‘La caza. Monteperdido’: un ‘thriller’ más, al que dar una oportunidad

‘La caza. Monteperdido’ echó a andar en la parrilla de TVE el pasado lunes devolviendo una serie de suspense al ‘prime time’ de la cadena. Los impresionantes paisajes naturales de Huesca sirvieron de introducción a una trama sobre dos niñas de 11 años desaparecidas en el bosque, que conmociona a la opinión pública, y cuya investigación se reactiva cinco años después al aparecer viva una de las dos menores.

El punto de partida es poco original y está bastante sobado en el universo del ‘thriller’ tanto nacional como internacional, con muchos casos de éxito que te vienen rápidamente a la cabeza y que no hace falta enumerar. Esto no es, sin embargo, excusa para tumbar el producto de buenas a primeras. Porque en el primer capítulo emitido hubo algunos destellos de esperanza.

Que la acción proceda de un libro homónimo, del escritor Agustín Martínez, es uno de ellos. Que el autor haya participado en el proyecto de rodaje y guion también invita al optimismo, aunque este último no fuera demasiado brillante en un principio. Lo mismo pasa con la nómina de actores, que arroja algunos nombres con solvencia, como los de Jorge Bosch, Francis Lorenzo, Alain Hernández o Beatriz Carvajal.

Megan Montaner como investigadora de la Guardia Civil ofreció un registro algo sombrío y contenido que habrá que ir siguiendo para saber si realmente se corresponde a la personalidad compleja que quiso apunta el primer trazo de la historia.

Igualmente, la originalidad que ha guiado algunos de los grandes éxitos de ficción de TVE en los últimos tiempos, como por ejemplo
El Ministerio del Tiempo, no se muestra en esta serie. Habrá que apostar pues por la credibilidad de la historia y por si los giros que vayan apareciendo atrapan al espectador y hacen de él el detective que pretende la serie. Quedó claro con un primer capítulo en el que quedaron como sospechosos casi todos los personajes que aparecieron. Vaya, hasta el apuntador.

Abril y Buenafuente: pareja de humor, amor y Goyas

La verdad es que la última gala de los Premios Goya fue un gusto televisivo, además de cultural y cinematográfico, gracias a tres momentos muy destacados que la desligaron del habitual sopor de los discursos de los premiados y de los chistes sin encaje de sus presentadores.

El primero de estos aciertos tuvo presencia durante toda la retransmisión gracias a una pareja muy bien avenida, la formada por la humorista Sílvia Abril y el presentador Andreu Buenafuente, los conductores de la gala.

Dúo sentimental y profesional, ambos fueron un ejemplo de cómo maridar ambas facetas con profesionalidad y elegancia.

Además, demostraron que las galas de este tipo se pueden copresentar perfectamente y así repartirse mejor el peso de las críticas y, en esta ocasión, de los merecidos halagos.

Se agradeció que el hecho de ser catalanes no fuera explotado políticamente en sus intervenciones. No era el foro ni ellos tampoco los mensajeros. Los pocos destellos al ‘procés’ tuvieron un pase.

De aplauso por su genialidad y, de nuevo, elegancia, fue el momento en el que Abril perdía su vestido y Buenafuente, en un gesto de solidaridad, se quitaba el traje.

Ambos, en ropa interior, presentaron uno de los galardones.

El segundo instante para la posteridad de los Goya duró cinco maravillosos minutos. Los que dedicó el actor Jesús Vidal, de la cinta Campeones de Javier Fesser, a agradecer su premio como mejor actor revelación.

Demostró una capacidad de serenidad, emoción y retórica al alcance de muy pocos mortales.

Con su emotivo discurso, Vidal ha roto más barreras en favor de la «inclusión» que muchas campañas de concienciación sobre la discapacidad. Al igual que ha hecho la película.

Y en tercer lugar, la actuación musical del fenómeno de los últimos tiempos, Rosalía.

Arropada por un conjunto vocal y por los arreglos electrónicos del canario El Guincho, la catalana regaló una versión en directo del tema Me quedo contigo que popularizaron Los Chunguitos.

Junto a los premiados, y a los presentadores, esta joven artista dejó claro que el «duende» ni se compra ni se vende. Se tiene o no se tiene.

‘El Continental’ abre a medio gas

La gran apuesta de ficción de otoño de TVE, anunciada ampliamente por el canal público durante el verano, llegó finalmente anoche al ‘prime time’. Y como las expectativas eran muchas, el estreno resultó por contra algo decepcionante.

‘El Continental’ se presentó con un elenco de actores de primer nivel, al nivel de la ambientación y los decorados, aunque con un guión precipitado que no acababa de explicar claramente la trama inicial y con un ritmo deficiente que desconectaba y te pedía que acabara el capítulo incluso antes de la gran apertura del cabaré.

Motivó a no desfallecer en el visionado la presencia del actor Roberto Álamo (Baena), siempre solvente, y en el papel de un gánster con muy malas pulgas que le va a la perfección.

Su oponente, en realidad su sobrino, comparte el protagonismo de la historia con su ‘enamorada’ a todas luces, la intérprete Michelle Jenner (Andrea), que en el primer capítulo tuvo poco tiempo de perfilar su personaje de hija del dueño del bar que da nombre a la serie. Por lo que su viraje de chica cándida a miembro del hampa solo se entrevió vagamente.

En cambio, el mencionado sobrino, el actor Álex García (Ricardo León), parecía una caricatura del hombre duro y mafioso dedicado al contrabando de alcohol en los años 20. Al igual que su banda de acólitos, demasiado típicos, insulsos y vastos.

Por no hablar de un Secun de la Rosa (Francisco) totalmente desaprovechado en su vena cómica como un falso decorador italiano que roza la vergüenza ajena.

La ciudad que se dibuja no es demasiado creíble para la España de las primeras décadas del siglo XX, más se parece al Far West de cine de serie B.

La estética se asemeja a la de un cómic, en otras un videojuego, y por momentos una escena del musical Moulin Rouge con una Michelle Jenner fumando encaramada a un tejado. Los seriéfilos le han puesto aún más pegas, porque le han visto a la serie demasiado puntos en común con Westworld o Peaky Blinders.

 

‘La otra mirada’, una ficción necesaria

En tiempos de la campaña mundial de denuncia del acoso sexual #metoo y de clamor colectivo por la igualdad de la mujer en todas las facetas de la vida, TVE acierta programando una serie de gran factura y con un elenco de jóvenes actrices que supone además todo un descubrimiento artístico.

‘La otra mirada’, que ya ha emitido su cuarto episodio, explica la vida de una escuela de señoritas de la Sevilla de lo años veinte. Y deja en evidencia las desigualdades de las mujeres de la época, empezando por su propia educación enfocada a ser buena madre y esposa.

En este sentido, el gran soplo de aire fresco a las dinámicas del centro comandado por su joven e inexperta directora Manuela (Macarena García) lo aporta la entrada en el grupo de profesoras de Teresa (Patricia López Arnaiz) una docente muy poco ortodoxa y que rompe con todos los clichés femeninos de la época. Además, su entrada en el colegio responde a un interés personal oculto y relacionado con una de las alumnas más díscolas a la vez que brillantes, Roberta Luna (la intérprete Begoña Vargas).

Dicen que para entender el presente y el futuro hay que bucear, y mucho, en el pasado. La historia que explica ‘La otra mirada’ nos pone ante un espejo en el que ver todas las conquistas que especialmente durante el pasado siglo XX y el presente siglo XXI está protagonizando el género femenino: desde poder votar a no ser tratadas como objetos sexuales, decorativos o engendradoras de hijos por parte de sus propias parejas, a tener acceso a una educación y a un trabajo igual que sus compañeros hombres o simplemente a poder llevar pantalones. O incluso a expresar su sexualidad sin tapujos ni tabúes.

Es un gran ejercicio de reflexión seguir las aventuras de estas mujeres y de sus maestras para ver las conquistas que ya se han hecho y todas las que quedan por hacer y tan similares a las de entonces. Y de paso, ver una serie de calidad y con muy buenas interpretaciones y ambientaciones.

Hay quien la ha comparado con una ‘Física o Química’ de época. Creo que las similitudes son muy pocas, ya que ‘La otra mirada’ tiene un contenido y una profundidad de la que carecía esta otra serie juvenil. Y sí, es feminista. Pero sin ser ñoña ni aleccionadora.

‘Fariña’: canela fina

El estreno de ‘Fariña’ en Antena 3 del pasado miércoles ha venido precedido de una campaña promocional sin parangón auspiciada por el secuestro por vía judicial del libro de ensayo periodístico en el que se basa la serie, homónimo, y escrito por el periodista Nacho Carretero. Y por la detención el pasado 6 de febrero del narco gallego Sito Miñanco, el protagonista de la serie.

El gran negocio del narcotráfico en Galicia en la década de los ochenta sirve un muy buen punto de partida para enganchar al espectador, más allá del morbo previo del secuestro literario. Pero la buena factura del producto audiovisual así como las interpretaciones que brindan algunos de sus principales protagonistas acaban de pegarte a la pantalla.

A la credibilidad de la historia de los principales clanes del contrabando de tabaco, primero, y luego de la droga, se añade la elección del reparto. Actores gallegos que no han de fingir el acento y que pronuncian el taco ‘carallo’ con verosimilitud. Las actuaciones de Javier Rey como Sito Miñanco, Antonio Durán Morris como Manuel Charlín y Manuel Lourenzo como Terito deslumbran.

Es muy loable que la productora Bambú haya confiado una historia tan gallega a intérpretes de la tierra, curtidos en mil producciones autonómicas y que gracias a ‘Fariña’ llegan a los telespectadores de todo el país para que los disfruten.

El primer capítulo brindó escenas de una gran intensidad como las que suceden en el restaurante a pie de acantilado en el que se reúne la cúpula del contrabando gallego. Y a los momentos de acción y ritmo trepidante se añaden otros de alto voltaje psicológico que enriquecen aún más a los personajes que se dibujan.

Nos hemos quedado con ganas de más.

‘Desaparecidos’: servicio público

Con un tema tan delicado y que ha generado, desgraciadamente, auténticos ríos de tinta en los últimos meses, sobre todo tras la desaparición de la joven Diana Quer en agosto en Galicia, TVE se enfrentaba a una prueba de fuego con el estreno de ‘Desaparecidos’, el programa que devuelve a la actualidad al periodista Paco Lobatón (66 años).

Y a juzgar por el inicio del espacio, presentado con acierto por la periodista Silvia Intxaurrondo, se pueden albergar esperanzas de que este no vire hacia el sensacionalismo o el morbo, un recurso tan fácil a la hora de cubrir informaciones sobre sucesos. También de que algunos de los casos que mantienen en vilo a miles de familias se puedan por fin resolver.

El tratamiento que se hace a los temas, testimonios e intervenciones de los telespectadores es cuidado y respetuoso. Se nota que se han destinado profesionales y medios para dotar al programa de contenidos de cierta calidad.

Este buen hacer impide que ‘Desaparecidos’ se quede en un mero rescate oportunista de ‘Quién sabe dónde’, el formato que dio fama a Lobatón en la década de los noventa y que llevó al ‘prime time’ y al ojo público a un formato a menudo denostado.

Por eso, podemos afirmar con satisfacción que, si no se tuerce, el servicio público regresa a TVE por la puerta grande.

¿Cómo lo ves? Magro

Una decepción. Así fue el estreno en TVE el pasado domingo del nuevo programa ¿Cómo lo ves? que significaba el regreso a la pequeña pantalla del periodista Carlos Herrera, dedicado desde hace años, y con notable éxito, a la radio matutina.

Nos vendieron en las promociones que este sería un espacio democrático, popular, en el que público, invitados y espectadores tomarían la palabra respecto a temas candentes de la actualidad vía el propio plató, conexiones con ciudadanos desde sus casas y una app para teléfonos móviles que, por cierto, se colgó. Pero las  grandes expectativas depositadas en el invento se esfumaron a los pocos minutos.

Primero, por los invitados al estreno. Desde Carmen Lomana a César Cadaval (Los Morancos), Núria Roca o Pepe Navarro. Solo se salvaba el siempre afilado Santiago Segura. Pero este no era el principal problema. El gran escollo del planteamiento de ¿Cómo lo ves? radicaba ya no solo en quienes analizaban los temas a debate que lanzaba Herrera sino en la formulación de los mismos.

Preguntas tan tontas e insustanciales como si perdonarían una infidelidad mezcladas con qué opinan sobre la bandera de España. Un despropósito indigno de una televisión pública.

El único aire fresco que entró en tal desaguisado de estreno lo trajeron algunos de los ciudadanos que participaban desde sus casas, siendo grabados desde el sofá de sus salones de estar. Y en momentos muy puntuales.

Por si todo no era ya dantesco, Herrera intentó animar el cotarro, decaído como estaba con tan poco fundamento, añadiendo a sus intervenciones detalles escatológicos que rozaban el bochorno. Este humor, tan suyo, quizás triunfe en las ondas pero en la televisión y en hora punta, atraviesa más de una cena.

Un verdadero desperdicio ver a un buen comunicador reducido a comentarista de feria en su retorno a la televisión.

‘Salvados’ por la democracia

Jordi Évole hizo el pasado domingo más por arrojar luz al desencuentro político entre el Govern de la Generalitat de Cataluña y el Ejecutivo español que meses y años de cumbres y reuniones sin resultados. O peor, que han desembocado en una falta de entendimiento que ha hecho que estemos a punto de visionar el temido choque de trenes entre ambos gobiernos el próximo 1 de octubre.

El periodista catalán, uno de los emblemas de La Sexta, sometió al president Carles Puigdemont a un tercer grado de los que hacen historia en la televisión. Évole, filias o fobias a parte, es un comunicador que se caracteriza por el rigor a la hora de preparar sus entrevistas y por la profundidad de las mismas. Sabe escuchar y, aún mejor, repreguntar, y formulas las preguntas más incómodas sin ofender, sin faltar al respeto, sin ser impositivo ni maleducado.

A pesar de la tunda recibida por el jefe del ejecutivo catalán de parte de un Évole que nunca ha escondido, como catalán, sus anhelos federalistas y partidarios del derecho a decidir y a votar pero no a romper la legalidad vigente, hay que valorar, y mucho, la predisposición del president a la hora de someterse a las cuestiones de Évole en un momento tan delicado como el que estamos viviendo.

No se puede decir lo mismo del ejecutivo español, que no aceptó la invitación del programa Salvados. El periodista ya avisó que tras emitirse la entrevista se desconectaría de Twitter, sabedor de que en un momento de tanta polarización de pensamiento su actuación televisiva iba a ser objeto del aplauso de unos y de la ira de otros.

Desde este blog nos unimos a lo primero. El debate es siempre más valioso que el silencio o la opacidad.

 

 

 

Desamor con ‘All you need is love…o no’

Telecinco sigue apostando en ‘prime time’ por la reedición de ‘Lo que necesitas es amor’ y de ‘Hay una carta para ti’, es decir, por ‘All you need is love…o no’ de Risto Mejide, Irene Junquera y David Guapo. Pero a pesar de los esfuerzos que parece realizar el primero por tomar las riendas de este formato e intentar reflotarlo de sus flojos inicios, hay aspectos que no funcionan.

Los dos colaboradores de Mejide, Junquera y Guapo, son totalmente inocuos. No aportan al programa ni frescura, ni humor y tampoco el sentido de su presencia en plató. Sus aportaciones son planas y no le dan juego ni al programa ni al presentador, sobre el que gira el espacio, a pesar de que no esté del todo a gusto en el mismo.

La caravana, ese icono de sus programas predecesores de los noventa y primeros 2000, se queda en eso, en un mero icono ‘vintage’. Podría cambiarse perfectamente por cualquier otro vehículo o misiva donde mostrar a los enamorados o desenamorados los mensajes que les esperan.

El propio plató, con una mesa al estilo tertulia, tampoco es demasiado adecuado para entrevistar a los protagonistas de cada historia. Ahí, en los testimonios, es donde el programa tiene uno de sus principales problemas: son relatos en su mayoría sin emoción, arquetípicos y manidos. No erizan la piel. Ni empañan las gafas ahumadas de Mejide, por otro lado, hierático en su quehacer.

Tampoco salta la chispa con los invitados famosos. Por ejemplo, en la entrega del pasado lunes, asistieron el ‘hermano mayor’ Jero García, que fue elogiado hasta el hastío por ser ‘compañero’ de la cadena, y el cantante venezolano Carlos Baute. Este último, al menos, hizo gala de una franqueza sobre la situación que padece su país que hizo conectar con él a Mejide, a pesar de que en el pasado tuvieron sus rencillas. Sería útil para que fluyeran mejor las entrevistas que el presentador recuperara el atrezo de sus conversaciones en el sofá Chester y también la actitud (sin algunos de sus comentados patinazos verbales).

Esperemos que en el tiempo que le quede al programa, este supere la fase de ‘amor de verano’ y pueda conquistar a la audiencia. Tendrá que mejorar.

Un sábado de despropósito

TVE ha vuelto a intentar dominar la franja ‘prime time’ del sábado por la noche con el estreno de ‘No es un sábado cualquiera’ y de paso resucitar, aunque remozado, el formato que tantas alegrías le dio con ‘Noche de fiesta’ de José Luís Moreno en la década de los noventa y primeros 2000 (de 1999 a 2004). Pero en este regreso al pasado la caspa también ha vuelto al ente a pesar de que estemos ya en pleno siglo XXI.

Las comparaciones son numerosas. Vuelven los ‘gags’ con actores de chistes malos de teatrillo de aficionados. Los guiñoles, pero en versión Julio Iglesias y Kiko Rivera. Retornan los espectáculos de baile, ya en regresión en nuestra tele patria ¿Para qué recuperarlos? El presentador de este sarao, el actor Fernando Gil, va más perdido que el formato. Y para rematar, concursos sin sentido con la participación del público asistente.

Lo único que hace bueno al programa son las actuaciones musicales (en su primera noche en antena estuvieron Rosana o Estopa) que así no se quedan solo reducidas a las galas de fin de Año y a los especiales de Navidad de la televisión pública. Lo malo: que están enlatadas.

Mientras no se entienda muy bien qué pretende ‘No es un sábado cualquiera’, desde Telecinco, Jorge Javier Vázquez y los suyos deben estar frotándose las manos. Y con razón. Porque la competencia, de momento, es bien floja.