Ecos de sociedad anónima Ecos de sociedad anónima

"Padres comerciantes, hijos caballeros, nietos pordioseros"

¿De quién ha sido la culpa de la crisis?

Suponiendo que estemos efectivamente saliendo de la crisis que afloró en 2008, creo que merece la pena -una vez más -identificar a los responables de la misma, que están en todos los países del mundo aunque ellos no lo sepan.

Creo que son:

  1. Los bancos centrales por no realizar la supervisión con el rigor debido y por servir a intereses espurios de grandes banqueros, ricos y gobiernos. Especialmente dolosa ha sido la actuación del Banco Central Europeo que sigue anclado en la utilización de la política monetaria para regular la inflación (por mandato), un índice que realmente ya no mide nada relevante ni es representativo de la actividad económica de un país (como tampoco lo es el Ibex o el PIB) y en animar el gasto público sin mirar el riesgo-país implícito.
  2. Los bancos comerciales y sus directivos por no entender muy bien su papel en el mundo como creadores de dinero y canalizadores del mismo a través del crédito a la actividad productiva (para la creación de riqueza) y la humana (para la compra de bienes y servicios). Cuatro responsabilidades se derivan de su negligencia en el caso americano y también español (entre otros): a. Animar en exceso la actividad inmobiliaria; b. Rebajar la supervisión crediticia obviando un adecuado análisis de riesgos; c. Alimentar la maquinaria del Estado con la adquisición de deuda pública para su derroche irresponsable y d. Comercializar productos altamente tóxicos, que ni sus consejos de administración entienden (derivados, preferentes, swaps, etc…), sacándolos rápidamente de sus balances y contagiando al sistema financiero global.
  3. Las agencias de calificación por trabajar al servicio de los emisores, que les pagan, y no de los inversores que son los que arriesgan.
  4. Los consumidores por un comportamiento irracional en la toma de decisiones importantes en lo económico, que ha puesto en riesgo su estabilidad incluso emocional, tomando créditos que no podían pagar (azuzados por «bancario»s pagados en base al cumplimiento de objetivos) y pagando precios por activos que no lo valían (validados por las agencias de tasación que elegían los mismos «bancarios» que les prestaban el dinero).
  5. Los gobernantes y sus opositores por ocuparse más de lograr objetivos electoralistas a corto plazo de corte populista (leyes aparentemente integradoras, infraestructuras a gogo, etc.) que de los relevantes a largo plazo: educación sólida asentada en valores, I+D, sanidad sostenible y fomento de un sistema productivo (adaptado a los recursos humanos y naturales disponibles) competitivo y a muy largo plazo y mantenimiento y mejora del entorno para que lo puedan disfrutar las generaciones futuras.
  6. Las grandes instituciones internacionales por describir muy bien el pasado y no ser capaces de impulsar modelos más prospectivos para ayudar a anticipar y prevenir los errores de los políticos.
  7. Los intelectuales por haber desaparecido casi completamente de la faz de la tierra y haber dejado sustituirse por los «internetuales» como los definió Paulo Coelho, aunque no sé si alguna vez realmente existieron.

¿Nos lo tenemos merecido? No. Los ciudadanos votamos a las personas (gobierno y oposición) que nos tienen que ayudar a interpretar la realidad, a través de una comunicación fiel y transparente de lo que nos atañe, y actuar con la anticipación y contundencia necesarias en cada momento.

 

17 comentarios

  1. Dice ser Yankee

    Y de los medios por convertir muchas veces asuntos banales en noticias, en contubernio con los gobernantes, los opositores y grandes empresas que sufragan sus negocios con publicidad.

    28 enero 2014 | 17:43

  2. Dice ser dilatador nasal

    Yo creo que al final, 4 poderosos hacen lo que quieren con las masas.
    Ahora ellos quieren que haya crisis, y la seguirá habiendo hasta que ellos decidan que ya se ha terminado, dependiendo siempre de sus intereses.

    28 enero 2014 | 18:13

  3. Dice ser ANTONIO LARROSA

    Hace ya muchos años que un familiar de Argentina me dijo Espqaña terminara en una crisis como la dee Argentina y ya lo verás como tengo razón: En Argentina teniamos un nivelazo de vida impresionante pero empezaron a invadirnos los paises como Ecuador, Bolibia y etc, y el trabajo que teniamos para siemre yse lo comieron en unos cuantos años y la vivienda tambi´n inició una escalada de precios asombrosa hasta que estalló y todo por culpa de los gobernantes que no controlaron la entrada de inmigrantes,. Ahora ya veo que aquí os están invadiendo y pronto estareis sin trabajo , con los precios por las nubes y todo en la miseria por culpa de los golfos de politicos que gobiernan .

    Clica sobre mi nombre

    28 enero 2014 | 18:32

  4. Dice ser Dinero

    Como en todos los líderes desde pequeño dirigen. Aquí el dinero que es el verdadero amo del ser humano. Se han equivocado de estrategia y le salió el tiro por la culata. Ahora pesa todo en los cimientos de pueblo. Los de abajo, la clase baja y media que quieren eliminar. Solo queda una salida, es buscar de verdad una democracia. Que el pueblo pueda decidir mas, con las firmas necesarias para cambiar leyes, como para paralizar cambios en nuestras ciudades que nadie quiere, sea de o de izquierda. Hoy en día es dictadura de voto, mayoría. Padre padrone como dice en Italia.

    28 enero 2014 | 19:28

  5. Dice ser DM Pitu

    Asi que un pariente tuyo (y vos) creen que los inmigrantes ocasionan las crisis en los países? Mirá que clara que la tenés, Antonito. El monumento al campeón mundial de la ignorancia para vos. Y lo ponemos al lado del cristo redentor en Brasil, pero un poquito mas alto… Pelotudo.

    29 enero 2014 | 02:41

  6. Dice ser Yo

    Y los sindicatos, ¿que? ¿Son acaso los santos de la pelicula?

    29 enero 2014 | 07:44

  7. «1. La estrategia de la distracción

    El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.
    La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

    2. Crear problemas y después ofrecer soluciones.

    Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

    3. La estrategia de la gradualidad.

    Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

    4. La estrategia de diferir.

    Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

    5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad.

    La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.

    6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión.

    Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro
    emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

    7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.

    Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

    8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.

    Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

    9. Reforzar la autoculpabilidad.

    Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

    10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.

    En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites
    dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

    Noam Chomsky

    “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando.
    Millones quieren ser informados.
    El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.

    Rodolfo Walsh

    29 enero 2014 | 18:41

  8. «“Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta”.
    Artículo 135 reformado de la Constitución

    El 7 de septiembre de 2011 el Senado aprobaba la reforma del artículo 135 de la Constitución Española limitando el techo de gasto de las Administraciones según los márgenes establecidos por la Unión Europea. Límite fundamentado por la necesidad de salvaguardar la “estabilidad presupuestaria”. Sin embargo, bajo este propósito queda enquistada en nuestra Carta Magna la obligación de satisfacer el pago de la deuda como objetivo prioritario de la gestión pública con independencia de otras necesidades. Al tiempo, fija en el cuerpo social el estigma de lo público como algo gravoso cuyos excesos hay que vigilar y limitar. “No se puede gastar lo que no se tiene”, dirá después Rajoy. En realidad, este supuesto dispendio, amplificado por los casos de corrupción y despilfarro que han creado tanta alarma mediática y social, es en gran medida el resultado de subordinar la financiación de la deuda al juego especulativo de los mercados financieros.

    Pero este cuadro no tiene nada de frío diagnóstico económico. Encierra una estrategia política doble: establecer una estricta correlación entre deuda y recortes (sociales, se entiende) y trasladar el peso de la deuda sobre la conciencia colectiva. Como ya experimentan las sociedades griega, portuguesa y española, el tándem deuda / recortes ha entrado en un círculo vicioso cuya única solución sería purgar al Estado por su obesidad mórbida. Es decir, acometer “reformas” estructurales que corregirían el derroche de lo público hasta equilibrarlo con la eficacia de lo privado. Porque ahí donde se elimina gasto social aparece, casualmente, un nicho de mercado. Esta idea no sería compartida o soportada si no fuera legitimada por la segunda estrategia: todos somos deudores y debemos responder por ese déficit. Invocación a la autoinculpación dialécticamente atrapada en la telaraña de la corresponsabilidad colectiva: “Sin las renuncias parciales de cada uno la recuperación de todos es imposible”, asegura nuevamente Rajoy. Esta “socialización de la culpa” se ha revelado una coartada realmente eficaz, pues exime a los verdaderos causantes al diluir sus responsabilidades en el conjunto de la ciudadanía. Es lo que salmodian algunos voceros desde distintas instancias del poder: “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. La frase merece ser diseccionada, pues en su inclusión enunciativa y ambigua ejemplaridad encuentra su mayor consenso: “yo”, el que la pronuncia, también me señalo y con ello refuerzo la admonitoria responsabilidad; aunque eso sí, sin determinar la mía. Además, revela un diagnóstico sobre el pasado y un designio sobre el futuro: antes disfrutábamos de una prosperidad inmerecida que ahora debemos pagar. Pero hay más, equipara ese hipotético exceso de bienestar colectivo para que el castigo sea asumido en igual medida.

    Ya sabemos que ahora trabajar más es sinónimo de ganar menos
    Y, ciertamente, la culpa y el castigo inspiran buena parte de las medidas que los gobernantes adoptan actualmente. En este punto, los discursos oficiales y su vocabulario (sacrificios, austeridad, rigor, medidas dolorosas, esfuerzos…) han conseguido una gran aceptación: cuando la culpa se comparte resultan más cercanas y cotidianas las causas de la crisis. Es más, se puede aplicar una estigmatización selectiva de la sociedad (por gremios, edades, condición social), jaleada por una suerte de rencor hacia el otro, que hace razonable su castigo (aunque sea el más necesitado) y tolerable el propio. Se penaliza a los trabajadores que enferman descontándoles parte de su sueldo, se penaliza a los enfermos que “abusan” de las medicinas y los tratamientos, se penaliza a los estudiantes repetidores incrementándoles las matrículas… Una lógica que siempre admitirá una vuelta de tuerca más al investirse de discurso moral, circunstancia que ya advirtió Max Weber a propósito del influjo de la ética protestante en el capitalismo. No solo eso, legitimada su aplicación como signo de buen gobierno, naturaliza sus efectos: todo castigo debe someter al culpable a la experiencia purificadora del dolor. “Gobernar, a veces, es repartir dolor” sentencia Gallardón. Las consecuencias de este “sufrimiento inevitable” no se han hecho esperar: un alarmante incremento de la pobreza, la desigualdad y la exclusión social, según revela el último informe FOESSA (Análisis y perspectivas 2013: desigualdad y derechos sociales).

    Desde el “discurso de la deuda”, todo ello no sería más que un sacrificio necesario y la constatación de que los expulsados del sistema no se han esforzado lo necesario (por tanto, se les puede abandonar a su suerte). Porque nunca es suficiente: “Tenemos que cambiar y ponernos a trabajar más todos porque, de lo contrario, España será intervenida”, nos diagnostica Juan Roig, el adalid de la “cultura del esfuerzo” a la china. Y ya sabemos que ahora trabajar más es sinónimo de ganar menos. De ahí que la sombra de la mala conciencia se cierna también sobre las negociaciones salariales. Aceptar la reducción del salario es admitir implícitamente esa supuesta parte de responsabilidad en la crisis y asumir como propia, cuando no hay acuerdo, la decisión del despido de otros trabajadores.

    En el círculo vicioso de la deuda, la única salida posible parece ser la austeridad
    Un peculiar sentido de la responsabilidad que llevaba al PP a establecer un insólito silogismo el pasado 14 de noviembre con motivo de la huelga general. Ese día, el argumentario distribuido entre sus dirigentes afirmaba: “La huelga general supone un coste de millones de euros que podrían destinarse al gasto social”. Es decir, los huelguistas serían culpables no solo de lo no producido (con el consiguiente perjuicio para la marca España), sino de que su montante económico no se hubiera traducido mágicamente en gasto social. En suma, sus reivindicaciones irresponsables quedarían deslegitimadas por insolidarias. Apurando esta lógica, cualquier reivindicación o protesta sería un gesto de desobediencia irresponsable a ese nuevo orden dictado desde el rigor presupuestario y la contención salarial.

    Y es que, en ese círculo vicioso de la deuda, la única salida posible parece ser la austeridad, un dogma moralmente irreprochable, que promete llevarnos a la expiación económica. Bajo sus designios el Estado quedaría paulatinamente liberado de todo compromiso social y el individuo a merced de la mercantilización de todos los servicios públicos. No solo eso, al igual que en los tiempos de bonanza el crédito alimentaba nuestros sueños de prosperidad, la deuda hipoteca ahora las perspectivas de futuro: paro o empleo precario a cambio de pensiones exiguas o privatizadas para disfrutar cada vez más tarde. Un destino determinado por lo que el filósofo Patrick Viveret denomina “sideración económica”: no hay otra alternativa y hasta las víctimas lo creen así y aceptan su condición.

    Paradójicamente, en este marco conceptual apenas se menciona a los propietarios de “nuestra deuda”, ¿quiénes son y por qué les debemos? ¿Cómo han logrado reescribir nuestra Constitución? Es comprensible que no se pronuncien sus nombres o se muestren sus rostros. Los que gobiernan al dictado de sus designios también les deben mucho».

    Rafael R. Tranche es profesor titular en la Universidad Complutense de Madrid.
    16 MAY 2013

    29 enero 2014 | 18:53

  9. Dice ser Ecos-de-Sociedad-Anónima

    Algunos echarån en falta a dos grupos culpables que, sin embargo, no lo son tanto en Estados Unidos como en Esp:

    8. Los sindicatos por comportarse como partidos políticos en el sentido de cultivar el corporativismo y la protección de sus dirigentes por encima de los que dicen representar.

    9. Las patronales empresariales por estar dirigidas por empresarios interesados en mantener una buena relación con los gobernantes de cada momento a cambio de protección y/o negocios con la Administración en sus empresas.

    29 enero 2014 | 22:14

  10. «Permítame, Sr. lector, que le hable como si estuviéramos tomando un café, explicándole algunas de las mayores falsedades que se le presentan a diario en la prensa económica. Debería ser consciente de que gran parte de los argumentos que se presentan en los mayores medios de información y persuasión económicos del país para justificar las políticas públicas que se están llevando a cabo, son posturas claramente ideológicas que no se sustentan en base a la evidencia científica existente. Le citaré algunas de las más importantes, mostrándole que los datos contradicen lo que dicen. Y también intentaré explicarle por qué se continúan repitiendo estas falsedades, a pesar de que la evidencia científica las cuestiona, y con qué fin se le presentan diariamente a usted y al público.

    Comencemos por una de las falsedades más importantes, que es la afirmación de que los recortes de gasto público en los servicios públicos del Estado del Bienestar, tales como sanidad, educación, servicios domiciliarios, vivienda social, y otros (que están perjudicando enormemente el bienestar social y calidad de vida de las clases populares), son necesarios para que no aumente el déficit público. Y se preguntará usted, “y, ¿por qué es tan malo que crezca el déficit público?”. Y los reproductores de la sabiduría convencional le responderán que la causa de que haya que reducir el déficit público es porque el crecimiento de este déficit determina el crecimiento de la deuda pública, que es lo que el Estado tiene que pagar (predominantemente a la banca, que tiene algo más de la mitad de la deuda pública en España) por haber pedido prestado dinero a la banca para cubrir el agujero creado por el déficit público. Se subraya así que la deuda pública (que se considera una carga para las generaciones venideras, que tendrán que pagarla) no puede continuar creciendo, debiéndose reducir recortando el déficit público, lo cual quiere decir para ellos recortar, recortar y recortar el Estado del Bienestar, hasta el punto de acabar con él, que es lo que está ocurriendo en España.

    Los argumentos que se utilizan para justificar los recortes no son creíbles

    El problema con esta postura es que los datos (que la sabiduría convencional oculta o ignora) muestran precisamente lo contrario. Los recortes son enormes (nunca se habían visto durante la época democrática unos tan grandes), y en cambio, la deuda pública continúa y continúa creciendo. Mire lo que está pasando en España, por ejemplo, con la sanidad pública, uno de los servicios públicos más importantes y mejor valorados por la población. El gasto público sanitario como porcentaje del PIB se redujo alrededor de un 3,5% en el periodo 2009-2011 (cuando debería haber crecido un 7,7% durante el mismo periodo para llegar al gasto promedio de los países de semejante desarrollo económico al nuestro), y el déficit público se redujo, pasando del 11,1% del PIB en 2009 al 10,6% en 2012, y en cambio la deuda pública no bajó, sino que continuó aumentando, pasando del 36% del PIB en 2007 al 86% en 2012. En realidad, la causa de que la deuda pública esté aumentando se debe, en parte, a los recortes del gasto público.

    ¿Cómo puede ser eso?, se preguntará usted. Pues la respuesta es fácil de ver. El descenso del gasto público implica que disminuye la demanda pública y con ello el crecimiento y la actividad económica, con lo cual el Estado recibe menos ingresos por vía de impuestos y tasas. Y al recibir menos impuestos, el Estado debe endeudarse más, con lo cual la deuda pública continúa creciendo. Ni que decir tiene que el mayor o menor impacto estimulante del gasto público depende del tipo de gasto. Pero se está recortando en los servicios públicos del Estado del Bienestar, que son los que crean más empleo y que están entre los que estimulan más la economía. Permítame que repita esta explicación debido a su enorme importancia.

    Cuando el Estado (tanto central como autonómico y local) aumenta el gasto público, aumenta la demanda de productos y servicios, y con ello el estímulo económico. Cuando baja, disminuye la demanda y desciende el crecimiento económico, con lo cual el Estado recibe menos fondos. Es lo que en la terminología macroeconómica se conoce como el efecto multiplicador del gasto público. La inversión y el gasto públicos facilitan la actividad económica, lo cual es negado por los economistas neoliberales (que se promueven en la gran mayoría de medios de mayor información y persuasión del país), y ello a pesar de la enorme evidencia publicada en la literatura científica (ver mi libro Neoliberalismo y Estado del Bienestar, Ariel Económica, 1997).

    Otra farsa: nos gastamos más de lo que tenemos

    La misma sabiduría convencional le está diciendo también que la crisis se debe a que hemos estado gastando demasiado, muy por encima de nuestras posibilidades. De ahí la necesidad de apretarse el cinturón (que quiere decir recortar, recortar y recortar el gasto público). Por regla general, esta postura va acompañada con el dicho de que el Estado tiene que comportarse como las familias, es decir “en ningún momento se puede gastar más de lo que se ingresa”. El Presidente Rajoy y la Sra. Merkel han repetido esta frase miles de veces.

    Esta frase tiene un componente de hipocresía y otro de falsedad. Déjeme que le explique el por qué de cada uno. Yo no sé cómo usted, lector, compró su coche. Pero yo, como la gran mayoría de españoles, compro el coche a plazos, es decir, a crédito. Todas las familias se han endeudado, y así funciona su presupuesto familiar. Pagamos nuestras deudas a medida que vamos ingresando los recursos que, para la mayoría de españoles, proceden del trabajo. Y de ahí deriva el problema actual. No es que la gente haya ido gastando por encima de sus posibilidades, sino que sus ingresos y sus condiciones de trabajo han ido deteriorándose más y más, sin que la población sea responsable de ello. En realidad, los responsables de que ello ocurra son los mismos que le están diciendo que tienen que recortarse los servicios públicos del Estado del Bienestar y también bajar los salarios. Y ahora tienen la osadía (para ponerlo de una manera amable) de decir que la culpa la tenemos usted y yo, porque hemos estado gastando más y más. Yo no sé usted, pero le garantizo que la mayoría de las familias no han estado comprando y amasando bienes como locos. Todo lo contrario.

    La misma hipocresía existe en el argumento de que el Estado ha estado gastando demasiado. Fíjese usted, lector, que el Estado español ha estado gastando, no mucho más, sino mucho menos de lo que han gastado otros países de similar nivel de desarrollo económico. Antes de la crisis, el gasto público representaba solo el 39% del PIB, cuando el promedio de la UE-15 era un 46% del PIB. Ya entonces, el Estado debería haberse gastado como mínimo 66.000 millones de euros más en gasto público social para haberse gastado lo que le correspondía por su nivel de riqueza. No es cierto que ni las familias ni el Estado se hayan gastado más de lo que deberían. Y a pesar de ello, le continuarán diciendo que la culpa la tiene la mayoría de la población que ha gastado demasiado y ahora tiene que apretarse el cinturón.

    También habrá usted escuchado que estos sacrificios (los recortes) hay que hacerlos “para salvar al euro”

    De nuevo, esta cantinela de que “estos recortes son necesarios para salvar al euro” se reproduce constantemente Ahora bien, en contra de lo que constantemente se anuncia, el euro no ha estado nunca en peligro. Ni tampoco hay la más mínima posibilidad de que algunos países periféricos (los PIGS, que incluye a España) de la Eurozona sean expulsados del euro. En realidad, uno de los problemas de los muchos que tienen estos países es que el euro está demasiado fuerte y sano. Su cotización ha estado siempre por encima del dólar y su elevado poder dificulta la economía de los países periféricos de la Eurozona. Y otro problema es que el capital financiero alemán les ha prestado, con amplios beneficios, 700.000 millones de euros y quiere ahora que los países periféricos los devuelvan. Si alguno de ellos dejara el euro, la banca alemana podría colapsar. Esta banca (cuya influencia es enorme) no quiere ni oír hablar de que estos países deudores se vayan del euro. Les aseguro que es lo último que desean.

    Esta observación, que es obvia, no es un argumento, por cierto, a favor de permanecer en el euro. En realidad, creo que los países PIGS deberían amenazar con salirse del euro. Pero es absurdo el argumento que se utiliza de que España tenga que ver reducido el tiempo de visita al médico todavía más para salvar al euro (que es el código para decir, “salvar a la banca alemana y devolverle el dinero” que prestó consiguiendo enormes beneficios).

    Estas son las falacias que constantemente se le exponen. Pero le aseguro que se le presentan sin que exista ninguna evidencia que las avale. Así de claro.

    La causa de los recortes

    Y se preguntará usted, ¿por qué se hacen entonces estos recortes? Y la respuesta es fácil de ver, aunque raramente la verá en aquellos medios de información y persuasión. Es lo que solía llamarse “lucha de clases”, pero ahora aquellos medios no utilizan esta expresión por considerarla “anticuada”, “ideológica”, “demagógica” o cualquier epíteto que utilizan para mostrar el rechazo y deseo de marginalización de aquellos que ven la realidad según un criterio distinto, e incluso opuesto, al de los que definen la sabiduría convencional del país.

    Pero, por mucho que lo quieran ocultar, esa lucha existe. Es la lucha (lo que mi amigo Noam Chomsky llama incluso guerra de clases –como expone en su introducción al libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, de Juan Torres, Alberto Garzón y yo) de una minoría (los propietarios y gestores del capital, es decir, de la propiedad que genera rentas) contra la mayoría de la población (que obtiene sus rentas a partir de su trabajo). Ni que decir tiene que esta lucha de clases ha ido variando según el periodo en el que uno vive. Era distinta en la época de nuestros padres y abuelos de la que está ocurriendo ahora. En realidad, ahora es incluso más amplia, pues no es solo de las minorías que controlan y gestionan el capital contra la clase trabajadora (que continúa existiendo), sino que incluye también a grandes sectores de las clases medias, formando lo que se llaman las clases populares, conjuntamente con la clase trabajadora. Esta minoría es enormemente poderosa y controla la mayoría de los medios de información y persuasión, y tiene también una gran influencia sobre la clase política. Y este grupo minoritario desea que se bajen los salarios, que la clase trabajadora esté atemorizada (de ahí la función del desempleo) y que pierda los derechos laborales y sociales. Y está reduciendo los servicios públicos como parte de esta estrategia para debilitar tales derechos. También es un factor importante la privatización de los servicios públicos, que es consecuencia de los recortes, y que permite la entrada del gran capital (y muy en particular del capital financiero-banca y de las compañías de seguros) en estos sectores, aumentando sus ganancias. Usted habrá leído cómo en España las compañías privadas de seguros sanitarios se están expandiendo como nunca antes lo habían conseguido. Y muchas de las empresas financieras de alto riesgo (que quiere decir, altamente especulativas) están hoy controlando grandes instituciones sanitarias del país gracias a las políticas privatizadoras y de recortes que los gobiernos están realizando, justificándolo todo con la farsa (y créanme que no hay otra manera de decirlo) de que tienen que hacerlo para reducir el déficit público y la deuda pública».

    por Vicenç Navarro
    Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
    publico.es
    30 de enero de 2014

    01 febrero 2014 | 01:33

  11. «»Cuando alguien comienza una conversación advirtiendo de antemano que no entiende de política sé que lo que me espera a continuación es poco menos que un mitin sobre cómo hay que arreglar España. En un país como el nuestro en el que, como reza el dicho, el más tonto hace aviones, con millones de seleccionadores de fútbol en potencia, donde cada taxista es un presidente del Gobierno y cada policía antidisturbios, un ministro de Interior, si alguien te dice que no entiende de política, hazle caso, créele: no entiende de política.
    Eso sí, compra, vende, utiliza los transportes públicos, la sanidad pública, tiene que enviar a sus hijos al colegio con un tupper, simultáneamente sufre una subida del IVA y una bajada de sueldo, su puesto de trabajo pende del hilo caprichoso de su jefe, si es que ya no está en paro, o trabaja con un sueldo de esclavo… pero no entiende de política. Ignora que desde que enciende la luz de madrugada o abre el grifo, antes de ir a trabajar, hasta que regresa por la noche para hundirse en el sillón, agotado y acojonado, ha sido la política (que es tan misteriosa como los malditos mercados) la responsable de todo cuanto bueno o malo le ha sucedido durante la jornada.

    En realidad todos entendemos de política a la fuerza porque sufrimos sus consecuencias a diario. Es como la gravitación, que nunca la ves pero que la padeces inevitablemente, sobre todo cuando pierdes el equilibrio y vas a parar al duro suelo, donde la gravedad de la caída cobra todo su sentido. Los que dicen no entender de política actúan como aquel del chiste que pensaba que aunque no existiese la ley de la gravedad las cosas caerían por su propio peso. A lo que se refieren en realidad es que no entienden … a los políticos, que es como decir que no entienden a Isaac Newton, el primero que formuló la ley de la gravitación universal.

    Sin embargo, la muletilla de que no entendemos de política nos salva de situaciones embarazosas, como cuando damos el pésame a los parientes del finado con la muletilla de “te acompaño en el sentimiento”, que nos libera de elaborar una frase más original e igual de inútil. Confesar de antemano nuestra ignorancia nos coloca al nivel de los niños, cuya inocencia les permite hacer todo tipo de preguntas, hasta la extenuación de los padres, sin que parezcan tontos. Más aún, cuantas más preguntas nos hacen más listos nos parecen, los muy jodidos.

    Pero, mucho cuidado, porque en los adultos, preguntas sobre la existencia o no de los Reyes Magos o del Ratoncito Pérez, en lugar de hacernos más listos, como a los niños, pueden suponer un síntoma de oligofrenia. Como decir que no entendemos de política con la que está cayendo. Y aún así, debo confesaros que, aunque sí entendemos de política porque sufrimos en nuestras cabezas las consecuencias de los actos de los políticos, cuando nos enfrentamos a unas elecciones, una oportunidad única, como si de pronto pudiésemos cambiar la ley de la gravedad, seguimos votando a caciques, defraudadores, prevaricadores, ineptos y delincuentes (¿cómo se explica que 16.000 personas hayan votado a Mario Conde en las últimas elecciones en Galicia?).

    En realidad creo que lo nuestro con la clase política es lo más parecido al matrimonio de los católicos que, aunque sospechen que uno de los dos miembros de la pareja es infiel o tonto de remate, hay que mantener la unión por encima de todo, porque el matrimonio en sí es una categoría superior a la felicidad familiar, y porque el sistema democrático también es una categoría superior a la democracia misma.

    Los políticos nos son infieles, nos mienten, nos juran que no tienen aventuras con otros, o que no volverán a hacerlo, se gastan en sus juergas alegremente el dinero de nuestro patrimonio común, y al final nos comportamos con ellos como si les creyésemos, dispuestos siempre a perdonarles como si admitiésemos sus disculpas, introduciendo nuestro voto una vez más sin condón, como conejos rijosos del Opus Dei. Intuimos que nos engañan, pero se las arreglan para que lleguemos a admitir que el problema es nuestro, que somos nosotros los que no entendemos. “Es que tú no lo entiendes, cariño”, nos dicen mientras cariñosamente nos echan mano a la entrepierna.

    Una vez seducidos, reducidos políticamente al nivel de niños, ya estamos preparados para preguntarnos por qué nos pasa lo que nos pasa. Y una de las preguntas fundamentales es por qué, si esto es un contrato entre los políticos y la ciudadanía, como un gran matrimonio nacional (¿Patrimonio nacional?), una de las partes puede incumplir reiteradamente el contrato, una vez que se ha metido en nuestra cama y ha gozado, a pelo y sin freno, de todos nosotros.

    En Italia, una sentencia judicial pretende encerrar en la cárcel a seis científicos que se supone deberían haber sabido predecir el terremoto de L’Aquila, que se cobró más de 300 vidas. Su impericia profesional, según el juez, no es un simple error de cálculo, es poco menos que un crimen, y deberán pagar duramente por su irresponsabilidad. Aquí en España, los suicidios por las políticas aberrantes del Gobierno pronto superarán a los muertos del terremoto de Italia. El PP, con Mariano Rajoy a la cabeza, está gobernando incumpliendo con saña todas las promesas electorales por las que nos había llevado al altar y a la cama, ciscándose en el contrato que establecimos (bueno, que establecieron los que se casaron con él) en las urnas.

    Cierto es que Mariano Rajoy tiene una incultura enciclopédica y no es experto en nada, de lo que se deduce que parece imposible llevarle a los tribunales por negligencia profesional, porque él es un seductor, y no un vulgar científico con los conocimientos y preparación suficientes para predecir los terremotos de la política y la economía. Él, que acusó a Rodríguez Zapatero de no haber visto venir la crisis, y de cultivar después en los invernaderos de la Moncloa todo un vergel de brotes verdes alumbrados por las lucecitas del famoso final del túnel, nombra ministro de Economía y Competitividad a Luis de Guindos, el que en noviembre de 2003 decía en el diario ABC (leo en la Wikipedia), en calidad de secretario de Estado de Economía con Aznar, que “en España no hay burbuja inmobiliaria, sino una evolución de precios al alza que se van a ir moderando con más viviendas en alquiler y más transparencias en los procedimientos de urbanismo”.

    Esta joya de experto en predicción de terremotos inmobiliarios fue contratado años más tarde como experto en la salvación de países en crisis provocadas… por la burbuja inmobiliaria que él no supo ver. ¿Y cuáles eran sus méritos? Haber sido miembro del Consejo Asesor para Europa del banco de inversiones Lehman Brothers, curioso lugar en el que se encuentra un país llamado España, banco que, con sus malas prácticas, sobre todo en la gestión de las hipotecas basura inmobiliarias, desencadenó una crisis económica mundial sin precedentes. El experto en terremotos.

    Ahora, como ya he descendido intelectualmente al nivel de un niño, puedo preguntarme inocentemente: ¿por qué Luis de Guindos está de ministro ¡de Economía! y no en la cárcel? ¿Por qué Mariano Rajoy está de presidente del Gobierno y no en la cárcel por incumplimiento doloso de contrato? Y la madre de todas las preguntas: ¿por qué no acudimos todos ante los tribunales con una demanda de divorcio contra los que nos prometieron en matrimonio político e incumplieron después todas sus promesas?
    ¿Será porque tú no lo entiendes, cariño?».

    por Manuel Saco. 28/10/2012

    01 febrero 2014 | 01:55

  12. ¿De quien es la culpa de la crisis ? Para un ciudadano normal la culpa de esta crisis es le los políticos nacionales así como internacionales que en vez crear leyes para atajar la especulaciones de los sistemas monetarios les dieron alas para especular mas y con mas beneficios mientras los banco centrales tanto nacionales como internacionales haciendo la vista gorda a estas especulaciones sacan sus

    01 febrero 2014 | 20:03

  13. Dice ser candelaria rincones

    La culpa fue mía, por no rezar todas las noches antes de dormirme y arrepentirme de mis pecados.

    04 febrero 2014 | 07:51

  14. La manera de utilizar una tarjeta de credito es sin duda gastar solamente lo que necesitamos y podemos pagar para que no hayan conflictos entre el cliente y el banco correspondiente.

    04 febrero 2014 | 23:57

  15. Dice ser elmiedo

    en mi opinión la culpa de la crisis la han tenido a partes iguales inmigrantes y empresarios, el aumento de inmigrantes aumentando la demanda laboral y disminuyendo la oferta, sumado a la facilidad del empresario para contratar y por ello abusando y congelando los convenios, al final es el empleo el que nos lleva al consumo, contra menos salario menos consumo y contra menos consumo menos empleo, las teorías del ladrillazo son falsas, porque de haber empleo la gente seguiría pagando sus hipotecas, al ladrillo le ocurrió lo mismo que al sector del automóvil, mientras hubo empleo la gente vio el momento de comprar y los constructores, al igual que los bancos y empresarios le sacaron provecho sin que la gente le diese importancia, pero muchos ya veníamos dándonos cuenta de la situación y nos negamos a hipotecarnos, muchos nos fuimos al paro sin deudas porque no habíamos invertido en nada, coche de segunda mano y vivienda de alquiler, por lo que se puede decir que los que se han llevado el batacazo son los que han ido un poco de sobrados, sin que nadie se moleste… mi respuesta es, inmigración+empresarios, la presencia de inmigrantes aumenta y colapsa la demanda social y sanitaria, esta misma crisis con Felipe González no fue tan acusada porque había mucha menos inmigración y la presencia de paro no implicó una deuda social sanitaria como en este caso en el que son cuatro los que mantienen la seguridad social y diez millones los que la consumen

    08 febrero 2014 | 15:18

  16. «Estamos asistiendo a una estrategia publicitaria coordinada para convencernos de que ya no estamos en crisis. Lo que confirma que, si seguimos escuchando a gobernantes, leyendo periódicos mayoritarios y viendo televisión, nos convencerán de que ya no tenemos problemas económicos, mientras escarbamos en los contenedores de la basura buscando qué comer.

    Primero fue el banquero Emilio Botín, quien dijo que «es un momento fantástico para España. Llega dinero de todas partes» ( Cinco Días, 17-10-2013). Dos días después, el ministro de Economía, Cristóbal Montoro, afirma que 2014 (o sea, en poco más de dos meses) será el año «del crecimiento y la creación de empleo» y que «estamos en las puertas mismas del crecimiento y de la creación de empleo» (Efe, 19-10-2013). El presidente Mariano Rajoy no podía ser menos, y el mismo día afirmaba desde Panamá, en la Cumbre Iberoamericana, que España «está saliendo ya de la crisis con una economía saneada y reforzada» (ElDiario.es, 19-10-2013). La coordinación con El País es total, pues este diario titula: «Los mercados atisban la recuperación», y afirma a continuación que «la economía española despide la recesión más prolongada de su historia reciente» ( El País, 19-10-2013). Al día siguiente, ABC se apunta al toque triunfal y sale a toda plana en portada con «Brotes verdes. Esta vez, Sí» ( ABC, 20-10-2013).

    Por si todo esto a las familias no les sonara ya a música celestial, puesto que no le ven relación alguna con su economía, aparece la agencia estatal Efe y afirma que “la riqueza de la familias sube un 19% y recupera el nivel previo a la crisis» (Efe, 21-10-2013).

    Y si alguien no está de acuerdo, lo que hace es impedir la recuperación. Ahí está de nuevo el ministro de Economía diciendo el día 22 que «quienes cuestionan la recuperación están poniendo en realidad palos en la rueda de la propia recuperación» (ElConfidencial, 22-10-2013).
    La verdad es que para algunos sí es verdad que no existe crisis. El precio de las acciones de las 35 empresas más poderosas de la Bolsa española ha subido un 30% en los últimos cuatro meses ( Público, 15-10-2013). Y si hablamos de bancos, los siete grandes españoles que cotizan en Bolsa (Santander, BBVA, Caixabank, Bankia, Popular, Sabadell y Bankinter) superaban un 34% su cotización de principios de año ( Público, 23-10-2013).
    En conclusión, Gobierno, banqueros y grandes medios de comunicación acaban de decretar que vivimos un momento fantástico porque a los bancos y a las grandes empresas les va muy bien, el resto ya no tenemos problemas económicos y no tiene sentido quejarnos porque en nuestras casas somos igual de ricos que antes de la crisis, cuando vivíamos por encima de nuestras posibilidades.

    Eso sí, si uno atiende a la realidad fuera de estas voces y mira a los ciudadanos, encuentra datos sospechosos. La quinta parte de los niños españoles se encuentra en la pobreza, según un informe de abril elaborado por Unicef. Igualmente, la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) ha denunciado que en el portal de compraventa milanuncios.com aparecían desde hace meses anuncios de españoles que, por necesidades de dinero, estaban poniendo en venta un riñón o un trozo de su hígado ( El Mundo, 19-10-2013). Y si de ofertas de trabajo se trata, la que vimos fue de reponedor en una tienda de alimentación durante media hora los lunes, miércoles y viernes, por un salario de 4,87 euros brutos la hora. Es decir, el trabajador va a la empresa, trabaja media hora, regresa a casa, y a disfrutar de los 2,43 euros brutos que ha ganado.

    Y es que hay gente que parece que no escucha lo que le dicen el Gobierno ni lee la prensa, y se empeña en seguir estando en crisis».

    por Pascual Serrano
    26/10/2013
    eldiario.es

    16 febrero 2014 | 02:30

  17. «Cuando termine la recesión habremos perdido 30 años en derechos y salarios.
    Un buen día del año 2014 nos despertaremos y nos anunciarán que la crisis ha terminado. Correrán ríos de tinta escritos con nuestros dolores, celebrarán el fin de la pesadilla, nos harán creer que ha pasado el peligro aunque nos advertirán de que todavía hay síntomas de debilidad y que hay que ser muy prudentes para evitar recaídas. Conseguirán que respiremos aliviados, que celebremos el acontecimiento, que depongamos la actitud crítica contra los poderes y nos prometerán que, poco a poco, volverá la tranquilidad a nuestras vidas
    .
    Un buen día del año 2014, la crisis habrá terminado oficialmente y se nos quedará cara de bobos agradecidos, nos reprocharán nuestra desconfianza, darán por buenas las políticas de ajuste y volverán a dar cuerda al carrusel de la economía. Por supuesto, la crisis ecológica, la crisis del reparto desigual, la crisis de la imposibilidad de crecimiento infinito permanecerá intacta pero esa amenaza nunca ha sido publicada ni difundida y los que de verdad dominan el mundo habrán puesto punto final a esta crisis estafa —mitad realidad, mitad ficción—, cuyo origen es difícil de descifrar pero cuyos objetivos han sido claros y contundentes: hacernos retroceder 30 años en derechos y en salarios.

    Un buen día del año 2014, cuando los salarios se hayan abaratado hasta límites tercermundistas; cuando el trabajo sea tan barato que deje de ser el factor determinante del producto; cuando hayan arrodillado a todas las profesiones para que sus saberes quepan en una nómina escuálida; cuando hayan amaestrado a la juventud en el arte de trabajar casi gratis; cuando dispongan de una reserva de millones de personas paradas dispuestas a ser polivalentes, desplazables y amoldables con tal de huir del infierno de la desesperación, entonces la crisis habrá terminado.
    Un buen día del año 2014, cuando los alumnos se hacinen en las aulas y se haya conseguido expulsar del sistema educativo a un 30% de los estudiantes sin dejar rastro visible de la hazaña; cuando la salud se compre y no se ofrezca; cuando nuestro estado de salud se parezca al de nuestra cuenta bancaria; cuando nos cobren por cada servicio, por cada derecho, por cada prestación; cuando las pensiones sean tardías y rácanas, cuando nos convenzan de que necesitamos seguros privados para garantizar nuestras vidas, entonces se habrá acabado la crisis.

    Un buen día del año 2014, cuando hayan conseguido una nivelación a la baja de toda la estructura social y todos —excepto la cúpula puesta cuidadosamente a salvo en cada sector—, pisemos los charcos de la escasez o sintamos el aliento del miedo en nuestra espalda; cuando nos hayamos cansado de confrontarnos unos con otros y se hayan roto todos los puentes de la solidaridad, entonces nos anunciarán que la crisis ha terminado.
    Nunca en tan poco tiempo se habrá conseguido tanto. Tan solo cinco años le han bastado para reducir a cenizas derechos que tardaron siglos en conquistarse y extenderse. Una devastación tan brutal del paisaje social solo se había conseguido en Europa a través de la guerra. Aunque, bien pensado, también en este caso ha sido el enemigo el que ha dictado las normas, la duración de los combates, la estrategia a seguir y las condiciones del armisticio.

    Por eso, no solo me preocupa cuándo saldremos de la crisis, sino cómo saldremos de ella. Su gran triunfo será no sólo hacernos más pobres y desiguales, sino también más cobardes y resignados ya que sin estos últimos ingredientes el terreno que tan fácilmente han ganado entraría nuevamente en disputa.
    De momento han dado marcha atrás al reloj de la historia y le han ganado 30 años a sus intereses. Ahora quedan los últimos retoques al nuevo marco social: un poco más de privatizaciones por aquí, un poco menos de gasto público por allá y voilà: su obra estará concluida. Cuando el calendario marque cualquier día del año 2014, pero nuestras vidas hayan retrocedido hasta finales de los años setenta, decretarán el fin de la crisis y escucharemos por la radio las últimas condiciones de nuestra rendición».

    por Concha Caballero.
    18 ENE 2013

    16 febrero 2014 | 02:32

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