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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Here today, gone tomorrow

chula

Here today… cantan los Ramones. Ayer tormentas, viento fresco y 25º templados. Mañana de nuevo sobre los 32º. Sin tiempo a acostumbrarse a estas ráfagas de nubes. Según las previsiones en esta semana habremos tenido días de viento, agua y granizo frío, y el sábado nos brindaremos un pico de casi 37º y con esas nos apretaremos los cien kilómetros de rigor. Eso sí, con nubes. Madrid no tiene primavera. Bueno, Madrid no tiene primavera y lo mismo a raíz de ello, ni clase obrera, ni soluciones para los precios de los pisos, ni desatascador ni -ahora resulta- futuro en su sistema de autopistas radiales, problema generado por la evolución paralela de la mafia del justiprecio en las expropiaciones y de los grupos de poder inmobiliario.

No hay transición entre frío y calor, ni para el deportista madrileño que piensa mientras tose, estornuda, sus pezones se ponen de punta bajo la camisa de manga corta, bien en los vagones de metro con aire acondicionado a mil bien en la terraza donde se empeñó en sentarse, aun siendo primeros de Mayo. A lo mejor esa falta de primavera es lo que hace que no tuviéramos ni transición de la otra. La hubo, digamos, de la de pastel. De tonos rosas, esa que pactaron para dejar los tramoyistas del franquismo aletargados, esperando que el madrileño creyese que se había terminado lo de las cartillas de racionamiento, la avenida de los obuses, y que ahora atábamos los perros con longanizas. Pero ahí está, latente, el franquismo, digo. Mejor aún, el virus residente que también sobrevivió al franquismo. Que ya hay que estar preparado para sostenerse entre bambalinas mientras llegan y pasan regímenes, el adorado Alfonso y el majestuosamente gañán Primo de Rivera, y el bienio liberal y los franceses, y Esperanza Aguirre y Rouco Varela y hasta Godoy.

Madrid conserva mejor que la sal, que el frío, ahuma mejor que los noruegos. Supongo que es resultado de tener una primavera inexistente, de no tenerla, vaya. Los checos de Praga dicen que disfrutaron de una primavera, los franceses tuvieron un mayo y una Comuna y hasta huelgas generales del transporte. Lo mismo es un agujero de antimateria que preserva tiempo y espacio a su antojo. El mismo Madrid que nos arroja a los morros el baile de masas de aire, la fría, la torrá, de nuevo la fría revoltosa y la casta y la susana, Madrid guarda, como si fuera un sumidero, un movimiento centrípeto al que pocos se resisten. Siglos de espadón y de tapias de conventos han convenido que el madrileño ya no resiste. El madrileño frunce el ceño y aguanta diciendo a todo que sí, el madrileño de Moratalaz que se apunta a maratones, el madrileño de Quito que repone en los carrefures, o la madrileña de Pedro Muñoz que pasó de esposa a viuda, sin transición posible, sin unos días de ser medio viuda y poder ir cambiando el vestuario, el luto. Luto por un Madrid que organiza maratones y ultratrails. Esto hace que, hoy, podamos asegurar que estamos. Mañana… gone tomorrow.

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