RAÚL RIOJA
Han pasado ya casi 24 horas, y el mundo del baloncesto sigue en estado de shock. El fichaje de Kevin Durant por los Warriors supondrá una auténtica revolución. Uno de los tres mejores jugadores del mundo (para ahorrarnos un debate que ahora no proceden) se une al equipo que batió el récord de victorias en temporada regular de los Bulls de Jordan (73-9).

Kevin Durant (GTRES).
Y eso, a muchos, no les ha gustado nada de nada. Porque ahora estamos hablando de que un equipo va a tener a dos de esos tres mejores jugadores del mundo (Kevin Durant y Stephen Curry), a otros dos que son, al menos, top-20 de la liga (Klay Thompson, Draymond Green), y a secundarios de lujo como André Iguodala. Esto puede provocar un impresionante desequilibrio en la NBA, una desigualdad como no se recuerda.
Uno de los motivos por los que gusta tanto la NBA es precisamente su igualdad. Da igual que seas un equipo histórico como los Lakers, ello no evita atravesar una travesía por el desierto eterna firmando dos temporadas como el segundo y el cuarto peor equipo de la competición. Ser la franquicia con más títulos, los Celtics en este caso, no evita que lleves seis sin ganar y varios años llegando como mucho a primera ronda de los playoffs. Sí, una de las razones por los que tanto gusta la NBA es porque no hay duopolios como los de Barça y Real Madrid en fútbol. Una buena gestión puede convertir, con paciencia eso sí, a cualquier equipo en candidato al título.
El aumento del límite salarial no solo está provocando que jugadores de clase media firmen contratos parecidos a los de las estrellas hace dos o tres años, también está propiciando que se estén formando súperequipos que, hasta ahora, evitaba en cierta medida el citado límite salarial.
Da cierta rabia, por ello, que Kevin Durant haya escogido el camino fácil, al menos en teoría, después de estar a solo un paso de eliminar hace un mes a los Warriors en playoffs, de demostrar que era posible que lograra el anillo en Oklahoma junto a Russell Westbrook y con refuerzos tan interesantes como el de Victor Oladipo. Supongo que la idea de pasar a la historia como un grandísimo jugador que jamás logró un anillo, al estilo de Karl Malone, Charles Barkley o Pat Ewing, no le hacía ninguna gracia, pero tengo la sensación de que su prestigio queda algo tocado y de que se ha ganado muchos enemigos con su decisión.