Cada vez creo en menos cosas Un foro para pensar en lo divino y en lo humano

Archivo de enero, 2010

¿Qué no harán por nuestra salud?

Alertados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de una pandemia, primero encerramos a todas la aves de corral por miedo a una gripe aviar que podía ser contagiada desde el aire, y que amenazaba con destruir nuestra cabaña de gallos, gallinas, ocas, faisanes o patos.

A mis paisanos se les cayó el mundo encima, porque los huevos de las gallinas estabuladas no tienen ni punto de comparación con los de las picotonas al aire libre. Hasta que la gripe aviar pasó sin pena ni gloria, y ni saludó.

Luego la OMS avisó de otro jinete del Apocalipsis, que primero se denominó gripe porcina y que luego resultó ser más benigna que la gripe que ya teníamos en nómina. Compramos millones de dosis para hacer frente a otra posible pandemia que atascaría hospitales y centros de salud y vaciaría escuelas y centros de trabajo en una cadena sin fin de contagios.

Sé que lo hacen por nuestra seguridad, pero siempre nos queda la duda de si alguna industria poderosa de vacunas tiene algún hombre camuflado de avanzadilla en la Organización Mundial de la Salud. De continuar así, lo que va a ser una pandemia es el miedo mismo.

Ahora nos avisan de que los terroristas están preparados para transportar los explosivos dentro de su organismo, de manera prácticamente indetectable. ¿No estarán preparando el camino para, una vez superado el miedo al escáner de rayos X en los aeropuertos, nos dejemos auscultar con una endoscopia rectal y una sonda nasogástrica, antes de tomar un avión rumbo a la aventura? ¡Qué no harán por nuestra salud! ¡Qué buen comienzo para unas vacaciones!

¿Cómo se mide el progreso?

Hay tramos de autopista que tardaron años en adjudicarse por la oposición y el miedo de determinados ayuntamientos a perder el negocio derivado del paso de los automóviles por sus cascos urbanos. Si por ellos fuese, los viajes de Madrid a Ourense seguirían durando seis horas, en el mejor de los casos. Para que bares y gasolineras locales salvaran su negocio, los automovilistas debían perder su tiempo y su dinero.

Algo parecido ocurrió cuando, varias décadas atrás, los ayuntamientos habilitaron como peatonales las calles del centro de las ciudades: tuvimos que soportar manifestaciones y presiones del más grueso calibre por parte de comerciantes temerosos de que los clientes ya no entrasen en sus tiendas por no poder acceder a ellas en coche. Lo que resultó ser un cálculo completamente erróneo.

Ahora son las asociaciones de bares y restaurantes quienes calculan en cien mil, y hasta en doscientos mil (el cálculo debió de ser encargado a la agencia que mide los manifestantes del PP) los empleos que se perderán si los fumadores no pueden fumar dentro.

¿Pero cuántas varas de medir tiene el progreso?

¿Jugadores o militantes?

Dice Joan Laporta, quien al parecer está pensando crear un partido político nuevo, que «si ganase las elecciones autonómicas daría la libertad a Cataluña». Es todo un ideario político.

Lo bueno de ser ultranacionalista es que puedes inventarte la realidad, y hasta un país entero, como el fundamentalismo abertzale ha hecho con Euskadi, un lugar en el que al parecer ocurren cosas horribles, donde se impide la libertad de prensa, de manifestación, de empresa y de sindicatos, donde la policía te pone bombas lapa al menor descuido o te secuestra, o te impone un impuesto mafioso para dejarte seguir viviendo, o te mata de un tiro en la nuca si no pagas o votas a quien no debes.

Ellos dicen vivir en esa irrealidad para así poder presentarse como salvadores, ya sea a tiro limpio o en unas elecciones democráticas: lo primero que funcione antes.

Un tipo como Laporta, cuyo mérito más sobresaliente es el ser presidente del Barça, viene con un ideario que ya dejó apuntado el otro día: con las copas ganadas por su equipo de fútbol da la «sensación de que sólo el Barça lucha por Cataluña».

Es lo que tienen los hombres de acción, que confunden los partidos de fútbol con los partidos políticos, que tanta acción no les deja tiempo para la meditación trascendental. Porque si pensara relajadamente, lejos del griterío de las gradas del estadio, llegaría a la conclusión de que esta combinación de política y deporte no es muy acertada y crea mucha confusión.

Porque la labor redentora de los gudaris fascistas de ETA es apenas un juego de niños comparado con la que le ha caído a los jugadores del Barça. Messi, Puyol y el resto de la plantilla deberían saber que desde ahora no son simples jugadores, sino militantes de un partido de partidos, luchadores por la independencia de Cataluña. La patria está en peligro y hay que salvarla aunque sea a patadas.

Y, lo que es peor, cada derrota será considerada una falta de patriotismo.

Avisados quedan.