Los curas saben más de vino que los socialistas madrileños

Me gustaría remachar el post del compañero de bitácora, y maestro de periodistas, Fernando González Urbaneja. Ayer se hacía eco (https://blogs.20minutos.es/urbaneja) de la salida de pata de banco del grupo municipal socialista de Madrid al acusar al alcalde de la capital, Alberto Ruiz Gallardón, de “fomentar” el consumo de alcohol entre los jóvenes por promover talleres de iniciación al vino, con cursos de cata incluidos. Alguien de la agrupación socialista tiró del manual de las buenas costumbres de la izquierda y dijo: vino=droga, y se retiró a descansar.

Ya una vez comentamos aquí que desde Paracelso sabemos que la droga es la dosis, sea de mantequilla, de chocolate, de café, de filetes de ternera, o de alcohol. El vino y la cerveza están considerados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un alimento, en cuya composición, eso sí, existe una sustancia, el alcohol, que puede dañar a la salud y ser adictiva cuando se ingiere en dosis inadecuadas. Sólo en cantidades excesivas. Pero ambas, sobre todo el vino, forman parte de la muy saludable dieta mediterránea, pues además de los efectos beneficiosos de la ingesta controlada de alcohol para el sistema circulatorio, uno de sus componentes, el resveratrol, se ha mostrado como un eficaz aliado para rebajar el nivel de colesterol y triglicéridos en sangre, ayudando a prevenir el infarto. Tan es así, que los americanos del norte lo han metido en pastillas como complemento en la dieta diaria, vistos los beneficios que aporta al organismo. Muchos de ellos no saben que la misma dosis de resveratrol la tienen en estado natural, pero mucho más exquisita, en botellas procedentes del Napa Valley de California, donde se elaboran algunos de los mejores vinos tintos del mundo, con permiso de Burdeos. Pero ya sabemos en qué consiste la famosa “dieta americana”…

Sí creo que habría que luchar contra la cultura del alcohol entre los jóvenes como simple “estimulante”, algo que, por cierto, recae casi exclusivamente en los alcoholes de alta graduación, como ginebras y güisquis, muchos de ellos de dudosa procedencia. Quizá sea un tema para otro día. Pero el vino, además de requerir una ingente mano de obra y formar parte de una de nuestras industrias más pujantes y de mayor prestigio en el mundo (con vinos que ya superan los 500 euros por botella), es pura cultura, preservada y expandida por todo el orbe por la Iglesia católica como ingrediente imprescindible para la misa, por cuya aportación le estaré eternamente agradecido, agradecimiento nada desdeñable viniendo de un ateo como yo.

Que los jóvenes aprendan a apreciar este tesoro en cursos de cata, además de suponer una actividad cultural muy provechosa, abunda en su formación y oportunidades de trabajo, pues cada vez es más demandado este tipo de expertos en la floreciente industria de la restauración española. Alguien que aprenda a conocer el vino, no por sus efectos estimulantes sino para disfrutar de él con conocimiento de causa, muy difícilmente caerá en la alcoholemia. Cuanto más lo conozcan, más aprenderán a respetarlo.

Entre los socialistas hay, por cierto, un culto e inquieto viticultor y bodeguero, ex ministro de Agricultura de un gobierno de Felipe González, que en este momento estará revolviéndose en la silla, no sé si de risa o de espasmos de dolor, por la ocurrencia irresponsable de sus compañeros de Madrid. Así que, antes de que se recupere, recomiendo a ese genio agazapado del grupo municipal socialista madrileño que dedique sus esfuerzos a acosar al alcalde Ruiz Gallardón por las zanjas y no por las zarandajas. Que con las cosas de comer y beber no se juega.

Pues anda que está bueno Madrid como para andar perdiendo el tiempo con tonterías.

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