"Si quieres resultados distintos no hagas siempre las mismas cosas" Einstein

Archivo de julio, 2008

El eclipse que hizo famoso a Einstein

En 1919 Einstein ya era conocido y respetado en el mundo científico. Había sido propuesto varias veces para el premio Nobel, que ganaría dos años después, las universidades más prestigiosas se lo disputaban, había pasado por las universidades de Berna, Zúrich, Praga, la importante Escuela Politécnica de Zúrich, donde él había estudiado, y finalmente había sido elegido miembro numerario de la Real Academia Prusiana de Ciencias, la más prestigiosa del mundo, con sede en Berlín, y catedrático en la universidad de Berlín.

En esa época Einstein, que contaba 40 años, había efectuado ya sus mayores descubrimientos, pero en ese año se produce un acontecimiento que hace que el nombre y la característica figura de Albert Einstein sobrepasen el ámbito científico y penetren en los círculos populares de todo el planeta, convirtiéndolo en una de las personas más famosas del mundo y sea elevado a la categoría de mito, con multitudes aclamándolo por todas las partes del mundo por las que viajó en un caso que no tiene comparación en la historia de la ciencia.

Ese acontecimiento fue el eclipse de Sol ocurrido en 1919. Según lo que comentábamos en el artículo precedente (“La ecuación más famosa de la ciencia”), la energía transportada por un rayo de luz lleva asociada una masa dada por la famosa ecuación y, ya se sabía desde Newton y su Ley de gravitación universal, que las masas se atraen.

De esta forma cuando un rayo de luz pase cerca de una gran masa (como el Sol) será atraído por éste y se desviará de su trayectoria rectilínea. Einstein había pensado en el Sol para que la desviación fuese apreciable y había elegido el acontecimiento de un eclipse para que la luz emitida por una estrella de las denominadas fijas próximas as Sol pudiese verse y no fuera deslumbrada por la luz del Sol.

Gran Bretaña envió dos expediciones al mando del astrónomo real sir Arthur Eddington; una a Sobral (Brasil) y otra a la isla portuguesa de Príncipe en la costa atlántica africana. El 29 de mayo de 1919 las expediciones tomaron fotografías y los resultados confirmaron la predicción de la desviación de 1,7” de arco que había efectuado Einstein con suficiente precisión.

A partir de ese momento, a cualquiera (aunque no supiera nada de ciencia) le resultaba conocido el nombre de Einstein. La noticia apareció en toda la prensa y Einstein fue considerado como un héroe capaz de predecir que la luz se iba a curvar al pasar cerca del Sol. Eddington escribió a Einstein diciéndole que toda Inglaterra hablaba de su teoría, y que había sido un acontecimiento muy bueno para mejorar las relaciones científicas entre Inglaterra y Alemania.

A los lectores

Agradezco tanto los comentarios y sugerencias dejados en el blog como aquellos otros que me han enviado directamente. Va a ser imposible tratar todos los temas de interés propuestos. Algunos temas tienen un difícil acercamiento divulgativo y, además, el espacio y tiempo son reducidos.

Quiero decir también, que el nivel de estos artículos pretende ser tal, que puedan comprenderlos personas que no tengan una especial formación científica ni matemática, pero sí curiosidad intelectual

Finalmente, la clave para la respuesta a las preguntas formuladas en el artículo precedente («La ecuación más famosa de la ciencia») está en el párrafo séptimo y en la cita textual que se hace de unas líneas de Einstein. Por otra parte, he cuidado no identificar materia y masa.

La ecuación más famosa de la ciencia: E = mc2

Como todo el mundo sabe, esta ecuación, E=mc2 (por cierto, el 2 es exponente de c) se debe al científico, también más famoso de todos los tiempos: Albert Einstein. Y ella fue la causa de la modificación de uno de los principios más conocidos de la ciencia: «El principio de conservación de la energía”, que, en términos populares, establecía que la energía ni se creaba ni se destruía, sino que solo se transformaba.

Pero detengámonos en la ecuación, porque puede decirse que esta ecuación ha sobrepasado el ámbito científico y ha entrado a formar parte de la cultura popular. Puede verse por doquier: en anuncios, camisetas, revistas de los tipos más variados, etc. Hasta una afamada actriz de cine decía que una de sus máximas ilusiones sería entender la ecuación de Einstein.

¿Es difícil de entender la ecuación? y ¿Por qué ha hecho cambiar el enunciado del principio de conservación de la energía?

En 1905 un joven de 26 años que trabajaba en la Oficina de Patentes de Berna y que se hallaba apartado de los círculos universitarios e investigadores de la época, publicaba en la prestigiosa revista Annalen der Physik cinco artículos que revolucionaron la física, en un caso que tal vez no tenía más precedente que en Newton. Por algo se ha denominado ese año como “Annus mirabilis”.

El primer artículo, sobre la ley del efecto fotoeléctrico, puede decirse que le valió a su autor el premio Nobel de Física de 1921, pero estamos interesados en el cuarto (30 de junio de 1905), titulado: Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento”, que, por su título, pocos sospecharían que en él establece la famosa “Teoría de la relatividad especial”.

Poco después extrae una consecuencia de su artículo, que considera tan importante como para enviar un nuevo artículo (27 de septiembre de 1905) como continuación del precedente. Son tres páginas solamente y en ellas establece la famosa ecuación, pero, curiosamente, no la escribe exactamente en la forma hoy mundialmente conocida.

El artículo en cuestión lo titula ¿Depende la inercia de un cuerpo de su contenido en energia? Y la respuesta es afirmativa. Como por inercia se entiende masa inercial, la conclusión, en términos populares, es que la energía tiene masa. Dice, por ejemplo textualmente:”Si un cuerpo emite la energía radiante L, su masa disminuye en L/c2(el 2 es exponente de c). Así pues, la célebre fórmula significa que un cambio en la energía E, de un cuerpo, implica también un cambio en su masa, m, de E/c2(de nuevo el 2 es exponente de c). Por cierto, la letra c representa la velocidad de la luz en el vacío que vale (aproximadamente igual que en el aire): 300.000 km/s.

También admite la interpretación, tal vez más frecuente hoy día, de que la materia puede convertirse en energía (y recíprocamente), y que la energía que aparece es igual a la masa de la materia (desaparecida) multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado. Por tanto, el principio de conservación de la energía hay que sustituirlo por un principio de conservación que se puede enunciar así:”En un sistema cerrado: materia+energía=constante”

Pero todo esto puede plantea algún interrogante a las personas que han estudiado algo de física, y esta vez, la respuesta quizá no sea tan sencilla:

1. ¿Se conservaría siempre la masa en un sistema cerrado?

2. Al calentar un cuerpo, ¿pesará más?

3. ¿Y pesa la luz? ¿Una caja iluminada interiormente pesará más que si se encuentra a oscuras?

Einstein dio pruebas de una gran confianza en sus resultados teóricos y propuso una comprobación experimental que lo convirtió en una de las persona más famosas del mundo, pero eso será motivo, posiblemente, de un próximo artículo.

De los lectores:

Estamos muy satisfechos de que nuestra idea de que los lectores nos enviaran fotos del “ludión” construido por ellos, haya tenido éxito. Aquí incluimos dos fotos y un vídeo que ha realizado Camarón, al que felicitamos.

La idea la hago extensiva a cualquier experimento que se haya propuesto (o se proponga) en estas páginas y que algún lector haya realizado. Pueden enviarme las fotos. Si se tratara de algún otro tipo de experimento, lo estudiaríamos.

¿Es azul el agua del mar?

Suele decirse que el agua líquida es incolora y, efectivamente, así la vemos habitualmente cuando la consumimos. El agua embotellada la vemos incolora, suponiendo que la botella no sea de color, pero también suele decirse que el agua del mar es azul, y así nos puede parecer, pero ¿es realmente azul o se trata de una ilusión óptica?

Como puede leerse en el artículo “¿Por qué el cielo es azul?”, la luz solar (blanca) se puede considerar que está compuesta por todos los colores, desde el rojo, que es el que menos se desvía al atravesar un prisma, hasta el ultravioleta que es el que más se desvía.

Una explicación que se puede oír con alguna frecuencia es que el color azul del mar es debido al reflejo del cielo, pero esta explicación, además de otras objeciones, no explicaría que el agua, en cantidad suficiente, también sea azul, aunque no sea agua del mar y aunque no sea agua salada y aunque no esté al aire libre y no tenga el cielo a la vista para poder reflejarlo. Experimento comprobatorio: llenar la bañera (supuesta blanca) de una cantidad suficiente de agua y no se verá incolora sino de un color azulado.

Para entender la explicación conviene decir que ver un objeto de un color (por ejemplo, azul) al ser iluminado por luz blanca, significa que el objeto absorbió todos los colores de que se compone la luz blanca, excepto el azul que reflejó y que impresiona nuestra retina. Los objetos no se ven del color que absorben, sino de los que no absorben. Si el objeto absorbiera toda la radiación visible y no reflejara nada, lo veríamos negro (ausencia de color). y el extremo opuesto correspondería a que no absorbiera nada y reflejara todo; entonces lo veríamos blanco.

El color azul del agua del mar se debe a una propiedad del agua: de la radiación incidente (supuesta blanca) absorbe más cantidad en la zona del rojo que en la zona del azul, que hará que haya más proporción de esta zona del espectro en los rayos reflejados que son los que llegan a nuestra retina.

El color azul no se observa en el agua embotellada, porque la cantidad de agua es pequeña para que la absorción de la radiación sea apreciada.

De todas formas el color del agua del mar se ve afectado por diferentes tipos de partículas que puede contener, plantas, animales, materia orgánica e inorgánica, etc.

Esta explicación nos podría plantear una pregunta (de fácil contestación): ¿Por qué el color del agua del mar cambia con las horas o con las estaciones?

A los lectores.

En el artículo precedente, “El submarino”, el vídeo no estuvo disponible hasta las 8 de la mañana, aproximadamente, del día 23 de julio, de modo que los lectores que entraron antes de esa hora en el blog, no pudieron verlo. Ahora sí pueden hacerlo.

Sobre el “ludión o diablillo de Descartes”, explicado en el artículo anterior (“El submarino”), quiero animar a los lectores a su construcción. Si logran que funcione, pueden enviarme una foto, y procuraré publicarla en el blog. Quiero advertirles que es posible que si han intentado construirlo con un tubito de plástico en lugar de cristal, tal vez se hayan encontrado con la dificultad de conseguir que se sumerja. Esto es debido a que el plástico pesa poco y, para lograr sumergirlo habría que lastrarlo. Se puede lograr sin más que añadir unos cuantos clips metálicos.

El tema del artículo de hoy ha aparecido en los comentarios de algunos lectores, incluso con la explicación (a veces vista, pero no muy certera) del reflejo del cielo.

Finalmente, quiero añadir que he leído los comentarios de todos los lectores. A algunos podré ir contestando con artículos de su interés en las páginas del blog. A otros les he contestado (y sigo haciéndolo) individualmente en la dirección de correo que han dejado, pero algunos correos me han sido devueltos por haber algún error en la dirección que han proporcionado.

El submarino

La historia del submarino está muy ligada a inventores españoles: Narcís Monturiol construyó en 1867 el primer submarino con motor de combustión, y otro español, Isaac Peral, construyó el primer submarino militar completamente útil en 1888 (véase foto).

Para entender el funcionamiento del submarino vamos a comenzar por un aparato de Física denominado «ludión o diablillo de Descartes», que no tuvo interés práctico hasta que se aplicó al submarino.

Cualquiera puede construir un ludión como el que aparece en el vídeo. Basta con una botella de plástico, un tubito, preferiblemente de vidrio, agua y un poco de paciencia para conseguir mediante el método de “ensayo y error” la cantidad adecuada de agua en el tubito.

Primeramente, llenemos la botella con agua en una cantidad un poco superior a sus tres cuartas partes, aproximadamente. Aquí no importa mucho un pequeño error.

A continuación viene la parte más complicada y que tal vez requiera unas pocas pruebas antes de dar con la cantidad justa de agua que hay que depositar en el tubito. Podemos comenzar por llenarlo también en sus tres cuartas partes. Ahora viene lo más difícil, que es volcar el tubito muy rápidamente en la botella, pero con cuidado de que no se derrame toda el agua, y quede aire atrapado en la parte superior del tubito invertido y que éste quede flotando parcialmente en la botella. En la parte inferior del tubito invertido habrá agua. Si el tubito se ha ido al fondo es porque tenía poco aire y hay que volver a empezar llenándolo con menos agua. El caso opuesto sería que quedara flotando mucho y que luego no pudiéramos sumergirlo. En ese caso habría que repetir, pero echando más agua en el tubito.

Finalmente cerraremos la botella y comenzaremos con el experimento. Presionaremos con ambas manos la botella de plástico, preferiblemente en su parte inferior, y veremos como el tubito se va sumergiendo hasta que se va al fondo (si no ocurre así, ya hemos dicho lo que hay que hacer). Si dejamos de presionar la botella, el tubito ascenderá hasta la superficie del agua.

Observemos que es imposible mantener el tubito en equilibrio estable en una posición intermedia: o está en la superficie o se va al fondo.

Y ahora viene la explicación: el aire es más compresible que el agua (al ejercer una presión sobre el aire, cambia de volumen con facilidad, mientras que el agua, prácticamente la podemos considerar incompresible en las condiciones del experimento). Cuando presionamos la botella, el aire atrapado en el tubito recibe esa presión y se comprime, disminuye su volumen y penetra más agua en el tubito por su fondo abierto, hasta que se va al fondo. Y cuando dejamos de presionar sucede lo contrario, el aire del tubito se expansiona y expulsa agua de la parte inferior del tubito invertido hasta que asciende hasta la superficie.

Los submarinos llevan unos depósitos que se pueden considerar semejantes a ludiones que comunican con el agua del mar y con aire en la parte superior. Para conseguir los efectos de inmersión o ascensión, que veíamos en el ludión, regulan la presión del aire desde el interior del submarino, y ya hemos visto lo que sucede cuando el aire se comprime o se expansiona.

A los lectores: Se han planteado muchos temas interesantes, pero, desafortunadamente, no podremos tratarlos todos (algunos sí), porque, además, hay otros que quiero que no falten.

Algunas cuestiones ya han sido contestadas con los comentarios de otros lectores, como la respuesta de Eugenio Manuel con la tensión superficial a la pregunta de la aguja en el agua en el último artículo, o la de la mayor sensibilidad del ojo para el azul frente al ultravioleta en el del color azul del cielo.

También está la cuestión del nivel. Algún lector prefiere un nivel un poco más alto y, en cambio, otros agradecen poder entender las explicaciones de forma sencilla. Estoy procurando no utilizar muchos términos científicos, ni teoremas, ni fórmulas matemáticas, pero espero que también tengamos ocasión de tratar temas más complicados, aunque procuraré abordarlos siempre de manera que puedan ser entendidos por el mayor número de lectores

¿Por qué flotan los barcos?

Varios lectores han preguntado por este tema, así que vamos a intentar explicarlo, pero sin recurrir a términos científicos, de modo que cualquiera pueda entenderlo.

Primeramente, no hablaremos del Principio de Arquímedes, que, probablemente, sería la explicación más corta, pero es posible que haya muchos lectores que no sepan o no recuerden o no entiendan el Principio de Arquímedes. Así que a ellos van destinadas estas líneas.

Que flote un trozo de corcho parece que es algo que acepta todo el mundo como algo natural, porque el corcho pesa menos que el agua, pero ¿y un gran trasatlántico como el Queen Mary 2, de casco muy grueso de acero, de 150.000 toneladas de peso y de unas dimensiones de 345 m de eslora, 41 de manga y 72 m de altura, no pesa más que el agua? Puede parecer que sí, pero necesitamos precisar la pregunta, porque es conocida la siguiente pregunta trampa: ¿qué pesa más un kg de hierro o un kg de paja? Naturalmente pesan lo mismo, un kg; pero el kg de paja ocupa mucho más volumen.

Para comparar necesitamos una referencia común, por ejemplo, el volumen. Y ahora sí podemos decir que 1 metro cúbico de hierro pesa más que 1 metro cúbico de paja.

Si comparamos el peso del barco completo con el peso de un volumen de agua que fuera igual al del barco (o sea, como si el barco, todo él, se hubiera convertido en agua), veríamos que el barco pesa menos. ¿Cómo es posible? Pues la respuesta está en que, además de los materiales del barco que puedan pesar menos que el agua, el barco, tiene grandes estancias vacías (llenas de aire, y el aire pesa menos que el agua), y eso hace que, en total, el barco pese menos que el mismo volumen de agua.

Lo mismo podríamos decir del cuerpo humano: sus huesos o la carne de los tejidos pesan más que el agua y, en cambio, el hombre flota en el agua. ¿Por qué? Porque tiene cavidades internas vacías (llenas de aire) que le permiten pesar en su conjunto menos que el agua.

He sido plagiado

Ante la grave acusación de uno de los lectores que ha dejado comentarios en este blog, me veo obligado a aclarar que el plagio lo he sufrido yo. Desde hace varios años publico artículos científicos divulgativos, y uno de ellos era ¿Por qué el cielo es azul?. A continuación reproduzco el artículo de aquella publicación. Tomaré las medidas oportunas respecto a la página web que ha plagiado mi texto. Gracias al lector por avisarme.

¿Por qué el cielo es azul?

Ya en 1666 Sir Isaac Newton descubrió que un rayo de Sol al atravesar un prisma cambiaba su dirección, por un efecto conocido como refracción, y se descomponía en un conjunto de rayos de colores, que emergían del prisma en direcciones diferentes de la que tenía el rayo de Sol inicial. De todos estos rayos de colores, el que había sufrido menos desviación era el de color rojo, y los que habían experimentado la máxima desviación correspondían a los colores de la zona azul-violeta.

Este fenómeno, conocido como dispersión, pone de manifiesto que la luz solar (blanca) está compuesta de una serie de colores, y es fácil comprobarlo sin más que construir el conocido disco de Newton: dibújese un círculo dividido en siete sectores circulares iguales (se sospecha que se guió por las siete notas de la escala musical), cada uno de un color del arco iris: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, añil y violeta, hágase girar suficientemente deprisa el círculo, y el ojo percibirá el color blanco, que corresponde a la superposición de todos esos colores. Para hacerlo de forma más cómoda se podría atravesar, perpendicularmente, el círculo en su centro con un lapicero, apoyarlo en un vaso u otra superficie adecuada y hacer girar muy deprisa el lapicero.

Un resultado parecido, aunque producido de forma más compleja, sucede cuando los rayos solares llegan a la Tierra. En su trayectoria se encuentran moléculas de aire en la atmósfera contra las que chocan y, en un fenómeno conocido como difusión, provocan que de los diferentes colores que componen la luz solar incidente, emerjan rayos en diferentes direcciones, siendo los más desviados de la dirección original los de los colores de la zona violeta-azul, de forma similar a lo que sucedía en el prisma de Newton, mientras que el rojo mantiene prácticamente su dirección inicial. De hecho, la difusión de la luz azul es, aproximadamente, 10 veces superior a la roja. Nuevos choques de estos rayos difundidos, apartados ya de la dirección del rayo solar inicial, con otras moléculas de aire hacen que este fenómeno se repita una y otra vez hasta llenar la bóveda celeste de un color azulado permitiendo ver iluminado todo el cielo, aún en las zonas en que no está el Sol.

Ésta es también la explicación de por qué en los crepúsculos, tanto del amanecer como en el de la puesta del Sol, éste y el cielo circundante se nos aparece rojo. El color azul ha sido difundido en su mayor parte del rayo directo, en el que predomina, por tanto, el color rojo que es el que vemos al mirar directamente al Sol.

Una explicación un poco más profunda, pero aún así, aproximada y elemental, requiere hablar de longitudes de onda y colores. Las más cortas corresponden a la zona violeta-azul y las más largas a la zona del rojo. Cuando la luz choca con las partículas que hay en la atmósfera, el resultado depende del tamaño de la partícula. Si el objeto es mucho mayor que la longitud de onda de la luz, ésta rebotará, como sucede cuando una pelota choca contra una pared. Si la pelota choca con un objeto mucho más pequeño, prácticamente no se desviará de su trayectoria. En cambio, cuando la pelota choca con un objeto de dimensiones parecidas, como por ejemplo otra pelota, entonces sí se puede producir un cambio apreciable en su dirección.

Como la luz en la zona del violeta-azul es la que tiene la longitud de onda más corta, sus fotones (podríamos pensar que son partículas de luz) son los más pequeños y, por tanto, los que serán más dispersados al encontrar en su camino moléculas de nitrógeno y oxígeno, que componen básicamente el aire, y que son las partículas más pequeñas que se encontrará la luz en su viaje. En cambio, los fotones correspondientes a la luz roja, mucho mayores, apenas serán desviados. Así pues, a menor longitud de onda, más dispersión

Y terminaremos con un experimento: llénese con agua, en sus dos terceras partes, un vaso de un cuarto de litro aproximadamente que sea transparente. Añádase media o una cucharada de leche y agítese. Tómese una linterna y en un cuarto oscuro, ilumínese con la linterna, primero desde arriba y obsérvese lateralmente el color, después ilumínese desde atrás y mírese la linterna frontalmente y, por último, ilumínese por abajo y mírese por arriba la luz. ¿Qué colores se perciben y por qué?

NOTA DE AGRADECIMIENTO. A todos los lectores que han enviado comentarios a los artículos anteriores, y que he leído detenidamente, les doy las gracias. Algunos de los temas que sugieren podremos tratarlos, pero no todos, posiblemente.

Uno de los padres del láser

El 29 de junio pasado fallecía en Haverford, Pennsylvania, Estados Unidos, William Bennett, uno de los investigadores pioneros sobre el láser. Tenía 78 años y formaba parte del equipo que construyó uno de los primeros láseres hace casi 50 años.

La palabra láser es un acrónimo del inglés: l (light) a(amplification by) s (stimulated) e (emission of) r(radiation) que significa: “amplificación de luz por emisión estimulada de radiación”.

Por este procedimiento se genera un estrecho haz de luz (prácticamente en una dirección), coherente y monocromático (de un solo color o longitud de onda) de extraordinaria intensidad, a diferencia de las fuentes de luz normales, como las bombillas, en que los fotones son emitidos en todas las direcciones con diferentes fases y en muy diferentes longitudes de onda, que generalmente corresponden a todo el espectro visible.

El fundamento del láser se remonta a 1917 y al genial científico Albert Einstein, que enunció el fenómeno de emisión estimulada de radiación.

El tamaño de un láser puede variar desde dimensiones diminutas, como el de la primera foto, hasta tamaño gigantesco, como el de la segunda.

Imaginarse como sería hoy la vida sin el láser nos parecería un retroceso extraordinario por su cantidad de aplicaciones.

Mencionemos algunas:

Medicina. Muchas operaciones se realizan con su ayuda: desde oftalmología (cataratas, miopía, retina) hasta operaciones de próstata o tratamientos dermatológicos.

Aplicaciones industriales. Láseres potentes se emplean para calentar, fundir, vaporizar, cortar, y soldar diferentes materiales, especialmente metálicos; por eso son muy útiles en la industria automovilística. También son ideales para las telecomunicaciones espaciales. Y son sobradamente conocidas sus aplicaciones militares.

La música y la imagen sin el láser se verían también muy perjudicadas: no tendríamos lectores de CD y DVD y, también, se vería afectado el mundo de la informática y, naturalmente, tendríamos que olvidarnos de las impresoras láser y, por supuesto, tendríamos que despedirnos de algo tan cotidiano como la lectura de los códigos de barras de los productos.

Y así podríamos seguir enumerando un sinfín de aplicaciones que mucho deben a William Bennett, que nos acaba de dejar y al que dedicamos este homenaje de recuerdo.

¿Por qué vuelan los aviones?

Para entender por qué vuelan los aviones comenzaremos por realizar un sencillo experimento:

Tomemos un folio por el lado más corto con una mano a cada lado, acerquémoslo a la barbilla hasta tocarla y soplemos con fuerza sobre la cara superior, de modo que el aire deslice a lo largo de ella sin que choque contra el papel y sin que ninguna parte del chorro de aire se introduzca por debajo del papel. Resultado: el folio se levantará como absorbido por la corriente de aire.

Imaginemos que el folio mencionado se convierte en el ala de un avión. Para despegar, el avión rueda por la pista hasta alcanzar una gran velocidad y, al mismo tiempo, de la parte posterior de las alas surgen unos alerones traseros dirigidos hacia abajo que frenan el aire en la parte inferior del ala, mientras que en la superior el aire se mueve a gran velocidad (respecto del avión), y se reproduce de forma aproximada el experimento precedente de la hoja de papel.

Podría decirse que es el aire el que ejerce la fuerza de sustentación sobre el avión, de modo que si aquél desapareciera, los aviones no podrían volar.

De forma elemental y aproximada, podría entenderse el fenómeno así: como consecuencia de la conservación de la energía, al aumentar la velocidad del aire disminuye su presión, y como el aire encima del ala se mueve muy rápidamente, su presión disminuye mucho, hasta tal punto que la presión mayor del aire en la parte inferior del ala da lugar a una fuerza hacia arriba que puede ser suficiente para soportar el peso del avión.

Y terminemos con una pregunta: ¿existe alguna relación entre este fenómeno producido en el ala de un avión y el alerón trasero que llevan los coches de carreras de fórmula 1?