Estoy dramatizando Estoy dramatizando

"... no me despiertes, si duermo, y si es verdad, no me duermas". (Pedro Calderón de la Barca, 'La vida es sueño')

Archivo de marzo, 2014

Una gamberrada escénica

A Marte Cabaret

3estrellasEl cabaré parece haber venido a la cartelera teatral para quedarse. Al menos a juzgar por la proliferación de espectáculos como The Hole (ahora, también The Hole 2) y otros más efímeros como ¿Hacemos un trío?

A Marte Cabaret

Un número de ‘A Marte Cabaret’ (JOSÉ CARLOS NIEVAS)

A Marte Cabaret ha sido el último en sumarse a la lista y lo ha hecho en el primer grupo, el de los shows de gran formato. Compararlo con The Hole, de hecho, resulta inevitable. Para empezar, porque comparten parcialmente equipo creativo, con Yllana en la dirección y el actor Secun de la Rosa como guionista.

Pero el recién llegado es todavía más descarado que su antecesor: los que en el espectáculo de Paco Léon se quedaban en ‘striptease interrupti’, por ejemplo, en este son desenfadados desnudos integrales. Luego, los números circenses ­–no faltan las acrobacias ni los contorsionistas- ceden parte del protagonismo al humor en formato narrativo y también musical, uno de los dos pilares sobre los que se asienta A Marte Cabaret. El otro, sin duda, el aspecto visual, sobre todo gracias a una escenografía, un vestuario y una iluminación llamativos, adecuados y efectivos.

Aunque su mejor baza la juega este show con su maestro de ceremonias, Ángel Ruiz. El actor (El inspector, Los productores) tira de estilo, tablas y retórica para conducir la función.

Una gamberrada escénica ideal para espíritus ávidos de despedida de soltero que debe digerirse -y así lo permite el formato- copa de vino en mano. Si el respetable sigue teniendo ganas de juerga, A Marte Cabaret confirmará que el cabaré ha venido a la cartelera teatral para quedarse.

– Creación y dirección: Yllana.

– Texto: Secun de la Rosa.

– Reparto: Ángel Ruiz, Fidel Fernández, Juan Ramos, Luis Cao, Elena Mora Nani, Reyes Ortega, Vicky Tafalla, Jenny Fernández, Víctor Massán, Álex Arce, Fer Fernández, Inon Ben David, Boaz Ben David, Iurie Basiul, Moussa.

– Letras de algunas canciones: Ángel Ruiz.

– Coreografías: Carlos Chamorro.

– Coreografías stripteases: Gema Martín.

– Coreografías aéreas: Federico Barrios.

– Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda.

– Iluminación y vídeo: Felipe Ramos (A. A. I.).

– Sonido: José Mora.

– Vestuario: Alejandra Hernández y Elvira Fuentes.

– Sala: Teatro Rialto, Madrid.

Mi primera vez

Hubo una época de mi vida en que parecía que todo lo importante había pasado cuando yo tenía «seis o siete años»… Y tendría seis o siete años cuando fui por primera vez al teatro.

Fue en Madrid, diría que en 1988 o 1989 y en una sala mediana, de al menos 200 o 300 localidades. La fachada, tal y como la dibuja mi memoria, no se corresponde con la de ningún teatro actual, pero si ha de parecerse a alguna, sería a la del Príncipe o a la del Marquina, aunque creo que las butacas estaban dispuestas como en este último.

Juanjo Menéndez

El actor Juanjo Menéndez en 1990. (GTRES)

Se representaba una comedia con varios personajes; juraría que de enredo, un vodevil del estilo de Sé infiel y no mires con quién. Sé que me gustó, que me reí mucho y que, a pesar de que no se trataba de una obra infantil, me comporté con corrección. (Otro día les hablo de la importancia de guardar las formas durante un espectáculo, que me obsesiona, y de educar a los más pequeños en ese aspecto.)

Recuerdo que la protagonizaba Juanjo Menéndez. Lo recuerdo porque mis padres me hablaron de él y, sobre todo, porque al terminar la función me lanzó desde el escenario un paquetito de caramelos.

De eso no he olvidado ni un detalle. Los pilló al vuelo un hombre que se sentaba en la fila de delante, pero se giró y me los dio cuando la mujer que estaba a su lado le dijo: «¡Son para la niña de detrás!».

Eran de naranja y de limón e iban envueltos individualmente. Me hizo mucha ilusión, y seguro que pensé que si se los enseñaba a mis compañeros en el recreo y les contaba que me los había tirado aquel destacado actor cómico, me convertiría en la reina del cole por un rato. Por eso a mi hermana le costó dios y ayuda convencerme para que abriésemos la bolsita y nos comiésemos los caramelos, pero acabó lográndolo. Con alguna treta de hermana mayor, fijo.

Así, con su pequeño detalle, Juanjo Menéndez consiguió que 25 o 26 años después yo recuerde todavía cómo fue mi primera vez en el teatro.

De qué va la historia

La nieta del dictador

3estrellasPocas veces lo consigo, pero me encanta ir al teatro sin saber nada (o apenas nada) de la obra que voy a ver.

Este no ha sido el caso: elegí La nieta del dictador porque en su día, en 2010, me pareció muy interesante otra pieza de David Desola (Barcelona, 1971), La charca inútil, que se representó en la sala pequeña del Español. Ya la tenía fichada, de hecho, cuando, hace unos meses, se llevó a escena en Kubik Fabrik, pero no pude acercarme. Total, que cuando este viernes llegué a El Sol de York sabía de qué iba la historia. O eso creía.

Por algún motivo, asumí que el texto mostraría el punto de vista de la familiar de un autócrata que, consciente de las decisiones y actos de él, lo defiende porque la ciega el afecto. Sin embargo, Desola nos presenta a una mujer que desconoce las atrocidades que cometió su abuelo.

Confieso que de entrada me sentí decepcionada. «¿Cómo pretende este hombre que me trague que una señora ha vivido ajena a la realidad durante 40 años?», pensé. Pero a medida que se desarrollaba la función, no me quedó otra que retractarme. Porque todo en esta historia encuentra una explicación: la ingenuidad de la protagonista, su uso del lenguaje, sus sentimientos…

Al sugestivo punto de partida -cómo verán sus allegados a los malvados, cómo justificarán sus acciones-, se suma, pues, un sólido argumento. Aunque si he de decantarme por un aspecto del texto, lo haré por su simbología: el mal olor que inunda la habitación en que se consume el déspota, los bigotes que permiten a la protagonista distinguir dictadores, las muñecas que le regalaba el padre de su madre… y, sobre todo, las novelas del sheriff Neighbour.

Luego, me maravilló la dirección, de Roberto Cerdá. Debe de ser impecable para que no se aprecie ni un segundo de vacío o extrañeza en una función en cuyo escenario hay poco más que una ventana y una silla y en la que prácticamente solo interviene un actor. Digo «prácticamente solo» sin ánimo de minusvalorar el buen -y me consta que nada sencillo- trabajo de Ramón Pons como el anciano dictador. Sin embargo, claro, el peso de la obra recae en Lidia Otón. Cuánto choca -¿es intencionado?- su imponente físico en el papel de una inocente «princesita» , pero ella, correctísima, logra que el espectador lo olvide.

Suficientes virtudes en texto, dirección e intérpretes, en definitiva, para configurar una pequeña pieza encantadora que bien merece 10 o 12 euros y 70 minutos de su tiempo.

– Autor: David Desola.
– Dirección: Roberto Cerdá.
– Reparto: Lidia Otón, Ramón Pons.
– Escenografía: Susana de Uña.
– Iluminación: Roberto Cerdá.
– Vestuario: Alberto Valcárcel.
– Producción: 181 Grados.
– Sala: El Sol de York, Madrid.

La nieta del dictador

Lidia Otón y Ramón Pons en ‘La nieta del dictador’.

Tela-Katola o vivir cantando

No son maneras de tratar a una dama 

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Soy de la mitad de la población a la que le gustan los musicales. De esa mitad de la población a la que no solo no le choca que de pronto un personaje deje de hablar y pase (igualito que Salomé) a vivir cantando, sino que incluso desearía que la vida tuviera banda sonora incorporada. Entenderán, pues, que aplauda con las orejas cada nuevo montaje, cada nuevo pedacito del off-Broadway que nos trae Tela-Katola.

No son maneras de tratar a una dama

David Ordinas e Inma Cuevas en una imagen promocional de ‘No son maneras de tratar a una dama’.

Conocí la compañía hace algunos años en el Teatro Alfil, donde representaban Te quiero, eres perfecto… ya te cambiaré, una pequeña producción del musical de Joe DiPietro y Jimmy Roberts que tenía muy poco que envidiar a la que, allá por 2001, protagonizaron Silvia Marsó, Carmen Conesa, Víctor Ullate y Miguel del Arco. Más recientemente, estuvieron en la sala pequeña del Nuevo Alcalá con un cuidado Tick, tick… boom!, de Jonathan Larson (más conocido por Rent). Ahora han vuelto al Alfil, con la comedia musical No son maneras de tratar a una dama, y con éxito a juzgar por los meses que llevan en cartel y lo lleno que estaba este sábado el teatro.

Creo que aunque no hubiera sabido de antemano que Tela-Katola está detrás de este No son maneras…, lo habría adivinado, porque lleva la inconfundible marca de la casa. ¿Que en qué consiste? Les cuento:

En primer lugar, en adaptar al español como dios manda. Cuidado, que si traducir un texto creativo en general resulta complicado, traducir ajustándose a la métrica que impone la música e intentando respetar la fonética, todavía más. Sobre todo porque muchos de los trillones de monosílabos que tiene el inglés se convierten en polisílabos cuando se trasladan al castellano.

Luego, en el talento. En mi función, Diego Rodríguez (Jean Prouvaire en Los miserables) interpretó al detective Brummel con mucho encanto; Víctor Massán (a quien hace solo unos meses vimos en el micromusical En un encender y apagar) pasaba con soltura de dar miedo a mostrar la cara más patética del asesino en serie Christopher Gill; Teresa Cuesta bordó sobre todo el papel de la metomentodo Flora Brummel; y Laura Castrillón (Sarah) volvió a encandilarnos con su voz, como ya hizo en Te quiero, eres perfecto… ya te cambiaré y Tick, tick… boom! Si bien lograron mantener un buen ritmo, flojeaban al acoplarse en los números corales, lo que tal vez se deba a que la mayoría de ellos no forman parte del -llamémoslo así- primer reparto (Rodríguez sustituye a Jorge Gonzalo, Massán actuó en lugar de David Ordinas y Teresa Cuesta reemplaza a Inma Cuevas).

Sigo con la marca de la casa. Tienen estas producciones un sonido como ya les gustaría a muchas grandes. Aquí, con una pequeña banda impecable en directo. (¡Tres hurras por los que saben ajustar la percusión!)

Y, por último, solventan con creatividad la falta de recursos. En No son maneras…, la escenografía se basa en unas simples transparencias que, además de servir para pasar de un restaurante a la casa de Brummel o a Central Park, apoyan el humor de la pieza e incluso dan pie a pequeños gags. ¡Geniales!

Así que les recomiendo que se vayan haciendo con entradas si quieren vivir 100 divertidos y bien trabajados minutitos de off-Broadway en Madrid.


Autor: Douglas J. Cohen.
Adaptación: Tela-Katola.
Dirección musical y escénica: Pablo Muñoz-Chápuli.
Reparto: Diego Rodríguez, Víctor Massán, Laura Castrillón, Teresa Cuesta.
Escenografía y vestuario: Ana Tusell.
Iluminación: Carlos Alzueta.
Producción: Carmela Martínez Oliart.
Sala: Teatro Alfil, Madrid.

Quédense con el nombre

La punta del iceberg

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Cuando creo que un montaje no funciona en el plano interpretativo, busco motivos por los que atribuírselo a la dirección, al reparto o a ambos. En este caso… no sé.

Algo tendrá que ver Sergi Belbel con ciertas pequeñas incoherencias –un cigarro que se ilumina antes de ser encendido, el bolso vacío de una alta ejecutiva– y con la demasiado pausada dicción de Nieve de Medina, con el excesivo atropello de Luis Moreno o con algunas reacciones tardías. Pero Pau Durá está muy fino en el papel de un sindicalista, sobre todo porque le confiere un halo de seductor sin recurrir a lo evidente; y Eleazar Ortiz clava al directivo que vive por y para el trabajo…

Tampoco se le puede negar a Belbel el mérito de haber ‘descubierto’ al dramaturgo Antonio Tabares –importante: quédense con el nombre–.

En la línea de El método Grönholm, de Jordi Galcerán, o de Contractions, de Mike Bartlett, La punta del iceberg se basa en un hecho real: los suicidios de empleados de France Telecom en 2009 y 2010. A partir de ahí, trata las tensiones que surgen en el espacio en que confluyen el ámbito personal y laboral de los humanos. Sin ánimo de adoctrinar, con personajes bien dibujados que sintetizan los distintos tipos de trabajador. Y con un ritmo magnífico, «con unos diálogos que fluyen con una naturalidad exquisita», escribe Belbel, que ha leído toda la obra de Tabares. Yo por ahora conozco solo esta, pero, sí, sus diálogos son maravillosamente naturales.

¿Vale la pena? Rotundamente, sí. Es fresca, actual, fácil (en el buen sentido), aunque da sobre qué pensar, mantiene la tensión… Y la escenografía la firma Max Glaenzel, genial, como siempre.

 

– Autor: Antonio Tabares.
Dirección: Sergi Belbel.
Reparto: Nieve de Medina, Eleazar Ortiz, Montse Díez, Luis Moreno, Pau Durà, Chema de Miguel.
Escenografía: Max Glaenzel.
Iluminación: Kiko Planas (AAI).
Espacio sonoro: Javier Almela.
Producción: Teatro de la Abadía.
Sala: Teatro de la Abadía (sala San Juan de la Cruz), Madrid.