamente, me ha pasado.

Ya no viajo como viajaba. Ya no miro como miraba. Ya no siento como sentía.

Ahora, cuando viajo, todo lo miro desde el punto de vista fotográfico. Aunque no sea más que un simple aficionado.

Seguramente, la culpa de todo esto está repartida entre buenos amigos. Entre unos cuantos. Ya os hablaré de ellos más adelante. De hecho, espero que también os hablen ellos por aquí.

El primero, sin duda, es Juan Luis Polo. Con Juan Luis, hace ahora tres años, comenzamos a recorrer el planeta para minube.tv. Tiene muchas pasiones, pero una de ellas es la fotografía. En Jordania aprendí lo que es viajar pensando en ella. Me dejé atrapar por su ilusión y me enseñó lo que es la luz. Sí, sí. Como suena: la luz. Me enseñó a disfrutar de un rayo de sol. De un contorno. De un atardecer. De un encuadre.

Luego resulta que terminé viajando a Colombia con Mauro Fuentes. De él también aprendí un montón. Y descubrí Lightroom. Y el revelado.

Qué decir de lo que aprende uno compartiendo días en ruta con Pak Muñoz (además, me enseñó a ver una cámara réflex como una videocámara para guardar el movimiento).

O con Ignacio Izquierdo y su envidiable pasión por el atardecer y la hora azul. O con Juan Carlos Castresana y su uso del angular para el paisaje. O con Victoriano Izquierdo y su costumbrismo. Su color.

Viajar pensando en fotografía ha reforzado mi teoría de que viajar es aprender. En cada destino, en cada pequeño rincón, siempre hay una fotografía que sacar. Un momento que inmortalizar. Un recuerdo que almacenar.

Phi Phi: más que una isla

Va, que es viernes. Viajemos. Vayámonos lejos. Busquemos un destino en el que nos gustaría perdernos ahora mismo. Encontremos un lugar donde poder desaparecer un poquito de nuestro día a día.

Siempre que pienso en hacer algo así, me viene a la cabeza Tailandia. Un país del que guardo un gran recuerdo. Al que siempre quiero volver. Y siempre que pienso en hacer algo así, pienso en Phi Phi. No he visitado un lugar más fácilmente asociable a la idea de paraíso que siempre nos han metido en la cabeza.

Para llegar a las islas de Phi Phi hay que ir hasta Phuket o Krabi. Dos de las zonas turísticas de playa más conocidas del sudeste asiático. Son, geográficamente, el final de Tailandia. Desde allí hay que tomar un ferry que te lleva a las islas (y, ojo, no es barato) en poco más de una hora y te desembarca en un lugar idílico de playas de arena blanca y aguas turquesas.

Las Phi Phi son dos islas. Phi Phi Doh y Phi Phi Leh. Una más grande que la otra. La pequeña pasó a la fama por ser el lugar elegido por Hollywood para inmortalizar a Leonardo di Caprio en un viaje experiencial e instrospectivo en la película «La Playa». La grande es la que recibe al viajero porque se ha plagado de resorts. Y porque tiene una «ciudad»: Tonsai Bay. Es el lugar donde atracan los ferrys y la primera toma de contacto con la isla. Mucha gente, todo muy turístico… Al principio, asusta. Hasta que ves la enorme y maravillosa playa que tiene detrás.

Tonsai es la solución si lo que buscas es estar en medio de la fiesta, con el ajetreo, con sitios para cenar y tomar algo, con gente para salir… Pero yo lo que recomiendo en Phi Phi es perderse. Irse a uno de los muchos resort que hay en la isla, hacia el norte, y que son sorprendentemente baratos para lo que ofrecen, subirse a un «long tail boat» (barcos de madera tripulados por los «gitanos del mar», como ellos se llaman) y estar dispuesto a relajarse al máximo.

A estos resort sólo se puede llegar en barco, de forma que el trayecto de llegada ya es totalmente alucinante. Pero una vez estás allí… Es como si no te lo pudieras creer. La belleza del entorno es tan sublime que sólo de acordarme ya tengo los pelos de punta.

No es el destino: es la experiencia

Cuando uno se pasa media vida en colas de aeropuerto, haciendo y deshaciendo maletas, sellando pasaportes y pasando tediosos controles de seguridad, hay un par de preguntas que suelen ser bastante clásicas: «¿cuál es tú destino favorito? ¿A cuál no volverías?

Hace tiempo, siempre respondía con la máxima concreción posible. Buscaba en mi retina viajera aquellos lugares que más me habían marcado (para bien o para mal) y trataba de establecer un ranking, aunque fuera de cara a la galería, que me permitiera salir victorioso de tan habitual cuestionario.

Sin embargo, hace poco me di cuenta de que no era la respuesta que quería dar. Me di cuenta de que cuando uno viaja constantemente, lo que más le motiva es lo vivido en cada uno de los destinos. De nada sirve aterrizar en auténticos paraísos si lo único que se hace allí es acudir a una reunión. Nunca tendrás un buen recuerdo de un destino donde tuviste algún tipo de problema o imprevisto grave.

No es el destino: es la experiencia. Lo vivido. Lo emocional. Lo que te ha marcado. Para bien o para mal. No hay lugares idílicos (aunque los haya) sino que hay momentos irrepetibles. Inolvidables. Una vez más, para bien o para mal.

Hace unas semanas estuve en Sao Paulo. Era un viaje de negocios. Pero volver a Brasil para mí fue muy especial. Porque en Brasil viví la que, seguramente, ha sido la experiencia viajera que más ha marcado mi vida. Y era estar allí y acordarme de aquel momento. Tres años y medio antes, mientras me encontraba dando la vuelta al mundo, y sin quererlo, sin imaginarlo, sin prepararlo, me ví visitando la Favela de A Rosinha en Río de Janeiro. Sí, la misma que ahora es portada de los diarios porque está siendo desmantelada. La misma que ha aparecido tantas veces en los medios por haber sido el escenario de algún trágico encuentro entre policía y narcotraficantes.

Aquel día en el que pasé una tarde en la favela marcó mi vida. Un encuentro inesperado con un guía que consiguió «venderme la moto», una decisión espontánea, un «por qué no» y un momento mágico. Entré a la hora de comer, comí (mejor que en ningún otro lugar en Río) y salí de madrugada después de pasar unas horas que jamás olvidaré.

Recuerdo como si fuera ayer cuando escribí aquel post (seguramente, el más exitoso del blog que escribí durante aquel viaje) y cómo la gente me llamaba, cuanto menos, loco. Recuerdo como si fuera ayer cómo yo no paraba de hablar de la experiencia que había vivida. Y ahora me doy cuenta de que, sin haberlo pensado, seguramente aquella experiencia ha convertido a Río de Janeiro en uno de los lugares que más me ha impactado y ha quitado de la hipotética lista negra una favela como el lugar al que nunca volvería.

La sensación que me deja esta reflexión es clara: hay que buscar experiencias allá donde vayas. Cualquier destino en el mundo se puede disfrutar si encuentras algo que te marque. Incluso aquellos sitios que en una primera visita no te han aportado.

Viajar es aprender

Bienvenido a bordo.

Viajar es una filosofía de vida. Es mucho más que un simple acto de transportarse de un sitio a otro; viajar es aprender.

Siempre he sido un viajero apasionado. Bueno, últimamente me he dado cuenta de que, en realidad, soy un tipo, en general, apasionado. Pero, por alguna razón, viajar ha sido algo que me ha marcado desde siempre. Y viajar no es sólo subirse a un avión y volar miles de kilómetros o subirse al tren y bajarse de estación en estación. Viajar es mucho más. Es una actitud. Es una ilusión. Viajar es ir cada noche a cenar a un restaurante en tu misma ciudad. Viajar es tomarse un café con un amigo. Viajar es soñar despierto. Viajar es aprender.

Y sí que es verdad que, en los últimos años, no he parado de recorrerme el mundo. Siempre en ruta. Y todo gracias a minube. Otro viaje. Este, muy personal. Otra pasión. Otra actitud.

La idea de este blog es que viajemos juntos. Que descubramos los mejores rincones del mundo. Inspirar. Presentar a todos esos grandes amigos con quienes he ido compartiendo tantas aventuras en los últimos tiempos y que compartan también su pasión por los viajes.

No va a ser un blog de noticias. Va a ser un blog de experiencias. Porque todo esto son los viajes sociales. Experiencias. Vivencias. Sensaciones. Imágenes. Vídeos. Viajeros. Pasión.

Hace tiempo que no escribo, y quiero recuperar el tiempo perdido.

Viajemos juntos.