Así no hay quien lleve una agenda coherente. Al pendón del gobierno de Zapatero (me gustan más los pendones que las banderas, cosas mías) le disparan desde las dos trincheras, en fuego cruzado: uno se supone que es fuego amigo -es un decir-, y el otro proviene desde un lugar impreciso de la caverna, mientras el gobierno intenta, en los raros momentos de alto el fuego, explicar su proyecto político.
Juan Luis Cebrián, el Consejero Delegado del Grupo Prisa, valedor de los gobiernos socialistas de Felipe González, padece un ataque de cuernos tan preocupante que ha hecho realidad lo que muchos nos temíamos desde hace años: que el diario El País es un “diario independiente de la mañana”, como reza en la mancheta, pero sólo de la mañana. Por las tardes y noches le perdemos la pista, se va de copas con malas compañías y se hace “dependiente” de intereses espurios. Y no son balas de pequeño calibre la munición utilizada por el heredero moral de Polanco. Son bombas lapa para demostrar que Zapatero es un inútil, que no sabe vender los logros de su gabinete, porque su política informativa (“informativa”, ¿váis pillando?) está marcada por “el oportunismo y la falta de estrategia”.
El fuego del grupo Prisa tuvo su origen, no en disensiones ideológicas, que son las razones nobles que alimentan y disculpan la pasión de los guerreros, sino en motivos empresariales, guerras del fútbol, pero como las de verdad, con las mismas razones vergonzantes que encienden otras guerras, como la de Irak. Y mientras, todos sus lectores pensando que el pedrojotismo era una enfermedad que atacaba en exclusiva a la gente que va por el mundo con las defensas intelectuales mermadas.
Aquí no había petróleo en juego, sino derechos audiovisuales de los partidos de la liga de fútbol. Y como Zapatero no se alistó en ese ejército y se negó a darle el apoyo de artillería que le pedía Cebrián por los servicios prestados, la Moncloa ha devenido en el blanco de un fuego amigo que tiene a toda la tropa desconcertada. Tan es así que hay días en que las críticas al gobierno crecen y crecen de tal manera que el país acaba alcanzando el tamaño del mundo. El país, por decirlo de otra manera, se le ha quedado pequeño a la república independiente de la mañana.
El otro fuego destinado a apoderarse de la agenda de Zapatero es el de ETA. Sabíamos que algún alumno torpón, sacado de la kale borroka, estaba terminando el cursillo del buen terrorista, y que venía en camino con su máster bomba bajo el brazo a salvar a la basca de la patria vasca. Bueno, pues ya ha llegado.
Arriesgando el pellejo a distancia, como los valientes gudaris, intentó matar a un guardaespaldas del concejal del PSE Juan Carlos Domingo, con su bomba máster adosada a los bajos del coche oficial. Por fortuna, el terrorista recién licenciado era más tonto de lo que nos temíamos, y el escolta ha quedado vivo para contarlo.
Así que ya tenemos la agenda de Zapatero centrada de nuevo en el terrorismo, aparcada la memoria histórica hasta que escampe, mientras el pobre Rubalcaba se ve obligado a insistir cansinamente en la obviedad de que la policía y la Guardia Civil siguen en estado de máxima alerta, con el aliento vigilante del superpatriota Rajoy en el cogote, las balas del fuego amigo de Cebrián silbándole cerca de la oreja, y la mesa de Batasuna rebosando champán. Menos mal que a Zapatero le queda Sonsoles, que canta como dios.