Esta escena está basada en hechos muy reales. Un padre y su hijo pasean en bici por el parque de un barrio “bien” de las afueras madrileñas. El niño tendrá unos 7 años y monta una decathloniana bicicleta pequeña, de su talla, pero con marchas. El padre monta una fixie, fixed o fixed-gear bicycle, también conocida como bicicleta de piñón fijo. Este padre hubo una época en la que vivía en Malasaña y pertenecía a la élite del moderneo capitalino, pero su vida siguió y le convirtió en un viejoven cuarentón burgués. Para rememorar tiempos mejores, viste pantalones de pitillo (que gracias al grandísimo, todavía le entran sin tener que ponerse aceite corporal), camisas de cuadros y zapatillas de edición limitada. Alguien le convenció de que el complemento definitivo, el que iba a convertir cada una de sus pedaladas en un rebobinado de su vida de vuelta a la juventud, era aquella bici.