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“Observa la verdad y no la traspases. No calumnies a ninguna gente grande o pequeña”, Ptahhotep

Archivo de septiembre, 2014

Ciudadano Pujol

Si Orson Welles hubiera tenido entre sus manos un guión con la historia de Jordi Pujol, seguramente, la hubiera convertido en otra obra de arte del cine. Su Ciudadano Kane y este nuestro Ciudadano Pujol entrañan un mismo misterio por resolver. Si en uno todo arrancaba con una palabra enigmática (Rosebud); en el otro, todo se basa en determinar de una vez por todas esa frontera que separa -o que no debería separar- al político del ciudadano de a pie. Efectivamente, en su comparecencia en el Parlament, el expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, «desnudo ante la opinión pública», tal como él mismo ha declarado, ha pronunciado en voz alta su propio Rosebud, como un moribundo Kane que agoniza: «Yo no he sido un político corrupto». Y lo ha argumentado así: «No he recibido nunca dinero a cambio de una decisión político-administrativa».

De todas las intervenciones de los grupos parlamentarios, la única que ha dado en el clavo ha sido la de David Fernández (CUP), quien ha sabido captar el Rosebud de Pujol y le ha replicado: «Sí es un político corrupto porque el fraude fiscal es una forma de corrupción». Y es que Pujol ha acudido al Parlament para intentar desvincular su mala imagen ‘como ciudadano’ de su ‘buena imagen’ (ya perdida) como expresidente de la Generalitat durante más de dos décadas de gobierno. Es por ello que les ha leído la cartilla a los diputados, como el padre que intenta volver a dar lecciones a un hijo ya perdido y que no confía en él. Y es por ello que lo más terrible de su (pseudo)voluntaria crucificción pública es que prefiere ser un mal ciudadano a que le tomen, además, por un mal político. Es decir, aún después de haber confesado que tenía una fortuna oculta en Andorra, ha continuado defendiendo, en cierta manera, que lo del «molt honorable» era (y debería seguir siendo) para siempre.

Ciudadano Kane

Cartel de la película ‘Ciudadano Kane’, de Orson Welles.

Pero, lo más terrible de esta historia, es que Ciudadanos Pujol hay muchos en política, es decir, aquellos que se niegan a aceptar que un político es un ciudadano más y que, por lo tanto, no se puede separar la conducta de Jordi Pujol político de la de Jordi Pujol ciudadano. Este es el Rosebud de la comparecencia del expresidente de la Generalitat, porque, hasta que todos los políticos no se den cuenta de ello, continuará habiendo casos de corrupción en esta esfera tan importante de nuestra sociedad.

De la comparecencia de Pujol en el Parlament ha quedado demostrado que sigue estando en forma, pero, también, que le separa un abismo su discurso del que hoy en día está inculcado -por suerte- en la calle. Yo he crecido escuchándole desde muy pequeño y, en cierta manera, hoy ha vuelto a decepcionar, no ya por lo que no ha dicho, sino por lo que sí que ha dicho. Y es que el Ciudadano Pujol y el Político Pujol no han entendido nada. No lo digo porque no haya dado todos los detalles que le pedían los diputados -ninguno de los presentes se había imaginado ni por un momento que los iba a dar-, sino porque sigue defendiendo que gobernó honestamente, aunque haya sido un mal ciudadano.

Los diputados se han dedicado más a darse palos entre ellos y a reproducir las disputas por el proceso de la consulta del 9-N más que a atacar y dejar al descubierto este Rosebud de Pujol. Y es que, en realidad, todos son políticos. Lo cierto es que ha sido una película con un final previsible y con una ejecución que Welles hubiera mejorado mil veces. Cabe esperar que si la líder del PPC, Alicia Sánchez-Camacho, acude alguna vez al Parlament -como se le pidió- para explicar el caso Método 3, se pueda dar un paso más hacia la simbiosis entre el político-ciudadano/ciudadano-político. El enigma Rosebud aún espera ser resuelto de una vez por todas.

CiU, ERC… y PSC

El último Debate de Política General en el Parlament de Catalunya ha sido importante porque los partidos catalanes han empezado a poner las cartas sobre la mesa sobre lo que puede pasar en las próximas semanas a nivel de posibles alianzas. Por un lado, el PPC sigue con su idea de crear un bloque antisoberanista, al cual invita a Ciutadans y Unió (sobre todo, le interesa la UDC de Duran i Lleida). Por otro lado, se ha reforzado el bloque pro-consulta (CiU, ERC, ICV-EUiA, CUP), con la aprobación de otra resolución a favor del 9-N. Pero, ¿qué tipo de alianzas se configuran de cara a lo que pueda pasar cuando el Tribunal Constitucional, como todo parece indicar, declare inconstitucional la consulta del 9 de noviembre?

En este punto, hemos visto dos movimientos:

CiU-ERC: Oriol Junqueras se ha ofrecido públicamente a entrar en el Govern, pero solo para «blindar» la consulta del 9-N. La respuesta de Artur Mas no ha sido: «claro que sí, mañana mismo os doy tres consellerías y la vicepresidencia del Govern». No, más bien le ha dicho a Junqueras que tienen que negociar, porque, de hecho, la consulta ya está «blindada» bajo la legalidad del Parlament, tanto con mociones como con la ley de consultas. Cuando Mas hizo su oferta a ERC para que entrara en el Govern, recibía palos de todas partes por los recortes -en Catalunya- y por el proceso soberanista -desde Madrid- por lo que tener a Esquerra en el Govern le daba más fuerza. Hoy en día, tener a ERC en el Govern tampoco parece tan importante, sobre todo, si el propio Mas lanza la posibilidad de unas elecciones anticipadas (a no ser que una alianza de gobierno se prolongara en una alianza electoral). Pero, ERC, tiene la línea trazada en el 9-N. Por su parte, Mas solo se comprometió a convocar la consulta y eso lo cumplirá, por lo que, aunque el TC la invalide, él se sentirá liberado de su «mandato» parlamentario y de las movilizaciones de la Via Catalana.

Mas y Junqueras se saludan en el Parlament

Artur Mas y Oriol Junqueras se saludan en el Parlament. TONI GARRIGA / EFE

(CDC-ERC: Hay que abrir un paréntesis para ver si la «negociación» a la que hizo referencia Mas, más bien se refiriera a configurar una entente para que CDC y ERC confeccionaran unas listas conjuntas para unas supuestas elecciones anticipadas en las que llevarían la independencia claramente en su programa. Si esta alianza ganara los comicios por amplia mayoría absoluta, tendrían la misma fuerza que los escoceses para reclamar un referendo. Lo que pasa es que esto significaría muy posiblemente romper los lazos entre CDC y UDC, así como deshacer esa «unidad» de acción a la que se ha venido apelando con el resto de partidos pro-consulta -ICV-EUiA y la CUP-).

CiU-PSC: Miquel Iceta, el nuevo líder de los socialistas catalanes, ha ofrecido abiertamente a Mas el apoyo del PSC para ayudarle a agotar la legislatura hasta 2016. Y es que Mas ha admitido que él, por preferir, prefiere seguir gobernando hasta entonces. Iceta lo ha justificado diciendo que, a cambio, deberían firmar lo que él llama «un contrato social». Vuelve a tomar forma la sociovergencia. Los socialistas, a diferencia del PP, sí que apuestan por una reforma federal de la Constitución y tener más visibilidad ‘social’ en Catalunya les ayudaría de cara a las elecciones generales de otoño de 2015, para las que el Partido Popular parece querer jugar a luchar contra Podemos y ningunear al PSOE. En los últimos días, se ha producido otro movimiento interesante: Jaume Collboni, líder del PSC en Barcelona, le ha ofrecido a Xavier Trias (CiU) negociar un acuerdo para que el alcalde convergente no tenga que prorrogar los presupuestos de 2014 y pueda aprobar las cuentas de 2015 con el apoyo de los socialistas. Es decir, en pocos días de diferencia, el PSC le ha ofrecido dos pactos a CiU: uno, en el Parlament; el otro, en el Ayuntamiento de Barcelona.

Por suerte, esta película tiene fecha de estreno: el 9 de noviembre. Lo que pase ese día acabará por configurar este juego de alianzas.

Cataluña: entre la política y la legalidad

La Diada de 2014 ha convertido definitivamente Cataluña en una cuestión de Estado, que afecta a dos de los pilares básicos de cualquier democracia moderna: el ejercicio de la política para canalizar la vida colectiva y la aplicación de la legalidad para garantizar el buen funcionamiento de la sociedad. Mas defiende que «es un error resolver a través de la arquitectura legal un problema genuinamente político» y Rajoy se escuda en la Constitución para oponerse a la consulta, puesto que no reconoce como legal la ley que aprobará el Parlament catalán el día 19 –con el apoyo añadido del PSC– y que Mas utilizará para llamar a votar el 9 de noviembre bajo la legalidad catalana.

El origen de este conflicto, aunque se esté celebrando el Tricentenario de la caída de Barcelona a manos de las tropas borbónicas en 1714, es la sentencia del Constitucional que recortó el Estatut de autonomía catalán aprobado por el Parlament y los catalanes. Esto dio pie a las movilizaciones multitudinarias a favor del derecho a decidir, consecuencia también del hecho de que Mas y Rajoy no solucionaron a nivel político en su momento el problema con la fallida negociación del pacto fiscal. Y, seguramente, ahora tampoco lo harán, a pesar de que el referéndum de Escocia marque un precedente dentro de la Unión Europea.

El president Artur Mas

El presidente de la Generalitat, Artur Mas. ALBERTO ESTÉVEZ / EFE

Cuando Mas y Rajoy se reunieron para hablar del pacto fiscal, CiU no llevaba en su programa político la independencia. En aquel momento, la política volvió a fallar, y la ciudadanía, desengañada y en plena crisis económica, decidió salir a la calle para reclamar el derecho a decidir de los catalanes.

Ahora, como un pez que se muerde la cola, lo que empezó en el Constitucional volverá al Constitucional, con lo cual los políticos volverán a convertir este tribunal en una herramienta política. Esto, a pesar de que el Constitucional ya dejó entrever que la «cuestión catalana» era conveniente que se resolviera sin recurrir a los jueces. Y es que, después de tres años de movilizaciones, ha quedado patente que una sentencia del TC no es una solución e, incluso, puede generar un problema aún más grande.

La Diada de este año en Cataluña demuestra que el soberanismo no pierde fuerza y que tiene una gran capacidad de movilización, pero, también, queda claro que los que se oponen a la consulta y a la independencia están también más organizados, aunque sean más minoritarios. Es así como el famoso «choque de trenes» corre el peligro de trasladarse a la sociedad, posiblemente, porque están fracasando tanto la política como la legalidad.

La elección del alcalde en segunda vuelta

De buena mañana, entre vasitos de zumo de naranja y croissants, el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, ha dado su opinión sobre la propuesta del PP para cambiar el sistema de elección de los alcaldes. A parte de considerar que introducir cambios cuando faltan pocos meses para las municipales de mayo de 2015 hace tufillo a traje a medida, él ha apostado por proclamar alcalde a aquel candidato que gane la votación en segunda vuelta. Además, con ello debería asegurarse gobernar cuatro años con mayoría.

Trias ha lanzado esta reflexión en el Fòrum Europa Tribuna Catalunya, rodeado de empresarios, políticos y periodistas. Está claro que, a la vista de las últimas encuestas y de cómo se ha desarrollado esta legislatura en Barcelona, para CiU sería una buena solución lo de la segunda vuelta. De hecho, seguramente, Trias se jugaría el ser o no ser alcalde con el candidato de ERC, Alfred Bosch, con menos experiencia municipalista. El último Barómetro semestral municipal daba un empate entre Trias y Bosch en intención de voto y CiU y ERC serían los dos partidos más votados. Si se la juegan entre ellos dos a la última carta, es más que posible que el actual alcalde pudiera reeditar su cargo.

El alcalde de Barcelona, Xavier Trias

El alcalde de Barcelona, Xavier Trias, durante su conferencia en el Fòrum Europa Tribuna Catalunya. NÚRIA JULIÀ / ACN

Para el líder de CiU en la capital catalana hay dos cosas que parecen estar muy claras: no quiere volver a gobernar en minoría (de ahí que quiera que el vencedor de una segunda vuelta se asegure la mayoría) y quiere un «gobierno fuerte». Todo eso lo conseguiría con el sistema de elección que propone, especialmente indicado, según él, para «un ayuntamiento muy atomizado». El caso es que así conseguiría reducir el peligro que supone la emergencia en Barcelona de partidos hasta ahora inexistentes en el Ayuntamiento, como Ciutadans, Podemos o Guanyem.

Tanto con el sistema de elección directa que propone el PP como con el de segunda vuelta, la cultura de pactos que ha imperado durante muchos años en el Consistorio barcelonés -con el llamado tripartito de izquierdas- se iría definitivamente al garete. Y, eso, justo cuando la aritmética de los resultados haría más necesario que nunca que los partidos se pusieran de acuerdo. Todo apunta a que habrá más formaciones políticas que nunca con opciones de conseguir algún regidor en las próximas elecciones. Si no hay cambios en el sistema de elección del alcalde, dos partidos clásicos, como PSC e ICV, deberían realizar una ofensiva pactista con otras fuerzas de izquierda para poder aspirar a volver a gobernar la ciudad. Hay opciones, muchas, más que nunca, pero hay tantas que es una incógnita que lo consiguieran.

A parte de eso, habría que esperar a ver cómo acaba la entente entre CiU y ERC en el Parlament de Catalunya para calibrar cómo podría afectar a nivel de Barcelona a la hora de hacer quinielas sobre posibles pactos. ¿Hacia dónde se decantaría Esquerra? ¿Hacia CDC o hacia sus antiguos socios de tripartito?… Sea como sea, surge la duda de si un sistema de elección del alcalde directo o en segunda vuelta, dinamitaría la tradicional cultura política pactista de Barcelona y, si precisamente, este nuevo sistema no haría más que poner otra vez de manifiesto que los partidos son, mayoritariamente, incapaces de ponerse de acuerdo para llegar a pactos que beneficien a la colectividad.

Mobbing turístico en Barcelona

Una vez más, cuanto más cerca están las elecciones municipales, más se acentúa la importancia del distrito 1 de Barcelona: Ciutat Vella. Todos los comicios tienen sus claves y, en el caso de la capital catalana, los barrios del centro de la ciudad marcan el pulso político. Este verano lo hemos visto con la Barceloneta, donde el llamado turismo de borrachera y los pisos turísticos ilegales han ocupado las primeras páginas… Otra vez. También se está poniendo en peligro la convivencia en el sur del Raval, donde las mafias de la prostitución han descubierto que, si revientan las puertas de las fincas de los vecinos, las prostitutas pueden ofrecer sus servicios sexuales exprés a los turistas sin que la Guardia Urbana les moleste. El conflicto de los apartamentos ilegales viene de lejos, al igual que el turismo de borrachera (local y foráneo) del Raval, y son asignaturas pendientes de resolver por esta Barcelona donde se está extendiendo el fenómeno del mobbing turístico: la ciudad es incapaz de absorver el gran crecimiento de turistas que está experimentando año tras año y eso se traduce en un acoso a la vida de los barceloneses e, incluso, en la expulsión de los vecinos de sus casas víctimas de la especulación turística.

El origen del problema cabe encontrarlo en el boom inmobiliario, por lo que podríamos decir que es uno de los últimos coletazos de aquel pelotazo que tanto daño hizo a Barcelona y a sus barrios más populares. Lejos de desaparecer, durante la crisis se ha incrementado el fenómeno: primero, porque es la salida que han encontrado los especuladores para sus pisos acumulados durante los años de bonanza y que, con la crisis, no pudieron vender; y, segundo, porque hay barceloneses de a pie que han visto en el alquiler de habitaciones y de sus pisos a los turistas una fuente de ingresos extra y suculenta («en agosto me largo de la ciudad y alquilo el piso a los guiris y me saco una pasta», piensan). Si todo eso lo metemos en la misma coctelera y lo removemos, el combinado acaba siendo muy amargo (y nada refrescante) para los vecinos que sufren las consecuencias de este turismo llamado de low cost. Todo ello, alentado por los llamados Pla d’Usos municipales, que, mandato tras mandato, han dado alas a la proliferación de una ofera turística y de ocio nocturno que ha atraído a ese turismo de borrachera.

Pero, hay que mirar atrás para entender el problema presente. Primero, los JJOO de 1992, bajo mandato de Pasqual Maragall, proyectaron una imagen de Barcelona muy mediterráneamente festiva. Pero, el «amigos para siempre» se le ha ido de las manos a esta ciudad. Y no tardó mucho, ya que el boom de la barra libre del incivismo asociado al turismo se produjo bajo el mandato de Joan Clos, sucesor de Maragall. La imagen del alcalde saltando y bailando samba en el Passeig de Gràcia junto a Carlinhos Brown en pleno Fòrum de les Cultures de 2004 fue muy elocuente. Pero, Clos (o su equipo) se dieron cuenta de que habían creado un monstruo cuando ya era demasiado tarde.  Eran tiempos en los que la burbuja inmobiliaria estaba en pleno apogeo y en los que los ancianos y ancianas del Raval y el Gòtic eran víctimas del más terrible de los mobbings inmobiliarios. ¿Dónde han ido a parar muchos de esos pisos en los que vivían barceloneses de toda la vida y que fueron despojados de unas casas que luego, con la crisis, no se vendieron? Que se lo pregunten a los vecinos de la Barceloneta…

Protesta de vecinos de la Barceloneta

Vecinos de la Barceloneta protestan contra el turismo de borrachera y los pisos turísticos ilegales. BEGOÑA FUENTES / ACN

Con Clos, la situación llegó a ser tan insoportable que, tras la presión vecinal, el ayuntamiento tuvo que inventar figuras como la del barcelonés «voluntario del civismo». El alcalde pasó de bailar con Carlinhos Brown a hacerse fotos quitando carteles de las paredes del Raval. Pero, el cáncer del incivismo ya se había enquistado y la operación de los voluntarios duró dos días mal contados y fracasó. Aún así, los socialistas continuaron gobernando, con apoyos de ERC y de ICV. En el PPC, su líder, Alberto Fernández Díaz, hizo famoso aquello de que «Barcelona es jauja», y desde CiU, Xavier Trias (hoy alcalde), también criticaba la espiral incívica. Entonces es cuando llegó la Ordenanza de Civismo, que pretendía erradicar ese incivismo en Barcelona. Se establecierom multas por orinar en la calle y hasta se prohibió ir con el pecho descubierto en plan guiri por la calle para evitar la imagen de los turistas en chancletas y bañador paseando por la Rambla.

Pero, la ordenanza también ha fracasado, porque, en realidad, nunca ha habido una voluntad política real de erradicar esa economía de turismo low cost y de borrachera porque mueve muchísimo dinero en Barcelona y, especialmente, en los barrios de Ciutat Vella, como la Barceloneta, el Raval y el Gòtic. Tanto es así que otro alcalde, Jordi Hereu, sucesor de Clos, recibió una bofetada un día que paseaba por el Raval de una vecina cabreada. Era marzo de 2010 y la mujer le dijo: «Dales un toque a la Guardia Urbana, no te digo que trabajen mal, pero muchas veces llamas a la Guardia Urbana cuando hay problemas y no vienen». Esta misma frase se la hemos podido oir a los vecinos de la Barceloneta que este verano se han manifestado contra los apartamentos turísticos ilegales y a los vecinos del Raval que sufren el turismo de borrachera.

La Ordenanza de Civismo se ha retocado cada vez que los vecinos han salido a la calle a protestar, pero el cáncer, como decíamos, está enquistado. Se erradicaron los liampiaparabrisas de los semáforos y los gorrillas aparcacoches y, en cierta manera, lo que se vino a llamar mendicidad organizada, pero no el turismo de borrachera, porque forma parte de un buen pedazo de pastel de la economía más lucrativa de Barcelona, de la misma forma que los lateros -vendedores ilegales ambulantes de bebidas alcohólicas- que lo alimentan.

Ahora, Trias es el alcalde que se enfrenta a este cáncer y que, pese a ser él médico de profesión, tampoco ha sabido extirpar. El distrito 1 barcelonés es seguramente el más difícil de gobernar, sobre todo, porque es el escaparate de Barcelona. Lo hemos visto con Maragall, con Clos, con Hereu y, ahora, con Trias, que tendrá que ir con cuidado de aquí a las próximas elecciones. Después del conflicto de Can Vies, ahora le ha estallado Ciutat Vella, donde siempre se juega la gran batalla electoral de Barcelona, que ha pasado del más crudo mobbing inmobiliario a padecer las consecuencias del mobbing turístico.