Estoy dramatizando Estoy dramatizando

"... no me despiertes, si duermo, y si es verdad, no me duermas". (Pedro Calderón de la Barca, 'La vida es sueño')

Archivo de noviembre, 2014

Juan Diego ‘el Desalmado’

3estrellasSueños y visiones del rey Ricardo III

Me encantaría decirles que entre mis dramaturgos favoritos están Ionesco, Gorki o, al menos, Pinter y parecer un poco más sofisticada, pero lo cierto es que entre mis dramaturgos favoritos está Shakespeare, qué le vamos a hacer. Entre los míos y entre los de muchas otras personas, por lo obvio y también a juzgar por el llenazo del viernes en la sala principal del Español.

Ricardo III

Terele Pávez y Juan Diego en ‘Sueños y visiones de Ricardo III’. (Foto: Sergio Parra)

En Ricardo III encontramos a uno de los personajes más fascinantemente desalmados del Bardo de Avon, tan cruel que es rechazado por su propia madre. Y este Sueños y visiones… no es sino una curiosa adaptación de aquella, con dramaturgia de José Sanchis Sinisterra y versión escénica (y dirección) de Carlos Martín. Tal y como explican sus creadores, aquí se ha alterado la estructura original, y se ha convertido la escena tercera del quinto acto en el centro de la pieza. El resultado tiene mucho de interesante, sobre todo por la importancia que cobran los fantasmas del monarca, sus temores, sus pensamientos.

En el aspecto escenográfico (también lo explican los responsables) se ha recurrido a un juego de planos que marcan la diferencia entre lo imaginado y lo pasado frente a lo real y lo presente con tules, proyecciones y juegos de luces (por cierto, magnífica la iluminación). Ni la dramaturgia tendría sentido pleno sin esta igual de interesante concepción ni viceversa. Eso sí, obliga, supongo, para subsanar la dificultad que implicaría a la hora de proyectar las voces, a utilizar micrófonos, con la pérdida de encanto y credibilidad que eso conlleva.

Aunque inferior en número, el reparto femenino se impone en Sueños y visiones… al masculino. No solo están estupendas Terele Pávez (la duquesa de York) y Asunción Balaguer como Margarita; con sus limpias interpretaciones, las más jóvenes Lara Grube (Lady Ana) y Ana Torrent (Isabel) consiguen crear una magnética aura alrededor de sus personajes. Juan Diego recrea con gran mérito la deformidad del rey Ricardo y borda sus arranques de cinismo. Lástima que la dicción impida entender algunas de sus líneas.

Autor: William Shakespeare.

Dramaturgia: José Sanchis Sinisterra.

Dirección y versión escénica: Carlos Martín.

Reparto: Juan Diego, Juan Carlos Sánchez, Jorge Muñoz, José Hervás, Lara Grube, Ana Torrent, Aníbal Soto, Óscar Nieto, Carlos Álvarez-Nóvoa, José Luis Santos, Asunción Balaguer, Terele Pávez.

Escenografía: Dino Báñez, Miquel Angel Llonovoy.

Audiovisuales: David Bernués.

Iluminación: Pedro Yagüe, José Manuel Guerra.

Vestuario: Ana Rodrigo.

Composición y espacio sonoro: Miguel Magdalena.

Producción: Teatro Español.

Sala: Teatro Español (sala principal), Madrid.

Los talentos y lo público

3estrellasMejor historia que la nuestra

Tuve una conversación con D. poco después de saberse que Natalio Grueso había programado la dramaturgia completa de Mario Vargas Llosa en el Teatro Español. D., joven autor y director de escena, estaba (como unos cuantos más, me consta) indignado. Creía que los recursos empleados por el teatro público en programar íntegro a un Vargas de calidad discutible como dramaturgo bien podrían haberse destinado a aupar a algún creador incipiente.

Le llevé la contraria, más por lo que me gusta provocar discusiones que porque estuviera en total desacuerdo con él, y me replicó: “Tú que vas al teatro todas las semanas. Dime diez autores en español de ahora, vivos”.

Nunca llegué a completar la lista porque enseguida derivamos en otra discusión sobre si debíamos considerar dramaturgo a Miguel del Arco, pero yo sí quise hacerlo cuando llegué a casa. Lo logré, pero me di cuenta de que con más esfuerzo del que, por lógica, debiera necesitar.

Mejor historia que la nuestra

Muñoz y De Anta en ‘Mejor historia que la nuestra’. (Foto: Andrés Lázaro)

Anteayer me acordé de aquella charla con D. después de ver Mejor historia que la nuestra. De Vargas Llosa en el Español —lo admito— me quedé en La Chunga. Francamente, se me quitaron las ganas de ver más cuando P., filóloga, me dijo que esa es con diferencia la mejor obra teatral del nobel peruano.

Anteayer me acordé de aquella charla con D. —decía— después de ver Mejor historia que la nuestra, un texto de una joven autora, Lucía Carballal, reconocido con un accésit en el Premio Marqués de Bradomín 2012 y que bien merecería alguna sala en algún teatro público.

Encontré mucho potencial en una pieza que trata entre otras cuestiones la muerte y la responsabilidad frente al deseo de bienestar. El texto, de diálogos punzantes, brillantemente opresivo, toma aire en bocanadas de un fino humor negro. De los personajes, me pareció un poco inconsistente el de la cuidadora, Paula, a pesar de que me fascina la energía de la actriz que le da vida, Natalia Huarte, a quien hemos visto en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. A ella y sobre todo a Cristina de Anta, que interpreta a Maite, la hija del (enfermo) protagonista, las vi un pelín pasadas de revoluciones en determinados pasajes, pero muy atinadas en conjunto. Ninguna desentona, de todos modos, como tampoco Antonio de Cos (Roberto, el novio de Maite), frente al kamikaze Chema Muñoz, que brinda a un Luis impecable, sobrecogedor.

Mejor historia que la nuestra

Chema Muñoz protagoniza ‘Mejor historia que la nuestra’. (Foto: Andrés Lázaro)

En su trabajo se reconoce también el de Francesco Carril (en mi fichero mental constaba también por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, pero en el enlace comprobarán que tiene un currículo pasmoso a pesar de su juventud), que aquí se encarga de la dirección. Genial la idea de cambiar manteles para marcar el paso de los días; dudo si se rentabiliza, por artificial, el impacto estético que una prenda de todos los protagonistas y el primero de los manteles compartan estampado.

Incorporo a Carballal, en cualquier caso, a la lista de autores teatrales actuales en castellano. A esa de los que no merecen menos que el Vargas Llosa dramaturgo un huequecito en un teatro público.

Texto: Lucía Carballal.

Dirección: Francesco Carril.

Elenco: Chema Muñoz, Cristina de Anta, Antonio de Cos, Natalia Huarte.

Iluminación: Pablo Seoane.

Vestuario: Laura Renau.

Espacio sonoro: Eduardo Castro.

Espacio escénico: Francesco Carril.

Producción: Verónica Doynel.

Sala: Teatro Lara (sala Off), Madrid.

Opiniones son

2estrellasEl zoo de cristal

Hace años, durante una entrevista, Mario Gas me dijo que el buen director teatral es aquel cuyo trabajo pasa desapercibido, «el que se diluye en una puesta en escena». Lo recordé ayer mientras veía El zoo de cristal, una función que no termina de echar a volar lastrada por algunos errores de planteamiento.

Para empezar, cuesta creerse que Silvia Marsó, que interpreta a Amanda, y Pilar Gil, que da vida a Laura, sean madre e hija. Hago una búsqueda en Internet y compruebo que la diferencia de edad entre ambas actrices es de 13 años. Claro. Y aquí ni la primera aparenta un año más del que tiene ni la segunda uno menos.

'El zoo de cristal'

¿Ustedes creen que esta mujer tiene que explicar que en otra época fue bella?

Digo más. No es solo que Marsó no aparente un año más del que tiene, es que bien podría pasar por una mujer una década menor (si IMDb no miente, ha cumplido los 50). Así que desconcierta ya en la primera escena, cuando su personaje recuerda los tiempos de juventud en que la pretendían los chicos de la zona y dice algo así como “No bastaba que una muchacha tuviera una cara bonita y un buen tipo… Aunque yo no estaba mal dotada en ninguno de los dos aspectos”. ¿Ustedes se imaginan a Angelina Jolie diciéndoles hoy a sus hijos que de joven era guapa y tenía buen cuerpo? ¿Lo ridícula que resultaría la evidencia? Vale, lo he llevado al extremo, pero para que se me entienda.

La Amanda de Marsó, además, derrocha la energía propia de una treintañera. Nada que objetar en este sentido, Tennessee Williams definió el personaje como una mujer “de una gran vivacidad”. Sí al pelo cano que le ‘colocan’. Entiendo que se ha podido buscar el contraste entre el vigor de la madre luchadora y el tiempo que en realidad ha pasado por ella, pero sumado a todo lo anterior le resta credibilidad.

Que conste que la actriz consigue superar todos estos fallos de concepto. Vi a la mejor Silvia Marsó de los últimos años. Vuelvo a citar a Williams cuando define al personaje: “Hay mucho que admirar en Amanda, y tanto para adorar y compadecer como para reírse de ella (…) Y aunque su insensatez a veces la hace inconscientemente cruel, hay ternura en su persona”. Pues todo eso, con las contradicciones y la dificultad que implica, está en la Amanda de Marsó, adorable, odiosa y cómica al mismo tiempo.

'El zoo de cristal'

Arestegui, Marsó, Gil y Carlos García Cortázar, el elenco de ‘El zoo de cristal’. (Foto: Pedro Gato)

Ahora, si me pareció mal dibujado el personaje de la madre, otro tanto me ocurrió con el de Laura. Personalmente, veo a la hija como una joven frágil, tierna, que vive en su propio ensueño, y encontré aquí a una Laura que casi da miedo.

Escenografía y sonido vienen a completar la lista de incongruencias de la producción. La primera, por la modernidad de las pantallas de los laterales, resolutivas en el aspecto funcional pero un ‘pegote’ (que diría mi madre) frente a los muebles y enseres de época; igual que la pared casi blanca del fondo (al menos eso parece con la luz), en este caso más por una cuestión de gusto personal que no logro justificar, pero esa pared lisa de la que solo cuelga el cuadro del padre ausente la imagino mucho más oscura. En cuanto al sonido, en al menos dos o tres ocasiones entran efectos de forma algo artificial, más propios de un audiovisual que del teatro.

'El zoo de cristal'

Arestegui y Marsó en ‘El zoo de cristal’.

En el lado positivo, aparte del trabajo de Silvia Marsó, destacaría que la función tiene buen ritmo. Agradecí la adaptación del texto y confieso que me aburrí más, de hecho, en producciones que he valorado mejor. La escena en que Tom (Alejandro Arestegui) le cuenta a su madre que ha invitado a su compañero a cenar y ella empieza a idear el acontecimiento la encontré ágil y entrañable, muy veraz, con una gran complicidad entre los actores. También me pareció precisa y adecuada la iluminación. Y tras la representación, deben saberlo, se oyeron “bravos”…

… Que las opiniones, opiniones son.

Título original: The glass menagerie.

Autor: Tennessee Williams.

Adaptación: Eduardo Galán.

Dirección: Francisco Vidal.

Reparto: Silvia Marsó, Carlos García Cortázar, Alejandro Arestegui, Pilar Gil.

Escenografía: Andrea D’Odorico.

Iluminación: Nicolás Fischtel.

Vestuario: Cristina Martínez.

Sonido: Tuti Fernández.

Producción: Teatro Español, Secuencia 3, Pedro Hermosilla Management y SOM Produce.

Sala: Teatro Fernán Gómez (sala Guirau), Madrid.

Una historia tierna, cercana y universal

3estrellas Luciérnagas

En construcción de Carolina Román y Nelson Dante, protagonizada por ellos mismos y dirigida por Tristán Ulloa, fue en 2013 una de las revelaciones de la temporada teatral madrileña. La verdad del texto y de la puesta en escena, su cercanía al contar la historia de una pareja de inmigrantes argentinos en Madrid, le valieron entonces el reconocimiento de público y crítica, y el montaje, de hecho, continúa en la actualidad de gira.

'Luciérnagas'

Jaime Reynolds y Aixa Villagrán en ‘Luciérnagas’. (Foto: ©DANI OCEANS)

Ahora Carolina Román presenta Luciérnagas, otro texto de una naturalidad asombrosa. En este, la existencia de dos hermanos huérfanos da un giro cuando llega a su pueblo y a sus vidas una joven, Lucía, que derrocha desparpajo y está dispuesta a ponerse el mundo por montera. Sorprende —decía— otra vez la autora (aquí también directora) por la proximidad al espectador y a la realidad que alcanza con la obra, eso sin renunciar a enriquecerla con símbolos. Pero, sobre todo, sorprende el torrente de ideas que pueblan la historia, los detalles que incluye, los matices que dibujan a cada personaje, y que todos suman para engrandecerla y, al fin y al cabo, hacerla universal.

No me terminó de convencer, sin embargo, que Román convierta al final de la obra a uno de los personajes en narrador para que relate lo sucedido tras el periodo de tiempo que se representa, si bien encuentra justificación en que el mismo personaje hace una presentación inicial.

Durante unos instantes, por otra parte, en un pasaje concreto, estuve algo desubicada, hasta que comprendí que lo que estaba viendo era la pesadilla de uno de los personajes. A la salida, mi acompañante, I., también periodista y teatrófila bastante asidua, me confesó que directamente no había entendido esa escena. Creo que bastan para despistar al espectador el salto de la realidad al sueño y el hecho de que la actriz que interpreta a Lucía asume ahí otro papel —¿porque quien sueña ve a la otra mujer con el cuerpo de Lucía? También dudo—, y que tal vez ayudaría marcar la transición con un código de luces y/o sonido que se diferencie más del empleado en los demás cambios de escena.

'Luciérnagas'

Fede Rey en ‘Luciérnagas’. (Foto: ©DANI OCEANS)

En cuanto a los actores, debo destacar el trabajo de Fede Rey en la dificilísima tarea de interpretar a un discapacitado sin perder la credibilidad ni resultar caricaturesco. Jaime Reynolds, por su parte, resuelve a la perfección la dicotomía del Julio que se debate entre la obligación de atender a su hermano y el deseo de llevar una vida personal plena. Aixa Villagrán, una de dos: o tiene ese patrón interpretativo o ha interiorizado mucho y muy bien a Lucía. Apuesto por lo segundo, pero saldré de dudas cuando tenga ocasión de verla en otro papel.

Destacan antes de comenzar la representación que esta se pone en pie de forma independiente, sin ningún tipo de subvención, y piden al público que le dé la mayor difusión posible. Así que aquí va mi granito de arena. Es tierna, cuidada, cercana y atrapa. Lo merece.

– Texto y dirección: Carolina Román.

– Reparto: Fede Rey, Jaime Reynolds y Aixa Villagrán.

– Diseño de luces: Luis Perdiguero.

– Escenografía: Alexandra Alonso.

– Música y diseño sonoro: Nelson Dante.

– Producción: Luis Alberto Caballero.

– Sala: Teatro del Arte, Madrid.