MOISÉS MUÑOZ
20 de abril de 1986, hace justo 30 años, Boston, Massachusets, capital universitaria de los EE.UU. Segundo partido de la primera ronda de playoffs de la NBA.
Por las venas de los bostonianos corre sangre verde, fruto de la veneración que profesan a su equipo de baloncesto: los Celtics. Los Celtics de Larry Bird. Herederos del equipo acaparador de títulos que fabricaran años atrás el empedernido fumador de puros Red Auberbach y la torre de ébano Bill Russell. Los aficionados, como es obligada costumbre en la ciudad, acuden en masa al Boston Garden, donde van a presenciar un recital que jamás podrán olvidar.
El equipo local recibe a los Chicago Bulls, que llegan liderados por un joven e insolente escolta que despuntó en su primer año y que en esta -su segunda- temporada apenas si ha podido jugar una veintena de partidos por una inoportuna lesión. Es Michael Jordan. Chicago, por entonces un equipo fuera de la nobleza de la NBA, parece una presa fácil de cobrar por los cazadores Larry Bird, Robert Parish, Kevin McHale, Dennis Johnson y Danny Ainge, el formidable quinteto inicial de Boston. Pero esa noche, la víctima va a ser casi inabordable.
El insolente Jordan defiende como un poseso, rebotea como si fuera un pívot nato, asiste y dirige el juego de su equipo como el mejor de los bases y, sobre todo, lanza a canasta con las manos del mismo Dios. El 23 de los Bulls, en una actuación memorable, la más grande jamás firmada en unos playoffs, se va hasta los 63 puntos. Tras dos prórrogas, Boston gana por 135-131. Pero el partido no pertenece a los viejos guerreros celtas, el partido es de Jordan. Ante las cámaras, asombrado por la lección que acaba de recibir en primera persona, Bird se confiesa impresionado: «Dios se ha disfrazado de jugador de baloncesto». Así fue el paso de Michael Jeffrey Jordan por el Boston Garden una noche de abril tres décadas atrás.
Que preciosidad de imagenes yq ue grandes los 2, Bird y jordan, q de horas de suelo nos hicieron perder en aquellos años los partidos de la NBA, yq ue bonito era el basket cuando era menos fisico q ahora y habia mas talento.
21 abril 2016 | 9:57 am
Cuanta verdad en tus palabras, no se ha vuelto a ver jugar así, salvo algún que otro que aparece.
21 abril 2016 | 10:05 am
Nunca nadie ha dominado un partido como Jordan. Por eso, para mí, es el mejor jugador de la historia. Los hay y ha habido que meten más puntos, más espectaculares, mejor defensores, etc… pero Jordan hacía lo necesario para ganar. Si estaba lesionado el pivot, se ponía él y cogía más rebotes que nadie, si faltaba el base, daba más asistencias que nadie, que había que defender a una estrella, se ponía él y lo secaba y, por supuesto, si había que meter canastas, lo hacía como nadie. Qué recuerdos!…
21 abril 2016 | 10:41 am