Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Marianita declara, declara y si no morirás, morirás…

El País publica hoy un artículo sobre Mariana Pineda que, por recuerdos familiares y personales, me pone la piel de gallina.

Recuerdo a mi tía Carmen Sola cantándome emocionada el romance de Marianita en las veladas de su casa de Arenys de Mar, cuando yo estudiaba en la Universidad de Barcelona. Mi chacho Frasco trataba de acompañarla, pero no había forma. Por parte de los Idáñez, que yo sepa, no hubo fortuna musical y la tía Carmen, con voz de ángel que manda, le mandaba callar porque desentonaba mogollón.

No recuerdo toda la letra, pero la canturreo a trozos muy a menudo. Hoy mismo, al leer este artículo sobre el 175 aniversario de la ejecución/asesinato de Marianita Pineda por parte del rey felón, Fernando VII, he intentado recordar la canción. Mi tía murió hace años y no se donde encontrar la letra completa. Lo intentaré en Google o en Wikipedia.

Decía algo así como:

Marianita declara, declara

y si no morirás, morirás.

Si declaro moriremos muchos

y si no moriré yo na más.

¡Ay! qué triste se quedó Granada

que a las piedras hicieron llorar

al ver que Mariana había muerto

solamente por no declarar.

Marianita declara, declara

y si no morirás, morirás…

Mariana de Pineda, hoy

ANTONINA RODRIGO

EL PAÍS – Opinión – 28-06-2006

Se cumple este año el 175º aniversario de la ejecución de Mariana de Pineda. Fue en Granada el 26 de mayo de 1831, a manos del verdugo, en garrote vil. La mujer subió al patíbulo en aras de su compromiso con la causa liberal y contra el absolutismo de Fernando VII. Su muerte, serenamente heroica, quedó en la memoria popular como símbolo revolucionario. Su lucha por la libertad, la igualdad y la ley representa un feminismo incipiente.

El 1 de octubre de 1823 era abolida la Constitución liberal de 1812. Fernando VII dispuso: «Son reos de lesa majestad y quedan condenados al patíbulo los que se declaren contra los derechos del rey o a favor de la Constitución». Se suprimían las libertades, la Iglesia recuperaba sus privilegios y se restauraba el régimen señorial del absolutismo. Las cárceles se hacinaban de gentes perseguidas por sospecha o denuncia, y muchos, tras juicios sumarísimos, eran conducidos al cadalso. En estas circunstancias se iniciaba la militancia de Mariana de Pineda, viuda con dos hijos de corta edad.

Su actividad política se desarrolló durante la llamada década ominosa (1823-1833). En Granada, Mariana se convierte en enlace de los exiliados de Gibraltar, gestiona pasaportes falsos para perseguidos, asiste a los presos de la cárcel y logra la evasión de un condenado a muerte. Ella se sabe perseguida por Ramón Pedrosa, subdelegado de Policía, que estrecha la vigilancia a su alrededor.

El 13 de marzo de 1831, Pedrosa tuvo conocimiento de que en el Albaicín se bordaba una bandera «subversiva» por encargo de Mariana de Pineda. La bandera, de color morado, favorito de masones y liberales y con los lemas Libertad, Igualdad y Ley a medio bordar, es descubierta y va a constituir el cuerpo del delito, del crimen de traición, por el que será condenada Mariana en una vista sin la menor garantía jurídica.

Pedrosa, nombrado juez de la causa, estaba autorizado a indultar a la reo a cambio de la delación de los nombres de sus correligionarios. Pero Mariana, desde su primera declaración, asume la causa de la lealtad: «Nunca una palabra indiscreta escapará de mis labios para comprometer a nadie. Me sobra firmeza de ánimo para arrostrar el trance final». Tras dos meses de reclusión en el beaterio de Santa María Egipciaca, sale hacia la cárcel para entrar en capilla. Hasta el último momento el poder mantiene la oferta de indulto a cambio de nombres. Pero el silencio de Mariana será su gesto legendario.

Mariana de Pineda parece haber sido líder de un importante número de resistentes liberales granadinos, algo notorio en una ciudad como Granada, donde ocho años antes de su nacimiento, en 1804, el propietario de una esclava llamada Juana del Carmen la vendía «con equidad a quien quisiera comprarla», según publicaba el Mensajero Económico y Erudito. Esta ciudad de acusado espíritu religioso era a la vez extremadamente librepensadora, cuna y sede de sociedades secretas desde el siglo XVIII.

Pero Mariana, tan implicada en el movimiento liberal, no era una excepción femenina en la lucha contra el absolutismo. Otras mujeres participaban en los combates por la libertad, incluso con las armas. En Barcelona, en 1820, varios escuadrones de milicianas armadas con picas atendían a los heridos de las revueltas liberales. Frente a esto, el régimen absolutista llegó al extremo de condenar a Soledad Mancera a diez años de prisión por esconder en su casa un retrato del general liberal y constitucionalista Riego.

En el comunicado oficial que la Gaceta de Madrid ofreció de la ejecución de Mariana, trece días más tarde, se justificaba el castigo a las mujeres como respuesta a los métodos de los revolucionarios, «que han adoptado la táctica villana de tomar por instrumentos y por escudos de sus locos intentos al sexo menos cauto y más capaz de intentar la ajena compasión». No por ello las mujeres dejaron de apoyar la causa liberal. Cuatro años después de la ejecución de Mariana, las autoridades pregonaban un bando prohibiendo su participación en manifestaciones callejeras, con la amenaza de que serían consideradas como «mujeres públicas».

Aún faltaban décadas para que la lucha de la mujer se llenase de contenidos directamente feministas; es decir, la reivindicación de su derecho a la plena igualdad en la esfera familiar, en la instrucción intelectual y en los mundos laboral, político y social. Logros que la mujer española conquistaría, en un corto espacio de tiempo, en los años treinta, amparada por la Constitución de la II República. Libérrima legislación, cuyas leyes de protección a la mujer serían derogadas con la llegada del franquismo, la pérdida de garantías jurídicas y, por tanto, de esa Libertad, Igualdad y Ley por las que luchó Mariana de Pineda.

Hoy no hemos alcanzado aún la plena igualdad real. Los reductos patriarcales no son fáciles de erradicar en la familia, en las grandes empresas y en los centros de poder. Para la mujer es duro conciliar la vida familiar y laboral, y, salvo honrosas excepciones, los hombres comparten mínimamente las tareas domésticas. Y a pesar de la Ley Integral de Violencia, los asesinos continúan cobrándose víctimas femeninas.

Pero hay una enorme diferencia con lo ocurrido hace 175 años: hoy las marianas son muchas, miles, millones de ellas.

Antonina Rodrigo es escritora y biógrafa de Mariana de Pineda.

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El garrote segó la cigüeña…

Un suspiro en el aire quedó…

¿Recuerda algún lector la letra de este romance?. Creo que Federico García Lorca lo recuperó o reconstruyó pero no lo encuentro.

¿Donde estás Google?

Aquí está Google, con la versión de García Lorca:

¡Oh! Qué día tan triste en Granada,

que a las piedras hacía llorar

al ver que Marianita se muere

en cadalso por no declarar.

Marianita, sentada en su cuarto,

no paraba de considerar:

«Si Pedrosa me viera bordando

la bandera de la Libertad».

¡Oh, qué día tan triste en Granada,

las campanas doblar y doblar!

Como lirio cortaron el lirio,

como rosa cortaron la flor,

como lirio cortaron el lirio,

más hermosa su alma quedó.

¡Oh! Qué día tan triste en Granada,

que a las piedras hacía llorar.

Se parece bastante, pero no es como la de mi tía Carmen.

2 comentarios

  1. Dice ser ester

    Para tu curiosidad, en la páginahttp://www.alonsoquijano.org/cursos2004/animateca/recursos/Biblio…Se puede encontrar una versión del romance «Mariana Pineda»Me encantan tus comentarios. Saludos.

    29 junio 2006 | 10:13

  2. Dice ser en el clavo!

    La corrupción de Aznar no es de este Mundo, acertadísimo titular.

    29 junio 2006 | 10:24

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