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Personas y cosas que molan, mucho

Archivo de mayo, 2015

No consumas música (o apología del vinilo)

Si les gusta la música, es posible que parte de su vida vaya asociada a los soportes en los que la han escuchado en distintas épocas. Sí, «escuchado». Me da un poco de miedo cuando la gente habla de «consumir» música. En mi caso empecé con las cassettes. No les voy a contar la primera cinta pirata que compré en el Rastro, para que no me abucheen. Guardo como unas 30 originales. La más antigua es la de USA FOR AFRICA, el disco de la famosa We Are The World. Me recuerdo perfectamente convenciendo a mi madre de la importancia de que me la comprara, porque la salvación de millones de niños hambrientos dependía de ello. Después vinieron los CDs (¿alguien todavía los llama compact discs?). El primero fue el de The Joshua Tree, que aunque es un disco del 87, yo lo debí comprar como 8 años después. Un CD me parecía una inversión económica seria y aposté sobre seguro. Ahora estoy preparando una mudanza y sobrevivirán a la misma unos 400, pero también he desenterrado muchos discos piratas comprados a vendedores chinos estando de mojitos por La Latina. La mayoría de ellos los habré escuchado una o dos veces.

Tocadiscos

Aquí es donde la magia sucede (GTRES)

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Kate Moss y las chicas Nochevieja

Llevo tiempo teorizando sobre la existencia de chicas “Nochevieja” y chicas “Nochebuena” (también las hay “Miércoles de Ceniza”, pero esa es otra historia, una de esas historias prescindibles). Las chicas Nochebuena son esas que puedes llevar a casa de tus padres sin ningún miedo, esas que siempre te harán quedar bien, esas que puede que incluso le caigan bien a las novias de tus amigos. Las chicas Nochevieja son esas que son perfectas para una noche loca, para rellenar un anecdotario de los gordos o para escribir una novela con los sabores y sinsabores acumulados juntos y dedicársela lleno de rencor, pero no, no son las mejores para iniciar un proyecto común y traer churumbeles a este torcido mundo. Estoy seguro de que con los chicos la cosa será parecida.

Hoy vamos a hablar de una chica Nochevieja de libro. Y que no se molesten las lectoras, porque hace unos días cubrimos de oro al bueno de George Clooney en estas digitales páginas.

Ella es, quién si no, KATE MOSS. La Kate Moss de ahora es un reliquia incorrupta (o parcialmente corrupta) heredada de años salvajes (suyos y nuestros), que de tanto en tanto aparece fotografiada en las paradas de autobús anunciando vestidos a menos de 10 euros. No. No es esa de la que vamos a hablar. Insisto, vamos a hablar de KATE MOSS. Porque hubo un tiempo en el que Kate era lo más, el culmen de las top models, una canija de metro sesenta y cinco que miraba desafiante, como por encima del hombro y hacia abajo si hubiera sido físicamente posible, a diosas de más de uno ochenta como la Schiffer o la MacPherson. Y ese tiempo no duró un par de meses. Fue (es) un tiempo de los largos.

Kate Moss portada Playboy

¿Quién mejor para un aniversario de Playboy? Ojo, que hace menos de un año de esto.

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¿Se acabó la moda del gintonic? (FIN)

Pido perdón a los lectores que se han quejado amargamente porque este post vaya en dos partes y han jurado que no volverán a leer este blog (así que sospecho que estas disculpas se perderán como lágrimas en la lluvia). Seguro que si hubiera ido todo seguido, otros se habrían enfadado porque era largo, pero en cualquier caso, disculpas tramitadas.

Si se perdieron la primera parte de esta reflexión sobre el gintonic, no debieran. La tienen aquí y les ayudará a situarse. Lo habíamos dejado como en 2010.

En aquella época yo escribía que era más fácil encontrar 20 marcas de ginebra diferentes en el bar de cualquier gasolinera de España, que 10 en el club más posh de Londres. Todos teníamos un amigo, compañero de trabajo o cuñado, que se tenía por cinturón negro cuarto dan de gintonics y que nos daba chapas sobre los botánicos infusionados mientras vertía la tónica por una cuchara trenzada. Yo era uno de esos amigos/compañeros/cuñados, aunque eso sí, luego no echaba gilipolleces para estropear la copa. También he presenciado apasionantes debates sobre si se debía escribir gintonic, gin tonic o gin-tonic. El hype del gintonic invadió España, pero permitan que insista, invadió ESPAÑA. A nuestro país llegaban marcas de ginebra de todo el mundo, de un pueblo miserable de la campiña inglesa en el que nadie sabía ni que había una destilería, para intentar comerse un trozo del pastel. Y aquí las recibíamos con los brazos abiertos, mientras el resto del mundo permanecía ajeno a nuestra fiebre. Es cierto que algún erasmus de ese pueblo british miserable, probaba el spanish gintonic y se llevaba una botella de gin de vuelta a casa, pero en unos meses se le pasaba la fiebre y volvía a tomar pintas de Guinness calentorra.

Un gintonic en condiciones

Gintonic de Senén García en el clandestino de Tumbarello. De lo mejor de Madrid (Autor de la foto: Yo. Ya me perdonarán lo precario. Soy más de beberlos que de retratarlos)

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¿Se acabó la moda del gintonic?

Calculo que fue como hace unos 8 o 9 años. Un viernes por la tarde, después de comer, acabé con un amigo en un restaurante de la Gran Vía madrileña. Habían abierto ni más ni menos que un Gin Bar. El primero que pisaba en mi vida. Por el día y el horario, allí estaba lo mejor de cada casa. Becarios poniendo ojitos a sus jefas MILF, secretarias de tonteo con directores que no eran el suyo y algún guiri despistado. Yo creo que había visto el local en el Metropoli o en el OnMadrid de turno. Sonaba jazz. Sitio oscuro, rollo neoyorquino y encima de las mesas una carta con no menos de 20 ginebras. Y entonces sucedió la magia. La ginebra, aquel destilado que teníamos por alcohol de segunda para viejos, recibió un chute de glamour, que quizás aún le dura.

Hasta aquel día, la ginebra era algo que tomaban los padres en las sesiones vermú de las fiestas del pueblo. Además, se la bebían con Coca Cola en un combinado que, incomprensiblemente para mí, respondía al nombre de cubata. Yo veía mucha más Cuba en algo que mezclara ron, pero al menos en los pueblos de mi infancia, pensaban distinto. También decían que iba muy bien para limpiar las barras de aluminio de los bares. Cualquiera que haya tenido o trabajado en un bar (por cierto, todo el mundo debería haber hecho una de estas dos cosas), sabe que este punto no es leyenda urbana.

Gintonic infame

Vaso de tubo, limón con pulpa estropeando el carbónico, tónica servida a chorro, hielos pequeños… Directo al infierno de los gintonics (GTRES)

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