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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Retornan los años 80

– Cuidado al cruzar, moscones.

El padre se despide de los chicos que, cumplidos diez años, marchan solos y con su equipación de karate al gimnasio donde arrancan el curso.

– Adiós papi.

Los chicos pasan una avenida de la ciudad madrileña y bajan a poco más de doscientos metros. Un bingo, dos locales de kebab vacíos y aceras de noventa centímetros. Es el barrio. Chicos de diez años que van solos por la ciudad. Es una estampa que retrotrae a los días en que íbamos caminando al colegio o frecuentábamos las sesiones infantiles de cine. En el centro de la ciudad. Hábitos de los años 80, que hoy añoramos en algunas charletas de cuarentones, poruqe los vemos perdidos por la suburbanización del ocio.
La pareja de karatecas locales abandonaron un curso de kárate con unas tarifas excesivas y se ha optado en la familia por la opción más económica. Todo indica que hoy día se comienze a reevaluar por parte de los padres el regreso de los chavales a los gimnasios de barrio. Diferencias en precio. De los cines no se puede decir nada porque desaparecieron bajo demoliciones o transformaciones en masa. ¿Qué puede haber detrás del retorno a equipamientos en locales comerciales, en teoría no adecuados o no tanto como los novísimos polideportivos? Como es provisible que sigamos queriendo lo mejor para nuestros hijos y no estamos dispuestos a rebajar nuestros humos -menudos somos los españoles- y meterlos a hacer deporte en un garaje, ¿es este un paso intermedio hacia la supresión del deporte en las agendas infantiles? ¿Soportará nuestra sociedad el riesgo de los recortes en ejercicio físico? ¿Terminaremos todos corriendo por el monte, que es más económico?

El contexto de crisis ha sido señalado como la causa genérica del desinflado general. La desigual batalla de precios contra rentas del trabajo. Desigualdades y polarización urbana. Los que más tienen cada día viven más encerrados en super-guetos con portero, rutas escolares y actividades hasta las ocho de la tarde. Los que tenían menos, menos tienen ahora. Destinar de menos recursos de la renta familiar a deporte pasa a ser una opción aritmética, vistas las prioridades educativas. En la cresta del tsunami de la recesión, lo extraescolar parece aguantar en el segmento de los idiomas, del refuerzo escolar o las todavía baratas catequesis (discutible, en todo caso, es el retorno económico de lo espiritual).

Tiempos muy diferentes estos a los de las inauguraciones de equipamientos. De las inscripciones indiscriminadas en actividades deportivas. Fuenlabrada empleaba desde 2010 30 millones en su ciudad deportiva «Fernando Torres». Alcobendas se descuelga en 2006 con los 165.000 metros de la nueva ciudad deportiva Valdelasfuentes, en Alcobendas. Dos fases entre 2006 y 2008 con un coste de 38M€. Alcorcón ofrecía al Club Atlético de Madrid cerca de un millón y medio de metros cuadrados para una ciudad deportiva, golfs, estadios y demás. Y es que en el megaurbano madrileño se tiró siempre hacia lo más alto. Madrid se embarcó en la carrera olímpica. Curiosamente algunos expertos opinan que parte de la crítica situación actual de Grecia viene de la organización de los JJOO de Atenas 2004, unos juegos presupuestados inicialmente en 1.500M€ pero cuyo remate ascendió hasta los 20.000. En Grecia y en España era la época de la ascensión, de un simbolismo que se apoyaba en las rotondas mejor adornadas y en las avenidas más anchas. Nunca se apuntó tan arriba a la hora de diseñar gasto en la construcción de la ciudad. Las ciudades encontraron en la calificación de suelo la herramienta del crecimiento. El diseño de los equipamientos deportivos era una consecuencia de esta burbuja en un periodo alcista. La familia gramatical de la palabra ‘calidad’ asesinó a todos los miembros de los clanes ‘lógica’, ‘sostenibilidad’ y ‘sentido común’. Arquitectos volando por encima de los metros disponibles de edificabilidad de pabellones o diseños emblemáticos iban, en teoría, a llenar las ciudades españolas de ‘landmarks’, de edificios-emblema.

Porque ¿cómo se echan las cuentas en un plan parcial de desarrollo urbano al efecto? Es un mecanismo relativamente sencillo. La entidad que lo desarrolle tendrá que entregar al final de la operación unas parcelas con usos de suelo determinados. A saber, vivienda, comercio, equipamientos y espacios libres. El municipio recibírá las obras de urbanización, los espacios verdes y equipamientos. Los costes se cargan al producto que salga al mercado. Mejor dicho, a los únicos dos productos que se venden. La vivienda, con ser un bien que requiere cierta sensibilidad hacia el comprador, recoge una parte moderada del coste. Lo gordo, irá cargado a la superficie de eso llamado ‘terciario’. Las oficinas y el comercio. ¿Quién disponía en aquellos momentos de bonanza de una liquidez para soltar a capón el dinero necesario para financiar aquello? En gran medida, los operadores de equipamientos comerciales, hipermercados, centros comerciales y similares desarrollos. No eran los únicos. Las cuentas cuadraban por cuanto el mercado de la vivienda se recuperaba rápidamente de los costes, vendiendo todo incluso sobre plano. Todavía más, el negocio no dejaba a nadie insatisfecho. Cuanto más lujo y más ‘calidad para vivir’ (o sea, extras no imprescindibles), mejor se vendían los pisos en una burbuja que arrambló con todo de 1991 a 2007. Demasiados años. Hipnotizó a una generación entera que aprendía rápidamente a comprar y vender, a diseñar y a vivir bien. Según los expertos, casi el 30% del gasto privado sujeto a IVA procediera de la compra de viviendas. El dinero entraba a espuertas.

Por consiguiente, ¿no iban a estar en disonancia estas sublimes urbanizaciones con una oferta deportiva de medio pelo? De ningún modo. Las ciudades merecían los mejores polideportivos. Campos de hierba artificial. Canchas de todo tipo. The happy years. La consecuencia es que se construyó un modelo semielitista de equipación deportiva. Tampoco había problema porque la sociedad española vivía y gastaba como si atásemos los perros con longanizas. La proporción entre el endeudamiento familiar y la renta había crecido desde el 45% del año 1995 o el 76,7% el año 2001, hasta el 140% en el año 2008.

¿Era sostenible tanto envoltorio deportivo? ¿Se estaba trabajando realmente para el deporte?
Con el caer de los meses siguieron apareciendo malas noticias. El ayuntamiento de Bakio (Vizcaya) inauguraba un polideportivo con casi 4M€ de coste en 2009 pero tenía que anunciar su cierre en 2011 por falta de presupuesto para mantenerlo. En Esplugues de Llobregat se denuncia que de 11M€, el nuevo equipamiento deportivo pasa a costar 15M€, consumiendo una cantidad seria del presupuesto local. En el distrito de Latina (Madrid) se suspendían actividades por falta de agua caliente, otro permanece sin inaururar y un tercero yace moribundo. En 2011 el concurso de adjudicación del polideportivo ‘Torrespaña’ se queda desierto y lo cierran sin fecha prevista de apertura.

Afrontémoslo: era todo así. Cualquier programa de televisión o página web crítica con la burbuja dará decenas de ejemplos sobre la ‘burbuja cultural’ o los proyectos faraónicos que se definieron para dinamizar la economía de la construcción. Tampoco se reparó en si se podría pagar a largo plazo. Los campos de fútbol de césped artificial y riegos mecanizados. Los spas y las evidentemente caras salas de aparatos. Plantillas de profesionales que los mantuviesen. Y con una política de contención de tarifas, al menos mientras el avance de las privatizaciones de servicios no fuera una opción política evidente. Que llegaría con los triunfos electorales de la opción conservadora más conservadora a partir de 1995. En la mayoría de los municipios madrileños que habían construido bajo el buenismo positivista e irresponsable del PSOE, significaba que el PP entraba a gestionar los equipamientos de lujo. Todo a estrenar. La periferia urbana estaba además inmersa en un proceso sociopolítico global: la ceguera colectiva. Pronto llegarían los palos de la realidad.

– Papi, ¿nos quitarás de karate si os quedáis sin trabajo?
– Bueno, vamos a ver. A lo mejor podemos cambiaros a otro.

En 2012 las ciudades deportivas de países del primer mundo están chocando con una economía del segundo mundo. Como consecuencia primera y directa, sus tarifas. Las tarifas de la mayoría de los abonos deportivos de las ciudades madrileñas se ven arrastradas por el ascenso general de las tasas de transporte, suministros de gas o electricidad. El sistema que sostiene las instalaciones públicas empieza a ser discutido. De manera inopinada, la llegada de la crisis convierte a los gobiernos locales más defensores del ‘laissez faire’ en recaudadores para lo público. O para lo que demonios fuera aquello.

Previo la subida del IVA de septiembre 2012, Alcobendas anuncia nuevas tarifas en las tasas del polideportivo, con algunas subidas puntuales hasta del 55%. El Abono Deporte sube un 42% entre 2007 y 2012. En Extremadura las tasas de las Escuelas deportivas se triplican. Los casos se generalizan. La otra pata del banco, la liquidez municipal, se resquebraja y las consecuencias alcanzan a todos los estamentos. Entre ellos, los grandes espacios deportivos que empiezan a ser vistos como excesivos. En septiembre de 2011 ya se cortaba la luz en un polideportivo de Albacete por deudas en el pago de la compañía suministradora de fluido. En Noviembre, en Ceutí (Murcia). En Enero, las instalaciones de Ecija, Cuenca. La deblacle de lo nuevo frente a … ¿la conveniencia de lo viejo?

– El gimnasio es más pequeño pero mola. Tiene una máquina en la entrada con bebidas energéticas. La sala tiene más espejos – explican todavía emocionados los pequeños deportistas.

Las salas de los gimnasios de toda la vida tienen espejos para disimular la sensación de ahogo. A los pequeños les hace gracia. Lo cierto es que, en efecto, el gimnasio ocupa apenas 500 metros de varios locales comerciales unidos con columnas en mitad de las clases. Los mismos que ocupaba hace treinta años. En las inspecciones oculares de los padres hay un punto compartido de nostalgia – muchos fueron alumnos hace décadas – y de preocupación por la seguridad o calidad de la enseñanza. En estos momentos sale a relucir de nuevo la calidad. Exigiendo calidad pero aceptando tarifas sencillamente más bajas. Somos incorregibles.
Los locales siguen anclados en el tiempo. Idénticos en el sistema de pago en mano contra un simple recibo. Las recepciones conservan aquel friso plástico en la pared, el aire recargado y los dueños envejecen metidos detrás de una ventanilla. Renovados por dentro con maquinaria de segunda generación y nuevos usuarios. Clases de zumba para madres del barrio. Emigrados al sueño low cost español. Antes no había zumba y los inmigrantes eran de la sierra de Cazorla o de Candeleda. Pero, tío, son los ochenta. Todo el que haya estado en una academia de inglés o de mecanografía, o en un gimnasio en aquella década, lo sabrá.

-Papi. Miguel, del Miraflores, estaba apuntándose a karate.
– ¿También iba al poli con vosotros?
-No. El que se ha ido a kárate al Daoiz, es Camilo.

Y el trasvase se agudiza. En el curso de kárate infantil (sección abono deporte) de los chicos que ahora rien mientras cruzan dirección al bingo, del turno del Polideportivo de Alcobendas han salido un 20% aproximadamente de alumnos a lo largo de un curso. Se han trasvasado hacia otros gimnasios de barrio o incluso … a las propias Escuelas Deportivas. En algunos casos, la creación de un turno de chavales en la magnífica instalación no implicaba que estuviera sujeta, necesariamente, a las tarifas de las Escuelas Deportivas. La diferencia de precio de éstas venía por la obligatoriedad adicional de sacar un abono deporte familiar adulto por unidad, una especie de anzuelo vestido de responsabilidad civil familiar. Irónicamente, las Escuelas Deportivas imparten kárate fuera del polideportivo, en una red de colegios públicos. Sin abono deporte.
El padre sigue investigando. Ir a clase de karate para un niño menor de 10 años que va dos días a la semana supone costes acumulados de 70 euros mensuales, si se asiste en la lujosa ciudad deportiva de Alcobendas, o de una tarifa reducida en la Escuela Deportiva, impartida en un colegio de las afueras en dos únicos turnos. Para una ciudad de 110.000 habitantes. En algunos casos se imparten las mismas clases por los mismos profesores. Del mismo modo que nuestro viejo dentista o el médico que hacía consulta propia y hospitalaria… exacto; en los años ochenta.

Con el tiempo, las instalaciones de primera están quedando restringidas a un concepto mitad público y mitad privado. Algunos profesores dejan carteles anunciando los cursos por los colegios de la zona aunque de modo particular. No se aprecian membretes oficiales y reina la fotocopia. Están fuera de la plantilla de los monitores contratados y forman parte de una especia de partenariado público-privado. En el que se emplean recursos públicos pero se importan criterios de empresa. Todo se cuantifica.

Como consecuencia, el uso del polideportivo público empieza a virar porcentualmente hacia un consumidor joven de renta media o alta, se va gentrificando.

El proceso de gentrificación se define por Ruth Glass (en su libro ‘London: Aspects of Change’, 1964) como la expulsión de las clases bajas y posterior transformación por las clases altas del tejido social y económico de un barrio. Parte de la población huye a zonas suburbanas. Sus huecos, previa renovación de equipamientos y de viviendas, los ocupan clases jóvenes y de rentas altas. El ejemplo de Lavapiés o Chueca en Madrid o del Jordaan en Amsterdam son copias miméticas del Greenwich Village de Nueva York, de Islington en Londres. En este caso, es la presión de los nuevos precios la que está retrayendo a los presupuestos familiares del polideportivo moderno de Madrid. Familias jóvenes de una primera corona metropolitana que están saliendo del caos hipotecario y de vivienda para encarar la parte más dura de la retracción de empleo. Las tasas de desempleo en el segundo cuatrimestre de 2012 se disparan a un 27%. Solamente en dos periodos se había sobrepasado el 20%, con el crack postolímpico y .. en los años ochenta, curiosamente achacado al estancamiento de la productividad y por el aumento de los salarios reales y de las cotizaciones a la Seguridad Social (mayores costes para nuevas contrataciones). El consumo privado se hundiría, tal y como vemos que está sucediendo ahora.
Así las cosas, no es extraño que se desliguen de estos equipamientos de primera las familias con gastos de varios hijos. La media de hijos de la Comunidad de Madrid sigue establecida en 1.42 hijos, sorprendentemente cerca del 1.5 de 1985. Es una población joven que tiene los hijos a una edad tardía. Esta fertilidad retraída se achaca históricamente a la dificultad de la emancipación del hogar paterno. Parece evidente que están dandose las condiciones bajo las que el coste bruto del polideportivo y sus actividades también contribuyen a asfixiar a algunas familias.

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