El presidente de la Generalitat, Artur Mas, es un gran amante de las metáforas en sus discursos. Pues bien, desde 2006 ha ido aplicando una política de Castillo de Cartas que explica por qué ha sido capaz de sucumbir y emerger sucesivamente a lo largo de los últimos años. Durante el tiempo que tuvo que tragar estar en la oposición, pese a que CiU ganaba las elecciones autonómicas, a la sombra del Gobierno Tripartito (PSC, ERC, ICV) de Pasqual Maragall y de José Montilla, empezó a construir su propio Castillo eligiendo él sus Cartas e intentando desligarse de la imagen de ser el ‘heredero de Jordi Pujol’. No solo se rodeó de ‘hombres y mujeres’ de su confianza, sino que, en los ayuntamiento, colocó a líderes municipales que ahora son alcaldes y alcaldesas jóvenes con un largo recorrido por delante.
Poco a poco, empezó a cimentar la base de su Castillo. En 2010, accedió a la presidencia tras hacer ganar a CiU 14 escaños respecto a 2006. Él, que había estado en las negociaciones del último Estatut de Catalunya (el que impulsó Maragall y que acabó recortando el Congreso y el Tribunal Constitucional) puso el punto de mira en el pacto fiscal para Catalunya. Fue entonces cuando cimentó otro piso más de su Castillo con la Carta de la mejora de la autonomía financiera, pero Mariano Rajoy le hizo tambalear un poco la construcción al negarle tal acuerdo. Todo esto, en medio de la crisis económica y con el cabreo de que el Estatut que había aprobado el Parlament y que votaron los catalanes se había hecho añicos.

Artur Mas y Oriol Junqueras se saludan en el Parlament. TONI GARRIGA / EFE
Mas, para que no se le cayera el Castillo de Cartas, empezó a flirtear con la idea del Estado catalán. Como Rajoy le había dado portazo, añadió a su nuevo piso del Castillo la Carta de la multitudinaria manifestación de la Diada de 2012 en Barcelona, con 1,5 millones de participantes y bajo el lema Catalunya, nuevo Estado de Europa. Fue así como decidió adelantar las elecciones al 28 de noviembre de ese mismo año, cometiendo el error de presentarse él solo como «el mesías» de ese nuevo Estado catalán, tal como se le criticó. El resultado fue que el Castillo de Cartas, esta vez, no solo se tambaleó, sino que el soplo que recibió fue tan grande que se le desmoronó. CiU perdió 12 diputados -situándose casi a niveles de 2006- y ERC resurgió ganando 11 diputados -casi los mismos que perdieron los convergentes-. ¿Qué pasó? El Castillo que Mas había estado construyendo aún tenía algunas Cartas marcadas, que lo hacían muy débil. Y es que el electorado soberanista no se lo creyó cuando decía que iba a por el Estado catalán, porque una cosa era Convergència (CDC) y otra Unió (UDC).
Mas aprendió la lección y volvió a cimentar el Castillo. Primero, escogió a ERC de socio parlamentario. Nadie podía discutirle entonces (o, al menos, tanto) que iba (más o menos) en serio. La Via Catalana hacia la independencia de la Diada de 2013 y la V gigante de 2014 fueron dos Cartas más que fortalecieron su Castillo. Otra jugada fue integrar en el proyecto a cuatro partidos de izquierdas (ERC, ICV-EUiA, CUP) que salían en las fotos con él cuando acordaban los pasos para la consulta (la primera, la que iba con la ley y el decreto) y mientras el Govern aplicaba una política de ajustes en la sanidad, la educacion… Además, añadió otra Carta a su Castillo: las múltiples entidades que se apuntaron al Pacte Nacional pel Dret a Decidir. Pero, el Castillo aún se tambaleaba, porque Rajoy seguía sin responder y Mas debía tomar las decisiones más rápido de lo que hubiera deseado muchas veces (presionado por ERC y por las manifestaciones en la calle). Es lo que Joan Rigol, el expresidente del Parlament por UDC, viene definiendo estos días como política de «giragonsa», es decir, que tras una curva venía otra en sentido contrario en seguida y, así, sucesivamente.
A todo esto, Jordi Pujol (el «avi del partit»), confiesa que tiene una fortuna en Andorra. Aunque la noticia dejó tocada a CiU, lo cierto es que Mas pudo colocar otra Carta en su Castillo y aprovechar la ocasión para desligarse, ahora así, de la herencia de Pujol y presentarse como Artur Mas y ya está. El siguiente escalón fue que Josep Antoni Duran i Lleida diera un paso atrás en UDC y se reforzara el papel de otros líderes democristianos en la coalición más próximos a Mas. En cierta manera, Duran era (es) un resquicio de la herencia pujolista de CiU. Mas se declara abiertamente independentista, mientras que Duran apuesta por la vía confederal. Una vez Duran sale del primer plano y, en su lugar, emergen los Espadaler (conseller de Interior), Ortega (vicepresidenta del Govern y encargada de la logística de la consulta original) y De Gispert (presidenta del Parlament y a favor del ‘Sí, Sí’), Mas ya ha podido cimentar mejor su Castillo. Incluso el elegido para negociar secretamente con Madrid antes del 9-N ya no fue Duran, sino Rigol.

Artur Mas habla con David Fernández (CUP) en los pasillos del Parlament de Catalunya. RAFA GARRIDO / ACN
Pero el Castillo de Mas aún era inestable. Ahora bien, tuvo un golpe de suerte inesperado. A los errores de Rajoy se le sumaron los errores de Oriol Junqueras y de ERC. Mas se jugó otra vez el Castillo que había construido a una carta: su cuarta vía, es decir, la consulta del 9-N organizada por los voluntarios. ERC cometió el error de no querer salir en esa foto (al principio), al igual que tampoco lo hizo ICV-EUiA. La CUP tampoco, pero fue quien salvó todo el proceso soberanista y quien consiguió que el 9-N saliera adelante (el abrazo de Mas con el diputado de la CUP, David Fernández, la noche del 9-N fue lo suficientemente elocuente). Los partidos proconsulta no le quisieron dar ese protagonismo a Mas, pero, al final, el president se ha erigido en el gran triunfador del 9-N, porque se ha impuesto su tesis ante el resto de partidos proconsulta, ha cumplido su promesa de que los catalanes votarían y, de paso, Rajoy le está haciendo aparecer como un mártir con la extraña querella de la Fiscalía (anunciada de antemano por el PP). Los 2,3 millones de votantes del 9-N han fortalecido como nunca el Castillo de Mas.
Así es como Mas ha alzado su nuevo Castillo de Cartas, del que ahora está construyendo otro piso, que es dúplex. Por un lado, si Rajoy sale ahora lanzando el guante de la reforma constitucional, para ver si realmente lo recoge CiU o el PSOE, también le está ofreciendo una vía de negociación a Mas, aunque en público no lo diga. Y Mas es capaz de aprobar los presupuestos de 2015 con el apoyo del PSC y agotar la legislatura. Por otro lado, si la cosa se complica mucho, desechará la Carta del PSC y apostará por las plebiscitarias y el gobierno de concentración, pero, si Rajoy deja que esto pase, sería otro gran error, porque es más fácil que el independentismo triunfe con unas elecciones constituyentes que con un referéndum legal y pactado con Madrid. Sea como sea, el Castillo de Cartas de Mas es ahora lo suficientemente sólido, gracias a ERC y a Rajoy, como para depender (casi) de él mismo para mantenerse sin derrumbarse. Solo un error de Mas lo haría caer… otra vez.