Al mando de la tele Al mando de la tele

"La televisión es una hija del cine que le ha salido disipada y de malas costumbres". Ramón J. Sender

Archivo de marzo, 2016

El lío de Bertín

En una entrevista reciente en El Hormiguero Bertín Osborne aseguraba que había «mucho tonto» que había dicho que su marcha de TVE era una cuestión de honorarios. Él defendía que era una cuestión de estabilidad para poder concertar citas con los invitados. Quizás yo sea tonto porque lo de la estabilidad suena a excusa. ¿Es lícito cambiar de trabajo para ganar más dinero? Sí. Entonces, ¿por qué esa pretensión de querer quedar bien? Más preguntas: cuando cambie de cadena, ¿también mejorará el sueldo de todos los trabajadores que hacen el programa? Respecto a TVE, el que no haya Gobierno no es excusa para dejar ir un programa por el que TVE ha apostado y arriesgado. ¿Por qué no lo ataron mejor? ¿Va a ser TVE el campo de pruebas de las cadenas privadas? El único mérito del programa es apelar al relax de ver a entrevistador y entrevistado acariciándose el lomo y haciéndose cariños con una intensidad que solo faltan escenas de cama al final. Y la naturalidad es un espejismo: hay mucho guion y mucha premeditación.

El Caso es que mola

Fernando Guillén Cuervo y Verónica Sánchez hacen una de las mejores parejas de la televisión de los últimos años. Sencillamente, tienen química. Su forma de dar vida a los dos reporteros protagonistas de El Caso en la serie del mismo nombre es perfecta. No, no son parientes míos, es que me han gustado mucho. Encajan a la perfección y sus personajes están tan bien escritos que rezuman carisma. Podrían competir en eso con un vídeo de gatitos de YouTube. La realidad supera la ficción, así que utilizar casos reales como base para las historias hace que las tramas de la serie tengan el morbo y el interés que la cruenta crónica negra tiene. Habrá que ver cómo evoluciona, pero El Caso. Crónica de sucesos podría ser uno de esos casos en los que se alinean los astros para conformar un equipo espectacular, del director al meritorio, que nos deje ver una gran serie. Por eso, igual que en ocasiones le calentamos el lomo, ahora hay que darle la enhorabuena por su trabajo a TVE.

Terrible Política (Otra vez)

El tabaco, la polución, los accidentes de tráfico… todos van a bajar un escalón en la lista de las causas de muerte más comunes por culpa del inestable, variable e insoportable clima político, que coronará al infarto. Al menos si eres presentador de un programa de televisión dedicado a la política. Está bien que un periodista sea contestatario, que indague, que sea incisivo, e incluso, en programas de cierto orden o corte, que tenga una línea editorial. Siempre, claro está, que se deje claro dónde está la opinión y dónde la información y cuál es esa línea, para que el espectador pueda juzgar en función de eso. Pero hoy en día no se hace. Hay una nueva tendencia de presentadores, moderadores y conductores que dejan de lado cualquier medida y objetividad, que se han distanciado tanto de un lado que no tienen distancia alguna con el otro. Personas que deberían estar en medio y están escoradas. Y profesionales que deberían serlo más y a los que, si siguen así, les dará pronto un ataque.

Firme castillo de naipes

Es una persona horrible. Nadie le querría cerca. (No siga leyendo si no ha visto House of Cards y quiere verla). Frank Underwood, el protagonista de la serie sobre la política de EE UU, es un despreciable canalla, criminal, ególatra, egoísta, corrupto… le pilla todo a la criaturita. Y sin embargo mola. Quizá sea porque nos hace partícipes a los espectadores, quizá porque se permite ciertas licencias humanas y empáticas. El caso es que la cuarta temporada de House of Cards llega como siempre y como nunca. Por supuesto, la tónica es la de Frank contra el mundo. Lo que pasa es que en ese mundo hay una nueva enemiga, una que le conoce como nadie, una que tiene la misma ansia desmedida por el poder y la misma falta de ética y de escrúpulos. House of Cards está de vuelta y de momento no decepciona. No ha perdido, después de todos los giros de guion, inflexiones y cambios, la capacidad de sorprendernos, de sacarnos una exclamación. De desear que Frank siga destruyendo el mundo.