Mil historias de sexo y unas poquitas de amor Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Archivo de junio, 2010

Por qué nos pone el lenguaje soez

Porque como el sexo es lo auténtico, sin artificio. El sexo es indomable, rebelde, la fiera que llevamos dentro, lo primitivo… Y el lenguaje soez es lo subversivo, lo prohibido, y al  igual que el sexo, nos atrae por lo mismo.

Tengo un amigo que se pone hasta nervioso al escuchar a su chica en pleno delirio sexual usar el lenguaje más burdo.  La primera vez pensó que era otra, le costó acostumbrarse, pero le gusta, dice que ahora no puede prescindir de ese vocabulario.

Lo cuenta  muy bien Paul Auster en su novela Invisible:

Ahora que vives en situación tan íntima con ella, Gwyn se ha revelado como una persona ligeramente distinta a la que conoces. Es a la vez más divertida y más lasciva, más vulgar y excéntrica… y te asusta descubrir el profundo regocijo que le produce el lenguaje indecente y la extravagante jerga de la sexualidad… Un buen orgasmo pasa a ser la gran corrida. Su culo es un polisón. Su entrepierna es un chochín, una almeja, un guardapolvos, el conejo… En uno u otro momento, tu pene es el zupo, el cimbel, la longaniza, el chuzo, el pirindolo, el troncho, el trabuco, el cingamocho, Don Cipote, Doña Polla y Adam junior….

… Margot vuelve a excitarlo con gráficos relatos sobre sus encuentros sexuales con mujeres, su pasión por tocar y besar pechos grandes, por lamer y acariaciar la entrepierna femenina…, y mientras Walker no acierta a decidir si se trata de historias verdaderas o simplemente de una artimaña para que se empalme de nuevo…, disfruta escuchando esas guarradas, lo mismo que cuando Gwyn empleaba aquel lenguaje soez en el apartamento de la calle Ciento siete Oeste. Se pregunta si las palabras no serán un elemento esencial de la sexualidad.

Imagen: Desnudo II, óleo de J. Enrique González.

¿Alguien busca la perfección en la pareja?

La perfección no existe y, por tanto, ni existe el hombre perfecto ni la mujer perfecta. Y si sus mimbres no son perfectos, tampoco la pareja lo puede ser, por mucho que nos empeñemos en encontrar al hombre o la mujer que en nuestros sueños rozan la perfección.

La pareja perfecta no existe y eso es lo mejor. Si existiera sería una lata, porque me imagino yo que tanta perfección aburre a las ovejas. Lo que encontraremos, con suerte, es el complementario ideal, el que nos hace vibrar de abajo a arriba y de arriba a abajo, nada más verlo acercarse por la puerta -no confundir con el que dicen las pavas cuando les preguntan sobre su hombre ideal: me fijo en sus ojos y que me haga reír. Reír, sí, pero después de vibrar-.

Sobre la perfección en la pareja, ayer leí esto en El Pais Semanal:

Mariana se anticipa a mis deseos al segundo, sin mediar palabra por mi parte; lee mi retorcida mente y transforma mis lascivos pensamientos en caricias, besos y posturas con las que sólo había soñado, interpretando una mirada, una expresión, un gesto. Pura quínica, diría yo. Auténtica telepatía carnal, lo llama ella. Explora la geografía de mi cuerpo haciendo pausas donde sólo ella sabe que puedo explotar… Si me amara, sería la pareja sexual perfecta.