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"... no me despiertes, si duermo, y si es verdad, no me duermas". (Pedro Calderón de la Barca, 'La vida es sueño')

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De qué va la historia

La nieta del dictador

3estrellasPocas veces lo consigo, pero me encanta ir al teatro sin saber nada (o apenas nada) de la obra que voy a ver.

Este no ha sido el caso: elegí La nieta del dictador porque en su día, en 2010, me pareció muy interesante otra pieza de David Desola (Barcelona, 1971), La charca inútil, que se representó en la sala pequeña del Español. Ya la tenía fichada, de hecho, cuando, hace unos meses, se llevó a escena en Kubik Fabrik, pero no pude acercarme. Total, que cuando este viernes llegué a El Sol de York sabía de qué iba la historia. O eso creía.

Por algún motivo, asumí que el texto mostraría el punto de vista de la familiar de un autócrata que, consciente de las decisiones y actos de él, lo defiende porque la ciega el afecto. Sin embargo, Desola nos presenta a una mujer que desconoce las atrocidades que cometió su abuelo.

Confieso que de entrada me sentí decepcionada. «¿Cómo pretende este hombre que me trague que una señora ha vivido ajena a la realidad durante 40 años?», pensé. Pero a medida que se desarrollaba la función, no me quedó otra que retractarme. Porque todo en esta historia encuentra una explicación: la ingenuidad de la protagonista, su uso del lenguaje, sus sentimientos…

Al sugestivo punto de partida -cómo verán sus allegados a los malvados, cómo justificarán sus acciones-, se suma, pues, un sólido argumento. Aunque si he de decantarme por un aspecto del texto, lo haré por su simbología: el mal olor que inunda la habitación en que se consume el déspota, los bigotes que permiten a la protagonista distinguir dictadores, las muñecas que le regalaba el padre de su madre… y, sobre todo, las novelas del sheriff Neighbour.

Luego, me maravilló la dirección, de Roberto Cerdá. Debe de ser impecable para que no se aprecie ni un segundo de vacío o extrañeza en una función en cuyo escenario hay poco más que una ventana y una silla y en la que prácticamente solo interviene un actor. Digo «prácticamente solo» sin ánimo de minusvalorar el buen -y me consta que nada sencillo- trabajo de Ramón Pons como el anciano dictador. Sin embargo, claro, el peso de la obra recae en Lidia Otón. Cuánto choca -¿es intencionado?- su imponente físico en el papel de una inocente «princesita» , pero ella, correctísima, logra que el espectador lo olvide.

Suficientes virtudes en texto, dirección e intérpretes, en definitiva, para configurar una pequeña pieza encantadora que bien merece 10 o 12 euros y 70 minutos de su tiempo.

– Autor: David Desola.
– Dirección: Roberto Cerdá.
– Reparto: Lidia Otón, Ramón Pons.
– Escenografía: Susana de Uña.
– Iluminación: Roberto Cerdá.
– Vestuario: Alberto Valcárcel.
– Producción: 181 Grados.
– Sala: El Sol de York, Madrid.

La nieta del dictador

Lidia Otón y Ramón Pons en ‘La nieta del dictador’.