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"... no me despiertes, si duermo, y si es verdad, no me duermas". (Pedro Calderón de la Barca, 'La vida es sueño')

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Una vez más

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Solo la genialidad puede lograr que algo tan sencillo como un gesto o un “eeeh” resulte hilarante. Solo la brillantez de una mente (o de tres) capaz de observar lo cotidiano y descomponerlo para luego ensalzarlo.

Pocos más que Tricicle, y ellos de un modo singular, lo consiguen. Una vez más, Joan Gràcia, Paco Mir y Carles Sans lo hacen en Bits, estrenado en 2012, probablemente —como ellos mismos destacan en el programa de mano— el espectáculo en el que más hablan.

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El sketch del día de pesca, uno de los mejores de ‘Bits’. (Foto: Juan Carlos Soler)

Bits tiene a internet como nexo, y funciona fenomenal en parte porque el pretexto no deja de ser eso, un pretexto, un vínculo entre sketches. Frente a aquellos otros shows en los que la idea central pesa más, la libertad de estos les hace ganar en agilidad. Así surgen historias descacharrantes, como la del detector de metales, la del día de pesca, la de la manifestación (¡sublime!) o la del casting (bendito sea el uso tricicliano de la palabra si deriva en escenas como la de la morcilla y las lonchas de bacon).

Bits también es el espectáculo de los homenajes. Los propios Tricicle se hacen un guiño a sí mismos rescatando algunos de sus personajes anteriores y rinden tributo a otros artistas y comediantes. (Un puntazo ver cómo se fusionan ambos tipos de humor en el homenaje a Les Luthiers.)

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El homenaje a Les Luthiers, una delicia para fans de Tricicle y los argentinos. (Foto: Juan Carlos Soler)

Como actores, Gracia, Mir y Sans conservan la chispa de siempre. Como creativos, saben interactuar con el público sin abusar. Y respetan el aspecto técnico, cuidando como se merecen la iluminación y el sonido. Sí se le puede exigir más al diseño gráfico en las proyecciones.

Una vez más, para todas las edades, ideologías, sexos, credos… Una vez más, Tricicle.

Nota: No quiero desaprovechar la ocasión de dar las gracias a la pareja que estaba sentada en la fila de delante. Gracias por haberos percatado de que si Tricicle hablan poco en sus espectáculos es para que vosotros expliquéis en voz alta lo que están haciendo. Gracias por comentarlo entre vosotros y, por extensión, con todos nosotros, espectadores vecinos. La función ganó enteros. Muchas gracias.

Guión, dirección y producción: Tricicle.

Actores: Joan Gràcia, Paco Mir y Carles Sans.

Producción técnica: Miguel Ángel García.

Escenografía: Paula Bosch.

Iluminación: Luis Martí.

Sonido: Ricardo González.

Vestuario: Marta Wazinger.

Sala: Teatro Compac Gran Vía, Madrid.

¿Repetimos?

Este fin de semana veré de nuevo el La vida es sueño de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Lo decidí en cuanto me enteré de que la iban a reponer. Si no lo hice ya la pasada temporada, fue solo porque para cuando la hube visto, para cuando me hubo vuelto loca el Segismundo de la Portillo –me gusta anteponerle el artículo de las grandes– y quise repetir, quedaban funciones… pero localidades disponibles, ni la primera.

Total, que hace unos meses, en cuanto salieron a la venta, L. y servidora nos tiramos en plancha a comprar nuestro par de entradas centradas de fila 7 –porque una pide y acepta invitaciones cuando va a trabajar, pero los vicios (por lo general) se los paga–. Hicimos bien en no dejarlo pasar: ahora, como cabía esperar, están agotadas.

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Álvaro Tato e Íñigo Echevarría, de Ron Lalá, en una escena de ‘Time al tiempo’. (DAVID RUIZ)

No será la primera vez que repita montaje. Vi en sendos pares de ocasiones, por ejemplo, La omisión de la familia Coleman y Tercer cuerpo, de Claudio Tolcachir, y las vería encantada por tercera vez si las repusiesen, igual que repetiría El viento en un violín. Cayeron tres veces cada uno –y caerían una cuarta– el musical Spamalot de Monty Python dirigido por Tricicle y Time al tiempo de Ron Lalá, dos espectáculos muy diferentes pero igual de desternillantes. Mi récord, eso sí, lo tiene Los miserables: he asistido a cinco funciones y pronto tocará la sexta.

Me consta que hay gente para la que seis son incluso pocas y que cuenta por decenas las veces que ha visto su obra favorita…

Y también sé que hay quien no entiende que con una función no nos baste. «¿Acaso va a cambiar en algo la próxima vez?», me han llegado a preguntar. Pues no en sentido estricto, pero sí teniendo en cuenta que una representación de un espectáculo en directo nunca es exactamente igual que la anterior. En cualquier caso, no se trata de eso, sino de volver a vivir una experiencia que, por un motivo u otro, te ha llenado y de descubrir cosas –en las buenas obras las hay, y quien no lo ha hecho nunca no se puede imaginar cuántas– que antes te pasaron desapercibidas.

Ahora, lo realmente gracioso viene cuando el sorprendido en cuestión te confiesa que su película preferida la ha visto tantas veces que podría escribir sus diálogos sin cometer ni un solo error…